lunes, 1 de diciembre de 2014

La larga marcha






Este mes, los resignados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La larga marcha”, de Rafael Chirbes, a partir de ahora EHQNALPYA (el hombre que no amaba los puntos y aparte) a propuesta de Paula, una novela, desde mi punto de vista algo fallida, que nos habla de la España de la dictadura franquista. EHQNALPYA, además de no incluir un miserable punto y aparte, algo que voy a reproducir en este post para que veáis en primera persona lo agotador que resulta, recurre a algo tan socorrido como es repasar historias en paralelo que van tejiendo el mensaje de la novela hasta que confluyen, inevitablemente, al final. Como ya es costumbre en estas reseñas voy a copiar lo que nos dice el editor como resumen: “La mirada narrativa de Rafael Chirbes pone en evidencia los oscuros e incómodos mecanismos personales y colectivos de nuestra historia durante la posguerra española y la resistencia antifranquista de los años sesenta. Dos generaciones caminan delante de un espejo que no devuelve imágenes gratas o autocomplacientes. Hombres y mujeres que se reparten el dolor y la humillación de la derrota mientras aprenden la dura tarea de sobrevivir. La juventud universitaria que intenta tomar conciencia mientras aprende a construirse contra un pasado que inevitablemente forma parte de su herencia. Estamos frente a una de esas novelas que los lectores reclaman a los autores de su tiempo, frente a una de esas novelas que se esperan.” Y efectivamente, se trata de una novela que los lectores reclamaríamos, porque muchos tenemos necesidad de enfrentarnos a los fantasmas que nos han enseñado nuestros mayores, tal vez como refuerzo de una identidad que en algún momento yo creí que formaba parte de mi genética, tal vez para poder estar en la piel de los que crecí considerando malvados por vocación, sin conocer sus motivos, sin tener la oportunidad de despreciarlos, a ellos y a sus motivos, al menos con conocimiento. Por eso “La larga marcha” ha tenido momentos puntuales en los que me ha emocionado, porque habla de la gente corriente de los dos bandos a los que, simplemente, les tocó estar ahí, sin mucha convicción, la justa para justificar sus actos; dividiendo el libro en dos partes, una primera que cuenta la historia de los que tuvieron que sobrevivir en la postguerra y una segunda que es la de sus hijos en los años sesenta. La diferencia es clara, la primera es una generación desgastada que se conforma simplemente con sobrevivir, y la novela juega a enseñarlos siempre en tinieblas, rodeados de palabras a media voz que tratan de evitar la atención de quien pueda escucharlas, la segunda es una generación que aunque ha vivido esa miseria, tanto física como moral, no siente la guerra como algo propio y quiere un cambio, de nuevo nos encontramos ese ambiente medio clandestino pero con diferente motivación, los padres tienen necesidades materiales, los hijos creen necesitar la libertad. Los que hayáis llegado hasta aquí pensaréis que la novela me ha gustado, pero os equivocáis de pleno, bueno, para lo que es el nivel del club aprueba, pero en general se me ha hecho pesada y difícil de seguir, especialmente la primera parte que no es más que una colección de retratos de época a los que, una vez dibujados, EHQNALPYA trata de sacar partido sin darse cuenta de que tienen ya menos jugo que el hueso de jamón de un cocido. Además, como si de la misma carne de ese hueso se tratara, las historias, tal vez por haber intentado morder más de lo que se podía tragar, se van haciendo hebras que cuesta trabajo masticar, hasta hacerse algo de bola. Por momentos la novela se hace confusa, teniendo que poner el lector todo de su parte para saber donde está cada uno y qué narices está pasando. Después, cuando EHQNALPYA, enhebra todas las historias, todo mejora, siendo los capítulos finales los mejores, como si hubieras encontrado algo de agua tras atravesar el desierto. Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, que me temo van a ser de lo más diversas, recorriendo el amplio espectro que va del amor al odio, pasando por la indiferencia y la ovación afectuosa pero no por ello apasionada. Y además, en unos días todo esto lo debatiremos en el podcast del club, sí, con sonido en alta felicidad y risas garantizadas.

3 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

En la diversidad está el gusto y, para mi desgracia, también el disgusto.

Me ha parecido pesadísimo y sin interés. Otra muesca en la historia del club que no deja de sorprenderme en la cantidad de libros que yo no leería nunca. Y el caso es que después de leerlos... solo puedo que alabar mi buena intuición

B dijo...

A ti te quiero más que a Chirbes, pero a ninguno de los dos os queda bien la vida sin puntos y aparte.

Carmen J. dijo...

Pues yo no te agradezco que no hayas puesto puntos y aparte. es más: no me parece bien.