domingo, 29 de noviembre de 2009

Consultor hidráulico



Si existe un ranking de los peores consultores hidráulicos de la historia ahí debo estar yo, pero no en un puesto del montón, de eso nada, yo debo estar el primero de la lista, justo al lado de al que le echaron por abusar. Otra de mis exageraciones, pensará la mayoría acostumbrada a mis excesos lingüísticos, no, de verdad, esta vez os prometo que no es así, yo me fui de consultor senior de centrales hidráulicas sin haber visto una central en mi vida. ¿Cuáles eran mis conocimientos del tema?, pues más bien escasos, que funcionaban con agua y poco más. Ya hubiera querido hacer por lo menos el curso CEAC de aprenda centrales hidráulicas en 10 lecciones con una guitarra de regalo, pero ni eso.

La historia de cómo terminé un sábado en Ankara para comenzar ese trabajo está llena de decisiones ilógicas y arriesgadas, pero vistas desde la distancia afortunadas, más pensando que el sábado anterior estaba en el paro y uno antes haciendo pegamento en una fábrica de fibra de vidrio. Admito que soy cobarde para tomar ciertas decisiones, pero sorprendentemente en el trabajo no, es verdad que me hubiera ido al centro de la tierra para librarme de mi anterior empleo pero todo tiene un término medio. En mis decisiones no suele haberlo y así me va.

El fin de semana de adaptación a mi nueva situación y a mis nuevos compañeros lo voy a pasar por alto, aunque fue bastante jugoso. Si cuando aterricé hubiera tomado el avión de regreso en ese mismo momento, unas copas de Capitán Morgan después no me hubieran sacado de allí ni las tropas de élite del ejército turco. Lo lógico, si hubiera tenido cabeza, habría sido pedir mi deportación pero no lo hice, así que al día siguiente me encontraba metido en un coche camino de la central hidráulica de Yenice, casualmente tenía el dudoso honor de ser la peor central hidráulica de Turquía. Es normal, la peor central para el peor consultor, buen sitio para hacer mi puesta de largo.

Afortunadamente no estaba solo, tenía una compañera que era una máquina de matar en eso de las centrales, si no es por ella el buenazo del eléctrico de la central y yo estaríamos todavía buscando la resistencia de puesta a tierra del generador y no por su culpa precisamente. Aún el hombre debe estar preguntándose por qué coño tenía yo tanto interés en ir a verla, tres veces le hice abrirme el cuadro donde estaban las resistencias, para su estupor y mi sonrojo. Así que por primera vez en mi vida me tocó jugar el papel de hombre florero, mi misión, pues mantener la boca cerrada lo más posible, ir rellenando un cuadernillo con los datos que íbamos recopilando y hacer fotos ilustrativas. Chupado, menos lo de cerrar la boca.

Porque soy un bocazas y un curioso y ya que estaba allí qué menos que intentar aprender algo. Pero claro, esa no es la moto que le habían vendido a los de la central, de repente el tío que Alá les había enviado para solucionar sus problemas hacía aguas (sobre todo aguas) por todos los lados. A ver, es como si fichas al sustituto de Fernando Alonso y cuando le arrancas el coche pregunta qué es eso que suena, ¡leches!, ¿qué ruido que se nos escapa has escuchado figura?, pues ese que hace brom brom, en ese momento te cagas vivo. Imagino que los pobres, además de que no tenía mucha idea, pensarían que no estaba en el mejor momento de mi carrera profesional o simplemente me había dado a la bebida. ¡Quién en su sano juicio iba a imaginar la realidad!

Un día con cara cariacontecida me preguntaron que qué había estudiado, ingeniería industrial, les dije con orgullo, ¿tres años?, insistieron, no, dije yo, seis (una mentira piadosa), entonces se miraron entre ellos con cara de fliparlo y uno dijo, tamam master engineer, ¡qué bien sonó eso de master engineer!, me sentí envuelto por un aura de respeto, pero ellos cruzaron sus miradas con resignación, no entendían nada, pobres. Pero una vez que les quedó claro lo poco que de mí podían esperar de mí todo fue mucho más fácil, hicimos la toma de datos, unas fotos bien chulas y poco a poco me fui empapando del argot necesario. Tubería forzada, chimenea de equilibrio, válvula de guardia, cojinete de empuje, alabes, excitación, distribuidor, todo empezó a formar parte de mi vocabulario e incluso a saber cómo funcionaba y para qué servía. Nunca llegue a ser el experto por el que cobraban pero por lo menos en la siguiente central mantuve el tipo y cumplí el expediente. Además de buenos amigos y buenos recuerdos aprendí una lección, todo es posible con un poco de empeño y con un jefe con los huevos de plomo que te apoye.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Dibujos animados



Cuando compramos a Tito (mi perro) dejé de ser el rey de la casa, fue un palo duro pero lo conseguí sobrellevar porque a Tito el mando a distancia de la tele le importa un bledo. Año y medio le duró al pobre el cetro, tras ese tiempo nació el auténtico portador de la corona y éste sí que es un rival imbatible a pesar de su aspecto inofensivo. Todos cometemos el error de poner dibujos animados a los niños y desde ese momento la vida familiar no vuelve a ser la misma. Y no penséis que es posible volver atrás, de eso nada, los niños, incluso los que no saben aún decir ni ajo, tienen armas más poderosas que las nuestras para poder conseguir sus antojos, su llanto ataca directamente a nuestras frecuencias características hasta hacernos entrar en resonancia.

Siempre han existido padres que se han jactado de que sus hijos no ven la tele, suelen ser gente de principios. Pensando en ellos las multinacionales de la animación inventaron los dibujos animados educativos, un ejemplo claro son los Baby Einsteins. He visto a los padres mas estrictos caer en la trampa, los supuestos dibujos educativos son secuencias con música, marionetas, formas, colores y unas cuantas palabras inofensivas para en teoría estimular a los bebes e incluso aumentar su intelecto. ¡Mentira podrida! ¡Estos vídeos no podrían estimular ni a una magdalena!, la verdad es que están hechos para enviar mensajes subliminales a los niños que son activados como los cilones de Galáctica. Un mensaje codificado de una de las marionetas y los pequeños quedan atrapados para siempre en las redes de Disney.

Todo eso pasa delante de nuestros ojos y sin que nos demos ni cuenta. A partir de ahí nuestros hijos ya no nos pertenecen más y rinden pleitesía a los personajes de la casa de Mickey Mouse, esa especie de portal de Belén postmoderno donde habitan todos los personajes Disney con los que hemos crecido pero que ya han alcanzado la tercera dimensión. Cada vez que los veo no puedo dejar que pensar que detrás de sus caras angelicales se esconde un plan para saltar cual comandos a través de la pantalla, robarnos a los niños y echarnos de nuestras casas. Los niños estarán seguramente encantados de no volvernos a ver y cenar con Mickey y Minnie presidiendo la mesa. Hasta Pluto le pegará un mordisco en el pescuezo a nuestro perro, usurpará su cesto, se comerá su pienso y ladrará a los vecinos que bajen por las escaleras.

Cuando yo era pequeño los dibujos animados eran otra cosa, incluso los que han perdurado antes eran mucho mas sosos y mucho más ñoños, aunque afortunadamente la mayoría han fallecido por el camino. Bueno, todos no porque queda aún algún padre nostálgico que hace ver a sus hijos Heidi y la Abeja Maya mientras observa con satisfacción a los chavales delante de la pantalla con ojos como platos y la boca abierta. Pero no es admiración lo que sienten los chavales, realmente abren así la boca porque no pueden evitar su perplejidad ante tanta mugre y tanta caspa. Reconozco que los dibujos de ahora son otra cosa. Y voy hablar de los hechos para los más pequeños porque los hechos para adolescentes en mi infancia habrían tenido más rombos que un jersey de la transición.

Los dibujos modernos son videoclips llenos de música y color, sobre todo mucho color. No me extraña que existan niños que se hayan vuelto epilépticos ante tal barbaridad de cambios de planos y colores. Es como un truco de hipnosis, los niños se quedan absortos porque sus tiernos cerebros no pueden procesar a esa velocidad tanta información. Cada dos segundos, como mucho, reciben un pulso que les resetea de manera que no son capaces de cansarse nunca de lo que ven. Luego están los personajes, el 90% son animales antropomórficos con voces estridentes. Alguna vez he mirado a la cristalería que tenemos en el mueble donde está la tele y he visto a las copas retorcerse más que el cerebro de Tarantino.

Resumiendo, los dibujos de hoy en día son una mezcla de planos vertiginosos en plan Matrix, animales parlantes con voz de soprano y escenas más coloridas que un cuadro de Kandinsky. El peligro que tienen es que absorben a las criaturas y las hacen olvidar todo el contacto con el mundo real, es lo perfecto para muchos padres que precisamente lo que necesitan es una niñera barata. Como peaje pagamos miles de artículos relacionados con los personajes de los dibujos, pero es lo de menos. Lo más triste es que en cualquier caso siempre es el niño el que siempre sale perdiendo.

martes, 24 de noviembre de 2009

De Camarón a Harry Potter



Existe un viejo tópico que dice que las personas no cambiamos. Yo pienso que es mentira, las personas podemos cambiar y además mucho. Vale, desgraciadamente no podemos cambiar de equipo de fútbol, una desventura si como yo eres del Atleti, pero creo que eso es tan poco importante que casi ni cuenta. Me refiero a cambiar de verdad, a darte la vuelta poniendo lo de dentro a fuera como si fueses un calcetín, a eso me refiero.

En el mundo en el que vivimos podemos cambiar fácilmente de opinión, de pensamiento, de ideología, de tipo de letra en el ordenador, de pareja, de coche, de colonia, de pasta de dientes, de forma de vestir, de implantes de silicona y hasta de imagen. Sí, es una cosa estupenda que tenemos los seres humanos, podemos transformarnos si lo deseamos, casi de un día para otro, como mariposas eclosionando de una crisálida. Otra cuestión es si ese ser transformado seguimos siendo nosotros, yo pienso que sí, ya lo dijo Heráclito, “todo fluye, todo cambia y nada permanece”, nosotros también debemos fluir y cambiar hasta desembocar en un gran mar de aguas frías y eternas.

Pero dejemos a un lado la metafísica y centrémonos en lo puramente físico, yo lo que quiero es hablar de las transformaciones físicas en las personas, aunque casi siempre un cambio radical de imagen también significa que las piezas del tetris que llevamos en la cabeza han encajado de otra manera. También voy a dejar el mundo femenino a un lado, ellas tienen armas tan poderosas para cambiar de imagen que me voy a declarar incapacitado para opinar sobre el tema, yo soy de esos gañanes que ante un tinte de rubia a morena solo es capaz de articular un “te veo diferente, ¿te has hecho algo?” y eso con mucho miedo y sin ser plenamente consciente de los motivos de una pregunta tan arriesgada. Personalmente soy partidario de callar hasta que la presión ambiental se haga tan insoportable que disparemos a bocajarro la frasecita de marras y salgamos corriendo a escondernos.

Por eso, solo voy a escribir sobre los cambios de imagen en los hombres, un tema tan apasionante como la polinización de los geranios por las abejas, pero que en mi cabeza siempre está de plena actualidad. Admito que para la mayoría de los hombres un cambio de look consiste en lavarnos y peinarnos, por mucho metrosexual que adorne las revistas, el género masculino es de naturaleza desaliñada, eso hay que aceptarlo como un axioma de obligado cumplimiento, una verdad universal. Al final, tras pensarlo con detenimiento, he sido plenamente consciente de que la estética masculina es una cuestión de kilos y de pelos.

Del tema kilos puedo dar conferencias por las universidades, soy un doctor honoris causa de la balanza, un doctorado cum laude en contar calorías, mi escudo de armas debe tener en campo de azur una zanahoria de oro con bordado de gules rodeada del lema “ni forraje ni verdura doblegarán mi armadura”. Un cambio de volumen corporal tiene grandes consecuencias para el afectado, incluyendo las físicas y las sociales, es un tema de auto aceptación y de aceptación por la manada de los magros. Todo esto ya es un tema demasiado trillado, no existe nada nuevo bajo el sol, pero existen otras connotaciones que a mí me han hecho devanarme los sesos. Toda esa grasa saturada que tanto tiempo y esfuerzo me llevó metabolizar y acumular es parte de mí o no, cuando pierdes 20 kilos ¿no estás perdiendo un porcentaje de tu ser?

Los pelos también son un tema fascinante, el que se pierde y el que nace. No hay nada más desesperante que ver caer pelos esos pelos que tan bien te adornaban y tanto te calentaban en invierno para reencarnarse como pequeños lamas tibetanos en pelos en la espalda, cerdas en las orejas o leznas en los orificios nasales. Aún así los pelos son fuente de transformación, siempre puedes raparte al cero, lucir unas buenas orejas peludas o hacerte un reimplante a lo Pelusconi. La barba es magnífica para cambiar de imagen, desde un discreto y ridículo bigote hasta una barba a lo ayatolá iraní pasando por una coqueta y atractiva perilla, una combinación barba melena da para mucho. Hoy sin ir más lejos he visto a Camarón transformarse en Harry Potter, la madre de todas las transformaciones, y me he quedado impactado. A eso le llamo yo poderío y a lo mío envidia, a mí la cabeza ya no me vale ni para llevar pelo.



sábado, 21 de noviembre de 2009

Fiesta fin de carrera




Uno de los mejores recuerdos que tengo de mi paso por la universidad es la fiesta que organizamos en la escuela para recaudar fondos para el viaje de fin de carrera. Menos mal que sacar dinero en una fiesta universitaria de barra libre organizada por solo 30 personas en un local gratuito es más fácil que pescar en una pecera porque si no hubiéramos acabado de viaje fin de carrera en Pan Bendito.

Para recaudar fondos constituimos una asociación de cuyo nombre no quiero acordarme, parece mentira que gente tan dotada para los estudios estuviese tan poco dotada para los negocios. Nos dedicábamos a las apuestas deportivas, también conocidas como porras, a la venta de disquetes y visto el éxito de éstos diversificamos el negocio con la venta de cintas de audio vírgenes. En una vibrante asamblea se decidió por mayoría reinvertir el dinero de los disquetes para comprar cintas, cien mil pelas invertidas en cintas con un beneficio máximo previsto de diez mil. Todo nuestro dinero inmovilizado para obtener un beneficio que como mucho nos daría para un bonobús para cada uno. Si Emilio Botín hubiera estado allí algunos de mis ex compañeros estarían hoy limpiando las letrinas de la sucursal del Santander de Comitán de Domínguez, estado de Chiapas. No me preguntéis que vote yo, la duda ofende.

Lo que costó vender las puñeteras cintas lo voy a obviar, pero al menos recuperamos la inversión. Menos mal que lo hicimos porque era necesario para poder organizar nuestra fiesta, la bebida aunque fuera mala no la regalaban. Los preparativos fueron trepidantes, tras conseguir permiso para hacer la fiesta dentro de la misma universidad solo nos quedaba contratar la música y la bebida. De la música ya ni me acuerdo, luego no debió estar mal la cosa, si alguien se acuerda y piensa lo contrario que lo diga y me corrija. El tema de la bebida es harina de otro costal.

A ver, tenemos una fiesta de barra libre por mil pelas, va a ir todo el mundo porque no se había hecho una fiesta en la escuela jamás, no tenemos ni un puto duro y el éxito de nuestro viaje depende de la recaudación ¿y de repente la gente se plantea qué bebida comprar?, ¡joder, es de cajón!, la más barata posible. Alguien con menos cabeza que un alfiler propuso que el whisky por lo menos fuera DYC, ¡un huevo de pato!, pensé yo, el DYC es un néctar de los dioses comparado con lo que merecen unos universitarios de barra libre. Como estaba escarmentado de las cintas salté como una liebre, el que quisiera comprar DYC pasaría por encima de mi cadáver y eso (junto con mi 1,85 y mis 100 kilos) tuvo que condicionar el sentido de la votación porque al final conseguimos licencia para comprar lo más cutre, y eso hicimos.

Compramos al por mayor marcas tan distinguidas como el vodka Príncipe Igor, recuerdo aún las palabras del tío del almacén del Alcampo, “llevaros éste otro que por solo un duro más la botella no deja ni la mitad de dolor de cabeza”, la respuesta un no rotundo, el que no quisiese que le doliera la cabeza el día siguiente que no fuera a una barra libre de mil pelas. Así llego el día de la fiesta, la música contratada y la bebida preparada, un éxito seguro, ¿o no?

Porque no contábamos con la astucia de nuestra intendencia, esos pequeños detalles que pueden hacer fracasar a George Clooney en un congreso de ninfómanas. La encargada de comprar los artículos de limpieza se presentó con fregonas, pero fregonas sin palo, súper útiles para limpiar en una fiesta de mil personas, pero comparado con la encargada de los vasos era perdonable, ésta se presenta tan feliz con unos vasos de un tamaño entre vaso de chupito y vaso de vino, nos pasamos toda la noche sirviendo copas con un hielo, un dedo de licor y dos de refresco.

Otra gran idea fue alquilar una máquina de perritos calientes para venderlos durante la fiesta. Aquí hubo sus más y sus menos. La gente después de una tarde montando la fiesta se encuentra delante de la máquina de perritos y claro se prepara alguno sin pasar por caja, natural. En eso aparece un simulacro de señorita Rotenmeyer histérica gritando “¡os estáis comiendo las ganancias!”, claro, uno de mis compis que llevaba toda la tarde cargando cajas de bebida y creía justo comerse un miserable perrito tuvo un instante de enajenación mental transitoria y contestó “¿Por qué no me comes lo que también tiene forma de salchicha y rima con Montoya?” (ésta es una versión políticamente correcta de sus palabras). De aquí a la guerra civil un paso, unos discutiendo a grito pelado, otros comiendo de extranjis perritos (confieso que me comí dos), otros liados con la bebida y mientras la gente haciendo cola en la calle para comenzar la fiesta.

Pero a pesar de todo la fiesta comenzó y no fue un fracaso, todos ocupamos nuestros puestos, yo como siempre de portero, otros de camareros aunque no tuvieran claro si se echaba primero el refresco o el licor, otros en la famélica máquina de perritos y sobre todo la gente acabó borracha perdida y con un buen dolor de cabeza, tal y como mandaban los cánones, además podían fanfarronear con sus amigos por haber sido capaces de tomarse treinta copas. De propina sacamos lo bastante como para irnos de viaje a Santo Domingo, ¡Dios protege a la ignorancia!

viernes, 20 de noviembre de 2009

Politicamente correcto



Si existe una expresión que me hace reír es decir que algo es políticamente correcto. Es el eufemismo hecho eufemismo. La frase de marras debe tener un origen ciertamente real, seguramente anglosajón porque el rollo mediterráneo funciona de otra manera, pero hoy en día la corrección de los políticos, al menos la de los nuestros, es tan elevada como la de una cuadrilla de skinheads. Lo más triste es que ambas tribus urbanas parecen tener la misma cantidad de cerebro, el mismo que el de un boquerón, una pena.

Pero no quiero escribir de los políticos, no os asustéis, todavía no estoy lo suficientemente mal de la cabeza y, además, no tengo suficiente pasta para pagar todos los tratamientos de estrés postraumático que una conducta tan irresponsable provocaría en mis hipotéticos lectores. Y no lo digo porque crea que son muchos, los lectores, lo digo porque literalmente no tengo ni un puto duro, no estaría aquí escribiendo esta gilipollez si pudiera permitirme el lujo de ir a la consulta de un buen psicoanalista. Tampoco voy a hablar de victimas colaterales, de hombres de color ni de personas no videntes, deben existir miles de blogs mejores que éste que ya lo hayan hecho.

A mí lo que me preocupa son los comportamientos. La corrección política es en nuestro día a día como la mayonesa en una ensaladilla rusa, todo lo envuelve y todo lo pringa, al final da igual si muerdes patata, atún o huevo, todo acaba sabiendo asquerosamente igual. Por desgracia es lo mismo en cualquier faceta de nuestra vida, estamos continuamente midiendo cómo debemos comportarnos y sobre todo que debemos decir y que debemos callar. Todo eso nos convierte, además de en hipócritas, en seres vulgares, vacíos y planos.

Es patético pensar en todas esas veces que callamos y hasta mentimos para no herir los sentimientos de personas y colectivos que no merecen nuestra degradación como seres humanos. Eso por no hablar de todas esas situaciones en las que ocultamos nuestros gustos y preferencias porque es políticamente más correcto ver “La noche temática” que “Granjero busca esposa” aunque el segundo tenga algún millón más de espectadores que el primero.

Hubo una época de mi vida en la que la corrección política jugaba un papel poco importante, estoy hablando de mis afortunadamente finalizados años de estudiante. Entonces si el peor profesor de electrónica de la historia me preguntaba de qué me reía en clase podía contestar sin parpadear y con voz salida de ultratumba “¡quién se está riendo!”, y si los peores organizadores de fiestas me intentaban convencer de que era malo dar garrafón porque daba dolor de cabeza aunque ganáramos menos dinero les podía mandar al carajo sin el menor de los remordimientos. No era muy popular, pero me importaba un bledo.

Lo políticamente correcto es un lastre que nos impide desembarazarnos de todo lo superfluo. Gracias a lo políticamente correcto seguimos yendo a cenas de amigos con los que ya no tenemos nada en común. Gracias a lo políticamente correcto seguimos asistiendo a bodas de familiares con los que no compartimos más que el ADN. Gracias a lo políticamente correcto criamos niños consentidos y malcriados. Gracias a lo políticamente correcto no ahogamos a nuestros vecinos de urbanización en la fiesta de apertura de la piscina. Gracias a lo políticamente correcto somos empleados sumisos que no aportamos nada constructivo a nuestras empresas.

Cuánto mejor nos iría si mandáramos a nuestros falsos amigos al cuerno, si fuésemos a las bodas a las que realmente nos apetece ir, si tirásemos al vecino del tercero a la piscina y le dijésemos a nuestro jefe la verdad y no lo que quiere escuchar. Hago pública en este post mi voluntad de aquí en delante de pasarme lo políticamente correcto por el revestimiento interior de las dos gónadas masculinas. Veremos lo lejos que llego.

martes, 17 de noviembre de 2009

Gripe ¿A?



Al fin he encontrado la manera de disfrutar de unas merecidas vacaciones y no he tenido ni que negociarlas ni suplicarlas ni nada de eso, ¡qué va!, todo ha sido mucho más fácil, sólo he tenido que enfermar de gripe. Hoy en día es decir esa palabra y las puertas del cielo se abren de par en par, y no me refiero al sentido literal de la palabra, tocaremos madera, me refiero a que te dan un parte de baja más rápido de lo que tarda ZP en decir una cosa y luego rectificarla.

Aunque parezca increíble yo nunca había estado antes enfermo de gripe, de hecho rara vez he tenido fiebre en mi vida, mi temperatura corporal no suele superar los 36 grados, confirmando que soy un animal de mente calenturienta pero de sangre fría. Por eso cuando me he puesto el termómetro y he visto que casi tenía 39 me he acojonado y me he ido a urgencias.

Ir a urgencias es un poco como irse de misiones, te despides de la familia como si nunca más la fueras a ver, y es que lo que te pueda pasar allí y el tiempo que tardes en salir es impredecible. ¿Habéis pensado en por qué no dejan pasar acompañantes a urgencias? Pues está clarísimo, no es porque se masifiquen ni pamplinas por el estilo, total, ese es su hábitat natural, unas buenas urgencias que se precien deben tener sus pacientes quejándose de que llevan varias horas sin que nadie les atienda y sus filas de camillas en los pasillos, nada decora mejor un interior que una camilla con un anciano que lleva toda su vida cotizando a las SS. La verdad es que simplemente no dejan pasar a nadie porque no quieren testigos adicionales de sus tropelías.

Volviendo al tema en cuestión, me había hablado mi padre de un centro de urgencias cerca de casa en el antiguo ambulatorio del barrio, puestos a arriesgar mejor ir cerca que lejos y como ya contaba con que no me iban a hacer ni puto caso y me mandarían al hospital no tenía mucho que perder. Cuando he entrado estaba absolutamente vacío y he tenido que mirar bien todos los carteles por si me había equivocado de sitio o eran alucinaciones por la fiebre, pero no, lo ponía bien claro, centro de urgencias. ¡Acojonante! Antes hubiera creído ver a un orangután cantar ópera a semejante despilfarro en el servicio madrileño de salud. Está claro que Esperanza no está enterada de tamaña irregularidad en su programa de destrucción de la sanidad pública.

Al acercarme al mostrador una amable recepcionista me ha preguntado los motivos que me han llevado a perturbar su paz de monasterio, “creo que tengo gripe”, ha sido mi respuesta, al preguntarme por los síntomas he estado tentado de decirle que echaba rayos gamma por las orejas y escupía bolas de fuego, pero no, resignadamente se los he explicado. Existe un diálogo de lo absurdo que es parte de un protocolo que no comprendo, la respuesta de la señora seguro que la podéis adivinar todos a poco que os esforcéis, “pues tiene pinta de gripe”, ha dicho mientras me ofrecía una mascarilla, elemental, querido Watson. Ya deberíais saber que yo soy asocial y no tengo necesidad de establecer conversaciones de cortesía con desconocidos.

Más tarde al entrar en la consulta he disfrutado de algo que no sabía ni que existiese, un médico haciendo su trabajo en estado natural, sin prisas por tener que atender un paciente cada dos minutos. El diagnóstico, posible gripe A, no hay forma de saber si lo es o no sin hacer un análisis y con la que está cayendo ya no se hacen. El médico me ha contado también que esto de la gripe A es una milonga, que no deja de ser una gripe más y que no me preocupe, que en una semana estaré como nuevo. Eso espero.

De momento solo puedo decir que no es tan horrible el lobo como lo pintaban, estoy jodido, sí, pero creo que en dos o tres días estaré mejor. Ardo en deseos de ver las caras de pánico de mis compañeros de trabajo cuando me acerque a ellos, si se me ocurre estornudar igual provoco hasta algún ataque al corazón. Es paradójico pensar que no fui a México para no contagiarme de gripe A y al final la gripe ha venido a mí, lo que ha de ser ha de ser y además es inevitable, diría alguien. Lo que no es paradójico es que yo enferme de algo que comenzó llamándose gripe porcina y es que a todo cerdo le llega su San Martín.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Negociación



Comenzar a negociar es comenzar a perder y por tanto la negociación es el arte de perder lo menos posible. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos nos pasamos el día negociando, e incluso mientras que dormimos estamos negociando con nuestra pareja la superficie de la cama que nos pertenece a cada uno. El arte de una buena negociación se llama diplomacia, el de la mala coacción o chantaje y el de la pésima violencia. En resumen, la negociación es un proceso en el que suele ganar el que menos tiene que perder.

Empezamos el día negociando con el despertador, pidiéndole cinco minutos más, pero con el despertador no cabe ni la diplomacia ni la coacción, a los cinco minutos vuelve a sonar, es entonces cuando muchas veces se recurre a la violencia, estoy seguro de que existe un infierno en el que suenan sin parar despertadores estrellados contra una pared. Más tarde cuando salimos a la carretera, camino de nuestra prisión en régimen de tercer grado, seguimos negociando. Cada incorporación y cada cambio de carril forman parte de una negociación poco sutil, el “pase usted primero” que tendríamos delante de la puerta del portal se cambia aquí por recuerdos a la madre, cambios de luces, toques de claxon y ese gesto que normalmente se hace con el dedo corazón y que popularmente se conoce como peineta. En esta negociación el tamaño importa bastante, los conductores de la EMT son expertos negociadores.

En el trabajo es uno de los sitios donde más y peor se negocia. Se negocia con los jefes, pero esa negociación no es muy justa por lo desigual de las consecuencias, curiosamente nadie de la empresa lo llamaría chantaje, seguramente usarían el término “bien común”. Bien común es exactamente ese tipo de bien que satisface a todo el mundo menos a uno mismo. Por eso hacemos lo que nos dicen por estúpido que sea, si no lo hacemos pueden llegar a concedernos la libertad y la libertad tiene paradójicamente traumáticas consecuencias. Además se puede utilizar como arma adicional de la negociación que existen millones de hombres y mujeres libres deseando cargar con nuestras cadenas. Se negocia con los proveedores, esa pobre gente que no nos ha hecho nada pero a la que puteamos en el nombre de otros, se negocia con los clientes, esos hijos de puta en los que nosotros nos transformamos cuando nos toca jugar ese papel, se negocia con los compañeros por ver quién curra menos y quién vive mejor, a los que mejor negocian de todos les solemos llamar trepas y pelotas.

En casa se negocia aún más que en el trabajo, los motivos son todos los imaginables y alguno más. Normalmente si se llega a una casa se sabe quién es el mejor negociador porque maneja el mando a distancia y decide que canal de televisión se ve. Aunque parezca mentira en una casa los negociadores más duros son los niños. Los niños carecen de cualquier tipo de prejuicio moral y se mueven únicamente guiados por el egoísmo, no conocen palabras como tacto, disimulo o cortesía y o haces lo que quieren o se pondrán a chillar y a gritar, eso mientras te miran con una cara de desprecio peor que la que pondrían si te hubieran visto matar con tus propias manos a la madre de Bambi.

La convivencia en pareja es una negociación perpetua, es muy dura porque se disputa siempre en el terreno de juego de los sentimientos y está llena de medias verdades, medias mentiras y frases trampa que quieren decir todo lo contrario. Se negocia dónde se va de vacaciones, en casa de quién se celebra la nochebuena y la nochevieja, con los amigos de quién se va al cine, la película que veremos y si nos tomaremos las palomitas con queso o con caramelo. La negociación en pareja es complicada porque a veces tienes que volver a negociar después de haber cedido si los motivos del pacto no parecen suficientemente justificados. Está claro que en esos casos no se negocia para llegar a un acuerdo, se negocia por la negociación en si misma, da igual lo que digas, no vas a acertar ni a llegar a conclusión alguna, tanto pecarás por hablar como por callar. Una pista, esta situación casi siempre comienza con un “¿qué te parece si…?”, si lo escuchas ponte a temblar.

Los amigos tampoco se libran, los amigos son los antinegociadores, para ellos todo está bien mientras no se hable de una decisión firme, si les preguntas donde ir a cenar o a tomar una copa la respuesta será siempre “a mí me da igual”, pero es por supuesto mentira. Si es una decisión a tomar entre varios está será pospuesta sine diem por la indiferencia hasta que un valiente tome la iniciativa y proponga un sitio. Entonces es cuando comienza el juego, pero en este caso no es una negociación, es un linchamiento público, porque ese sitio será una mierda y todos conocerán uno mejor que por supuesto no dicen para no pasar a ser ellos el rival más débil. Las consecuencias de esto son cenas de navidad celebradas en pleno mes de mayo y despedidas de solter@ que tienen lugar el día de la comunión del nieto pequeño del contrayente.

Negociar es una maldición que tenemos que sufrir, pero es inevitable, yo lo detesto y saco fuerzas de flaqueza pensando que más vale una mala negociación que una buena tiranía, aunque muchas veces su frontera sea tan sutil como el aletear de una mariposa.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Desmontando a Juanjo



Juanjo es un timo, el Juanjo que creéis conocer realmente no existe, es un personaje que él mismo ha ido construyendo con el tiempo con la finalidad de ocultar su verdadera personalidad. Es tan irreal como el Pato Donald, aunque comparta con él su mal carácter, es tan imaginario como los duendes y los elfos, es un invento de su retorcida imaginación para ser aceptado en un mundo de personas normales sabiendo que él no lo es. En definitiva, Juanjo es un hombre elefante cerebral, a mí, que creo conocerle bien, me da miedo.

Juanjo es el comediante que se esconde detrás de este blog como si fuera un Mago de Oz de las palabras, no llegarás a él a través de ningún camino de baldosas amarillas porque no tiene un reino que defender. Si el Juanjo real desapareció en un globo su destino fue el hiperespacio, nunca más de él se supo, pero no sucedió así, no, habría sido demasiado fácil. De todas formas nadie sabe ni cómo ni cuando comenzó la metamorfosis que le llevo a este indefinible estado. A él le gusta pensar que es un personaje de “La invasión de los ultracuerpos”, un ser de otro planeta nacido de una vaina que remplazó al original. Es una historia increíble, ¿o tal vez no?, lástima que la vaina no supiera elegir ni el continente ni el contenido.

Juanjo quiere hacer creer al mundo que es inteligente y original, pero cuando le conoces te das cuenta de que es repetitivo y sobre todo previsible. Sus ideas son tan complejas como un puzzle de dos piezas y su imaginación tan limitada como la de un guionista de cine X. Si fuera la mitad de ingenioso de lo que se cree sería capaz de vivir de su ingenio y no del cuento, los loros del zoológico no se lo tienen tan creído y son capaces de ganarse el sustento poniendo en su sitio cuadrados y triángulos de colores. A ver si aprendes.

Juanjo piensa que sabe escribir, pero no es más que un juntapalabras, esta muy satisfecho de su vena intelectual pero no ha leído en su vida ni a Proust, ni a Bukowski y cuando nadie le vigila lee secretamente el As y admira en secreto a Manolete y a Roncero. Dice que le gusta la música pero no distingue un adagio de un presto, ni un do de un fa, ni un contrabajo de un violonchelo. Es un cinéfilo que no sabe diferenciar un plano largo de un plano medio pero al que por supuesto le gustan las películas en VO y en blanco y negro. Cuenta siempre el rollo de que quiso ser historiador pero le faltan huevos para realmente serlo, se conforma leyendo novelas de romanos que no dejan de ser culebrones con sandalias y corazas de cuero. El movimiento se demuestra andando y él se ha quedado escondido en su agujero.

Juanjo necesita que continuamente le estén diciendo lo bueno que es para alimentar al monstruo de su autoestima, necesita que estén continuamente pendientes de él porque si no es así enseguida se monta una historia de desengaño y de despecho. Siempre quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Y es que en el fondo Juanjo es infantil e inseguro, cuando las cosas no salen como él quiere piensa al instante que existe una conspiración mundial en su contra. Además lo expresará con una vena dramática que acaba siendo cómica porque tiene tendencia a la sobreactuación y a lo grotesco.

Juanjo es un progre de salón, un valiente que se esconde debajo de las sábanas, un trilero de los sentimientos. Ahora ya le conoces, le hemos quitado la máscara y le hemos visto hasta los huesos. Si a pesar de todo quieres seguir tratándole es que estás loco pero yo te he avisado, no admito reclamaciones, devoluciones tampoco, por supuesto.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Experiencias turcas (II)



Los viajes son impredecibles, quién me iba a decir que en pleno valle del Eúfrates, en el medio de la nada, me daría una lumbalgia que me dejaría tieso. Mi cuerpo tenía menos movilidad que una muñeca de Famosa, pero en vez de dirigirme hasta el portal renqueante un buen samaritano me dirigió amablemente y compasivamente hasta el baño turco. ¡Qué santo barón! Le debo gratitud eterna.

Si alguno de vosotros ha ido a Estambul seguramente haya hecho la gracia de ir a unos baños, si no es así no perdáis la oportunidad la próxima vez. Lástima que Elazig no sea Estambul, la Turquía del este cambia una barbaridad del resto, pero tiene indudablemente su encanto. Me enviaron a un baño turco de los de toda la vida en el centro de la ciudad, debía tener el sitio varios miles de años o por lo menos lo parecía y las condiciones higiénicas no eran las de un salón de alto standing. La verdad es que daba bastante respeto el barrio, más teniendo mi físico, en un sitio así llamo más la atención que una luciérnaga una noche de luna nueva.

Entré en los baños y le contaron al encargado mi situación, tamam, sin problema, estaba en el lugar adecuado. Me ofrecieron la llave de un cuartito de medio metro cuadrado para cambiarme y ponerme una toalla de esas que enseñan más que tapan, pero total, no estaba yo para andarme con contemplaciones. Me introdujeron en el baño propiamente dicho, para los que no los conozcáis es una especie de sauna con una gran piedra central súper caliente, en la que te puedes tumbar y hacerte vuelta y vuelta, rodeada de grifos de agua de diferentes temperaturas. Todo esto debajo de una bóveda central con pequeños agujeros por los que entra la luz creando un ambiente muy íntimo. La gracia para no cocerte es que te dan una escudilla con la que irte remojando antes de llegar al punto óptimo de cocción o a la deshidratación, lo que ocurra antes.

Cuando me acostumbré a la media luz miré la concurrencia, cinco o seis ancianos absolutamente arrugados, nadie más, he de decir que era un día laborable por la mañana, podría haber sido una escena de los lunes al sol pero realmente la película se debía haber llamado “los higos al vapor”. Mi mecenas les resumió brevemente mi situación, tamam, todos asintieron con compasión, ¡pobre elefante tullido! les pude leer en los ojos. Debí pasar más de media hora haciéndome a la plancha muy reconfortado, buen invento la carne a la piedra. Después me dijeron que tocaba un baño de agua fría y de agua caliente, así lo hice y por fin llego el fin de fiesta.

El fin de fiesta consistía en exfoliación, baño con agua y jabón y masaje. Comencemos por la exfoliación. El masajista se pone un guante con textura de estropajo de aluminio, en ese momento no piensas en nada y te dejas hacer. Frota con el guante por todo tu cuerpo con tal firmeza que estás seguro de que no te queda ni una célula de piel muerta, por lo rojo que estás casi no debe quedarte tampoco ninguna célula de piel viva. Es justo cuando termina cuando te das cuenta de lo que acaba de pasar. Se quita el guante y lo enjuaga un poco en un cubo con agua a la espera del próximo cliente. Un escalofrío te recorre la médula espinal al pensar que el guante debe de tener restos de ADN hasta de Solimán el Magnífico, desde luego de todos los paisanos que te rodean sí. Les miras y te consuelas pensando que si se pasan los días allí metidos más que limpios deben estar esterilizados.

De otro cubo, o tal vez del mismo porque ya no me acuerdo, surge una esponja y una pastilla de jabón que por supuesto tú no has estrenado. Al igual que has sufrido al exfoliación sufres la enjabonación, cabeza, brazos, torso, espalda, con una media sonrisa te preguntas si será capaz de ir más abajo y poco a poco ves que se acerca peligrosamente a tus partes más intimas, pero cuando estás a punto de sujetarle la mano despavorido, para y con elegancia te da la pastilla para que tu mismo hagas el trabajo. Pensando en lo que te ha podido suceder te quedas quieto, en bolas y con una pastilla de jabón en las manos delante de un turco con bigote y seis ancianos arrugados. Como no reaccionas amablemente te hace un gesto que no deja lugar a la imaginación: “lávate los huevos de una puta vez”, mansamente accedes, es lo que toca. Al finalizar le devuelves la pastilla de jabón para que termine el trabajo mientras piensas cuantos genitales habrá lavado ya esa pastilla.

Para finalizar me dio un masaje espectacular que me devolvió al mundo de los caminantes. Si ese tío en lugar de estar en un pueblo turco olvidado del mundo hubiera estado en un salón de fisioterapia en Madrid se forraba, seguro. Al terminar me envolvieron en tres toallas azules, me sentaron delante de una estufa de leña para que me secara y me dieron una Coca Cola con una pajita directamente de la botella. No hace falta que vuelva a repetir por qué adoro a los turcos, ¿verdad? Salí por la puerta más chulo que un ocho y prácticamente recuperado. Al día siguiente volví y además llevé a mis compañeros pero esa ya es otra historia.

martes, 10 de noviembre de 2009

Experiencias turcas (I)



Los que me conocéis bien sabéis que adoro Turquía y a los turcos, allí fui feliz cada uno de los días que pasé durante mis tres viajes de ¿trabajo? Admito que fueron las vacaciones mejor pagadas de mi vida y además de propina me encontré con unos compañeros a los que ahora puedo llamar sin excepción amigos. La vida a veces te sonríe, Chok teşekkür ederim!!!!!!!!!!!

Podría contar anécdotas de todos los tipos, imagino que si este blog sigue para delante las iré contando, pero hoy me toca hablar de mis experiencias en la peluquería y en el baño turco, ambas inolvidables, ambas memorables. Dejaré para otra ocasión la historia de cómo por un malentendido acabamos en un puticlub en el Kurdistán, otra historia para no dormir, de momento adelantaré que salimos tal y como entramos, y ya es mucho.

Comencemos por la peluquería. Una cosa inevitable que te pasa cuando estás lejos de casa es que te crece el pelo, te guste o no, si no quieres acabar pareciéndote a Alf tienes que pelarte. Así que allí me vi, en Trabzon, ciudad de lo más peculiar a las orillas del mar negro. Para ser una ciudad de rudos marineros la peluquería a la que me llevaron era súper fashion, nada que objetar, una pinta cojonuda. Y quién lo iba a decir cuando la noche de antes el único sitio que encontramos para tomar una cerveza fue un tugurio del puerto lleno de fornidos turcos y ucranianos con unos bigotes más tupidos que los de una morsa bailando agarrados por los brazos al ritmo de un casiotone. Jamás se me olvidará el puñetazo que le dio una de las tres meretrices que allí había a uno de ellos que se atrevió a tocarla el culo, imagino que por hacerlo sin pagar, claro. ¡Qué glamour se respiraba en el ambiente¡

Pero volvamos a la peluquería. Tras el típico té de bienvenida comenzó lo interesante, si normalmente hacer que tu peluquero de toda la vida te entienda y no te corte el pelo como le de a él la gana es complicado imaginaos la misma situación sin que te entiendan una palabra. Total, que un poco de mímica y al final el peluquero te dice Tamam, que es una palabra mágica que en turco significa “lo he pillado”. También es verdad que con los cuatro pelos que me quedan era difícil pensar que quería unas rastas, aunque nunca se sabe.

Total que el corte de pelo bien, un artista el tío, pero justo en ese momento comenzó el espectáculo. De repente el peluquero llamó a un chaval para que me lavase la cabeza, se presenta un crío de 14 o 15 años que sin mediar palabra me empuja la cabeza y me la mete en un lavabo lleno de agua que siempre había tenido delante de mí pero en el que no me había fijado. No repuesto de la sorpresa inicial cuando intento sacar la cabeza para tomar aire noto una firme presión en la nuca para mantenerla sumergida y de repente dos dedos se enroscan en mis oídos y cual sacacorchos entran en ellos enroscándose hasta una profundidad indeterminada e inquietante. ¡Qué chungo ser auxiliar de peluquería en Trabzon! Cuando el mozo tras unos segundos de angustia vital los sacó fue como si me descorcharan el cerebro.

Mientras trataba de reponerme del susto el chaval me secaba la cabeza con esmero, al terminar le vuelve a pasar los trastos de matar al peluquero. Si creéis que los turcos no son coquetos os equivocáis, lo son y mucho. Llega la parte de la depilación, un poco los pelos de la nariz y yo dejándome hacer, no es que me entusiasmara pero bueno. Es entonces cuando sin mediar palabra el tipo saca un Zippo del bolsillo, ¿para qué coño puede querer un peluquero un Zippo?, me pregunto, ¡pues muy fácil! De repente lo acerca a uno de mis oídos y con toques cortos pero precisos comienza a chamuscarme la oreja como si después fuese a cortármela y echársela como guarnición a unas judías pintas.

En ese momento descubrí que es cierto que te puedes quedar paralizado de terror, o tal vez de sorpresa, allí estaba yo, más quieto que una figurita del belén y teniendo la desagradable sensación de oler mi propio cuerpo chamuscado, un olor que nunca olvidaré, un olor a cerdo quemado que me inundó la pituitaria. Lo único que se me ocurrió pensar fue en no moverme y dejarme hacer por si era peor, total al hombre se le veía la maestría y decisión del que lo hace todos los días. Una vez asumido mi rol de cochinillo me dio por reírme de la situación para sorpresa del personal, ¡ah! y las orejas quedaron impecables, creo que hay sitios en los que nunca ha vuelto a nacer el pelo.

Por último y para rematar la faena intentó hacerme las cejas, pero ahí me salio toda la dignidad contenida y le dejé claro que podía profanar mis pabellones auditivos pero que las cejas no me las tocaba ni la madre que me parió, ¡faltaría más!

Vaya, se me ha hecho tarde, creo que tendremos que dejar el baño turco para otro día, ya veremos si antes o después del puticlub del Kurdistán, se admiten propuestas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

I have a dream



I have a dream (Con permiso de Martin Luther King Jr., qué seguro habría sido colchonero)

Yo tengo un sueño, que un día este equipo se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas verdades son evidentes: que no es imposible ganar al Madrid.

Yo tengo un sueño, que un día en las rojiblancas colinas de San Isidro los hijos de los atléticos y los hijos de los madridistas serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.

Yo tengo un sueño, que un día incluso el estadio del Manzanares, un estadio desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.

Yo tengo un sueño, que mis hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por ser del Atleti sino por el contenido de su carácter.

¡Yo tengo un sueño hoy!

Yo tengo un sueño, que un día, allá en Chamartín, con sus vikingos despiadados, con unos aficionados cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Chamartín pequeños niños atléticos y pequeñas niñas atléticas serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas.

¡Yo tengo un sueño hoy!

Yo tengo un sueño, que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la meta de Casillas será perforada, y toda la grada gritará al unísono.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al Calderón. Con esta fe seremos capaces de esculpir de la montaña de la desesperación una piedra de esperanza.

Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra afición en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de animar juntos, de luchar juntos, de ir a Neptuno juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día ganaremos al Madrid.

Este será el día, este será el día en que todos los niños atléticos serán capaces de cantar con un nuevo significado: "Mi estadio, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres sufrieron, tierra del orgullo del colchonero, desde cada grada, dejen resonar la libertad". Y si el Atlético de Madrid va a convertirse en un gran equipo, esto debe convertirse en realidad.

Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres de Peñalara. Dejen resonar la libertad desde las grandes montañas del Siete Picos. Dejen resonar la libertad desde los túneles de Somosierra. Dejen resonar la libertad desde los picos nevados del Monte Abantos. Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de Navacerrada. Dejen resonar la libertad desde las montañas de piedra de La Pedriza. Dejen resonar la libertad de la montaña de la Bola del Mundo. Dejen resonar la libertad desde cada colina y cada topera de Madrid, desde cada ladera, ¡dejen resonar la libertad!

Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada fondo y cada graderío, desde cada estadio y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día cuando todos los colchoneros, hombres buenos y hombres santos, jóvenes y mayores, de la capital y de la periferia, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual atlético: "¡Por fin hemos ganado al Madrid! ¡Por fin hemos ganado al Madrid! Gracias al Kun todopoderoso, ¡por fin hemos ganado al Madrid!"

sábado, 7 de noviembre de 2009

Grandes inventos de la humanidad: El matasuegras



Quiero comenzar mi serie de grandes inventos de la humanidad con el matasuegras, pero no precisamente por su gran utilidad, nada de eso, injustamente un artefacto con un nombre tan impresionante es un puto coñazo que no sirve más que para tocar los cojones. Yo reivindico al matasuegras por su significado subyacente, como homenaje a todos los yernos y nueras que sufren en silencio pero no encuentran un “yernoal” (o “nueroal forte”) que alivie sintomáticamente el escozor, la hinchazón y dolor provocados por los comentarios y actitudes de la madre de sus respectivos. Dónde se tendría que aplicar el “yernoal” no hace falta que lo diga, lo sabemos todos, el “nueroal forte” ni idea, admito sugerencias.

He leído que originalmente el matasuegras fue un invento de los soviéticos para eliminar adversarios políticos de manera discreta en las fiestas, vamos que se usaba en plan cerbatana con mucho tiento mientras que la pobre víctima se ponía gocha de caviar y chuza de vodka. Un pequeño dardo envenenado en el cuello y al condenado a muerte no le daba tiempo ni a decir Perestroika antes de dar con sus huesos en el suelo. La autopsia practicada por los forenses del partido siempre daba los mismos resultados: intoxicación etílica combinada con el consumo de Pirozki en mal estado. ¡A quién se le ocurre!

Curiosamente el matasuegras se llama precisamente así porque el inventor del artilugio en una de esas fiestas acertó en el gaznate a su suegra y la dejó tiesa, dicen que por error (o por lo menos eso alegó él en su defensa mientras que se tomaba su tercer Absolut Caipiroska al grito de “в полностью шеи!!!!”, en todo el pescuezo!!!!). En mi opinión eso no es más que un cuento con final feliz, puestos a elegir e inventar yo habría llamado matasuegras a un rifle de cazar elefantes con un cañón de 50 milímetros de diámetro y un metro de retroceso al disparar. Hubiera sido mucho más creíble la historia si en lugar de una fiesta moscovita el escenario hubiera sido un safari por Kenia y por desgracia la hubiese metido un escopetazo con una bala del tamaño de una pelota de golf al confundirla con un hipopótamo o un gorila, lo mismo da.

Desafortunadamente el matasuegras fue perdiendo su funcionalidad, principalmente porque las Ekatherinas, Svetlanas y Anastasias comenzaron a ir a las fiestas con alzacuellos de medio palmo de ancho sin quitar ripio al hijo político, así no había forma de cobrar una herencia. Por eso, ahora el matasuegras no deja de ser ese artículo bochornoso con el que algún borracho nos puede saltar un ojo en la fiesta de fin de año o con el que un niño nos puede hacer perder los nervios en el cumpleaños de nuestro sobrino. No lo neguéis seguro que alguna vez todos habéis pensado en hacérselo tragar con guarnición de confeti y serpentinas.

Yo propongo, para volver a dignificar al matasuegras, que todos tengamos uno en casa en un lugar principal de la misma, por ejemplo al lado del mando a distancia. No pretendo que su uso sea violento y acabe en un derramamiento de sangre, no os confundáis, solo propongo utilizarlo como arma de defensa propia contra nuestras suegras. Cada vez que nuestra suegra insinúe que hubiera deseado algo mejor para su hij@ se lo sonáis en las narices una vez, cuando nos cuente el trabajo tan maravilloso que tiene el marido o mujer de fulanit@ daremos dos toques cortos pero sentidos y si critica lo sucia que está la casa o lo mal vestidos que van los niños entonces barra libre de fanfarria. Si como es de esperar no se da por aludida siempre podéis contarla la historia del hipopótamo y el gorila.

Nota del autor: Quiero aclarar que no subscribo ni una sola palabra de todo lo que he escrito en este post, es un ejercicio surrealista de libertad de imaginación. Cualquier parecido entre lo aquí escrito y mi vida cotidiana es simple y llana coincidencia :-)

viernes, 6 de noviembre de 2009

Enmienda Beckham



Pobre Ronaldo, cómo debería estar sufriendo la pobre criatura estos días, y su jefe Florentimo aun más, y no me refiero a que un brujo le haya echado una maldición para que esté siempre lesionado, eso a mí me la refanfinfla (pero, ¡joder con el brujo!, da miedito) No, yo me refiero a otro asunto, a los impuestos de los futbolistas, ardo de justa indignación.

Yo no sabía que si eres deportista extranjero y ganas más de 600.000 eurazos del ala no pagas más del 24% de impuestos, ¡coño!, pero si eso lo pago yo y no cobro ni un diferencial de los sueldos de esta gente. A eso se le llama enmienda Beckham. Alguien dirá que la cantidad neta que pagan ellos es muy superior, pues claro lumbrera, se nota que tienes estudios, el truco está en que cuando yo compro el pan o voy al cine pago los mismos impuestos que ellos, en ese momento nadie me pide la nómina. Hablo del pan y del cine porque otros lujos no me los puedo permitir aunque a ellos les salgan gratis.

Bueno, al tema, resulta que como ahora en el nombre de la crisis todo vale para metérnosla doblada y además nos toman por gilipollas (lo seremos), la sanguijuela de economía y hacienda, perdón, quise decir ministra, después de sus tropelías con la subida del IVA (imaginad que os toca comprar el año que viene un piso, menuda gracia) cual calamar acorralado ha lanzado su chorro de tinta para despistar al personal. La buena nueva a la que me refiero es que los futbolistas extranjeros que jueguen en España pagarán un 43% de impuestos, eso sí, sin carácter retroactivo. Por eso escribí antes en condicional el sufrimiento ronaldoniano, se ha escapado vivo y se lo ha llevado crudo.

Vaya por delante que yo soy un defensor de pagar impuestos, es lo que hay, otra cosa es que defienda pagar unos impuestos justos y bien gestionados. A mí no me molesta pagar lo que pago, me molesta que se malgaste, me molesta el choriceo, me molestan los que hacen todas las estratagemas del mundo para no pagar y me molesta que las rentas del trabajo paguen más que las rentas del capital, ¡es de pelotas!. Total, que cuando uno piensa que existen cosas que son de justicia y no admiten interpretaciones, de repente comienza el circo, pero un circo de tres pistas como Dios manda, con su presentador estrambótico, sus malabaristas y sus payasos.

Que Florentimo y el Pelucas (también conocido como Cerezo) pongan el grito en el cielo lo entiendo, total la compraventa de peloteros es su negocio, pero no por el bien de sus equipos sino por las comisiones que se meten en el bolsillo y los negocios que cierran en los palcos. Es cojonudo quejarse por eso y que no se te mueva ni una ceja cuando pagas 90 kilos por el embrujado teniendo ya cientos de millones de deuda, mucha de ella con hacienda y con la seguridad social. Y además los pagas con créditos a interés de risa concedidos por una entidad que tiene orden de hacerte hasta un tacto rectal si tú, pobre currante, les pides suelto para un coche que devolverás con intereses de usura. Si yo fuese el oso de Cajamadrid me ahorcaba en el madroño, a eso le llamo yo obra social…

Total que los clubes amenazan con paralizar la liga. ¡Uy qué miedo, cómo se las gastan! A ver si es verdad y no la reanudan hasta la primavera y me ahorro de pasar frío en el Manzanares este invierno. Ya os digo yo que va a ser que no, pero el éxito de una obra de teatro depende muchas veces más de una buena escenificación que de un buen guión. Lo que me deja pasmado es que los voceros del todo vale si yo gano un voto se pongan delante de un atril para proclamar su rechazo a la medida con el único argumento de defender la competitividad de los equipos españoles ante los extranjeros, ¡qué poca vergüenza!, yo me paso la competitividad de los equipos españoles por el arco del triunfo, lo mismo que hacen los suizos, los suecos y los luxemburgueses con sus equipos. Claro que hablamos de países serios. Nuestros próceres hacen el caldo gordo a los sinvergüenzas de las comisiones, nos ofrecen pan y circo y todos contentos. Tenemos lo que nos merecemos. ¡Qué asco de país de pandereta!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El día de la marmota


Todos los días, cuando sin piedad el despertador me levanta a las seis en punto, tengo la misma sensación, el tiempo no avanza, vivo en el puto día de la marmota. ¿Recordáis la película “Atrapado en el tiempo”? Sí, aquella en la que el insoportable de Bill Murray se ve condenado a vivir repitiendo el mismo día en un pueblecillo llamado Punxstawnwey tirándole los tejos a la repelente y empalagosa de Andie McDowell, ahora sí, ¿verdad? Pues eso me pasa a mí de lunes a viernes. Por acierto, quiero aclarar que nadie se merece un castigo así, ni siquiera la que no debe ser nombrada y añado que es justo decir que la película está bastante bien, a pesar de sus actores.

Existen algunas diferencias claras entre la película y mi vida, además de las evidentes, como por ejemplo que yo soy mucho más atractivo que Bill Murray. La primera es que yo no tengo un radio reloj que me despierte con el “I got you babe” de Sonny & Cher, una pena, a mí me despierta el “I fuck you babe” de Nokia, un sonido tan penetrante y desagradable como la llamada de apareamiento de la ballena franca austral. La segunda es que yo no voy aprendiendo con el tiempo, yo soy un auténtico membrillo condenado a repetir sistemáticamente mis errores, así me va. La tercera es que yo no voy a redimirme para librarme de semejante condena, la pobreza es una enfermedad crónica, con suerte, y si no me da un jamacuco antes que me mande a criar lirios, me libraré de ella a base de años de esclavitud remunerada, y no sé si para cuando los años corten mis grilletes la mejor opción que me quede sea meterme en el árbol con la marmota para pasar mi invierno particular.

La rutina es la asesina de la imaginación y de la consciencia. En la hora y cuarto que va desde que me levanto hasta que aparco en el trabajo soy como un muerto viviente, mi cerebro se niega a tomar el mando de mi cuerpo y sobrevivo porque al despertarme mi sistema operativo tira de un disco de arranque que tiene grabadas secuencialmente todas las actividades básicas de supervivencia y activa además el sistema de respiración asistida.

Es siempre lo mismo, la cara desencajada y los pelos de punta al mirarme en el espejo, abrir el grifo del agua caliente y buscar la espuma de afeitar, quemarme la cara con el agua caliente y abrir un poco la fría, aplicar la espuma, observar al Papa Noel que me devuelve la mirada desde el espejo, quitar la espuma que me tapa la boca para que el Papa Noel me devuelva una sonrisa, afeitarme milagrosamente sin rebanarme los lunares, desvestirme, ducharme, salir muerto de frío, tiritar, secarme, vestirme, peinarme, mirar la colección de pelos en el lavabo que ya nunca volverán, desayunar. Sé que el tiempo pasa porque el número de galletas que queda en el paquete disminuye y aumenta cíclicamente.

Luego llamo a mi perro, me mira con cara de incredulidad pero no se niega a salir de paseo, nunca hay que desperdiciar una oportunidad de ir al baño, es una regla de oro para perros y para humanos. Abro la puerta, es de noche, no hay nadie en la calle, al minuto mi vecina baja a su perra y el mío la mira platónicamente, lo suyo es imposible. En el portal de al lado una mujer deja a su hija a su abuelo, como todos los días, pobre niña, pobre madre, la niña va envuelta en una manta, debe haber regresado el invierno. Antes de salir para el trabajo hago recuento, llevo el portátil, llevo la comida, llevo subida la cremallera, estoy listo.

Y es cuando llega el momento más milagroso del día, ¡la teletransportación existe! No sé como ha podido pasar pero estoy aparcando en el trabajo, no existe la carretera, ni el tráfico, ni los radares. Mi coche ha tomado vida propia y él solo se ha incorporado a la autopista, ha cambiado de carril las veces necesarias, se ha parado y arrancado de nuevo y ha llegado a nuestro destino. ¡Buen chico! Espero que esto le haya pasado a más gente, la sensación de ser consciente de tu propia existencia después de un vacío espacio temporal, si es así por favor decídmelo, me sentiré aliviado.

Al bajar del coche vuelvo a la realidad, y es triste. Recojo mi tarjeta en el casillero y miro a las caras del resto de mis compañeros de empresa sonriendo desde las suyas, miro mi propia foto y también sonríe, no sé de qué, si esto es gracioso debe ser una broma macabra. Ficho, 07:15, lo he vuelto a conseguir, me dirijo resignadamente a mi sitio. La oficina está vacía, saludo a la máquina del café, en un rato nos vemos, no me contesta. ¡Bienvenido al día de la marmota!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Calabazas



Cómo funciona mi cerebro daría para escribir un libro, las relaciones que puede llegar a hacer me sorprenden hasta a mí, de repente no hay nada y de repente aparece una idea como salida de la chistera de un mago, lo admito, no le controlo, el muy granuja va absolutamente por libre y claro en cuanto me despisto me la lía. Ahora no es el caso, de momento le tengo bajo control, pero os preguntaréis a qué viene esto, pues viene a que ayer viendo las calabazas de Halloween de repente pensé que a mi me las habían dado de todos los colores.

Que te den calabazas es siempre una experiencia traumática, sobre todo las primeras veces, luego con el tiempo te lo vas tomando con más deportividad y resignación y aunque nunca deja de joder lo sobrellevas. Ha llovido mucho desde la última vez que me rechazaron, pero aun me estremezco al recordar las frases de rechazo, las hay de todos los tipos, compasivas, solidarias, evasivas pero sobre todo las hay condescendientes y engañosas. Cuando alguien te rechaza no debería tratar de no herir tus sentimientos, debería ir al grano y decirte “antes me enrollo con Quasimodo maldito troll”. Como homenaje a todas las mujeres que me han rechazado en mi juventud (con razón) ahí va un ranking con las 10 frases que más me han impactado.

10 - El mar está lleno de peces: (Y yo pesco con marea negra). Esta frase es de las que intenta animar al despechado pero que precisamente en ese momento no se debe decir. Solo piensas en que por muchos peces que haya en el mar ninguno va a ser para ti.

09 - Sé que ahora te duele, pero en el futuro me lo agradecerás: (Córtame en pedazos y cómete mi corazón). Decir esto es de una crueldad sin límites, no solo admites el daño que voluntaria o involuntariamente estás causando, encima vas de buena persona, pero no lo eres.

08 - Espero que seas feliz y encuentres alguien mejor que yo: (Si, seguramente no sea muy difícil encontrar a alguien más ñoño y más simple). Es de las pocas frases que encierran una verdad absoluta, has perdido todo el atractivo justo al terminar de pronunciarla, gracias.

07 - Esto me duele más a mí que a ti: (Ojala que ardas en el infierno por toda la eternidad). Encima que me rechazas me quieres hacer sentir culpable e ir de victima. No quiero ni pensar que hubieras sido capaz de decir en el juicio de nuestro divorcio.

06 - Creo que no estoy preparad@ para llevar una relación: (¡Y un huevo de pato!). No estás preparad@ para llevar una relación conmigo.

05 - No te merezco: (No lo dudes). Otro clásico que pretende no dañar tu estima a la vez que arroja una negativa más firme que unos pechos de silicona. El esfuerzo es loable pero creo que no ha funcionado nunca.

04 - No es culpa tuya es mía: (No, es mía). Por haberle dicho te quiero a alguien con tan pocos sentimientos y a la vez tan falso, si querías ir de buena persona mejor podías haber ofrecido sexo por compasión.

03 - Te quiero como amigo: (La amistad no existe, seamos prácticos). ¿Es que nadie ha visto “Cuando Harry encontró a Sally”? Pues aquí queda esto: Harry: "Ningún hombre puede ser amigo de una mujer a la que encuentre atractiva". Sally: "¿y de una mujer a la que no encuentre atractiva?". Harry: "da igual, tarde o temprano también querrá acostarse con ella". Amén.

02 - No me gustas de esa manera: (Mejor párteme una pierna y dame un tiro para que no sufra). Esto es casi lo peor que te pueden decir. Significa que literalmente apestas y que no existes para el sexo opuesto. Es un buen momento para pensar en ingresar en un monasterio o un convento para flagelarte.

01 - Pienso en ti como en mi hermano: (Pues consumemos el incesto). Dentro de todo lo que te puedan decir esto es lo peor, si alguien te lo dice es que tus posibilidades de ligar son menores que las de encontrar inteligencia en un consejo de ministros, lo mejor es que te la cortes y vivas el resto de tus días con tu dignidad de eunuco.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Alcorcón



Esta semana se ha puesto de moda Alcorcón, desafortunadamente no ha sido por tener la tasa de desarrollo más alta de España, ni siquiera de la Comunidad de Madrid, ni por tener el hospital con la lista de espera más pequeña, no, eso hubiera sido de buten pero no. Afortunadamente por lo menos no ha sido por un asesinato con arma blanca, que ya llevamos unos cuantos, o porque el botellón en las fiestas fue más pacífico que el de Pozuelo, lo cual no era muy difícil porque a los de la zona sur la policía siempre nos ha zumbado más fuerte que a los pijos del oeste y a base de porrazos se nos ha ido grabando en el código genético cierto respeto por los representantes de la autoridad.

Hasta hoy cuando uno decía que era de Alcorcón ni el tato sabía donde ponerlo en un mapa, e imagino que seguirá pasando lo mismo a pesar de todo, nuestros referentes culturales eran la inefable Terremoto de Alcorcón y el tarugo de Mariano Mariano. Como guinda de la cutrez Rodolfo Chikilicuatre decidió que debíamos bailar el Chiki Chiki emulando a los ciudadanos de la china comunista. ¡Yo te maldigo Soraya!, uy, perdón, ¡Yo te maldigo Chikilicuatre! En que estaría yo pensando.

Pero hoy somos famosos porque el equipo de fútbol que luce el nombre de la ciudad ha ganado a todo un Real Madrid, bueno, no solo le ha ganado, le ha chorreado, expresión que no entiendo muy bien pero que me permito la licencia de utilizar porque parece ser un término de uso futbolístico. Como alcorconero y atlético de pro no puedo evitar una sonrisa burlona cuando pienso en ello, pero a la vez me sorprende (y me toca las pelotas) que se nos trate como si en lugar de ser una ciudad de casi doscientas mil personas fuéramos un pueblo de la España profunda, con todos los respetos. Solo nos debe faltar un puticlub en las afueras para cumplir con las expectativas creadas. La realidad es que Alcorcón tiene el título de “Gran ciudad de la Comunidad de Madrid” y es mayor que la mitad de las capitales de provincia de España. Admito que también tiene su puticlub, La whiskería “El conejo”, pero no está en las afueras, está en pleno centro.

Y es que hace mucho tiempo que muchos de los que vivimos en Alcorcón hemos dejado de ver nuestra ciudad como una ciudad dormitorio y vemos a Madrid como algo extraño y externo. Es más si por mí fuera pediría la completa independencia de Alcorcón del resto de la comunidad y me proclamaría estado libre asociado a la república portuguesa. Así de un plumazo me libraría de la casa real, de EsPPe (lideresa con sabor a cocido y olor a gallinejas) y de la retahíla de alcaldes ineptos, populistas y serviles que hemos tenido los últimos veinte años. Aprovecho para reclamar que los pisos de protección oficial que nuestro alcalde vendió en las últimas elecciones a bombo y platillo se terminen antes de que a otra generación se le pase el arroz para formar una familia.

El Alcorcón actual es una amalgama curiosa. Un centro de la ciudad que no tiene nada que envidiarle a Lavapiés, multirracial y multicultural, lleno además de viejecitos que viven en un tercero sin ascensor porque a estas alturas de su vida no tienen a dónde ir, pero que flipan leyendo los letreros de la tiendas escritos en chino, árabe y algo que supongo que será ruso. Las barriadas populares siguen llenas de currelas de los de toda la vida y la periferia se ha poblado de urbanizaciones cerradas con piscina donde habitan familias con dos sueldos algo más que mileuristas y que no salen de la misma si no es para ir a trabajar o a hacer la compra en un centro comercial. Porque de eso si que vamos bien servidos, de centros comerciales, los tenemos de todos los colores, lástima que las calles y carreteras sean las mismas de hace dos décadas y andar o conducir por Alcorcón de literalmente asco. Ir a los centros comerciales es de locos o de suicidas.

A pesar de estos defectos y de muchos más que podría contar yo quiero a Alcorcón y además mucho. Aquí crecí y estudié, hice a mis amigos y también a algunos perdí, me enamoré en sus bares y me rompieron el corazón en sus cafeterías, me emborraché en sus parques y vomité en sus aceras, perdí la virginidad y me casé, vi tropezar por primera vez a mi hijo y le vi aprender a levantarse. Creo que son motivos suficientes para reivindicar que Alcorcón es algo más que un partido ganado cuatro a cero.