sábado, 31 de octubre de 2009

El cielo puede esperar



Antes de nada quiero aclarar que mi muerte no es inminente, eso creo, siento el disgusto que a muchos pueda provocar esta afirmación pero cómo decirlo finamente… vamos que de momento os jodéis. Pero hoy, que es día de difuntos, he descubierto una cosa que aunque pueda parecer trivial no lo es, para nada. Hoy he decidido que no me quiero morir. ¿Por qué lo he pensado? Pues ni idea, creo que empiezo a estar un poco gaga, pero la decisión está tomada y es firme, el cielo puede esperar.

La idea de la muerte me deja paralizado, soy como el pobre conejo que al cruzar la carretera por la noche le dan las largas, la sensación de vacío que me provoca la inexistencia de un mañana me bloquea. Mi cerebro acostumbrado a ver, leer y escuchar de todo se niega a procesar la idea de su propia desconexión. No obstante eso va a suceder inexorablemente, ¡mierda!

Y eso que toda la vanidad que he conseguido reunir en mi vida ha sido para escribir este blog, pero ni por esas. Sé que si me comparo con el universo soy tan insignificante como un fotón, pero es que a mí el universo no me ha dicho nunca nada, ni siquiera nos han presentado. Si la comparación es con los miles de millones de seres humanos con los que comparto aire y cielo tampoco salgo bien parado, mi existencia vale menos que la palabra de un hombre cuando dice “siempre te querré”. Voy camino de los cuarenta y aún no he hecho nada excepcional y creo que ya nunca lo haré, entonces ¿por qué ese apego a la vida?, la respuesta es sencilla, puro egoísmo.

Posiblemente si a lo largo de la vida hubiera logrado creer en algo todo sería mucho más fácil, pero yo no creo en nada, la única religión que podría abrazar sería la maradoniana y solo pensarlo me resulta tan patético que reniego de la fe verdadera (luego rezaré dos “Diegos nuestros” y un “D10S te salve” como penitencia). En serio, soy un zoquete y me declaro totalmente incapaz de pensar en asuntos religiosos y divinos, podría ir de intelectual y llamarme agnóstico pero uno que se ha criado en el barrio del otro lado de la vía en San José de Valderas no puede serlo, simplemente digamos que soy un simple.

Por eso la idea de un cielo también me horroriza, si una ventaja tiene la muerte es desembarazarte de todos esos pelmazos que te hacen la vida imposible, pienso que podrían tener la cortesía de morirse ellos primero y librarnos de su presencia pero normalmente no es así y asisten a nuestro funeral con una media sonrisa socarrona, afortunadamente puestos en ese trance ya nos importa un huevo. La eternidad del cielo debe ser un coñazo y al infierno ni lo considero, porque si existiese un cielo yo iría a él y no por mis buenos actos y bondad sino por mala suerte, siempre me ha tocado estar en el peor sitio en el peor momento. Está claro, es mejor que no exista nada en absoluto a estar en la gracia de Dios cantando con unos indeseables por siempre jamás.

Eso es lo que pienso hoy, pero imagino que con los años iré cambiando poco a poco de opinión. Si ahora soy así no quiero pensar en que clase de persona seré dentro de veinte o treinta años, seguramente no me aguante ni yo mismo porque mi cabeza navega a la deriva desde hace ya demasiados años. Si un día la muerte me reta a una partida de ajedrez de la que dependa mi vida, no creo que yo sea un Antonius Blovk y la alargue mucho, posiblemente me deje hacer el jaque mate pastor y tire al rey en el tablero.

Watchmen


Poder escribir este post me ha costado un fin de semana leyendo y lo que es peor 35 eurazos, bueno realmente 33,25 con el 5% de descuento de la tarjeta de socio de la FNAC. ¿Y para qué tanto esfuerzo? Pues para destrozar desde una idea preconcebida el cómic y tomarle el pelo a un amigo. Admito que esta vez me he equivocado, pero como dije que escribiría aquí estoy cumpliendo con mi promesa. Empezaré escribiendo de lo que no me gusta.

Cuando era adolescente y me sentía decididamente comunista (así comenzó Jiménez Losantos, tocaré madera), alimenté dentro de mí un antiamericanismo que creía ya olvidado. Luego crecí y dejé de ser comunista (y heavy) y con los años hasta tuve que pasar alguna temporada en los EEUU y, la verdad, la gente no tenía ni cuernos ni rabo, sorprendentemente para mí, era gente agradable y educada. Leer los Watchmen me ha hecho de nuevo recordar por qué no me gustaban los Yankees.

Este cómic está ambientado en los años que van desde la segunda guerra mundial hasta la mitad de los años 80, en plena guerra fría. Los EEUU son presentados como los salvadores del mundo tras la segunda guerra mundial y eso lo puedo hasta comprender, pero bajo ese paraguas todo cabe. Las bombas atómicas en Japón fueron necesarias, la guerra de Vietnam también, ¡ah! y además la ganaron, con un par, para colmo de los colmos la invasión soviética de Afganistán se veía como el inicio de la tercera guerra mundial, unos linces. Ahora la guerra fría es un recuerdo para mí casi entrañable y eso que en mi niñez pensé agobiado más de un día que podría ser el último si a alguien le daba por apretar el puñetero botón. Es cierto, mi gusto por la tragedia viene de lejos. Ahora los rusos ya no son rojos y no están en Afganistán, curiosamente los que si están son los americanos pasándolas moradas, vivir para ver. Desde luego, leyendo Watchmen queda claro que, para mi alivio, comparada con la derecha de EEUU, la derecha española es progresista y casi revolucionaria.

Otra cosa que no me gusta es el exceso de violencia, a mí la sangre me molesta mucho, incluso si no es sangre y es tinta roja, la única tinta roja que soporto tiene música de tango y la canta Calamaro. Watchmen no solo es violenta, es sádica e incluso macabra, la violencia se justifica en la historia, el sadismo es accesorio y lo macabro superfluo. Me da miedo pensar que existe una faceta de mi personalidad que se ve atraída por la violencia, leyendo Watchmen la he visto asomar la cabeza de vez en cuando, me consuela que es tan poco activa como la parte de mi cerebro que se ve atraída por Karmele (con K de Kaka, sin acento, no confundir con el futbolista) Marchante.

Una vez dicho lo que no me ha gustado pasemos a lo bueno de Watchmen. La historia es muy atractiva y de una complejidad psicológica impresionante, muchas veces me olvidaba de que leía un cómic y me parecía estar leyendo una buena novela, eso tiene mucho mérito. Pero lo mejor de Watchmen son los personajes, están bien construidos, son de carne y hueso, sienten, sufren, piensan, ¡son espectaculares! Son todo lo contrario a unos superhéroes, y ese es su atractivo, son gente “normal” detrás de un disfraz, sin poderes, vulnerables, unos son brillantes y otros son patéticos. Pasemos a repasarlos pero sin contar mucho de la historia, no quiero estropeársela a nadie.

El Dr. Manhattan es un físico superviviente de un accidente en un ensayo nuclear. El tío se volatilizó pero fue capaz de reconstruirse a si mismo. Se ve que no le gustaba su imagen y eligió volver convertido en un cruce de Mr. Propper y el genio de Aladdin, o lo que es lo mismo un tío cachas azul que se pasea en pelotas. Es capaz de jugar con la materia y es el arma que utilizan los EEUU para contener a los soviéticos. Es un personaje sorprendente por su humanidad y por tener la cabeza bien puesta en su sitio aunque personalmente me da mucha grima.

Búho Nocturno es en realidad un remake de superhéroe. Ya hubo antes que él otro búho nocturno que se jubiló y le cedió el puesto. Es de lejos mi personaje favorito y sin duda el mejor. Buho Nocturno es un tipo sin el menor encanto. Aunque es superhéroe por vocación y no por necesidad, es uno de los pocos Watchmen que procura siempre actuar sin saltarse las reglas. Es una especie de Batman con la barriga de Ronaldo y poseído por el espíritu de Dani Pedrosa. Pese a su edad y a su lamentable forma física le levanta la chica al Dr. Manhattan, eso si, unas pastillas de viagra le hubieran venido que ni pintadas.

El Comediante es un cabronazo para el que todo es una broma pesada. No sé por qué, pero a mi me recuerda a Errol Flynn disfrazado de Rambo. Es un cínico sin moral que no tiene clara cual es la frontera del bien y del mal. Lo mismo le da violar a una compañera, arrasar al Vietcong o dar un tiro en la frente a una mujer a la que ha dejado encinta. Lo bueno que tiene El Comediante es que está muerto desde la viñeta número uno y por más odioso que pueda llegar a ser ya tenemos asumido que ha recibido su merecido.

Rorschach es un tío que lleva un traje de leopardo albino cuyas manchas sufren un movimiento continuo, una gabardina y un sombrero. Todavía no sé como se las apaña para ver, pero bueno será que yo no me entero mucho. Una infancia atormentada justifica su personalidad, le da una cierta vulnerabilidad que contrasta con su comportamiento violento y decidido. Si hay alguien que tiene las ideas claras es él, el fin justifica los medios y no existen barreras morales que impidan conseguir un objetivo si este es justo.

Espectro de Seda es casi el único personaje femenino del cómic. Como el Búho Nocturno ella es también un remake, pero de su madre que ejerció la misma profesión con el mismo nombre. La verdad es que posiblemente sea uno de los personajes más flojos, aunque representa a aquellos que tienen marcado un destino del cual no saben zafarse. Además a la pobre la visten de pilingui de modo descarado en un claro ejemplo de machismo, porque hay que reconocer que el cómic es muy machista. La pobre chica no deja de ser el juguete del Dr. Manhattan hasta que no puede más y se va con el Búho en una historia entre lo romántico y lo patético. Está claro que cuando alguien quiere huir de un mundo que no le deja ni respirar es capaz de agarrarse a un clavo ardendo.

Ozymandias es el hombre más listo del mundo. Ser tan inteligente le lleva a ser un villano y un genocida y es que está claro, la inteligencia está sobrevalorada y tiende a utilizarse para el mal. Ozymandias es una forma griega de Ramses II. ¡Lo veis! Uy si llego yo a saber esto el día que escribí el post de Ramses… Ozymandias es sobre todo un hombre de negocios que ama el poder sobre todas las cosas, aunque le da un barniz típico de los salvapatrias que creen que detrás de ellos está la nada. Su vestimenta y su belleza le hacen parecer una escultura de Antinoo, pero su megalomanía le lleva a ser un patético Alejandro Magno de todo a cien.

lunes, 19 de octubre de 2009

Enfisema pulmonar


Si a los diecinueve años se te rompe un pulmón la verdad es que te cambia la vida. A lo mejor habéis escuchado a alguien decir que sintió un click en el cerebro y ya nada fue igual, pues yo puedo afirmar que no miente, a mí me ha pasado. Aunque a los diecinueve todo se cura rápido y da igual si se te rompe el pulmón o el corazón a mí se me piró la olla, desde entonces soy así, una desgracia.

Una noche me desperté asfixiado, asma, de los esfuerzos por respirar rajé el pulmón. Cuando me vi en la ambulancia camino del final del túnel no hubiera dado por mi pellejo ni un euro con la cara del pato Donald. Solo recuerdo haber pensado dos cosas en ese momento, la primera que había hecho el capullo matándome a estudiar toda la vida, la segunda que el conductor de la ambulancia era gilipollas. Me explico, entra un tío en una ambulancia con menos aire en los pulmones que en la atmósfera de Marte, con el pecho más inflado que el de El Increíble Hulk (porque allí era donde iba el aire que mi pulmón no atrapaba) y me pregunta: “¿me das permiso para que vaya deprisa?” Nooooooooooooo hombre, qué va, tómate tu tiempo y gústate en las curvas campeón. Lástima que no pudiese hablar pero mi mirada tuvo que bastar para que supiese mi opinión sobre el tema.

Todo mejoró al llegar a urgencias. Me encantan los médicos que hablan de los pacientes como si no estuviesen delante, dicen frases como “se está volviendo cianótico” (¡yupi!) o “está a punto de reventarle el esófago” (¡coño!). Menos mal que mi nivel de conciencia era tan bajo por la medicación que igual me daba que dijesen eso o que me iban a amputar los dedos de los pies a mordiscos, era como si no hablaran de mí. Por fin alguien dijo algo sensato, “no hagamos nada y veamos si se estabiliza”… ¿y si no? pensé yo... Pero fue que si y ese día escuché el click. El túnel que vi en la ambulancia deberían ser las farolas de la nacional V.

Así que allí comenzó mi nueva vida, una vida que quería vivir al día, una vida sin responsabilidades y sin aspiraciones de futuro que duró casi cinco años, el tiempo de darme cuenta de que a pesar de mis temores no iba a morirme fulminado por un rayo. Por el camino destrocé mi carrera y seguramente mi porvenir pero es lo que sucedió y ya no puedo cambiarlo.

Por cierto, “allí” es el Hospital Clínico Universitario, no sé como estará diecisiete años después, pero por entonces decir que daba pena era como echarle un piropo a Carmen de Mairena, un poco desproporcionado, lo que daba era asco. Me pusieron en una habitación de seis personas con sus respectivos amigos y familiares, teníamos la misma intimidad que en una playa nudista, por no tener no tenía ni baño, ni un miserable retrete, ni una ducha. Me tocaba ir siempre a un baño que había en un pasillo en el que entraban también las visitas, no hubiera sido muy sangrante de no ser porque allí estaba también la ducha, para ducharme tuve que idear un sistema para atrancar la puerta por dentro porque ni cerrojo tenía.

Pero si las condiciones higiénicas eran malas ¡qué decir de la comida!, no es que fuese mala, es que era digna de un campo de concentración. Era, como escuché decir a una chica años atrás en un restaurante, “sosa, seca y sin sustancia”, eso sí de postre todos los días ya fuese comida, merienda o cena una puta manzana asada. No creo yo que las manzanas de los cojones tuvieran células madre pulmonares que ayudaran a cerrar mi herida, imagino que sería por motivos de presupuesto y ese año debió haber una cosecha de manzanas del tamaño de Groenlandia. Años me costó volver a comer una. Recuerdo también la imaginación del que escribía los menús, aún guardo uno de los papeles en los que rebautizaba a una miserable sopa de verdura como “Esencia de hortalizas en flor”, la madre de todos los eufemismos.

Pasaban los días y las semanas y yo seguía allí, con menos sangre en las venas que un defensa del Atleti porque me hacían análisis todos los días rigurosamente a las seis de la mañana. Y claro a esas horas no era cuestión de ponerme a escuchar música y leer en mi superpoblada habitación. Después de la visita de los vampiros yo me iba a leer y escuchar música a la sala de espera, aquellos días me regalaron mis primeros discos de los Beatles y el Out of Time de los REM, ¡qué maravilla! Era tal el nivel del hospital que un día sin darme cuenta estuve leyendo en compañía de un fiambre (tapado con una sábana eso sí) que se habían dejado en la sala de espera. No me di cuenta hasta que una enfermera dijo “nos hemos dejado al de la habitación XXX en la sala de espera” pero para su suerte el de la habitación XXX no podía ir ya muy lejos y no opuso resistencia al ser capturado.

El Clínico es un hospital universitario, de vez en cuando aparecía un profesor con su rebaño de alumnos pasando consulta. Yo eso lo entiendo, pero creo que ciertos comentarios se los podían ahorrar delante del enfermo. Personalmente que hablasen de mí como si fuera el sofá me tocaba bastante las narices inguinales. Un día una de las alumnas le dijo al profesor si las ronchas eran parte de mi cuadro clínico, el hombre la contesto con flema británica que no, que las ronchas eran producto de la mala leche que me provocaba su presencia y que era mejor irse. Fue el mismo médico cabrón al que pregunté al darme el alta si podría volver a jugar al fútbol. “Sí, pero de portero” fue su respuesta, afortunadamente se equivocaba.

domingo, 18 de octubre de 2009

Laboratorios Radio


Yo perdí la virginidad en Lliria y no estoy hablando de sexo, no, yo perdí la virginidad en Lliria porque me pusieron el culo como la bandera del Japón. ¡Ah! Y sigo sin hablar de sexo.

Al terminar la carrera encontré trabajo en un chiringuito, pero no para servir pescaito y rebujito, ¡qué va!, cuando digo chiringuito me refiero a una empresa patera. Y eso que el curro no sonaba mal del todo. Hacíamos robótica en una nave de Azuqueca, pero las condiciones dejaban bastante que desear, aún me castañetean los dientes cuando pienso en esos días de invierno con varios grados bajo cero sin calefacción, sin agua corriente y sin baño. Solo todo esto daría para escribir un libro pero hoy no toca. Hoy voy a hablar de la primera vez que me mandaron a obra, tenía 26 años recién cumplidos.

En Lab Radio nos tocaba instalar unos robots de pintura, pero no unos robots naranjitas de esos del anuncio del Xsara Picasso, no, los nuestros eran unas bestias del averno que pesaban 600 kilos de nada moviéndose a toda pastilla, cada vez que les daba la orden de arrancar me lo hacía encima, y como luego veréis mis motivos tenía.

El montaje ya prometía, disponíamos de un jefe de obra echado para delante y dos chavales de una ETT que su buena voluntad ponían, aunque poco más podían poner. Aún no sé como pudieron ellos solos levantar cinco enormes pórticos de acero. Además contratamos a dos tíos para que nos hiciesen el cableado, llamarlos esponjas no sé si sería correcto porque con esponjas como ellos tendría la tierra tantos mares como la luna. Sabíamos en que bar habían desayunado porque veíamos no menos de cinco tercios por cabeza en una mesa de la terraza. A las once ya llevaban un par de pelotazos y a las dos ni veían. Fueron nominados a dejar la obra y con lágrimas en los ojos nos abandonaron.

Era verano y lo pasamos en Valencia, pero cambiamos la playa por una nave con techo de Uralita sin aire acondicionado. Los viajes eran divertidos, el coche de empresa era un 205 que por los años que tenía debía ser un 204, además estaba hecho polvo, cada vez que girábamos a la izquierda (nuestra tendencia natural) la rótula chirriaba hasta decir basta y vaya si lo dijo, comenzó entonces la era de Hyundai de alquiler que, entre sus accesorios, disponía de un avión cisterna de lo que tragaba. El transporte de los materiales lo hacíamos nosotros mismos en un Patrol con remolque, todo muy profesional. Recuerdo aún con pánico el día que cargamos tres armarios eléctricos en una furgoneta y los llevamos 350 km sueltos dando hostias en la caja, la furgoneta llegó con la puerta lateral más desencajada que la cara del cliente cuando nos vio descargarlos.

Ya cuando empezamos a montar íbamos retrasados, así que a la semana de estar allí comenzaron las amenazas en muy mal tono. Un día fueron a la cabina de pintura y me sacaron de ella con las mismas palabras que hubiera usado un matón calabrés: “sal un momento fuera que no te va a pasar nada”, para añadir: “dile a tu jefe que si esto no funciona el uno de septiembre se le va a caer el pelo”. No estuvo ni en septiembre, ni en diciembre ni nunca jamás y yo vi a mi jefe con el mismo pelo toda la vida. No se me olvidarán nunca esas maravillosas personas, especialmente el ingeniero de obra acabada Tontells, un niñato chulo y prepotente como pocos he vuelto a ver y al maestro pintor Gremonio, el hombre que inventó el cambio de dirección sin pasar por velocidad cero.

Después de mucho penar conseguimos arrancar y pronto nos dimos cuenta de que aquello no marchaba bien. Los robots temblaban más que mi suegra el día del juicio final y no había forma de arreglarlo. Así que pasó lo que tenía que pasar, una mañana uno de los ejes comenzó a vibrar, entró en resonancia y volaron por los aires eje, motor, cables y la poca moral que me quedaba. No recuerdo cuanto tardé en reaccionar pero debieron ser minutos, horas, ¡yo que sé! La solución “ingenieril” de mi jefe fue rellenar la estructura de arena, así que nos descargamos una furgoneta de sacos de arena y los vaciamos con nuestras propias manos en los pilares (por supuesto no solucionó nada). Fue uno de los múltiples oficios que aprendí allí, descargador de arena, pintor, camillero… sí, camillero, porque en aras de proteger nuestra vista de la pantalla de un portátil nos dieron un portable, es decir un ordenador que transportábamos en una mesa con ruedas (mientras rodaron) de robot en robot con el mismo estilo que los porteadores de la litera de Cleopatra.

Podría cebarme en detalles escabrosos pero los dejaré para el día que escriba sobre los momentos estelares de mi vida. Aunque fueron unos meses espantosos ahora los recuerdo con relativo cariño, allí comenzó mi peregrinar con mi eterno compañero de fatigas y allí conocí a gente estupenda que se encargó de cuidar nuestro paladar pero sobre todo nuestra maltrecha alma, afortunadamente, diez años después, aún puedo decir que son estupendos.

Al final tras múltiples cambios y ñapas, sobre todo ñapas, aquello medio funcionó, era nuestro estilo, en siete años allí (¿siete? ¡Pero mira que eres burro Juanjito!) nunca jamás llegué a hacer nada de lo que pudiera sentirme orgulloso. Un año después nos echaron a patadas de la fábrica y sin pagarnos la puesta en marcha. Creo que aquello no llegó jamás a funcionar por mucho que lo intentaron, en el fondo me alegro, ojo por ojo y todos acabamos ciegos, era su filosofía, era su naturaleza.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Ramses II


Si existe un personaje histórico al que le tengo ganas es a Ramses II, ¿por qué?, os preguntareis, pues porque me cae gordo. Sí, es un rasgo de mi carácter, soy capaz de amar y odiar a personajes que no me han hecho nada por muy muertos que lleven miles de años.

Ramses tenía un oficio muy bueno para la época, era faraón, además era dios, así, tal como suena, ni caudillo del Nilo por la gracia de Amón ni leches, directamente dios y punto pelota. Claro que ser faraón y dios es chungo porque crea expectativas. No es como ser rey de medio pelo, porque en ese caso todo el mundo espera que seas un pintamonas y que no hagas ni el huevo, y hombre, puestos a elegir es mucho mejor lo segundo, nadie te va a pedir que inicies una guerra de conquista para demostrar lo machote que eres, como mucho te van a poner delante a un oso chuzo para que te lo zumbes de un escopetazo y normalmente si no vas más chuzo que el oso le sueles atinar.

Por eso Ramses se fue hacia el norte en misión de conquista para doblegar a los hititas que, como buenos anatolios, tenían que tener los huevos cuadrados y pelados, solo con leer el nombre de su rey, Muwatallis II, a mí me hubieran acojonado. No es lo mismo irte a pelear con una Elizabeth o un Louis que con un Muwatallis, pero claro es que aún estábamos en la edad del bronce y los valores eran distintos. ¿Os imagináis cómo debían ser entonces las batallas? Cuarenta o cincuenta mil tíos en poco más que taparrabos dándose estacazos con espadas de bronce, realmente más que darse tajos se escamocharían los huesos, tenía que ser algo parecido a partirse la cara con unos bates de béisbol. Bueno, vale, algunos también tiraban flechas y lanzas pero solo era por darle un poco de emoción al asunto.

Ramses llegó a una ciudad llamada Kadesh donde gobernaba un reyezuelo títere de los hititas, se sabe de buena tinta que el reyezuelo no tenía armas de destrucción masiva ni nada que se le pareciese porque no se había inventado aún ni la catapulta, pero Ramses cometió el mismo error que se lleva cometiendo de toda la vida, creer que las palabras inteligencia militar tienen algún significado (Thanks Groucho!). Sus espías, dignos de la TIA, le dijeron que a los hititas les habían temblado las canillas y se habían ido corriendo a casa. Pero no, allí estaban descojonados de la risa detrás de una colina, a ver, si vas a presentar batalla donde sea mira siempre detrás de las colinas, es de cajón. Total, que al pobre Ramses le pusieron de buenas a primeras como a chivito mirando a precipicio (gran dicho mexicano), luego como su ejército era cojonudo igualó la cosa y más o menos quedaron en tablas.

Eso es lo que seguramente pasó, no podemos saberlo porque aún no existía ni la CNN ni Al Jazeera para dejar constancia, pero lo que si existía, porque es tan antigua como la prostitución, era la manipulación mediática. A mí no me queda duda de que Urdazi tiene antepasados egipcios. Aunque Ramses aguantó el tipo y no salió del todo derrotado tuvo claro que quedarse aislado en la mitad de Siria, rodeado y en territorio hostil no era buena idea. Tampoco lo es mandar soldados a las montañas de Afganistán y tenerlos allí todo el día jeep para arriba jeep para abajo, es cuestión de tiempo que acaben desmoralizados o muertos, pero estoy seguro de que quien monta esas excursiones no ha leído ni el prospecto de una aspirina en su vida, a lo mejor no sabe ni leer.

Total, que Ramses se volvió a casa y las cosas quedaron como estaban, aunque en el camino de vuelta los niños les tiraban piedras y los perros les mordían las pantorrillas. Ya en palacio, Ramses contrató a Urdacimón y le hizo una campañita de publicidad que ya quisiera para si mismo Paco el Pocero. El tío grabó en piedra a lo largo y ancho del delta que Ramses solo con la ayuda divina había derrotado a 3.500 carros lanzando rayos de fuego por los ojos, impresionante sin duda, pero yo he visto a mi mujer echando fuego por los ojos después de llegar a las tantas a casa en condiciones lamentables y no creo que fuese capaz de incendiar un carro, y si ella no puede…

Pero no conforme con ello, Ramses decidió hacer templos por todos los lados en su honor, claro, él no necesitaba que le recalificasen unos terrenos ni encontrar constructora para hacerlos, con decir “ahí lo quiero, de cuarenta metros y con ocho esculturas colosales” ya estaba el asunto arreglado, unos esclavos como los de ahora, pero sin contrato por obra, unos capataces latigueros y a mover piedra. Pero por si lo de los templos era poca cosa también decidió tunear la obra de sus predecesores. Los escultores reales cuales médicos de corporación dermoestética se pusieron manos a la obra, un retoque en la nariz por aquí, recorta esa oreja por allá, y muchas de las imágenes y esculturas fueron adaptadas a su imagen y semejanza. Cuando yo era pequeño vi hacer lo mismo con los duros de Franco, un poco más de pelo por aquí una barbilla más prominente por allá y de repente eran duros del rey, ante tamaña tropelía el águila del escudo debió decidir levantar el vuelo y no la hemos vuelto a ver.

Ramses tuvo más de una mujer y por lo que parece más de dos, se dice que tuvo más de 150 hijos, si a ZP en plena crisis se le presenta algún pichabrava campeón como éste se caga vivo. Poneos en la situación 150 críos a 2500 eurazos por cada uno dan 375000 eurazos, así por la patilla. Unos pocos como él y nos cae otra subida del IVA de esas que por arte de birlibirloque no afectan a las rentas más bajas. Pero bueno a Ramses tampoco le importaba mucho con que mantenerlos, en esos tiempos no existían presupuestos generales del estado y a ver que ministro de economía tenía pelotas de hacerle una congelación del sueldo. Que le echasen a los cocodrilos seguro que no era lo peor que le podía pasar.

Ramses vivió más de noventa años y reinó más de sesenta, para la época un milagro. Lo normal es que hubiera muerto antes victima de cualquier intriga palaciega o de una mala digestión pero lo bueno de ser dios faraón es que matar a un dios da mal rollo y hay que echarle arrestos para hacerlo. Varios miles de años después de su muerte encontraron su tumba y al abrir su sarcófago la cara de su momia aún parecía estar riéndose de nosotros.

domingo, 11 de octubre de 2009

Deporte escolar


Ahora que nos invade la tristeza por no ser sede olímpica he recordado mi adolescencia y esa pesadilla que se llamaba “clase de gimnasia”. Eran los finales de los gloriosos años ochenta y el país se preparaba para albergar unas olimpiadas. Después del fracaso del mundial 82 se respiraba un cierto aire de revancha porque no podíamos volver a ser la vergüenza del planeta. De hecho en esos años todo había cambiado mucho, a España no la conocía ni la madre que la parió, ¡ya éramos europeos!, y Alcorcón no digamos, ¡hasta nos habían pavimentado los accesos del instituto!, el polvo los días de sol y el barro los de lluvia habían dejado paso a asfalto, adoquines y baldosas. Cuantas inmerecidas hostias me ahorré a partir de entonces por llegar echo un asco a casa.

Los niños del nuevo siglo entrenan para llegar a las olimpiadas de la Play Station, los bachilleres de mi quinta éramos víctimas de la clase de gimnasia. Entonces no teníamos ni un Rafa Nadal que echarnos a la boca, (bueno sí, rectifico, teníamos a Perico Delgado, maestro y símbolo de la hasta entonces chapuza nacional, Perico era un crack, pero un crack capaz de perder un Tour por despistarse y llegar tarde a la salida, con un par, Spain is different!), así que, para desgracia de todos los que aprovechábamos la hora de la clase de gimnasia para escaquearnos, comenzó una búsqueda de talentos por tierra, mar y aire.

De esa forma tan absurda, y como victima colateral de las olimpiadas, estrené mi casillero de suspensos. Ya es triste que el primer suspenso que recibí en mi vida fuera en gimnasia, y no es que suspendiera y luego por pena me aprobasen en el último instante, no, yo he tenido que hacer un examen de gimnasia en septiembre, teórico, eso sí, con dos cojones. Para que nos entendamos, suspenderme a mí en gimnasia era tan fácil como suspender a Stevie Wonder el carnet de conducir por ser ciego, aprobarme después en septiembre era tan coherente como poner a pilotar un fórmula 1 al bueno de Stevie por haber aprobado el teórico en Braille. Me hubiera parecido mucho más noble que mi primer suspenso hubiera sido en inglés. ¡Qué fenómeno mi profesor de inglés! con que estilo nos tiró aquel balón inocentemente situado en el patio, parecía que estuviese haciendo el saque de honor del trofeo Teresa Herrera, nos miró, nos saludo, golpeó de empeine y casi lo levantó un palmo, lo cual para estar el balón lleno de piedras fue toda una proeza. Eso sí, ya no volví a sacar más de un cinco en inglés ese año y es que, como les dije a mis padres, el ingles del instituto era very difficult. Milagrosamente el del año siguiente volvió a ser as easy as usual.

Pero volviendo al tema, era una gran idea tener una clase de gimnasia de tres a cuatro justo después de comer. Hacer el Test de Cooper (12 minutos de carrera continua hechos pasión) el mes de junio en plena digestión era de lo más educativo, a los cinco minutos ya casi sabíamos que había comido la mitad de la clase porque, por lo menos en mi casa, el señor Cooper no iba a imponer el menú del día. ¡Qué gran combinación el sol, el ejercicio y las alubias pintas!, sí, alubias pintas, porque si el señor Cooper no nos iba a decir que teníamos que comer, el señor junio menos, en mi casa la temporada de potajes terminaba con las vacaciones de verano que rigurosamente comenzaban el uno de Julio. Con alubias o sin ellas estaba claro que era un zote, saltar no se me daba mejor, ni de coña, era como un elefante saltando a la comba, pero con los pies atornillados al suelo, creo que de todas las pruebas solo hice como debía el lanzamiento de balón medicinal y eso gracias a que siempre he sido un poco bestia parda.

El año siguiente fue aún peor, comenzamos a hacer las actividades del gimnasio, comenzamos por algo inofensivo, saltar el plinto, tras algunas rondas pasadas con más pena que gloria y tras ir subiendo la altura cajón a cajón llegó la ronda final, sobre todo para el plinto. Yo avisé, pasar esa altura era tan posible para mí como volar para un gorrino, pero el profesor insistió, le di tal leche al plinto que tuvieron que recoger trozos de madera hasta en el laboratorio de física, seguro que si mis compañeros hubieran podido conmigo me hubieran paseado a hombros por el patio como si fuera la Esperanza Macarena. Con un instituto con el presupuesto tan escuálido como una modelo de Dior no volvimos a ver al plinto ese año.

Había ganado una batalla pero perdí la guerra. Neutralizado el plinto, el combate se iba a decidir en el cuerpo a cuerpo. Sobreviví a la batalla de las volteretas, fui herido leve en la del pino y casi perdí un brazo en la del pino puente, pero, a pesar de todo, allí me encontraba aún de píe y luchando. Llegó el día de hacer la paloma y ese día supe que era como un soldado de infantería en la primera fila, armado con una bayoneta de goma, carne de cañón. Imitando a ese soldado comencé a correr lleno de furia contra el enemigo, pero en lugar de lanzarme como una paloma me lancé al vacío como un gorrión sin alas. Como éste no es el blog de “Historias desde la cripta” tengo que imaginar que la colchoneta me salvo el pellejo, pero el trastazo que me pegué fue de padre y muy señor mío, solo recuerdo el dolor de cabeza y la visita al médico. Volví a suspender, pero por lo menos no tuve que volver a representar el papel de Nadia Comaneci encerrada en el cuerpo de Maguila Gorila.

domingo, 4 de octubre de 2009

El Padrino III


¿Nunca has pensado qué tu vida laboral tiene mucho en común El Padrino? Si eres funcionario un día escribiré la versión Amelie de este post pero si no lo eres echa un vistazo a estas frases.

El departamento de compras: “Nunca odies a tus enemigos, nubla tu juicio.”

La gente del departamento de compras debe ser familia de los reyes magos, por lo menos tienen la misma forma de proceder. A los reyes magos siempre les pedía unas zapatillas Nike y los muy tacaños siempre me traían unas Paredes que según mi madre, que no sé porque salía siempre desinteresadamente en su defensa, cumplían perfectamente con la especificación (andar, correr, dar patadas en los huevos), pero para mí no eran lo mismo. A mi me molestaba mucho esa actitud, me traían lo que les daba la gana y luego hacían que mi madre diese la cara cual vulgar teleoperadora de Telefónica. Mamá ponme con tus jefes. Hijo es que no estoy autorizada y además se han vuelto a oriente. ¡Cabrones!

Total que los de compras compran lo que quieren, congelan pedidos que tú tuviste que hacer a toda leche con una pistola apuntándote en la sien, acaban retrasando el proyecto y encima es por culpa tuya. Defienden un céntimo, como si fuera para su propio transplante de cerebro, con tal de llevarse su bonificación jodiendo a los demás. Menos mal que con la mierda de variable que has tenido te importa un huevo porque si no la próxima requisición de compra que iban a recibir sería para una recortada aunque conociéndolos acabarías matándolos con un tirachinas.

La conciliación de la vida laboral y familiar: “¿Pasas tiempo con tu familia? Bien, porque un hombre que no pasa tiempo con su familia nunca puede ser considerado un hombre de verdad.”

Lo admito, no puedo considerarme un hombre de verdad. Mi familia tiene una cosa que se llaman necesidades básicas cubiertas por mi sueldo. Está claro que disfrutar de mi compañía para mi jefe y la medusa no debe estar entre esas necesidades básicas, y claro, yo lujos no me puedo permitir. Como soy una persona demócrata planteé esta peliaguda cuestión en casa mediante referéndum popular “¿Considera usted más importante comer todos los días que tener tiempo para ir al parque todos juntos?” La respuesta fue unánime, todos optaron por comer a diario menos el perro que ni se dignó a votar por considerar la pregunta estúpida e irrelevante.

Cuando volví al trabajo, muy disgustado por la insolidaridad de los míos, mi jefe me llamó a consultas. Tuve que aguantar un rapapolvos porque me acusó de realizar una consulta popular de manera unilateral, ¡qué quién era yo para tomar decisiones sobre una vida que le pertenece únicamente a él y a la medusa! Me dejo bien claro que el hecho de que mi empresa tenga firmada una “Declaración de empresa familiarmente responsable” tiene para ellos el mismo valor que la “Declaración universal de los derechos humanos” en Guantánamo o en la República Popular de China.

El viaje forzoso: “Sí eso te hace feliz, me hace feliz a mí también, pero para mí sólo existen mi esposa y mis hijos.”

Un día viene tu jefe a buscarte a tu sitio con peor cara que Snoopy entrando maniatado por la puerta trasera de un restaurante chino y te pide que le acompañes. ¡Coño! Si ya hemos hablado del sueldo y el variable… ¡estoy en la puta calle!

Pero no, resulta que hay un incendio en no sé dónde y aunque no eres bombero sólo tu manguera será capaz de apagarlo. Aliviado porque vas a llegar a fin de mes preguntas que cuándo te vas, la respuesta es que te espera un taxi para ir al aeropuerto en la caseta de vigilancia y que antes te pases por administración donde te darán un sobre con 50€ para que te compres una muda limpia. ¿Qué vuelvo mañana entonces? Silencio… ¡Ah! Dentro de un mes, entiendo…

Mientes como un bellaco y dices que lo entiendes, que aunque la familia es lo más importante también hay que sacar adelante a esta nueva familia que has encontrado en el trabajo, hoy por ti y mañana por mí. Todo es pronunciado con tu voz pero eres como una médium, realmente son la hipoteca, el coche y el recibo de la guardería los que hablan por ti.

El despido: “No es nada personal, es cuestión de negocios.”

Un día viene tu jefe a tu sitio sonriendo y te pide que le acompañes a su despacho. ¡Bien!, por fin se han dado cuenta de su error y van a admitir que subirte un cero había sido una injusticia. Pero no, esa buena cara se debe a que esta vez no tiene nada que pedirte.

Gracias a tu esfuerzo, a la contención del gasto y a tus horas extras robadas al sueño y a la familia el proyecto ha terminado en precio y plazo. Es por eso que ya se puede prescindir de tus servicios. Todas las promesas de un contrato fijo se desvanecen como castillos de arena.

Tu primera reacción es idéntica a la del amante despechado. Seguro que en dos días me vuelven a llamar, ¿qué van a hacer sin mi?, luego empiezas a rebobinar pensando en qué hiciste mal, ¿sería algo que dije?, ¿es qué no me entregué lo suficiente?, luego ya caes directamente en lo personal, ¿no les gusta mi agua de colonia?, ¿será mi aliento?

No, te equivocas, es solo cuestión de negocios.

La firma del finiquito: “Siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos.”

Llega el día de ir a firmar el finiquito. En la garita de vigilancia te paran, no, no puedes pasar, ahora sale alguien a atenderte en el cuarto de los ratones. Firmas el finiquito y una carta por la que renuncias a cualquier acción posterior contra la empresa.

Llamas a tus excompañeros para contarles que realmente no es un despido, bueno, sí pero no, estabas tú a punto de darles la patada porque crees que has vuelto a encontrar el trabajo de tu vida ¡A buenas horas te salió la dignidad! les cuentas historias de ciencia ficción porque tiene que quedar claro que a ti no te pisa ni Dios… Claro que se las cuentas desde el bar de al lado de tu ex oficina porque en ésta han dado orden de que si te acercas a menos de cincuenta metros disparen a matar. Además no han bajado ni la mitad y te toca pagar a ti. ¡Joder con la oferta que no se podía rechazar!

El Padrino II

¿Nunca has pensado qué tu vida laboral tiene mucho en común El Padrino? Si eres funcionario un día escribiré la versión Amelie de este post pero si no lo eres echa un vistazo a estas frases.

El aumento de sueldo: “Algún, día, y puede que ese día no llegue nunca, iré a pedirte un favor.”

Llevas un año en la empresa y lo único que has aprendido es a hacer snorkel, sí, todo el puto día con la cabeza mirando abajo y solo levantándola de vez en cuando para tomar aire porque algún cabrón te ha llenado de arena el tubo. Tu pareja casi ya no te habla y tus hijos lloran al verte.

Un día tu jefe te llama a su despacho con cara cariacontecida. Te pregunta si conoces a los monjes benedictinos y alaba sus valores morales. Te habla del voto de obediencia (¡por supuesto jefe!), del de castidad (¡a mí!, que con el tiempo libre que me queda mojo menos que una tormenta de arena) y por último del de pobreza (¡uy uy uy…!). Resulta que la empresa va fatal, que los clientes no pagan, que hay que reducir gastos y que juntos entre todos tenemos que tirar del carro para salir de esta situación. También te cuenta que aunque iban a reducir el sueldo de toda la plantilla en tu caso se ha hecho una excepción y simplemente te quedarás igual. ¡Eso si que es suerte! Le debes una.

Sales con un cero de subida, pero contento por ayudar a la empresa, y dispuesto una vez más a darlo todo. Luego llegas a tu sitio y antes de sentarte ves el BMW X5 del director saliendo del garaje camino de su casa de La Moraleja. ¡Serás gilipollas!

La paga variable: “¿Qué es lo que he hecho para que me trates con tan poco respeto?”

Cuando negociaste con la medusa, ésta te habló de que tendrías un sueldo variable que complementaría a tu sueldo limosna. Hoy, por fin, tras multitud de horas extras, documentos terminados en casa el fin de semana y viajes no remunerados a la Cochinchina vas a conocer la cuantía.

Cuando entras en el despacho de tu jefe y le ves vestido rigurosamente de luto, con los ojos enrojecidos escuchando el réquiem de Mozart no te da precisamente buen rollo. Con lágrimas en los ojos te explica que debido a la recesión mundial un gato callejero se ha comido al canario del director general de la central de Oklahoma al cual le ha dado una crisis de ansiedad que a su vez ha provocado una bajada de las acciones de la compañía…

Sí, pero… ¿y mi variable? ¿¡Para qué preguntarás!? Ahora, además de poco competente, eres un monstruo insolidario y sin sentimientos, que solo piensa en el dinero mientras hay canarios que sufren y son devorados. Comprendes rápido, tu variable va a hacer juego con tu subida de sueldo. Como decía un profesor mío, cero y cero es cero patatero o cero vector. Vuelves a tu sitio con el firme convencimiento de que el próximo viaje lo harán las cenizas del canario, además, cuando sales ese día, escrupulosamente a la hora, te compras una camiseta de Silvestre devorando a Piolín.

El trepa: “Recuerda esto, mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos.”

Es curioso pero en todas las empresas hay un trepa. Normalmente es alguien bien vestido, de modales afectados y con la misma mirada depredadora que una pantera negra, aunque a veces, cual Mortadelo, también se disfraza de buitre carroñero.

Lo bueno del trepa es que lo ves venir. O se cree que todo el mundo es gilipollas o es que ni se molesta en disimularlo. Por eso es fácil de reconocer y de marcarle el terreno. Mi opinión es que el trepa cuanto más cerca lo tengas mejor, eso le hace más difícil su tarea, tendrá menos oportunidades de hablar mal de ti, de robarte información para apuntarse luego el tanto y sobre todo de esconder esa información que él posee y tú necesitas para en el momento justo sacarla como una bomba lapa para que te reviente debajo del trasero.

Porque el trepa ni tiene escrúpulos ni se lo toma como algo personal, él solo ve en ti un peldaño más en su escalera hacia el éxito y lo mejor que te puede pasar es que lo suba rápido y perderle cuanto antes de vista. Si la próxima vez que te lo cruces en el pasillo no te saluda no es ni por despecho ni por rencor, es que simplemente ni se acuerda de ti.

El pelota: “El que venga a ti con una propuesta de acuerdo o de reunión, ese es el traidor.”

El pelota es lo peor de una empresa, a su lado la medusa, el trepa y el departamento de compras son gente con dignidad.

Los pelotas se dividen en dos grandes grupos. El primero es el pelota vocacional, un ser repugnante que ha nacido para eso. El segundo está compuesto por los trepas que no treparon y que no se resignan a su suerte, estos son patéticos, darían cualquier cosa por una palmadita en la espalda, de su jefe o del encargado de mantenimiento, da igual. A mí me recuerdan al típico heavy cuarentón que aún sigue saliendo solo por la noche con sus melenas de Tamariz con la esperanza de que los Judas Priest vuelvan a la lista de superventas. Ambos son igual de patéticos, ambos son unos apestados.

El pelota vocacional siempre tiene una buena palabra para ti y una mala para los demás, a ver, ¡qué sé que haces con todo el mundo igual¡ El pelota vocacional siempre quiere ser tu amigo pero sobre todo quiere ser amigo del jefe al que adula y alaba sin pudor. El pelota vocacional tiene una vocación misionera de mediación entre los demás y entre los demás y el jefe con lo que acaba siendo odiado por todos y devorado por la medusa.

Los amigos del curro: “La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia.”

Tener amigos en general es maravilloso, pero tener amigos en el trabajo es como encontrar agua en el desierto, como ligar con el guapo de la discoteca a las cinco de la mañana y que además sea inteligente, cariñoso y sensible, tener amigos en el trabajo es como un día de sol en pleno invierno.

Los amigos del trabajo, los de verdad, suelen ser amigos para toda la vida, habéis compartido tantas penurias juntos que estáis unidos por pequeños hilos dorados invisibles. Cuando cambias de trabajo lo siguen siendo, no importa si los ves a menudo o no, cada vez que piensas en ellos siempre es con cariño. Hay amigos del trabajo que vuelven a serlo en uno nuevo, ellos ya no son amigos del trabajo, ellos son ya parte de tu familia.

El cliente: “Nunca te pongas del lado de nadie que vaya contra la familia.”

El cliente es malvado, el cliente tiene cuernos y rabo, el cliente es Satanás.

Desde que comienzas a trabajar te entrenan para odiar al cliente que nunca y bajo ningún concepto tiene la razón. Da igual de que sea el que pague y que tenga que opinar algo de lo que compra, digo yo, de que trabajen en su proyecto la mitad de las personas que le facturan, de que el trabajo sea de mala calidad y hecho de cualquier manera, todo eso es anecdótico, el cliente es un cabrón por decreto ley cuya única misión es tocar los cojones.

Y claro, el cliente que al principio de los tiempos era bueno y bondadoso evolucionó. Contrató cada vez personal más puntilloso y desalmado, inventó las penalizaciones y creo un departamento legal donde trabajan ¡abogados! (eso si que es jugar sucio), pero no abogados cualquiera, los abogados del cliente hubieran metido en el talego al abuelo de Heidi por pederastia y a la bella durmiente por un delito contra la salud pública. Dios nos libre del cliente, vade retro Satanás.

El Padrino I


¿Nunca has pensado qué tu vida laboral tiene mucho en común El Padrino? Si eres funcionario un día escribiré la versión Amelie de este post pero si no lo eres echa un vistazo a estas frases.

La contratación: “Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar”
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Al principio todo es felicidad, como en los noviazgos. Llamamos entrada a una calva en la que podría aterrizar un A380 y barriguita a una protuberancia más pronunciada que el golfo de México.

Con los trabajos es lo mismo. Decimos que está un poco retirado cuando la realidad es que la ballena jorobada en su migración hace menos kilómetros que nosotros (pero solo una vez al año y está menos jodida, perdón, jorobada). Decimos que casi no pillamos atasco, sí, levantándonos a las seis de la mañana (para eso mejor sería que nos diesen un tiro y dejar de sufrir) y sobre todo llamamos “sueldo” a la miseria que nos ofrecen, bueno, no es mucho pero por fin vamos a trabajar en lo que nos gusta y con el tiempo… ¡Ay alma de cántaro! Con el tiempo dejará de gustarnos y ganaremos la misma miseria actualizada por el IPC, con suerte.

Los recursos humanos: “- Es un tipo horrible, da miedo. - Su oficio es dar miedo”

Existen dos momentos en la vida en los cuales tu firma parece haber roto un hechizo. El primero es cuando te casas, esa firma convierte a tu hasta entonces novia en la bruja mala del este o a tu hasta entonces novio en Homer Simpson. El segundo es cuando firmas tu contrato laboral, de repente esa persona tan simpática y que tan bien ha sabido venderte la moto muestra su monstruosa cara de medusa, ahora tu cuerpo y tu alma le pertenecen, no vuelvas a mirarla a la cara o te convertirás en estatua de piedra y acabarás en la cola del paro.

El jefe: “No me digas que eres inocente. Es un insulto a mi inteligencia. Y eso no me divierte”.

La vida es como una caja de bombones, no sabes que jefe te va a tocar.

Existen varias clases de jefes, uno de los más habituales es el devorador de personas. El devorador es un cabrón sin escrúpulos al que no le importa machacar a nadie porque sencillamente se cree superior a los demás, en la Alemania de los años 40 hubiera dado su vida por dirigir un campo de concentración. Otro modelo de jefe es el jefe enrollado, éste por lo menos no te putea por el placer de oír tus alaridos, éste te putea sin piedad, sí, pero solo cuando es preciso y es que a fin de cuentas el jefe enrollado trata de que le veas como un compañero y suele votar socialista.

Uno de los jefes más peligrosos que puedes tener es el jefe que lo es porque pasaba por allí, en general no reúne ningún mérito para ser jefe, no tiene ni conocimientos ni carácter para serlo, pero por alguna circunstancia que desconoces llegó al puesto. Su peligro radica en que no tiene los huevos suficientemente cuadrados como para apechugar con lo que han hecho sus subordinados por lo que, ante la menor dificultad, no duda en usarlos como carnaza para la medusa.

Existen más tipos de jefe, pero sea como fuere, el jefe tiene tu vida en sus manos, de él depende tu bienestar, tu sueldo y la relación que tengas con tu familia. Sabes que muchas veces actúa presionado por otro jefe mucho más cabrón que él, pero aún así no puedes soportar su cara de no tengo más remedio porque para ti nunca será inocente del todo, alguien que conduce un Mercedes de gama alta nunca es inocente.

La integración en la empresa: “Intenta pensar como piensan los que te rodean. Con esta base todo es posible.”

Ser el nuevo nunca es fácil. Eres un paracaidista lanzado detrás de las líneas enemigas y tienes la misión de confraternizar con los lugareños. El primer día pueden pasar dos cosas, que alguien se digne a dirigirte la palabra o que no. Lo primero es jodido porque encontrar un baño por si mismo en una oficina no es misión fácil, parece que en lugar de un arquitecto los hubieran emplazado los guionistas de “Dentro del laberinto”. Lo segundo es lo normal, te suelen hablar, pero no siempre está garantizado.

Caer bien a tus nuevos compañeros es fundamental pero sin llegar a ser pelota, ese puesto seguro que ya tiene propietario. Es una misión difícil pero no imposible, la forma de conseguirlo es asimilar cuanto antes sus costumbres y repetirlas. Si tienen una peña de quinielas pues te apuntas, ¿con quién podrías tirar mejor el dinero que con ellos?, que se ponen chuzos todos los días a la salida del curro pues allá vas el primero ¡a rabo!, además seguro que ya eres un especialista… y si hacen yoga pues repite con ellos “Om mani padme hum”

Reunión de lanzamiento: “Nunca digas lo que realmente piensas delante de gente que no conoces.”

Por fin ha llegado el día de presentarte en público, los contratos se han firmado pero por menos dinero del esperado, el primer mensaje que recibes es que hay que comenzar apretándose el cinturón. A continuación recibes un correo convocándote para la KOM. No tienes valor para preguntarle a nadie que es la KOM pero así de primeras da mal rollo. Con el tiempo pasará a ser uno de los cientos de acrónimos que formarán parte de tu vocabulario. ¿Tan difícil es llamar a las cosas por su nombre? Al final, por casualidad, descubres que KOM stands for “Kick off meeting”, lo que en Román Paladino venía a ser reunión de lanzamiento. Vale, permíteme un consejo compañero, eres ingeniero de planificación (sin acritud), ya es triste haber estudiado ecuaciones diferenciales en derivadas parciales para terminar así, tristísimo, pero hablar en inglés y con acrónimos no da un valor añadido a tu trabajo.

Ese día conoces a los que van a ser tus compañeros de fatigas durante los años que dure el proyecto. Los compañeros, los de compras (que ya por si solos se merecen una sección aparte), tus nuevos y adicionales jefes, los clientes… Es como una mala partida de póker en la que cada uno descubre sus cartas. Están: el bocazas que va de farol, el encantado de conocerse, el que estudió inglés en un colegio de pago, el que se toca la oreja cada vez que ve sobrevolar un marrón, el graciosillo, el que se hace el dormido (¿se lo hace?) el que se calla como un muerto y el que se calla como una puta a pesar de ver los cadáveres caer a su alrededor. Esos son los mejores, yo quiero ser como ellos.

¿Para cuándo lo quieres?: “Es difícil, pero no imposible.”

Llevas dos semanas en la empresa y dos meses de retraso en el proyecto. Empiezan a circular rumores sobre ti en los que no sales muy bien parado, parece que no estás cumpliendo con las expectativas que creo la medusa. Tu jefe te insinúa de que debes hacer un sobreesfuerzo, alguna hora más, algún café menos, además te cambia tu PC de sobremesa por uno portátil y con gran alegría te dice que te han aprobado una conexión remota, que por cierto pagas tú. ¡Te ha tocado la lotería!

Te sientes culpable por no poder dar lo mejor de ti desde el minuto uno hasta el seiscientos de esas diez horas diarias que ya hacías, tratas de solucionarlo pasando a trabajar doce y colocando una foto de la familia junto al monitor. Cambias el café por el té, que tomas discretamente en tu sitio y es que la hija de puta de la máquina del café parece tener ojos, da igual que solo sea uno al día y a una hora cualquiera, tu jefe siempre aparece por allí para decirte “¿qué, tomando un café?”. Son días duros, no lo estás pasando bien pero te consuelas, total, ya lo compensaremos con el variable.

sábado, 3 de octubre de 2009

Mi nombre es válvula de control



Mi nombre es Válvula de Control, pensándolo bien no es un mal nombre, podría haber sido mucho peor. Aunque no os lo creáis tengo un amigo que se llama Caudalímetro de Coriolis y el vecino de mi prima se llama Termorresistencia de Platino, pero todo el mundo le llama PT100. PT100 no es muy hablador, es muy introvertido, siempre esta en su vaina y cuando tratas de entrar en contacto con él se calienta un montón.

Dicen que fui fruto de una especificación no deseada, aunque yo nunca conocí a mis padres. Él se llamaba Requisición y ella Hoja de Datos. Las malas lenguas dicen que mi madre estaba muy revisada por el cliente, tanto que la apodaban Revisión F. Al principio eso de tener una madre tan revisada por el cliente me creo mucha inquietud, ¿se dedicaría a la prostitución?, mis temores se incrementaron cuando descubrí que su madre era una HDP, ¿sería una tradición familiar? Un posicionador amigo de la familia me contó la verdad, mi madre era hija de una Hoja de Procesos de reputación intachable a la que el cliente ni tocó, de hecho la apodaban Revisión A.

Claro que tener una abuela tan mojigata tuvo consecuencias muy negativas para mí, si se hubiera dejado meter un poquito de mano a lo mejor yo no tendría este flashing que me destroza por dentro. Un especialista me explico que todo era un problema de la vena contracta, así que a la tercera vez que me abrieron para cambiarme el disco traté de cortarme las venas, pero fracasé porque el resorte se dio cuenta y me llevó a posición segura. Ya le dije al resorte que por mí a partir de ahora como si le daban por el PID.

Los recuerdos de mi infancia son muy tristes, recuerdo el día que me sacaron del embalaje para hacerme los END. Y es verdad que hacían honor a su nombre, pero no al de ensayos no destructivos sino al de THE END, casi me muero. Cuando me criogenizaron comencé a tiritar y toda mi vida pasó delante de mi en un segundo, no contentos con eso a continuación me meten millones de bares de presión para ver si pierdo flujo, coño, si quieren evitar perdidas de flujo que hablen con Concha Velasco y en lugar de asiento que me pongan una Tena Lady.

Las válvulas de control no somos lo que se dice bellas, ni mucho menos. Una válvula de control que se precie tiene que tener un cuerpo robusto y ser fuerte como el acero. Aunque es normal que al diseñarnos nos reduzcan un par de tallas raramente bajamos de las 150 libras. Yo tuve suerte, soy una válvula de globo y no hay actuador con posicionador que se me resista. Tengo una prima que es válvula de bola y ningún posicionador la mira a la cara, hace unos años salió con un motor pero era una relación muy extraña tan pronto se entregaban todo como se entregaban nada, era un sin vivir y cortaron, ahora se lo monta con una manivela. Yo salgo con un actuador de diafragma, los 20 cm de su vástago deslizan como un guante por mi empaquetadura pero tenemos un problema y es que cuando él llega al 100% yo me quedo al 50%, he hablado con algunas compañeras y mi caso no es el único, es un desperdicio tener 10 cm que no sirven para nada.

Bueno esta es mi aburrida historia, espero que a partir de ahora seáis conscientes de la importancia de vuestro trabajo y lo hagáis con más cariño y dedicación, la felicidad de los instrumentos depende de vosotros.