lunes, 31 de mayo de 2010

ECC – El Sacro Imperio Romano Castellano


Año 2599. “Alcorcón 4-0” es ahora un barrio residencial de la colonia “Madripolis”, capital de los “Estados Confederados Castellanos” (ECC), pequeño estado mesetario que hace varios siglos formaba parte de un país llamado España. Hace siglos que desapareció cualquier tipo de referencia a todo aquello, vivimos años de ignorancia y barbarie tras la quema de bibliotecas, museos y universidades. Sin embargo un ebook que escapó de la inquisición esgaeliana ha ido pasando de padres a hijos para perpetuar nuestra historia, dice así:

Esperancia y Enemigo no tuvieron una luna de miel al uso, en lugar de pasar largas veladas acaramelados bajo la luna manchega ellos iban a lo suyo. Mirándose a los ojos se juraron fidelidad eterna y que recuperarían la piel de toro para la causa castellana. Fijaron su residencia en el palacio del pardo y como primeros portadores de la corona del Sacro Imperio Romano Castellano fundaron la dinastía Aguisantina. Como se les había pasado el arroz para tener descendencia adoptaron a César Vidal y lo nombraron heredero y Princeps. Ya solo quedaba formar un cuerpo de magistrados que estuviera a la altura de sus propósitos, no fue tarea fácil pero el resultado todo un éxito.

Para el cargo de Cónsules había que encontrar a dos hombres de paja, seres de gran verborrea, de mirada y peinado bovino, seres relamidos y pedantes que pudieran servir de escarnio público a la menor oportunidad y ser relevados del cargo sin hacer mucho ruido, un par de tipos acostumbrados a que les diesen de leches en el colegio, unos repelentes y unos redichos pusilánimes y casposos. Tras grandes cavilaciones fueron elegidos Francisco Marhuenda y Juan Manuel de Prada para portar la toga praetexta, con el tiempo triunfarían convertidos en dibujos animados bajo el nombre de las urracas parlanchinas.

La justicia significaba mucho para Esperancia y Enemigo, en concreto su ausencia. Para el cargo de Pretores se buscaron jueces de reconocidos méritos a la causa. Aunque la competencia fue muy dura al final se llevaron el gato al agua Luciano Varela y Luis de la Rúa. Luciano lucía con satisfacción en su toga la sangre y varios pelos del malvado, corrupto y prevaricador juez Garçon (Un café s’il vous plaît), el día de su nombramiento las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas le rindieron honores sacándole en procesión bajo palio. Luis de la Rúa no reunía tantos méritos, pero era amiguito del alma de la familia, y en la Castilla de 2103 la familia seguía siendo “La Familia”.

Si existía un cargo delicado ese era el de los Censores. Esperancia y Enemigo sabían que controlar los medios de comunicación era fundamental para la causa, si querían traer a Zetapé lleno de cadenas y dentro de una jaula para celebrar un desfile triunfal por el Paseo de la Castellana, lo primero que había que hacer era deshumanizarlo y lanzar contra él todo tipo de propaganda. Aunque es cierto que Zetapé merecía acabar clavado en una cruz, Enemigo no tuvo nada de compasión a la hora de nombrar a sus verdugos, Curri Valenzuela y Herman Tertsch accedieron al cargo, algo que por sí solo no era definitivo, pero cuando ambos juntaban su respectiva neurona en el telenoticias de la noche, se transformaban en un ser diabólico y superior, Sánchez Dragón. Los niños leoneses daban alaridos de terror cuando le veían sobrevolar Las Médulas por las noches echando fuego por la boca en busca de su presa.

El control de las castas más bajas de la sociedad era también un asunto delicado, ahora que todo estaba atado y bien atado no era admisible ilustrar al personal y que el día menos pensado se alzara una rebelión comunista. Pero para eso estaban los Tribunos de la Plebe, un grupo de élite destinado a distraer la atención del personal de los asuntos verdaderamente importantes. Tras un duro casting los diez elegidos fueron Terelu Campos, Pocholo Martínez Bordiú, El conde Lequio, Belén Esteban, Koto Matamotos, Lydia Lozano, Barbara Rey, La Campanario, Karmele Martxante y José Manuel Parada. Sus discusiones en el Foro Aquilino fueron míticas. Gracias a ellos descubrimos al hijo secreto de Zetapé y Desatinos, la relación secreta de Cruela de la Vega con La Veneno y que Pepiño Blanco no era en verdad una persona, sino el fruto de la unión civil de Pinocho y C3PO, del primero heredó su facilidad para la mentira, del segundo la cara de gilipollas.

Los demás cargos, aunque de menos trascendencia, fueron perfectamente adjudicados. Como Edil Curul (encargado de organizar las celebraciones) se propuso a Isabel Durán, gracias a su chispa los funerales lucieron más lúgubres que nunca. Como Edil Plebeyo se nombró a Miguel Angel Rodriguez, como Cuestor a Carmen Tomás por su reconocido saber financiero, aunque antes propusieron a Luis Bárcenas, desestimado por incomparecencia, se rumorea que estaba dándose la gran vida en el Caribe puertorriqueño. De Tribuno Militar, por unanimidad, se impusieron los galones a Isabel San Sebastián bajo la supervisión de Federico Trilerillo, mujer de carácter y gran estratega. Su dominio del tiempo fue mítico y pasó a la historia por conseguir que 59 segundos pudieran parecer un mes y medio.

Por último como Pontífice Máximo no hubo duda posible en elegir a Carlos Herrera, nadie como él, acostumbrado a dar sermones desde su púlpito radiofónico, para adoctrinar a los no creyentes y reafirmar a los convencidos. Fue él mismo quien realizó el tradicional sacrificio de la suovetaurilia, consistente en sacrificar al Dios Chemari un cerdo, una oveja y un buey llamados por azar María Antonia Iglesias, Enric Sopena y Carlos Carnicero. La oración decía así:

Padre Chemari, te suplico y te ruego que seas benevolente y propicio para mí, La familia y nuestro partido; con esta intención he hecho pasear a tres víctimas alrededor de Sagasta, Alonso Martínez y Génova, para que tú apartes, alejes y desvíes las enfermedades visibles e invisibles, el matrimonio gay y la subida del IVA, la ley del aborto y la congelación de las pensiones; que permitas que mis votantes y mis simpatizantes, mis compañeros y mis electores me entiendan y lleguen a la razón; que guardes a mis partidarios y a mi rebaño y que des salud y fortaleza a mí, a “La familia” y al partido; con esta intención, para purificar y hacer un sacrificio expiatorio en favor de España, mi nación y mi estado, como ya he dicho, dígnate aceptar la inmolación de estas tres víctimas repugnantes; Padre Chemari, con esta intención, dígnate aceptar la inmolación de estas tres inmundas víctimas.

Los augurios fueron propicios, el Sacro Imperio Romano Castellano había comenzado y Zetapé tenía las horas contadas, pero eso ya es otra historia que contaremos otro día.

sábado, 29 de mayo de 2010

Yo, el niño concha






Ir hablando de conchas a este lado del Atlántico es insustancial, para nosotros no es más que el envoltorio de un molusco, por eso los niños juegan con conchas en la playa de la Concha y no pasa absolutamente nada, es más pueden coger conchas con impunidad, incluso puedes llamarte Concha y ser una monja de clausura. Pero allende los mares ir hablando de conchas es un asunto serio, por eso si el google te ha traído a esta página buscando lo que no te puedo dar lo siento.

Hace ya unos años que se me quedó grabada esa frase, el niño concha, fue durante mi exilio burgalés y la expresión original era en lengua inglesa, “Shell kids”. Me explico.

“Shell kids” es un disco de una banda de Barcelona llamada Sidonie, en sus comienzos las letras de Sidonie eran en inglés y tenían un punto psicodélico, me gustaban bastante, ahora, imagino que por cosas del comercio, cantan en español y me gustan menos, aunque el último disco “El incendio” no está mal. Pero me voy por las ramas y no cierro la asociación, últimamente estoy así, disperso, será cosa del riego por un exceso de triglicéridos.

Mi vida en Burgos era todo lo triste que se puede imaginar, puteado de sol a sol e incluso de luna a luna, más amargado que el culo de un pepino y lo que es peor sin verle salida. Al final se la vi, dos años después, en el juzgado número 5 en la avenida de los Reyes Católicos, nos mandaron a la puta calle. La única vía de escape la encontraba los jueves por la noche en un sitio en las afueras que pese a tener pinta de puticlub era una especie de disco pub donde poder cenar y además escuchar música en vivo, Quinta Avenida se llamaba, a mí me encantaba. Allí tuve la oportunidad de ver a Sidonie en un concierto divertido y gamberro, muy gamberro, además perfectamente aderezado por unos cubatas de ron-cola bien añejo que al recordarlos vuelvo a saborear y hasta a olerlos. Pero hoy no toca hablar más de Burgos, otro día continuaré mis historias de “La banda del Maligno”, hoy solo me voy a quedar con el concepto de “el niño concha”.

He vuelto a sacarlo porque ayer tuvimos una mega-comida de departamento que solo puedo calificar de cojonuda, no es la típica comida en un restaurante con mesas alargadas y menús caros que no están a la altura de las circunstancias, nada de eso, un compañero nos abre la puerta de su casa de la sierra, hace una parrillada y pone toda su buena voluntad en hacernos comer y beber hasta decir basta. Desde aquí, y aunque él no vaya a leerlo, le expreso todo mi agradecimiento, por hacernos pasar un buen rato juntos y por hacernos olvidar nuestras miserias del día a día y de los megaproyectos.

Existen personas a las que estos saraos les gustan y personas a las que no, existen personas que son sociales y personas que no lo son, existen personas encantadas de conocerse y personas llenas de complejos, existen sapos y príncipes, existen los que han nacido para ser los reyes de la fiesta y otros que han nacido para pasar sin pena ni gloria, gracias a Dios, porque en esos momentos solo querrían ser invisibles y desaparecer, existen personas que no le buscan doble sentido a las cosas, que son naturales y que no tienen prejuicios disfrutando cada momento de la vida, otros no. Yo, que en el cuerpo a cuerpo soy divertido y dicharachero, en los actos sociales soy de estos últimos, asocial, invisible, no sé qué hacer ni qué decir, no me relajo, no soy yo mismo, soy el niño concha.

Y me jode enormemente porque me debo estar perdiendo miles de cosas buenas de la vida perdido en el laberinto de mis contradicciones y pensamientos, me jode ser tan cenizo y tan muermo en esos momentos, me jode parecer medio bobo y con una conversación insustancial, me jode ser incapaz de soltar lastre y mostrarme como de verdad soy, me jode estar siempre del lado de los que no son guays aunque no quiera ser guay, pero lo que más me jode es ser tan rígido, no saber poner la mente en blanco y dejarme llevar, me jode ser como soy, encerradito en mi concha, sin ser capaz de mostrar al mundo la perla nacarada que es mi cerebro.

Hoy vuelvo a ser el niño concha y me siento tan acongojado como un mejillón a las puertas de un cocedero.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Este blog es una ruina


Cuando empecé en esto de los blogs me tiré al vacío como un paracaidista, no tenía ni idea de en qué me estaba metiendo y francamente no medí bien las consecuencias de mis actos. En ese momento lo único que tenía clarísimo es que era una especie de desahogo y de diversión. Sigue siendo así, pero con matices.

Al principio escribes alegremente en el blog porque te importa un pimiento lo que cuentas, si te leerá alguien, si está bien o mal (que conste que paso calculadamente a escribir en tercera persona). Escribes con toda la frescura del mundo porque el blog refleja un poco tu vida, antes de que el propio blog existiera. Después, y muy poquito a poco, las cosas van cambiando, la razón es evidente, el blog pasa a ser parte de tu día a día, ya no es una vía de escape sino una más de tus preocupaciones cotidianas, sientes la necesidad permanente de alimentarlo, de escribir, sea lo que sea. Es una especie de tamagotchi que se alimenta de letras.

Y te preocupas de su aspecto, le pones un contador de visitas, te alegras cuando tienes un par de seguidores desconocidos y das volteretas de felicidad cuando recibes algún comentario y, ¡oh milagro!, no es de tu prima. Ese momento es entrañable porque te crees con el poder de convocar a las masas y te relames de gusto al pensar en tu nimio pero reconfortante éxito. Es justo el momento, si es que no lo habías ya hecho antes, en el que renuncias a los principios que te pusieron por primera vez delante de un teclado, ya no escribes para ti, creo que ni siquiera escribes para otros, escribes para el blog porque estás enganchado.

Las consecuencias en mi caso han sido terribles, el resumen muy sencillo, he aburrido a las ovejas. Es así y no hay que darle vueltas.

Por eso he llegado a las cien entradas y no me ha hecho ni ilusión, y eso que era una buena cifra para una celebración en toda regla, porque no es fácil ponerte cien veces delante del teclado y parir un post. A mí me parece jodidísimo, es todo un ejercicio heroico de perseverancia y de imaginación, cualidades que el tiempo me está demostrando que no poseo en la cantidad que imaginaba. Por eso no sabéis lo que admiro a toda esa gente que tiene un blog y durante años nos regala su tiempo y su vida, parece fácil pero ni hablar, si no me crees deja de ver los toros desde la barrera y crea tu blog. Verás que cuando te lanzas al ruedo es otra cosa, el toro parece mucho más grande y da más miedo, las inseguridades se multiplican y dejarás enseguida de verte tan guapo y tan listo.

Después de nueve meses (un embarazo completo, tiene guasa) escribiendo regularmente en el blog me apetece una mierda seguir haciéndolo. Escribiendo esta ñoñez no creo que cambie las cosas, pero es lo que me pide ahora el cuerpo, tampoco quiero decir que vaya a echar el cierre porque me prometí que por lo menos aguantaría un año con el chiringuito abierto, solo quiero decir eso, que este blog amenaza ruina y que tiene un futuro incierto. No espero tampoco comentarios de ánimo, ni voy a responderlos, esta es la bazofia más grande que he escrito en el blog, y mira que las hay grandes, por eso se merece quedar virgen y abandonada. De hecho no sé ni por qué voy a publicarla, salvo como escarnio público, si has llegado hasta aquí de verdad que lo siento.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Merece la pena?

Hace unos meses conocí a un súper-villano, un malo malísimo, una auténtica alimaña. Una de esas personas con el ego tan grande como el espacio sideral, es más, el universo se expande solo para poder contenerlo, una de esas personas para la que simplemente eres un trozo de mierda, alguien repugnante, un ser sin sentimientos. Tampoco es que me quite el sueño, porque no deja de ser una relación, si se puede llamar relación al hecho de ser ninguneado, laboral.

La primera vez que le conocí fue en una reunión, yo intentando refugiarme en mi madriguera, él pavoneándose desde su atalaya enseñándome las uñas, a la mínima que asomé una patita se lanzó a por mi cuello y sigo vivo simplemente porque en las reuniones no soy bueno, soy mejor. Mi ex jefe, el traficante de esclavos, me enseñó que las reuniones son como las finales en el deporte, no hay que ir a jugarlas, hay que ganarlas como sea, así que en ellas saco todo mi instinto de supervivencia y aunque parezca estar malherido a la mínima araño, bufo y muerdo. Esa reunión no se me olvidará nunca porque cada vez que se dirigió a mí fue con calificativos despectivos del tipo “el muchacho”, “el chico éste”… una manera como otra cualquiera de hacerme perder los nervios, sin embargo a mí me hizo gracia y a lo tonto me lo llevé al huerto.

Hoy me lo he vuelto a cruzar en otra reunión, nada más verlo sabía que habría circo y no me ha defraudado. Se ha puesto a tirar pelotas, como una de esas máquinas para entrenar en el tenis, con toda la intención de dar y hacer daño, alguna me ha rozado, pero sin consecuencias graves. Lo que más me jode es que no viene a cuento ser tan cabrón, pero hay personas que lo llevan grabado en el código genético, además suelen ser triunfadores porque existe una casta de depredadores que está por encima de nosotros. Da igual, tampoco quiero ser como ellos. Pero a lo que iba, después de la reunión me he cruzado con él en un pasillo y le he preguntado por cortesía por qué no estaba en Estados Unidos (nuestro proyecto es así, hacemos una plataforma de esas que se hunden en el golfo de México), la respuesta me ha dejado helado, me ha dicho que no sabía si volvería a ir allí porque le han diagnosticado cáncer y tiene metástasis.

Ante eso no se te ocurre decirle, “vaya qué contrariedad”, porque quedarías como un gilipollas, tampoco dices “lo siento”, porque en el fondo no lo sientes y tu primer pensamiento es que posible y afortunadamente dejarás de aguantar sus impertinencias. La verdad, por poco política que parezca, es que te da lo mismo, que no es tu problema y que montones de personas mejores que él lo estarán sufriendo. Ahí se ha terminado la conversación, se ha dado la vuelta y me ha dejado solo con mi silencio. Lo curioso es que haya tenido ese momento de sinceridad, por no llamarlo humanidad, conmigo, no se lo he pedido y si no le vuelvo a ver mejor para mí. Como creo que soy mejor persona que él, preferiría no verlo pensando en que está jubilado tomando el sol en Menorca, pero tampoco me mata pensar en la realidad, triste pero cierto.

Lo que me deja muerto, y perdón por la expresión, es pensar en qué lleva a un hombre que sabe que su reloj se ha parado a seguir comportándose de esa manera. ¿Si yo supiese que los últimos días de mi vida están agotándose seguiría alimentando odio y escupiendo veneno?¿Estaría yendo a reuniones tristes como un funeral a tocar los cojones? ¿Merece la pena? ¿O es más fuerte la naturaleza humana y el dicho de genio y figura hasta la sepultura? Obviamente nadie va a pensar que un arrepentimiento postrero va a lavar tu imagen y te va a abrir las puertas del cielo, pero creo que en un momento así debe ser fácil caer en la tentación de arreglar las cosas en el último momento, sin embargo él decide seguir viviendo su vida de mierda e ir sembrando la infelicidad. Una manera de mantener la mente ocupada, me ha dicho alguien, ¡qué asco!, se me ha venido al pensamiento.

Porque si algún día me veo en ese trance no querré hacer más que ver salir y ponerse el sol aunque se me quemen los ojos y me quede ciego, querré oler el cuerpo de los míos hasta saturarme el cerebelo, querré volver a ver todo lo que un día significó algo para mí, mis viejos juguetes, mis libros de texto, las fotos de bodas de mis padres que tanto me hacen reír, releería las cartas de mi mujer cuando aún no éramos ni novios pero sabíamos que llegaríamos a serlo, vería sin parar Casablanca, La Edad de la Inocencia, Taxi Driver, El Padrino, El apartamento, Sin Perdón, La gata sobre el tejado de cinc, La fiera de mi niña, La princesa prometida, El hombre tranquilo, Con la muerte en los talones… No dejaría de escuchar música ni un momento, viajaría al fin del mundo para escuchar a U2 cantar “With or without you” en directo, a Dire Straits “The tunnel of love” y al Boss “The river”. Y sobre todo jugaría cada día con mi hijo y le diría a cada momento cuanto le quiero.

No merece la pena vivir esta vida de mierda y no quiero esperar a vivirla cuando ya no quede tiempo.

domingo, 23 de mayo de 2010

El día que nací


El día que nací mientras el jefe del partido comunista soviético, Leónidas Breznev, despedía a los miembros de la colonia rusa en Bonn, uno de los soldados que formaban la guardia de honor sufrió un desmayo. Sus compañeros, en formación, no pudieron ayudarle hasta pasado el acto. Hoy ya no existe el partido comunista soviético y casi parece que no existió, pero a los soldados que se desmayan en los desfiles les atiende un médico y les dan un vaso de agua.

El día que nací Su Excelencia el Jefe del Estado y su esposa, doña Carmen Polo de Franco, se trasladaban a su finca de la Piniella, cercana a Oviedo, donde pasarían unos días de descanso, durante los cuales Franco se dedicó a la pesca del salmón. Hoy ya no existen dictadores pescadores, los salmones lo agradecen.

El día que nací el príncipe don Juan Carlos presentaba “Por España con los españoles” en el Club Internacional De Prensa en el que se recogían todos los escritos y discursos del príncipe de España. Hoy si hiciera lo mismo presentaría una enciclopedia de 30 tomos, sería aburridísima.

El día que nací un hombre, parapetado en una casa, disparó contra las personas que circulaban por una calle de Memphis (Tennessee), causando la muerte a cuatro. Más de cien policías armados cercaron la casa consiguiendo al final abatir al asesino. Hoy la vida sigue igual, ¡qué poco aprendemos!

El día que nací la prensa denunciaba que era “auténticamente lamentable” la lentitud con que se llevaban a cabo las obras de la futura avenida de la Paz. Hoy en día la avenida de la Paz está terminada, aunque en 1973 no conocían todavía a Gallardón y sus túneles para gastar tan contundentes calificativos.

El día que nací un tal Nixon se encontraba contra las cuerdas. El mundo esperaba su decisión de dimitir y se calificaba la situación de insostenible. Aún tardaría un año más en ser obligado a renunciar, algo que no ha vuelto a repetirse por más vestidos manchados que han aparecido en un tribunal sin pasar por la tintorería. Hoy en día conocemos a Nixon casi por las películas en las que aparece como un súper-villano, y nos encanta el nombre de garganta profunda, sí, por esto también.

El día que nací tres personas morían en el choque de un automóvil con un camión en un pueblo burgalés. Hoy por más radares que existan, puntos y multas que nos quiten y pongan siguen muriendo gente en las carreteras, aunque creo que vamos mejorando.

El día que nací se pronunciaban en Madrid unas conferencias sobre la importancia del problema de la contaminación: “Tecnología química y bienestar”, “Contaminación atmosférica; fuentes de emisión” y otra sobre “Detección de los contaminantes”. Hoy, después de habernos cargado la capa de ozono, haber convertido Europa en un invernadero, haber vertido petróleo en las costas a diestro y siniestro, pulirnos el Amazonas y mil tropelías más, miles de conferenciantes siguen dando conferencias denunciándolo... y lo que te rondaré morena.

El día que nací un analista publicaba que “La integración en Europa nos obliga a adecuar urgentemente nuestra estructura institucional a la de los países que forman parte del Mercado Común”, imagino que no se refería a terminar con la dictadura, pero visto en la distancia o eran muy cándidos o ¿qué otra cosa podía ser? Hoy en día estamos perfectamente integrados en el mercado común, tanto que como se descuiden nos lo llevamos, euro incluido, por delante.

El día que nací un anuncio proclamaba a toda página que “Los ordenadores se cuentan sus cosas a través de Telefónica”, con una larga lista impresa de empresas apuntadas a la modernidad para corroborarlo, me ha dejado a rayas. Hoy no sólo los ordenadores se cuentan sus cositas, todos nos contamos nuestras cositas y el mundo sí que es en realidad un pañuelo.

El día que nací se publicaba que España tenía 33.956.376 habitantes, habitante más habitante menos. Hoy rondamos los 47 millones, me parece un salto brutal para tan poco tiempo.

El día que nací el Español ganaba 2-0 al Atlético de Madrid y lo eliminaba de la Copa del Generalísimo. Hoy la vida sigue igual, aunque no queremos ganar mas copas del generalísimo.

El día que nací las temperaturas máximas y mínimas en Madrid eran 24 y 12. Hoy son 27 y 16, moraleja, el calentamiento global del planeta se ha consumado, ¡quién lo hubiera dicho hace una semana!

El día que nací una pareja extremadamente joven, viviendo de alquiler y sin un duro tenía a su primer hijo, un acto de valentía casi impensable en los tiempos que corremos, por lo demás fue un día normal y corriente del mes de mayo. Hoy solo puedo darles las gracias por lo bien que lo han hecho e invitarles a tarta, por supuesto.

jueves, 20 de mayo de 2010

Barcelona rojiblanca


Jueves 20 de mayo, tres de la mañana, el autobús ha pegado un frenazo y me he despertado sobresaltado, en mi mp3 suena la versión del Romeo y Julieta de The Killers, me hace sonreír, sin embargo he perdido la noción de dónde estoy y por qué me encuentro dormido dentro de un autobús, con el cuerpo rígido imitando la forma de la ficha verde del Tetris. El conductor nos pide que nos bajemos porque va a repostar, poco a poco me desperezo y bajo al área de servicio, llevo puesta mi camiseta del glorioso y fuera hace frío, busco con que abrigarme y aunque me da pena ocultarla me enfundo una sudadera que me devuelve a la realidad. Vengo de Barcelona, de ver la final de copa y me he dejado la garganta y un trocito del alma animando a mi equipo.

Dos horas antes acababa de montarme en ese mismo autobús, un autobús que llevaba una hora buscando entre miles de almas ambulantes y cansadas que también buscaban el suyo, almas errantes, después de todo un día de viaje y de emociones fuertes, buscando el refugio que nos devolviese a casa. Cincuenta mil ilusiones volando al cielo de Barcelona, tan preciosa como siempre, acogedora como nunca la había visto, una ciudad que por unas horas fue nuestra, no como invasores sino como invitados a los que todo el mundo quería agradar. Todo el día me pasé hablando con gente de allí que nos deseaba lo mejor y que con ojos atónitos nos veía desfilar cantando y riendo por las puertas de sus casas, uniéndose muchos a la fiesta por las aceras y otros saludándonos al pasar desde los balcones de la Rambla de Brasil y el Carrer de Sants, repletos de colchoneros de punta a punta. Inenarrable

Y recuerdo el final del partido y me vuelven las lágrimas a los ojos al sentir la vibración y el sentimiento que transmite una multitud canalizando junta su entusiasmo, quien no lo ha vivido no puede saber de lo que hablo, pero es así, existe algo que conecta a todos los seres humanos y a lo que no somos inmunes, un sentimiento de pertenencia a un colectivo que no sé explicar con palabras. Y vuelve a arderme la garganta solo de recordar como todos, bufandas al viento, comenzamos a animar al final del partido a los nuestros, al grito de campeones, porque esta vez no nos han fallado y nos han hecho sentirnos orgullosos de ellos, aunque hayamos perdido, porque sí, esta noche hemos perdido, pero solo un partido de fútbol, nada importante. Sin embargo hemos ganado más, hoy hemos vuelto a recordar lo que fuimos y lo que somos, hemos hecho que los niños tengan claro por qué son del Atleti, hemos hecho llorar a los jugadores, que ricos y millonarios como son, creo que han entendido que su trabajo no es dar patadas a un balón, sino hacer felices a la gente, y se han sentido pobres y en deuda con nosotros por haber perdido, aunque se equivocan, ya es un regalo el haber llegado.

Pensando en ello vuelve a ser la una de la mañana, y vuelvo a ese autobús desde el que veo pasar la gente a su alrededor, cientos, miles, todos ellos con una mirada orgullosa del que se sabe parte de algo tan grande que no tiene sentido, algo que escapa de toda lógica humana y que entra dentro de la mística y la sinrazón, pero algo que te atrapa y de lo que te enamoras desde el primer momento que lo has vivido. Tengo grabada en el corazón la imagen de un niño llorando desconsolado abrazado a su padre, un niño que ya sabe que ganar no es lo más importante porque otro niño sevillano ríe en su lugar y es cuestión de tiempo que se cambien el puesto. Y sobre todo no puedo quitarme de la cabeza la cara de una chica, de unos veinte años, que ha cruzado sus ojos llorosos con los míos a través de la ventanilla del autobús, y de cómo me ha salido una sonrisa de ánimo dedicada a ella, una desconocida, porque su pena me dolía como propia, y me he alegrado cuando me ha devuelto esa sonrisa llena de consuelo, ha sido un segundo pero no se me va a olvidar en tiempo.

Es triste volver seiscientos kilómetros sabiéndote derrotado, pero hoy no ha sido el caso, hoy me he sentido tremendamente afortunado de poder haberlo vivido, de haberlo compartido con mi padre y guardar para siempre esta buena experiencia. ¿Qué quería ganar?, pues claro, si soy feliz así ganando hubiera sido la leche, lo sé porque hace una semana ya lo descubrimos a costa de unos ingleses que seguro que no se merecían sentir la pena que yo ahora siento. Cosas de la fortuna, cosas del fútbol, cosas del Atleti, ya lo decía el gran Sabina: “Qué manera de subir y bajar de las nubes, ¡qué viva mi Atleti de Madrid!”

domingo, 16 de mayo de 2010

Absurdas ideas infantiles


He aquí una serie de absurdas ideas infantiles que me acompañaron en mi infancia, repasándolas me he dado cuenta de que soy un dinosaurio en vías de extinción.

Tirar de la cadena si hacías solo pis no valía la pena (Sí, es algo bastante guarrete, aunque de alguna manera era un ecologista en potencia, no entiendo los gritos de mi madre cada vez que se me olvidaba tirar de la cadena si la estaba ahorrando una pasta. Por cierto, aún recuerdo las veces que nos cortaban el agua y repartían bolsas de a litro, nunca jamás volví a verlas)

En Madrid capital vivían los ricos (Es que nadie me había llevado a Carabanchel, Villaverde y Vallecas, claro que en un barrio en el que nos comprábamos un balón comunitario cualquiera nos parecía rico. De todas formas para vivir hoy dignamente en Madrid vuelve a hacer falta ser rico)

No era lógico decir redundancia, era más correcto rebundancia (Imagino que haciendo una falsa asociación con el concepto de abundancia, el día que fui consciente de mi error sufrí un golpe muy duro en mi autoestima)

Mi ojo vago se debía a no saber guiñar bien el ojo (Aunque lo viera completamente abierto en el espejo a través de su millones de dioptrías, obviamente la pediatría y la detección precoz han avanzado mucho)

Alfonso XIII era demasiado mayor para ser el padre del rey (Sí, porque mucha transición y muchas gaitas pero a los niños que las vivimos no nos contaban nada, y a Franco en mi casa ni se le nombraba. ¡Qué bien nos hubieran venido entonces unos capítulos de Cuéntame!)

Sería como poco ministro y si no ingeniero que también molaba (Para una cosa que consigo me equivoco de oficio, visto el nivel de la política y de la ingeniería en España me debería haber hecho fontanero, aunque lo de ministro aún no lo descarto)

Enrique del Pozo era un cantante infantil (Para esto no tengo palabras, si alguien no ha promovido una denuncia colectiva contra este pollo por crímenes contra la infancia es que la justicia además de ser ciega es sorda, pero los de mi generación no le perdonaremos jamás)

Tener un compañero de clase Boliviano era lo más exótico del mundo (Era mi mejor amigo y nos pasábamos las horas muertas jugando al ajedrez, de la globalización entonces no sabíamos nada y de la emigración menos, entonces, como ahora, el empleador número uno era el INEM)

Tener cinco duros para chuches era nadar en la abundancia (Y si te daban otros cinco para cromos hacías la ola, eran tiempos de ir a cambiarlos con los demás niños y de elegir si querías comprar más cromos o comprar pegamento, los cromos pegatina eran entonces ciencia ficción, era más realista hacer pegamento con harina, azúcar y agua)

Montar en Metro era una aventura estupenda (Ahora sigue siéndolo, pero no precisamente estupenda, ir de Alonso Martínez a Avenida de América en hora punta es una aventura digna de Indiana Jones, eso sí, su látigo te vendría de mil amores)

Los estadounidenses eran todos superdotados, y los franceses, y los alemanes… (Eso es cierto, los niños españoles no éramos ni europeos ni nada, el orgullo patrio vivía sus horas más bajas, nunca imaginamos que algún día les veríamos de igual a igual, aunque algunos no hemos podido superar el trauma del mundial del 82 y de naranjito)

Era un desperdicio no comerse el papel de las magdalenas (Y juro por Tutatis que jamás lo hice, aunque lo raspaba tanto que a través de él se podía ver la televisión)

Ser adulto era una de esas cosas de mayores que nunca iba a suceder (Lamentablemente ha sucedido aunque mi cabeza no llegue jamás a aceptarlo. Lo más sorprendente es que ahora veo al niño que fui como si en lugar de ser yo mismo fuera una tercera persona. Le echo mucho de menos y me pregunto qué pensaría él ahora de mí, nunca lo sabré)

sábado, 15 de mayo de 2010

Hasta las pelotas… y más allá


Sí, así estoy, hasta las pelotas y más allá. Soy el Buzz Lightyear de la indignación patria, y, además, me recorre de la cabeza a los pies la sensación insoportable de que soy gilipollas y de que llevo tiempo haciendo el canelo, de que es hora de volver a mis raíces ideológicas y plegar velas.

De repente me he dado cuenta de que vivo en un país de mierda, como si me despertara de un sueño o de una larga temporada de letargo, porque a mí la crisis, afortunadamente y de momento, ni me ha rozado, pero me he acordado de las palabras de Martin Niemöller (*) y he tomado nota, o hablo o reviento. Vivo en un país repugnante, en el que el nivel de la mierda ha rebasado todos los límites aceptables hasta anularnos la pituitaria y pegársenos en las pestañas. Por donde miro todo es un desastre y comienzo a asustarme pensando en que no veo cómo se puede solucionar esto, siendo esto la miseria moral a la que nos hemos acostumbrado, lo otro, lo de los dineros, terminará por pasar, porque los ciclos de la economía son así y porque por mal que lo hagamos vivimos en un mundo tan global que ya nos dejará unos milloncejos, lo contrario sería joder al mundo de las finanzas y a esos no hay quien les tosa.

Pero hasta que eso pase habrá que aprender a vivir tapándose la nariz chapoteando entre excrementos, porque no importa hacia donde quiera que mire, todo lo veo mal, la política, la justicia, ¿justicia?, sí, esa palabra que ha conseguido ser un eufemismo de sí misma, los sindicatos, la patronal, el periodismo, todo apesta. Comencemos por la justicia, Garzón me cae mal, es inevitable, el divismo puede conmigo y los progres de salón me revientan, por mí le pueden quitar el cargo de juez y mandarle a picar piedra al Himalaya, me la suda, pero que vaya a pringar por prevaricación por investigar los crímenes del franquismo es de risa, de pandereta, vergonzoso, no me cabe en la cabeza. Porque si hubo crímenes evidentemente deben ser investigados, y que nadie me venga con el blablablá de que se quemaban iglesias y se violaban monjitas, pues que se investigue también, y que tampoco me hablen de pasar página porque a mí no me apetece pasarla, quiero que se sepa lo que pasó, caso a caso, que todo el mundo tenga derecho a una reparación, aunque sea moral, porque otros ya iban por la vida bajo palio y así murieron, ojala que se estén pudriendo en el infierno.

Lo de la política es de ciencia ficción y los que se llaman socialistas, y están en el gobierno, unos malnacidos. Hasta ahora pensaba que simplemente eran unos inútiles, pero tomo nota y hago mía la frase que dice: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”, idos a la mierda. Obviamente cuando no se tiene vergüenza no se puede perder, pero que pocos huevos tenéis “amigos”, con lo del IVA os la juré, pero con la de ahora hasta que deje de ver vuestras cochinas caras por el partido no contéis conmigo. Es tristísimo ver como alguien que se llama de izquierdas no tiene coraje para darle duro a los que de verdad tienen (y a las rentas del capital sobre todo), pero escuchar ayer a una sub-secretaria (o cargo pesebrero asimilable), de cuyo nombre ni puedo ni quiero acordarme, decir que “los pensionistas que viven bajo el umbral de la pobreza no tienen de qué preocuparse porque su subida de pensión no corre peligro” es para echarse al monte. Me cago en tu puta calavera, desgraciada, te daba yo su pensión a ver si tienes de qué preocuparte. ¿Cómo se puede ser tan sinvergüenza como para ir por radios y televisiones diciendo eso?, ¿tan bajo hemos caído como para que nos traten de colar esa y callemos?, se me revuelven las tripas.

Y miro a los de enfrente y ya se me cae el alma a los pies, porque me dan miedo, porque sé que no son mejores, porque sé que les importo una mierda, porque huelen a rancio y a corrupción, porque tienen amiguitos del alma que no son los míos y porque en lugar de enmendarla y dar ejemplo tiran para adelante con prepotencia y chulería, diga lo que diga la justicia, ¿qué justicia?, si la justicia ha muerto, porque para decir cosas así y no salir envuelto en llamas hay que estar muy seguro de que conoces al juez que va a levantar el cadáver y al sepulturero. Si fueran de otra manera posiblemente muchos estaríamos más tranquilos, como lo estuvimos hace algunos años cuando nos creíamos ilusamente que de verdad lo eran, lo malo es que ahora nos conocemos y no podemos evitar mirarnos con recelo. Un telenoticias de Telemadrid hace más por ZP que la portavoz del gobierno.

Es para echarse a llorar, pero no termina ahí la cosa, mi refugio a la izquierda es una pandilla de dinosaurios que añora vivir en un país como el de Castro, los sindicatos son una pandilla de borregos serviles demasiado acostumbrados a cenar sopa caliente todo los días, si tuvieran una miaja de dignidad habrían convocado ya una huelga general, pero es como pedirle a mi perro que recite a Neruda, imposible. La patronal como siempre a lo suyo, llevándoselo crudo sin rechistar cuando las cosas van bien y llorando para meter la tijera cuando las cosas van mal, tan vomitivos como su presidente, al que auguro una temporada comiendo a costa de los presupuestos por estafa, ¡ah, no!, si la justicia no existe, se me había olvidado, y la dignidad tampoco porque hay que tener poca para aguantar el cargo y menos aún para no echarle a patadas. De la iglesia no voy a hablar esta vez porque a este paso me veo yendo a Cáritas a por leche y pañales, casi me veo marcando su cruz en la declaración de la renta, por si acaso.

Me veo abocado a la indiferencia absoluta o al anarquismo, huérfano y sin refugio, ¡qué asco de vida!, ¡cómo está el patio!


(*)

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas no protesté,
porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté,
porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Ahora es la hora


Estoy que me como las uñas, miles de mariposas surcan mi estómago y casi me cuesta teclear. Vaya, dicho así cualquiera dría que estoy enfermo, pero no, además de la pertinaz sinusitis nada perturba mi ánimo. Lo que me pasa es que hoy juega el Atleti, y no es un partido cualquiera, total, de esos ya los tengo todas las semanas, no, hoy mi Atleti juega una final, y además en Europa, ¡jo!, es la bomba. Casi nadie entiende que por algo tan tonto como un partido de fútbol se puede sufrir tanto, ¡coño!, ni yo tampoco, pero es un sentimiento que no puedo controlar, ni falta que hace.

Llevo un par de semanas esperando el partido, casi pensando en que no existe, deseando que no llegue porque a veces las cosas se disfrutan más antes que sobre todo durante, muerto de miedo porque sé que somos capaces de lo mejor y de lo peor, andando siempre por el filo de una cuchilla. Hoy me he despertado como si fuera un día normal, no he escuchado la radio en el coche y al llegar al trabajo he tratado de concentrarme en las interesantísimas reuniones que el destino me deparaba, incluida una de siete horas con tortilla y croquetas frías de regalo. Y lo he conseguido, he pasado las siete horas hablando del sexo de los ángeles sin caer en la debilidad y doblegarme ante los sentimientos. Luego de propina me ha caído una teleconferencia con unos señores de San Diego que por lo menos ha sido para hablar del sex of the angels, vamos, el mismo coñazo pero en inglés. Misión cumplida.

Volviendo a casa ya no he podido más y he cambiado de veces de emisora escuchando a locutores mercenarios animar a mi equipo porque es lo que toca. Genial. A pesar de ello, y de que mañana haré el mismo trayecto de vuelta vaya usted a saber con qué cara, me he emocionado escuchando y cantando el himno a voz pelada, es un ejercicio estupendo para sobrellevar el atasco de la M40. Un pijo en un Golf me ha pitado y me ha gritado sin que aún sepa por qué, seguramente le moleste la gente feliz que canta dentro de un Citroën, o se la he liado llevado por la emoción del momento, me da igual, peor para él, me he consolado pensando que seguramente el domingo no tendrá nada que celebrar en una fuente decorada con una diosa frígida, perdón, quería decir una diosa frigia, acompañada por unos leones.

Y aquí estoy, descontando los minutos para que empiece el partido, tratando de convencerme de que lo bonito ha sido llegar, que eso ya no hay quién nos lo quite, pero esta vez me niego, hoy quiero ganar, lo deseo con todo mi corazón, quiero saltar de alegría, quiero ir a bañarme a la fuente de Neptuno, aunque sea a una fuente pequeñita con un Neptuno que tenemos en Alcorcón, quiero llegar mañana al trabajo y que todo el mundo me felicite, colgar mi bufanda del perchero y a cada ratito acordarme de todos los goles que estoy a puntito de ver. Hoy es el día, y ahora es la hora, ¡vamos a ganar y vamos a celebrarlo!, porque sí.

Pero si a pesar de todo perdemos aún repetiré las mismas emociones la semana que viene, eso si hoy no caigo fulminado por un infarto, y repetidas millones de veces, porque la semana que viene me voy a Barcelona a ver la final de copa, tengo mis entradas y mis billetes guardaditos esperando a que llegue el día. Y si entonces también perdemos aun me quedará el año que viene, y el otro, y el siguiente, porque quien lo ha probado no se cansa nunca de ser colchonero.

sábado, 8 de mayo de 2010

Buscando culpables


Si existe un deporte nacional en este país es el de buscar culpables, para todo, para las miserias cotidianas, para las grandes tragedias, para la política, el deporte, la economía… ¿la verdad?, nos la suda, porque a nosotros eso de intentar conocer las raíces de un problema para aprender y no repetirlo nos importa un huevo, lo importante de verdad es tener alguien sobre quién descargar nuestra ira o nuestra frustración, si luego el error se repite hasta el infinito es secundario, tenemos a nuestra presa y pagará por ello.

Existe gente que es verdad que se lo gana a pulso y que ya solo por el hecho de vivir merece ser apaleada, lo admito, pero a veces llevamos nuestra animadversión a los límites de lo ridículo. Hoy, sin ir más lejos, he escuchado a uno de mi trabajo decir que la culpa de la crisis griega era de ZP por haberla metido en la Unión Europea. ¿Qué ha metido ZP en la Unión Europea? ¿Tiene súper poderes?, porque los griegos, que bastante tienen ya los pobres sin ZP, ya se metieron ellos solitos unos añitos antes que nosotros. Si Pericles o Solón escucharan semejante necedad se amputarían los brazos a mordiscos, ¿un señor de León con cara de atontado metiendo a Grecia en Europa?, manda huevos, y es que ya lo dijo Quilón de Esparta: “No permitas que tu lengua corra más que tu inteligencia”, amén.

Pero lo de la política es casi secundario, existen actividades cotidianas en las que la caza de brujas adquiere la categoría de deporte olímpico, sin ir más lejos en el trabajo. Ahí existe toda una casta de brahmanes (que no rima con cabrones aunque lo parezca), destinada a culpar de todos los males de la empresa a los sudras, parias, vagos y maleantes, es decir, a nosotros. Como es más cómodo y fácil soltar hostias a diestro y siniestro con mano ajena, se han ido creando una serie de cargos llamados mandos intermedios, versión moderna del típico encargado o señor con gorra. Curiosamente estos mandos llegan a adquirir un nivel de hijoputismo incluso mayor que el de sus amos, además de habilidades sobrehumanas para endosar marrones y cargarte el mochuelo aunque tú ni pasabas por allí.

Los proyectos de ingeniería son así, mezclas en la coctelera un montón de departamentos, cada uno de su padre y de su madre, y esperas a ver que sale. Al principio se hacen reuniones de seguimiento, cuando no existen problemas aún, y se da una buena dosis de palmaditas en la espalda a todos los convocados. Pero según se va avanzando las reuniones no son de seguimiento, ahora son reuniones de perseguimiento, es la hora de sacar a punta de pistola todos aquellos compromisos que habías adquirido cuando aún la cosa estaba de buen rollo. Se va pasando lista y a cada uno se le lee la cartilla según un orden perfectamente establecido. Lo normal, lo que dicta la lógica, es que se tratara de ver que problemas, presentes y futuros, impiden que el trabajo no avance según lo previsto, pero no, eso sería muy fácil para el interrogado y complicadísimo para el persecutor.

A la voz de “tonto el último” se empieza a jugar al juego de la patata caliente, que pasa de mano en mano a la velocidad de la luz hasta que el más incauto se la tiene que comer con piel y sin sal. Es en ese momento, cuando te tienen justo en el sitio que querían, que comienzan los recelos y las desconfianzas, ir a trabajar cada día es tan duro como en la Alemania nazi huir de la Gestapo. Porque los que antes eran tus compañeros, y con los que te podías tomar un café tan pichi, ahora se ha convertido en una panda de delatores y soplones que están deseando ver tus puntos débiles para clavarte un palmo de acero entre la tercera y cuarta costilla. Es el sálvese quien pueda y el a mí que me registren. Pero tampoco pasa nada, hay quien se gana la vida desactivando minas que debe ser mucho más peligroso aunque más noble.

Hasta que llega el momento CYA (cover your ass), término que me enseñó un cliente durante mi aventura texana. Ahora es cuando urge dejar todo, pero absolutamente todo, registrado por escrito. Comienzan a cruzarse correos electrónicos que tienen en copia hasta al papa roma, para dejar constancia de que si algo pasa desde luego no va a ser culpa tuya. En mi empresa tenemos la suerte de contar con varios medallistas olímpicos y un par de campeones del mundo de la especialidad, les deseo lo peor del mundo, incluyendo una gonorrea, dolor de huevos crónico y una úlcera de estómago. Si alguien se parase a pensarlo, se daría cuenta que al redactor de las misivas poco tiempo libre le puede quedar para hacer bien su trabajo, pero claro lo importante no es hacer bien o mal el trabajo, lo importante es que quede claro que el error ha sido de otro.

Total, que al final, como nadie puede trabajar tranquilo, las posibilidades de hacer mal las cosas se van incrementando exponencialmente, todo deriva en un sistema retroalimentado que se va al carajo. ¡Pero tenemos localizado al culpable!, menos mal, estamos salvados. ¿Y qué se hace ahora?, ¿aprender de la experiencia y subsanar el error?, ¿denunciarlo públicamente para que no vuelva a suceder?, ¡ni de coña!, somos incompetentes, malos compañeros y traidores, pero nadie de fuera debe darse cuenta de la cagada, comienza la operación tapar mierda y aquí no ha pasado nada.

Si algún día dentro de x años algo explota ya habrá otros ingenieros del futuro a los que echarles la culpa. Así nos luce el pelo.

martes, 4 de mayo de 2010

Primavera


El comienzo de la primavera, la de verdad no la de elcortinglés, me deja muerto, no puedo con mi vida, me arrastro desde que me levanto hasta que me acuesto subiendo un día tras otro l’Alpe d’Huez, revuelta a revuelta, pasándolas tan putas que un día tendré que salir de casa con una botella de oxígeno (aire para los más puristas) para sobrevivir. En teoría debería ser al revés, la gente es más feliz en primavera, tenemos más horas de sol para cargar pilas, los pajarillos pían, el campo florece, todo cojonudo, ¿verdad?, pues no, yo sufro de una cosa que se llama depresión primaveral. Con dos cojones.

Debe ser algo de nacimiento, segurísimo. ¿Qué cómo estoy tan seguro?, porque nací con ayuda de unos fórceps, en plena primavera. El primer efecto fue una cabeza apepinada dignísima del mismo Blas (Beto allende los mares) de Barrio (Plaza) Sésamo, aunque aparentemente eso se solucionó solo porque gasto una mollera digna de un concurso de sandías, pero la avería tuvo que quedar por dentro, con algunas de las conexiones en cortocircuito o desconectadas. Para colmo soy un auténtico géminis y contra la alineación de los astros no se puede luchar. Por supuesto que no creo en el horóscopo, es una solemne estupidez, menos en el mío, ese sí que cuenta porque acierta siempre que no se equivoca, es pura matemática. Lo de ser géminis es una forma de vida, soy el puto niño peonza con la cabeza siempre girando incapaz de fijar una idea, y cuando la fijo la cambio sin el menor pudor, porque tampoco tengo principios, soy una veleta.

Lo de la depresión primaveral no deja de ser transitorio pero es un fastidio, ves a todo el mundo feliz y dando saltitos y tú solo tienes ganas de apretar el botón nuclear, ¿de qué os alegráis tanto?, ¿de la traslación del planeta?, ¿del cambio de la inclinación respecto al sol?, ¡qué interesante!, simples, que sois unos simples. A lo mejor no es por eso y me estoy precipitando, seguramente la alegría será por las buenas abejitas que tienen ya flores que polinizar, y a todos nos gusta la miel, claro, será por eso, o por el fin de la hibernación de los osos, o por la migración de las aves, mierda, la primavera es maravillosa y yo no me he dado cuenta. Eso sin contar con las alergias, los cambios repentinos de temperatura, las comuniones o de cómo acertar con el vestido de la boda, que hay por el mundo cientos de novias acojonadas pensando que van a morir pasmadas de frío antes de dar el sí quiero.

En resumen, hay que terminar con la primavera como sea, o por lo menos acelerarla, se me ocurren varias ideas a cada cual más sencilla. La primera es migrar, si las ballenas y las aves pueden ir de hemisferio en hemisferio nosotros también, si tenemos barcos y aviones, está chupado, la pampa es grande, hay sitio para todos. También podemos dar la vuelta al planeta de vez en cuando, si tiramos todos a la vez del eje de rotación comandados por Obama seguro que lo conseguimos, o mucho mejor, podemos impulsar el planeta con cientos de miles de masclets perfectamente sincronizados hasta sacarlo por unos instantes de la órbita, esto tendremos que dejarlo en manos de los chinos que de esas cosas de manipular el clima saben. Otra alternativa es probar a cambiar la primavera de nombre, si en lugar de primavera la llamamos aloevera a lo mejor el truco, en cerebros simples como el mío, funciona, lo que no puede ser es que el año que viene esta agonía se repita.

Si algún tiquismiquis piensa que todo lo anterior es imposible entonces podemos pasar a los cuidados paliativos, el primero y más urgente tapar con una mantilla a todos los indecentes que van por la vida con el torso medio desnudo, para después prohibir a las flores florecer, a las espigas germinar, a los árboles echar hojas, a los insectos polinizar, a los pájaros hacer su nido, a las mariposas eclosionar, a las nieves derretirse, a la Igartiburu llamarnos corazones… Y sobre todo habría que prohibir los cambios del tiempo, porque con su viento racheado me vuelven tarumba y me descojonan la veleta. Vaya, ha vuelto a girar.

Por eso, que creo que no lo había dicho, me encanta la primavera, porque todo renace, porque es un nuevo comenzar de la vida, por los rayos de sol y el olor de las gotas de rocío en la hierba, por las tardes jugando con los niños en el parque escuchando sus risas, por las claras con limón bien fresquitas en una terraza, por los partidos del Atleti sin estar debajo de una manta, porque dentro de nada llegará el verano, porque tengo cuerpo de vacaciones, por todo eso me encanta la primavera, y ya ha llegado, ¡qué bien!, me moría de las ganas.