jueves, 1 de octubre de 2015

La noche en que Frankenstein leyó el Quijote


En la segunda quincena de septiembre, los esforzados miembros del Club de Lectura 2.0 hemos leído “La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, un pequeño libro de título genial, repleto de anécdotas relacionadas con la literatura y escrito por mi admirado Santiago Posteguillo. Con esta lectura hemos completado con relativo éxito nuestro maratón estival, y yo creo que este libro, que yo mismo propuse, nos ha dejado un buen sabor de boca.

Cuando a finales del año pasado me tocó pensar en los libros que propondría al resto del club, me propuse firmemente acertar con las propuestas, y aunque mis compañeros no estarán muy de acuerdo, porque los conozco, creo que después de todo lo que hemos compartido no es tan difícil intentarlo, otra cosa es que un libro salga rana por pura mala suerte, pero aquí hemos venido a jugar, aunque no con Posteguillo, que me parece un valor seguro, del cual me he leído casi todos sus libros de romanos, tan bien escritos, tan bien documentados y tan entretenidos. Juntar esa experiencia con nuestra curiosidad lectora parecía una buena idea.

La Editorial Planeta, que publica el libro, nos dice de él lo siguiente: “¿Quién escribió las obras de Shakespeare? ¿Qué libro perseguía el KGB? ¿Qué novela ocultó Hitler? ¿Quién pensó en el orden alfabético para organizar los libros? ¿Qué autor burló al índice de libros prohibidos de la Inquisición? Estos y otros enigmas literarios encuentran respuesta en las páginas de La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, un viaje en el tiempo por la historia de la literatura universal de la mano de Santiago Posteguillo, uno de los novelistas históricos más reconocidos por la crítica y el público de los últimos años. Y un profesor de literatura…poco convencional.”

Como ya os podéis imaginar poco puedo desvelar del contenido del libro, porque sería destrozarlo, y os recomiendo con rotundidad su lectura. Dentro de él nos encontramos casi de todo, a saber, escritores que escapan a la muerte, tal cual, libros que se libran de ser destruidos e incluso personajes de ficción que por aclamación popular terminan siendo resucitados. Entre medias vemos por qué un determinado libro llamó la atención, o no, de un avispado editor, encontramos editoriales que se niegan a pagar derechos de autor pasándose de listas, escritores acusados de tener un negro a sueldo, incluso se trata, en uno de los capítulos, la historia de cómo Galdós no ganó el premio Nobel, algo que los lectores habituales de las aventuras y desventuras de nuestro club saben que nos duele, lo más curioso es que el motivo que valía hace un siglo hubiera valido hoy, así somos.

Sólo hay una cosa que le reprocho a “La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, y es su brevedad. Creo que despacha muchas historias en muy poco espacio, sin entrar en mucha más profundidad de lo que Posteguillo puede creer necesaria, pero me temo que no es la misma profundidad que espera un lector entregado y ávido de más detalles. Que el libro se quede en una colección de relatos para pasar cinco minutos es una auténtica pena, y ojo, yo creo que es algo muy calculado por Posteguillo, que tal vez trata de vender un producto ligero que atrape a cualquier tipo de público. Estoy seguro de que este libro se debe vender como churros como regalo socorrido en navidades y demás ocasiones.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, ¡corred a leerlas!

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El país imaginado


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Esta primera quincena de septiembre, los maratonianos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El país imaginado”, una novela del escritor argentino Eduardo Berti a propuesta de Carmen. Se trata de una novela corta ganadora del premio Premio Las Américas en la que el autor, con muchísima valentía, nos sitúa en la China de comienzos del siglo XX. Es el segundo libro del club, el primero fue “El imperio del sol”, que nos traslada al lejano oriente, concretamente a esa China de entreguerras, en su caso con el Japón, que vive entre el ocaso del imperialismo y la llegada de Mao, y cuya lectura no solo nos traslada en el espacio, sino que también nos traslada en el tiempo y, sobre todo, nos lleva a un modo de ver la vida muy diferente del que nuestros occidentales ojos están acostumbrados a observar.

La editorial Impedimenta nos hace esta introducción del libro: “Animada por el melancólico encanto de la niñez que se escapa, impulsada por la fina exquisitez de su tono narrativo, El país imaginado traza una elegante fábula acerca de la memoria y las oportunidades perdidas. Imbuida de una atmósfera mágica, de delicados elementos que prefiguran lo que ha de ser el país imaginado, esta bella historia nos traslada a una China de principios del siglo XX repleta de fantasmas, de bodas entre vivos y muertos, de supersticiones y ritos ancestrales. En medio de todo ello se encuentra la protagonista, una joven que vive atemorizada por el compromiso nupcial que para ella desean pactar sus padres y que, mientras, solo tiene ojos para la hija de un vendedor de pájaros ciego, la hermosísima Xiaomei, con quien inicia una tímida relación de amistad y dependencia. En sus citas en el parque al que los ancianos van a pasear a sus pájaros, las dos descubren la importancia de lo que se cuenta y de lo que no, de la lealtad y de la belleza, con todo su poder para huir de los abismos abiertos por los demás.”.

Me parece una descripción tan fantástica que poco más puedo hacer para mejorarla. Está claro que, cuando nos ponemos delante de esta historia, uno piensa al momento que el país imaginado es la propia visión del autor sobre un rincón del mundo tan distante y tan diferente, y en parte es así, pero cuando uno lee el libro la visión cambia, pasando a ser ese país imaginario un mundo que vive a caballo entre la realidad y la fantasía, que va y viene del mundo de los vivos y del de los muertos, que flota entre cuentos, mitos y supersticiones y que, al mezclarlo, conforma una realidad frágil y difusa en la que queda mucho espacio tanto para los sentimientos como para su silencio.

El país imaginado” es una pequeña joya que va atrapando sin estridencias, de forma progresiva y suave, superando uno tras otro todos los prejuicios que se pudieran tener antes de comenzar su lectura. Y lo digo de primera mano, porque nada bueno podía esperar de un escritor argentino que no sólo nos cuenta una historia de un mundo que en teoría le debería ser ajeno, es que además tiene el valor de hacerlo narrando en primera persona con un personaje adolescente y femenino, dando un triple salto mortal tan arriesgado como cargado de éxito. Porque es capaz de ponernos en el pellejo de los personajes, que son a la vez tan creíbles como increíbles, llenos de sentimientos tan profundos como reprimidos, que es, tal vez, la peculiaridad de ese mundo oriental del que solemos sentirnos tan distanciados.

Eduardo Berti va mucho más allá de todo esto y hace que lleguemos a ver el alma de unos personajes que a cada página nos parecen más parecidos a nosotros y mucho más humanos, y todo esto sin salirse nunca del filo que separa nuestros mundos, sin salirse jamas de un hechizo que por momentos me ha recordado a otras historias llenas de fantasía de la literatura iberoamericana, de la que no me cabe duda habrá bebido el escritor. “El país imaginado” es un libro en el que los detalles importan, en el que la belleza importa, que deja un regusto lleno de melancolía pero que al terminarlo sabe a poco porque uno quisiera prolongar su estancia en ese mundo que tal vez ya no exista, que tal vez jamás haya existido.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, y esta vez no estoy en condiciones de presuponer qué opinión tendrán del libro, así que haced como yo y corred a leerlas.

martes, 1 de septiembre de 2015

Vestido de novia


En la segunda quincena de agosto, los veraneantes miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “Vestido de novia” una novela negra (que ahora todo el mundo llama thriller) escrita por Pierre Lemaitre. He sido yo mismo el que la ha propuesto y el motivo es muy sencillo. El año pasado, en mi afán por ir avanzando un poco en la literatura francesa actual, me leí “Nos vemos allá arriba”, ganadora del prestigioso Prix Goncourt en el 2013, que me gustó mucho. Por eso me pareció buena idea repetir el autor y hacerlo en el club, porque contaba con alguna buena referencia más de Carmen a la que había gustado otra de sus novelas llamada Alex, que sin duda leeré antes de que pase mucho tiempo.

Con esto de los libros del club uno siempre duda de sí va a acertar o no, sin ir más lejos el año pasado, en mi periplo francés, elegí “La posibilidad de una isla” del tan aclamado Houellebecq y todos sabemos cómo terminó, con deseo de arrancarme los ojos durante su lectura y con un estupendo premio limón que ensucia mi buen gusto literario. Pero este año creo que no va a ser así y preveo que este libro, sin ser posiblemente lo mejor que hemos leído, va a ser uno de los firmes candidatos al premio naranja de 2015, y si no al tiempo.

La Editorial Alfaguara, que publica la novela, hace la siguiente sinapsis: “Sophie Duguet no entiende qué le sucede: pierde objetos, olvida situaciones, es detenida en un supermercado por pequeños robos que no recuerda haber cometido. Y los cadáveres comienzan a acumularse a su alrededor...
Y ya no podemos desvelar nada más de este thriller para así mantener intacto el escalofriante placer de la lectura y la adictiva búsqueda de la verdad por parte del lector.”

Efectivamente hacen bien no desvelar nada más de la trama del libro, porque según el libro avanza se vuelve cada vez más imprevista o sorprendente, al menos para mí que ni soy tan sagaz como un Arsenio Lupin ni gozo de las dotes detectivescas de un Sherlock Holmes. La pena es que sorprendente no sea sinónimo de creíble, porque si lo fuera estaríamos hablando de una obra maestra y yo creo que “Vestido de novia”, al contrario de “Nos vemos allá arriba”, no lo es. Lemaitre divide la novela en tres partes, de las cuales la primera, que yo creo que es la mejor, tiene un ritmo que te deja sin aliento y con ganas de leer en todo momento una página más. Pero esa primera parte se corta bruscamente y es engullida, como si de unas muñecas rusas se tratara, por una segunda, y ya no es lo mismo.

Porque una vez recuperados de la sorpresa inicial de esta segunda parte, nos damos cuenta de que el libro ha descendido un par de peldaños y de que a la historia se le empiezan a ver las costuras. Eso no impide que el lector quiera saber cómo va a terminar la misma, pero ya no se fía porque casi todo suena demasiado forzado y difícil de encajar, lo cual redunda en un intento de explicar y atar cada cabo suelto que afecta de forma grave al ritmo de la novela. Más tarde, en la tercera parte, la trama vuelve a recuperar parte del ritmo que se había perdido, hasta llegar a un final que resuelve todas las dudas planteadas y que, a pesar de su sordidez, está mucho más cerca de un final feliz para Sophie de lo que jamás habríamos imaginado.

A pesar de que la reseña pueda indicar otra cosa, creo que “Vestido de novia” cumple con su cometido de intrigar al lector durante todo el libro, por lo cual recomiendo su lectura. De hecho, a pesar de que no hayamos tenido hasta ahora un gran año lector, pienso que es lo más entretenido de este año, además de ser un libro impecablemente escrito, algo que aquí nunca damos por hecho jamás.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, como siempre ¡corred a leerlas!

martes, 18 de agosto de 2015

El lugar más feliz del mundo

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En la primera quincena de agosto, los desperdigados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El lugar más feliz del mundo” un libro escrito por el periodista David Jiménez, flamante nuevo director del diario El Mundo, en el que nos cuenta una serie de historias que ha presenciado durante los quince años en los que fue corresponsal de este mismo periódico en Asia. Es un buen libro, lo digo para que no quede duda tras leer mi reseña o por si algún incauto se fía de mi palabra pero no quier leer más. De hecho, si no conociese al escritor y su nuevo cargo, estaría encantado con el libro y con su autor, que es capaz de bajar a muchos infiernos para hacernos partícipes de un sufrimiento sin afán de sensacionalismo, simplemente para hacernos partícipes y conocedores de lo que esos remotos lugares está pasando, en parte como denuncia, en parte para honrar a esos personajes anónimos cuyos gestos merecen ser conocidos, en parte para remover nuestras conciencias occidentales que son como la copla de María de la O: “desgraciaita teniéndolo tó”.

La Editorial Kailas, que publica el libro, nos hace este resumen del mismo: “David Jiménez vuelve al reporterismo literario que ha convertido su libro Hijos del monzón en un éxito internacional y nos traslada con sus crónicas a un mundo de paraísos perdidos, guerras olvidadas, héroes improbables y lugares marcados por los extremos de la condición humana, sus luces y sombras. El lugar más feliz del mundo es como el dictador de Corea del Norte describe la más brutal y despótica tiranía de nuestro tiempo. También es una de las paradas del corresponsal de El Mundo en un viaje que le lleva a adentrarse en la prisión camboyana donde cumplen condena los pederastas más peligrosos, ser testigo de la llegada de la televisión al reino de Bután, acompañar a un grupo de mafiosos yakuza en su intento de abandonar el hampa o permanecer en la desierta ciudad de Fukushima tras el accidente nuclear que mantuvo al mundo en vilo. Y es a menudo en mitad de la oscuridad, en lugares tomados por la desesperanza, donde el autor encuentra a los personajes más fascinantes, las situaciones más humanas y los actos de coraje capaces de hacernos creer en un mundo mejor. Ensalzado como el “Kapuscinski español”, David Jiménez reúne en este libro el manual definitivo sobre el periodismo de reportajes, una excepcional radiografía sobre la condición humana y un recorrido vital de 15 años en busca de un destino que a menudo está más cerca de lo que pensamos: El lugar más feliz del mundo.”

El libro es tal y como lo describe la editorial, a lo que yo añadiría que no está falto de calidad literaria, porque David Jiménez es un narrador de historias bien escritas, lo cual es muy de agradecer porque cuando algo está bien escrito hace que el contenido se realce, de hecho la buena escritura es como los buenos árbitros de fútbol, que cuanto mejor es más desapercibida pasa. Sin embargo el contenido del libro no puede pasar desapercibido porque cada historia te encoge el corazón, y no porque el periodista utilice de forma tramposa trucos sórdidos, al contrario, las historias son excepcionales porque en todas y cada una de ellas vemos a los seres humanos que las protagonizan, sin que el autor nos empuje a tomar partido por causa alguna que no sea la realidad cruda de los hechos, porque es tal vez la mayor virtud del libro ese no tomar partido por nadie de antemano, no contar historias de buenos y malos, quedando claro que la bondad y la maldad existen, pero casi siempre no como algo dogmático, sino más bien como algo inevitable y consustancial al ser humano.

Quien después de leer esto crea que David Jiménez no se involucra en las historias que cuenta se equivoca, porque precisamente hay que estar muy decidido a contar una historia para dar voz a todas las partes de la misma, porque tal vez sea más fácil caer en la tentación de no hacerlo, de ir por la vía fácil pero mucho menos honesta, y eso a mí me parece muy difícil de hacer. Lo mismo que es muy difícil hacer sentir la desolación del que ha perdido todo, la desesperación del que lucha con sus propias manos desnuda una guerra que nunca podrá ganar, la esperanza del que cree que es posible un mundo mejor sólo con la suma de pequeños o grandes actos. Todo ello pasado por un prisma oriental que nos hace difícil entenderlo, tan desconocido que nos sorprendemos a cada página, tan abrumador cuando eres consciente de que esa gente, que nos parece tan alejada de nuestra realidad, abarca a dos tercios de la humanidad y de que este porcentaje año tras año va creciendo.

Sin embargo, me queda un resquemor que, para ser justos, no tiene que ver con el libro sino con su autor. David Jiménez siempre llevó a gala su pasión por el oficio del reportero, con integridad y con independencia, y es fácil encontrar entrevistas con motivo de la publicación del libro en las que habla de ello abiertamente y en las que parece rechazar un futuro inmediato al abrigo de una redacción, porque no es su sitio, por estar alejado del poder político y, de repente, director de El Mundo, con una línea editorial muy clara que no se ha movido ni un milímetro desde su llegada, que da portadas por filias y fobias y que no rehúsa a utilizar cuando lo cree necesario un titular tendencioso o sensacionalista. Y esto me hace dudar de todo lo que escrito en los primeros párrafos, lo siento.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, como siempre ¡corred a leerlas!

sábado, 1 de agosto de 2015

La fiesta de la insignificancia


En la segunda quincena de este mes, los acalorados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La fiesta de la insignificancia” a propuesta de ND, una novela corta escrita por Milan Kundera, uno de esos escritores cuya sola mención impone cierto aura de respeto y una promesa de trascendencia sobre lo vulgar y cotidiano. Desafortunadamente, esta novela, o lo que sea (porque ND en su lucha contra la novela nos lleva por un camino de mezcla estrambótica), es tan insignificante (valga la redundancia) que cuando vas a comenzar a bostezar ya la has terminado, lo cual es muy de agradecer en un libro que se tuerce porque, como hemos dicho tantas veces, la vida es demasiado corta y hay muchos buenos libros esperándonos.

Tusquets Editores, que publica la novela, nos hace esta sinopsis: “Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!”

Y uno va y lee, y piensa que se va a encontrar ante un festival del humor digno de los dioses y como mucho de unos pocos héroes, y claro, parece que un servidor, mortal ingeniero, no es lo suficientemente intelectual y sofisticado como para carcajearse con la fina ironía del señor Kundera, que la tiene, pero que a mí me deja tan frío como la esperanza de que algún día llegará el mes de Febrero. Pero lo peor no es pensar que el escritor ha decidido gastarnos una pequeña broma a sus 85 años, llevando a término lo que dice el refranero respecto a nuestros últimos días de nuestra existencia y un convento, que va, lo peor es que uno se queda con la duda de si es un zote y no entiende nada. Y esa duda lleva a una cierta angustia existencial que se ve muy acentuada cuando, buscando auxilio en otros lectores zozobrados, se leen las crónicas y reseñas publicadas el año pasado con motivo de la edición en castellano del libro.

Porque si nos quedamos con esas opiniones nos encontramos con “un minúsculo tratado encubierto de ética y descreimiento”, “una magnífica comedia que nos deslumbra con su exaltación de la vida y su ironía sobre las diferentes facetas del ser humano, que ama sin saber por qué, desea sin entender qué le mueve y espera sin albergar ninguna certeza”, “un digno entretenimiento vodevilesco-surrealista con algún que otro disparo con bala a la sociedad moderna”, “una desenfadada y espléndida composición en forma de fuga que se nutre de las más sutiles variaciones en torno al tema que da título al libro”. Y yo todo eso no lo veo, por más que me esfuerzo, por mucho que cavilo no consigo que ese puñado de páginas, de escritura tan impecable como intrascendente, puedan ser un tratado de nada, ni una exaltación de la vida y mucho menos una crítica de la sociedad moderna, sobre todo porque la sociedad de la que habla Kundera, la sociedad en la que él ha vivido, lleva bastante tiempo muerta.

Sin embargo, al margen de la sociedad en la que uno ha tenido la tenido la fortuna de nacer y vivir que, por cierto, es uno de los hechos insignificantes de los que nos habla Kundera, el libro sí que nos pone en frente de ciertos temas que son universales aunque, en mi opinión, sin entrar a fondo en ellos. Se ironiza sobre la tiranía, la injusticia, el perdón, la amistad, la existencia, la muerte, la enfermedad, la sexualidad, las moralidad, con leves pinceladas de pretendido humor pero dejando la mayor parte de la reflexión en el lado del lector, por eso digo que nunca podemos estar hablando de un tratado, más bien hablaríamos de un recuento de poca monta, del atraco de un editor o de un puedo y no quiero.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, y espero que os dejen mejor sabor de boca que la mía, ya sabéis ¡corred a leerlas!

jueves, 16 de julio de 2015

De brillante porvenir


Este mes, los descerebrados (esto lo explicaré a continuación) miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído, y es un decir, “De brillante porvenir”, una novela de John Dos Passos. Digo que somos descerebrados porque, en un momento de exaltación de nuestra voluntad lectora, decidimos que durante los meses de verano si no queríamos caldo pues dos tazas, que si somos cinco y propusimos tres libros cada uno era una pena dejar tres fuera de la programación tras el tradicional sorteo. Y así nos vemos, no conformes con irnos arrastrando por el fango lector ahora leyendo a la carrera y reseñando cada quince días. Vamos de mal en peor.

De brillante porvenir” intuyo que es una obra menor de un Dos Passos que, según dicen los que saben de esto, ya había dado lo mejor de su obra en Manhattan Transfer y la trilogía U.S.A. En mi juventud recuerdo haber leído Manhattan Transfer en una edición antiquísima que rondaba por casa, imagino que esta edición sería prima hermana que la que me ha prestado Carmen de Alianza Editorial publicada en 1973 y que era de su padre. Hemos tenido que ir recurriendo al préstamo del libro en papel porque no hemos encontrado una edición digital del mismo, y es una pena, porque cada día me es más difícil e incómodo leer en papel, y yo amo a mis libros en papel, pero de forma platónica y nada más. Queda hacia ellos el mayor de los cariños pero creo que recurriré al libro electrónico cuando quiera tener sexo.

Dicha esta barbaridad, comenzaré a reseñar el libro sin entrar en muchos detalles de la trama para no destriparlo, aunque total, podría fotocopiarlo y ponerlo aquí que no creo que nadie tuviera el valor de leerlo. Y tampoco es para tanto, porque yo creo que “De brillante porvenir” es un libro que, si tienes la mala suerte de cruzarte con él, al menos no se puede considerar una total pérdida de tiempo, a pesar de que en ciertos momentos coquetea peligrosamente con el aburrimiento. Porque he de admitir que Dos Passos no es la alegría de la huerta, tiene una prosa poco colorista, sobria, seca como un verano manchego. Probablemente sea una forma de escribir muy cuidada para no dar concesión alguna a cualquier detalle que nos aparte del argumento, para plasmar ese mundo sórdido en el que viven sus protagonistas de la forma más descarnada posible, para no dar lugar a dobles interpretaciones, para que no nos dejemos llevar mucho por los sentimientos.

De brillante porvenir” nos cuenta diferentes etapas de la vida de Jed Morris, el protagonista, un juntaletras ingenioso que, según he leído, tiene mucho de autobiográfico para Dos Passos. La novela tiene tres partes bien diferentes, en la primera Morris es periodista en un Marruecos convulso en el que vive extrañas aventuras, en la segunda es escritor teatral de poco éxito en Nueva York y en la tercera cruza todo el país para trabajar como guionista de éxito en Hollywood. Todo ello transcurre en paralelo a su pertenencia semiclandestina en un partido comunista que trata, con relativo éxito, de infiltrarse en el mundo cultural estadounidense. Esto da mucho juego para dibujar un personaje que comienza siendo pobre e idealista y termina siendo pudiente y mucho más receloso con un partido que le tiene atrapado, para el que trabaja filtrando ideas que promuevan la revolución y del que en cierto momento se plantea salir, sin mucho éxito.

Dos Passos, que parece ser que recorrió este camino ideológico, aprovecha el libro para satirizar a los oscuros personajes que forman el partido, ajusta cuentas con su doble moral, y los presenta como pérfidos y decadentes. A mí me interesa porque me vale como una pieza más del puzzle que trato de ir montando sobre la sociedad norteamericana del siglo pasado, a la que tanto había dado de lado en mi vida y que cada día me fascina más, sobre todo por esa mezcla de poder e ingenuidad propias de un adolescente que comienza a darse cuenta de que ya no es un niño. “De brillante porvenir” retrata con frialdad un episodio que fue real y que culminó en la caza de brujas que fue el Macarthismo, aunque no llega a nombrarlo, pero sí que nos pone delante de un mundo cruel de gente sin escrúpulos y agentes dobles para los que el fin justifica los medios. Y si no que se lo pregunten a Jed Morris.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas (o no reseñas) de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, corred a leerlas.

miércoles, 1 de julio de 2015

Honrarás a tu padre

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Este mes, los indisciplinados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído, o no, “Honrarás a tu padre”, un ensayo muy novelado, o una novela muy ensayada, escrita por un periodista llamado Gay Talese. El libro nos cuenta la historia de una de las cinco familias neoyorquinas de la Mafia, la familia Bonanno, desde su auge en los años de la prohibición hasta su declive a finales de los años sesenta. Este señor convivió durante unos años con algunos de los miembros de la familia, especialmente con el hijo del primer capo, Bill Bonanno, de manera que es capaz de narrar por primera vez una historia de no ficción sobre la Mafia en la que los hechos son reales y los personajes son de carne y hueso.

La editorial Alfaguara nos hace este resumen del libro: “Inmediatamente después de su publicación, en 1971, Honrarás a tu padre se convirtió en un bestseller y fue llevado a la pantalla televisiva en miniseries de la CBS; luego inspiraría Los Soprano. El primer libro de no ficción que desveló los secretos de la Mafia y puso en jaque la vida de su autor, quien viajó a Sicilia y se infiltró en la intimidad de los Bonanno durante seis años. Ningún otro libro ha contribuido tanto a desvelar los secretos,la estructura, las luchas de poder, las vidas familiares y las personalidades fascinantes y aterradoras de la mafia,organización que, como demuestra el éxito de Gomorra,despierta un gran interés entre los lectores.Se trata del primer gran éxito de Gay Talese, un libro que marcó toda su trayectoria y un hito en la aplicación de las técnicas del Nuevo Periodismo, revisado y actualizado por el autor..”

Cuando comencé a leer el libro, y llevado por la poca información que de él tenía, me imaginaba que Guy Talese era un señor que llegó de verdad a estar infiltrado en la Mafia, pero como bien dice el resumen lo que hizo fue infiltrarse en su intimidad, vamos, que le dejaron comer con ellos algunas veces y les contaron su historia de primera mano, lo cual es una infiltración consentida y colaborativa de la que nace un libro muy distinto a otros que giran sobre el mismo tema que yo haya leído, especialmente de “El Padrino”, a pesar de que cualquier referencia que se busque del libro ligue de alguna forma el uno al otro.

Porque “Honrarás a tu padre” es una historia vista desde dentro en la que hay una implicación sentimental del escritor evidente con la familia Bonanno, que no da detalles muy truculentos de las operaciones de los Mafiosos, que parecen simplemente unos hombres de negocios con unas actividades que están fuera o en los límites de la ley. Por eso quien vaya al libro buscando escenas estremecedoras y cabezas de caballo cercenadas no las va a encontrar. El libro nos habla más de la parte organizativa y digamos que política de la banda, de su día a día, de las relaciones entre bandas, de las relaciones con el poder y con la policía, pero sobre todo nos habla del día a día lleno de problemas y contradicciones de unos individuos atrapados en un mundo paralelo al de los demás al que se entra prácticamente por nacimiento y del que es prácticamente imposible salir.

“Honrarás a tu padre” tiene esa virtud, que sobre todo habla de personas por encima del colectivo, aunque al hablar de ellas va formando un puzle que tal vez ofrece una imagen más completa del conjunto que si hubiera reunido a todos y les hubiera sacado una fotografía. Tiene la gran virtud de que a pesar de empatizar claramente con los miembros de la familia es capaz de tomar cierta distancia y no hacer una historia de buenos y malos, de no juzgar ni para bien y para mal, además es capaz de dar los diferentes enfoques de cada protagonista, enfrentándolos y poniéndolos bajo la perspectiva de los demás, algo que realmente me ha gustado del libro.

“Honraras a tu padre” no es un libro ligero pero creo que es una buena lectura de verano, así que animo a quien quiera tener una visión real de lo que fue la Mafia norteamericana durante el siglo pasado a que lo lea. Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas (o no reseñas) de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, corred a leerlas.

jueves, 25 de junio de 2015

Para Paula

Hoy es un día muy especial, Paula cumple 40 años y sus compañeros del Club de Lectura hemos decidido que un acontecimiento tan importante merece escribirle un post para que sepa cuanto la queremos. Esta frase en sí misma no significa mucho, porque podría ser prácticamente nada, pero no, como creo que ella ya se imagina la queremos un montón, la queremos como dice la canción, con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento, porque a Paula hay que quererla así, a lo loco, dándolo todo, como lo hace ella, que menos.

Conocí a Paula porque es amiga de Bichejo, por entonces se hacía llamar Livia y claro, no podía pasar desapercibida para alguien que sea muy de romanos. Creo que rompimos el hielo jugando al Apalabrados, aunque debería decir que la que jugaba era ella porque admito con cierto bochorno que es una de las pocas personas a las que no he podido ganar NUNCA, y juro que yo no soy manco, pero nada. Es más, una vez cuando estaba a punto de conseguirlo va y se le ocurre hacerme una jugada de cien puntos en la última jugada, y no sería sincero si no admitiese que en ese momento la hubiera estrangulado con mis propias manos. Menos mal que no lo hice.

Después vino el club, y a pesar de todo lo que penamos leyendo el club es algo maravilloso, es tan maravilloso que preferimos penar a pasar página, y es tan maravilloso porque además de la pasión por leer nos une una fuerza invisible que nace del cariño, y aunque Carmen me tilde de cursi, que lo soy, en el club hay mucho cariño y mucho respeto por los demás, algo que forma parte de las amistades que vas haciendo cuando eres adulto, porque sin respeto no hay amistad, o como diría alguno de mis compañeros “si no hay mata no hay patata”.

 También hay en el club una parte que nos lleva a aprender de los demás, porque yo quisiera tener el buen gusto y la templanza de Jorge, la capacidad crítica de Carmen, la vitalidad y entusiasmo de Bichejo y los conocimientos de literatura de Paula, algo que tal vez me convertiría en alguna especie de súper-héroe lector. Curiosamente Paula nos ha llevado por caminos muy tortuosos, caminos que al principio corrían paralelos a la cordillera de los Andes y más allá, y ahí ha habido mucho dolor, bueno, prácticamente el mismo dolor que hemos pasado en otros continentes, y lo peor no era leer el libro y ya, no, de eso nada, lo peor era encima leer su reseña, pulcra y razonada, descubriendo mil matices que a mí se me habían pasado y que me hacían sentir como un vendedor de crecepelo a la puerta de una asociación de calvos.

Pero todo esto es anecdótico, lo importante de Paula es que una vez que formas parte de tu mundo te hace sentir que eres importante para ella, pero de verdad, porque notas que te abre su corazón y hasta su casa. Me encanta que sea así, y me encanta que sea arrebatada e impetuosa defendiendo sus opiniones, las cuales comparto CASI siempre; admiro su capacidad de lucha y que no exista trinchera suficientemente profunda que no pueda asaltar cuando cree que la causa es justa. Me parto de la risa o me acongojo cada vez que nos enfrenta al abismo del mundo cucú, un mundo chungo al que hay que derrotar poniéndole delante el espejo de su propia estupidez, y eso Paula lo hace como nadie, aunque me tenga siempre en vilo pendiente de si con tanto arrojo un día se pasa de frenada.


Paula cumple hoy 40 y está radiante, y yo, que ya he pasado por ahí, creo que es un momento estupendo de la vida, y más si como ella afrontas una maternidad que nos hace felices a los que la queremos, a los que esperamos que ya no salga de nuestra vida y que podamos ver como educa a su hijo feliz y lejos de la estupidez. Paula se merece que la quieran y post mucho mejores que éste para demostrárselo, aunque espero estar demostrándoselo con algo más que con palabras. Feliz cumpleaños Paula, de mi parte y de mi pequeña familia, te queremos.

lunes, 1 de junio de 2015

La isla de los pingüinos


Este mes, los ya casi ex-miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La isla de los pingüinos”, una novela satírica escrita nada más y nada menos que por un premio Nobel, Anatole France, a propuesta de Paula. Si se creía Anatole que eso ablandaría nuestros corazones estaba apañado, porque aquí hemos venido a odiar y nosotros odiamos con la fuerza de los mares, nosotros odiamos con el ímpetu del viento, nosotros odiamos en la distancia y en el tiempo, nosotros odiamos con nuestra alma y con nuestra carne, nosotros odiamos como el niño a su mañana, nosotros odiamos como el hombre a su recuerdo, nosotros odiamos a puro grito y en silencio, nosotros odiamos de una forma sobrehumana, nosotros odiamos en la alegría y en el llanto, nosotros odiamos en el peligro y en la calma, nosotros odiamos cuando gritas cuando callas, nosotros odiamos tanto, nosotros, nosotros odiamos tanto.

La editorial nos hace este resumen del libro: “En esta parodia de la historia de la civilización. Anatole France ha elegido como protagonista a un animal gracioso y endomingado que recuerda a la caricatura de los burgueses de finales del XIX y principios del XX: los pingüinos. La isla de los pingüinos arranca con un episodio hilarante: el bautizo por error, a cargo de san Maël, de los pingüinos del ártico. A partir de ahí, Anatole France describe en forma novelada los rasgos más notables de la historia de la humanidad, mezclando el amor y la guerra, el poder absoluto y la revolución, la religión y la especulación financiera, incluso insinuando la guerra nuclear y denunciando los rasgos más característicos del actual proceso de globalización, que a lo que se ve, no son nada nuevos. Es difícil a veces contener la risa al leer este texto heredero de Rabelais y Swift y que se anticipa a Orwell.”

Dicho todo esto, que no es más que marear la perdiz, tengo que empezar diciendo que el libro me ha gustado, a pesar de que no sea nada ameno, pero es que la aspirar aquí, en el club de tortura, a la diversión es utópico. Sin embargo tengo que abrir el debate de si está reñida la diversión con la buena lectura, si leemos para matar el tiempo o para tratar de aumentar nuestra perspectiva del mundo, porque si lo importante es lo primero no os leáis este libro, pero si al contrario pensáis que merece la pena un esfuerzo como parte del intercambio que nos propone el escritor le podéis dar una oportunidad, porque a pesar de que el libro se estira más de lo que seguramente muchos desearíamos, en su interior sigue habiendo perlas que merecen ser leídas, y tal vez son las mismas que habría en la mitad de páginas, seguro que sí, pero eso no hace que dejen de existir y que su lectura sea maravillosa.

Anatole France, que debía ser una persona tremendamente inteligente, seguramente debía saberse todo esto, porque sin duda tiene pinta de importarle poco la opinión de lechuguinos de su siglo y del nuestro, pero a este lechugino le gusta más la letra que la música de su novela, y empatiza con un señor nacido más de un siglo antes que él y que es capaz de sacarle los colores a la propia historia en sí misma, a los cuentos de hadas que nos han ido contando, a la obra y milagros de la iglesia, a la virtud de Juana de Arco, que no es otra que la virgen y santa Orberosa querida Bichejo, a los emperadores, a los burgueses y hasta a los mismos revolucionarios, sin dejar títere con cabeza, algo tan francés como ganar todas las guerras, incluso las que se han perdido.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, daos prisa, que se acaban.

viernes, 1 de mayo de 2015

Canciones de amor a quemarropa



Este mes, los inasequibles al desaliento miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “Canciones de amor a quemarropa”, una novela escrita por el debutante Nickolas Butler, a propuesta de Bichejo que es la que nos lleva por el camino, para algunos tortuoso, de la narrativa actual norteamericana. La verdad es que, después del esfuerzo (gratificante pero esfuerzo al fin y al cabo) que supuso la lectura del libro del niño paseante, una novela sin grandes pretensiones ni comeduras de coco me apetecía leerla, hecho que confirma el habérmela leído en unos pocos días.

Como anticipo tengo que admitir que a mí el libro me ha gustado, mucho más al principio que al final, porque soy de la opinión de que está malísimamente rematado en un claro caso de “cómo salgo yo ahora de este jardín”. Pero estoy seguro de que esto no es lo que habéis de leer en el resto de las reseñas del club, porque ya en el primer capítulo me di cuenta de que teníamos un caso Irving a la vista, aunque ya quisiera este señor escribir lo bien que escribe Irving. Desde ahí sabía yo que Bichejo iba a pasárselo sensacional, que Carmen valoraría lanzarlo por la ventana, y que ND lo iba a odiar con todo su corazón, que es muy grande y por tanto capaz de albergar mucho odio (me relamo de placer solo de pensar en lo que me voy a reír leyendo su reseña). Y Paula como está en modo positivo dirá que el mundo es un lugar maravilloso y punto profundo.

Libros del asteroide nos hace este resumen del libro: “Henry, Lee, Kip y Ronny crecieron juntos en el mismo pueblo de Wisconsin, Little Wing. Amigos desde niños, sus vidas comenzaron de manera similar, pero han tomado caminos distintos. Henry se quedó en el pueblo y se casó con su primera novia, mientras que el resto lo abandonó en busca de algo más: Ronny se convirtió en un famoso cowboy de rodeo, Kip en exitoso agente de bolsa y Lee en una estrella de rock de fama mundial. Cuando se vuelven a reunir en una boda, todos tratan de recuperar su vieja amistad pese a lo mucho que han cambiado. Entre la alegría del encuentro las antiguas rivalidades renacen y los viejos secretos amenazan con destrozar amistad y amor. Una novela sobre las cosas que importan: el amor y la lealtad, el poder de la música y la belleza de la naturaleza. Un relato maravilloso, emotivo y profundo que trata de un viejo tema: ¿podemos sentirnos alguna vez realmente en casa?”

La verdad es que, a pesar de que yo recomendaría leer el libro, sigo alucinando en como se pasan algunas opiniones y críticas de frenada, porque, si bien a mí llegan a interesarme las relaciones que se establecen entre los personajes, no creo que estemos ante nada trascendental que desnude con tal sensibilidad conceptos tan abstractos. Imagino que de esto hablaremos largo y tendido en el podcast, pero sin ir más lejos en la página de Amazon se pueden leer estas críticas que o bien yo soy un cacho de carne con ojos o bien yo me he leído otro libro:

«Una novela sobre una pequeña ciudad de Winsconsin y un grupo de amigos que están ligados a ella. Las partes más líricas de este emotivo libro hablan de como los personajes están casi físicamente ligados los unos a los otros. Impresionante y original.» The New York Times

«Una de esas raras novelas que pese a estar ambientadas en un lugar y tiempo muy concretos hablan de verdad de la condición humana. Un libro breve y notable. Una novela que una vez leída no se olvida.» The New Yorker

Vamos, que yo no he encontrado ni la lírica ni la verdad de la condición humana, a pesar de que no hay que ser de un pueblo de Winsconsin para entender los conflictos básicos que nos plantea la novela ligados al desarraigo, la amistad, el amor y la lealtad enfrentados al desgaste del tiempo. Pero debe ser que algo no me deja completar el puzzle y es por eso que no llego a ese nivel de emoción al que por ejemplo si llego con otra historia de amigos que tratan de reencontrarse en otro pueblo de esa América profunda tan recurrente como es la película Beautiful Girls, en la que los personajes son puestos ante tesituras muy parecidas con mucho más éxito.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, este mes, como siempre, son de lectura obligatoria, justa y necesaria.

miércoles, 1 de abril de 2015

El tiempo de los regalos



Este mes, los esforzados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos peregrinado durante el mes de marzo leyendo “El tiempo de los regalos”, de Patrick Leigh Fermor, a propuesta de ND, por segundo mes consecutivo. Un libro que los que entienden de estas cosas catalogan como uno de los clásicos de la narrativa de viajes, y sí, efectivamente, después de pasar muchas horas de este mes, pero muchas, recorriendo media Europa a través de sus páginas, puedo dar fe de que es así, es un libro de los que en este club catalogamos “de señores que caminan”.

¿Qué significa esto? Pues que a ND le va a encantar, que Paula y Bichejo van a quejarse más que un rabino en el muro de las lamentaciones y que Carmen va a aburrirse más que viendo un partido amistoso de los suplentes de la selección contra la República Checa. ¿Y yo? Pues depende, en general me gustará, pero de diez minutos en diez minutos, tras los que o bien cambiaré de lectura o bien decidiré si reposo en la almohada la oreja izquierda o la derecha. Y es que esta vez, desgraciadamente, la cosa ha sido así, una lucha titánica por seguir leyendo cada día un poco más, y no porque el libro no me haya gustado, al contrario, me ha dejado una sensación buena, justo la misma que cuando acabas entre calambres y medio deshidratado la carrera popular de tu pueblo.

Afortunadamente, el bueno de Patrick, que también le tuvo que poner empeño en escribir el libro, fue publicando sus viajes en varios libros, y, más afortunadamente todavía, ND sólo nos pidió leer el primero, por lo que sus andanzas han quedado del todo inconclusas y no sé si algún día le daré otra oportunidad, posiblemente la respuesta será sí, porque aunque el protagonista y autor pueda parecer por momentos algo soso y mojigato, no se tarda nada en tomarle cariño en sus andanzas.

RBA nos hace este resumen del libro: “A finales de 1933, a punto de cumplir diecinueve años, Paddy Leigh Fermor se cargó la mochila a la espalda y emprendió un viaje iniciático que le llevaría desde su Londres natal hasta Estambul, cruzando a pie el corazón de una Europa milenaria por la que entonces empezaba a extenderse la sombra del nazismo. El vital y despreocupado viaje significaría para el joven Leigh Fermor dar ese paso tan trascendental de la adolescencia a la edad adulta. Más de cuarenta años más tarde, con la participación activa en una guerra mundial y una vida a cuestas, el sexagenario Leigh Fermor quiso plasmar por escrito aquella experiencia única. Fruto de ese deseo son El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua, dos magníficos libros en los que plasma diferentes etapas de aquel itinerario repleto de bosques, paisajes, castillos, pueblecitos y una multitud de personas de la más diversa clase y condición. Teñidos de una leve pero inequívoca melancolía y narrados con la sabiduría que dan los años, El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua son dos excepcionales joyas literarias únicas en su género. ”

En primer lugar, este señor me infunde un profundo respeto. Hay que ser alguien muy especial para con 19 años calzarse unas botas, meterse unas pocas libras en el bolsillo e irse caminando hasta Estambul. Creo que sólo por eso ya me tiene metido en su bolsillo, pero es todavía mucho más impresionante conocer las inquietudes de su vida, que nos va contando por el camino, y muchísimo más impresionante aún ver su nivel cultural, especialmente en el arte y en la literatura, a su edad y reconociendo que no había sido nunca un estudiante especialmente brillante. Al principio piensas que hay bastante de pose y bastante de realidad inventada, hasta que, terminando el libro, descubres algunos extractos sacados literalmente de su diario y ves que no hay trampa ni cartón en lo que cuenta.

Me ha resultado muy interesante la parte del libro que se centra en todo lo que tiene que ver exclusivamente con el viaje, de manera que no es difícil visualizar el camino, pero sobre todo me llega a emocionar la descripción de la gente con la que se va encontrando porque es capaz de describirla dentro de su contexto politico-social del periodo de entreguerras que me parece fascinante. Sin embargo, me ha hecho sufrir con las constantes descripciones infinitas y las frecuentes enumeraciones que no aportaban al conjunto tanto como el autor pudiera pensar, más bien provocan el efecto contrario; son fuente de desesperación e invitan al abandono en los brazos de Morfeo. Y haber abandonado este libro hubiera sido una lástima, porque es buena literatura y está escrito con un estilo claro e impecable, todo lo impecable que podríamos esperar de un caballero inglés con mucho mundo a sus espaldas.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, seguro que me equivoco muy poco respecto a la previsión que hago en el segundo párrafo. Corred a comprobarlo.

martes, 10 de marzo de 2015

Los cojones con comer trigo

Lo han vuelto a hacer, ahora los salvajes han destrozado Dur Sharrukin, el palacio de Sargón II, rey de los asirios. Ellos no sabrían quién era ese señor, pero les da igual, a mí no y quiero que a vosotros tampoco os dé lo mismo. Sargón II se llamó así en honor de Sargón, rey de los acadios, que había vivido sobre el año 2200 a.c. Unos 1500 años antes que él, ahí es nada, y es que la antigüedad es mucho más extensa de lo que nos parece. ¿Por qué era importante Sargón? Pues porque fundo el imperio acadio, que fue el primer imperio del que tenemos constancia por esas tierras, hasta ese momento cada ciudad era un estado y los acadios terminaron con ello. Además los acadios fueron los primeros en tener la idea de que los dioses estaban para ayudar a los hombres y no lo contrario, algo que los salvajes están muy lejos de comprender a pesar de que hayan pasado otros 2500 años.

Os presento a Sargón. Admirad su barba porque es maravillosa:


Los asirios siempre se habían considerado sucesores de los acadios, una idea tan absurda como si nosotros nos considerásemos sucesores de los visigodos, pero Sargón II tomo el nombre como muestra de poder y tal vez porque ambos Sargones habían llegado al trono de manera ilegítima, total ¿qué más da? A mi lo que me importa es que fue precisamente Sargón II el que comenzó lo que hoy conocemos por la biblioteca de Asurbanipal, uno de sus futuros sucesores, un conjunto de 22000 tablillas en las que se habla de ciencias, de matemática, de astronomía, de religión, de comercio, de geografía, etc. que apareció enterrada en la ciudad de Ninive, que será la próxima en caer, y que nos ha permitido conocer el mundo mesopotámico como no hemos conocido ningún otro mundo de la antigüedad. Este era Sargón II saludando posiblemente a uno de sus generales:


Todo lo que hemos conocido de la antigüedad gracias a ellos tiene un valor incalculable, no es que haya que atribuirles un mérito directo, porque sus actos no eran para la posteridad, pero por suerte parte de su legado fue cubierto por la arena y el barro y nos ha llegado intacto hasta nuestros días. Siempre hacía la broma con mi amigo Antonio, cuando nos decidimos a hacer historia por la UNED, que los malvados ingleses, franceses y alemanes habían expoliado todo el oriente medio, y menos mal, porque era mucho más fácil ir a Londres que a Mosul. Al final los salvajes han conseguido que tipos del siglo XIX con más sentido de la aventura que escrúpulos, hayan salvado a Sargón y los suyos de una muerte definitiva. Qué pena.

Pero desgraciadamente, tengo que sumar algo más a mi pena, el uso torticero que de estos crímenes se hace. Hace unos días leí en tuiter esto que me llenó de indignación porque es hacer demagogia con el tema hasta las trancas:


Pero es que hoy me encuentro con esto que me parece infinitamente peor por ventajista y sectario de alguien que no me lo esperaba, es lo que se llama fuego amigo:


Esta claro que ya vale todo con tal de arrimar el ascua a tu sardina, de cualquiera, porque si lo que se quiere es llamar talibán a Montoro o a Wert existen formas mucho más elegantes y menos populistas de ajustarles cuentas, como por ejemplo recordándoles lo nefasto de su mandato. Porque nada tienen que ver los cojones con comer trigo.

viernes, 6 de marzo de 2015

Donde muere la civilización





Cuando los amantes de la historia pensamos en el origen de la civilización, inevitablemente volvemos nuestros ojos a esa tierra bañada por los ríos Tigris y Eúfrates que ha sido llamada Mesopotamia desde la antigüedad. Desgraciadamente, y por una especie de ironía macabra, todos, amantes de la historia o no, volvemos los ojos al mismo lugar cuando pensamos en la más absoluta barbarie, un lugar donde miles de años después esa misma civilización corre el riesgo de ser destruida. Hoy a esa tierra entre ríos la llamamos Iraq y la estamos dejando morir al otro lado del televisor, como si no fuera más que un plató de cine en el que pelean buenos y malos.

Así, sentado en mi sillón, he podido ver como unas alimañas han destruido la ciudad de Nimrud, una de las cuatro capitales asirias, y se me ha roto el corazón, la pena que siento es tan grande que me obliga a escribir estas líneas para cambiar por letras mis lágrimas. Al que crea que exagero le invito a leer este otro post que escribí hace ya casi cuatro años, cuando era inimaginable, al menos para mí, que la barbarie pudiese llegar tan lejos. Y siento más pena todavía por toda esa gente atrapada en el infierno sólo por haber nacido en un lugar tan maravilloso en un tiempo equivocado, escribiría por ellos también, pero lo que mis tripas quieren decir mis dedos se niegan a teclearlo.

He tenido la suerte de conocer esos dos ríos en mis viajes por Turquía, los turcos me pasearon por el Eúfrates y los kurdos por el Tigris para enseñarme una ciudad muy pequeñita llamada Hasankeyf que, según me dijeron tenía una antigüedad de 10000 años. Pocas veces he sido más feliz que ese día, mirando esas aguas de un azul turquesa y su puente roto que tantos habían contemplado antes de mí allí mismo. Gente de diferente color de piel, gente que en multitud de idiomas habrían adorado allí mismo a dioses olvidados y a dioses modernos, gente como tú y como yo, cuyos descendientes se sentían orgullosos de mostrarme su herencia milenaria, a pesar de la decadencia visible. Habría que ser muy cretino para en ese momento no sentir otra cosa que un profundo respeto.

Por eso, yo, que soy consciente de lo circunstancial del lugar de mi nacimiento, soy capaz de hacer parte de mí lo suyo, soy capaz de comprender que cuando decimos que un lugar es patrimonio de la humanidad es porque realmente es parte de nuestra herencia colectiva como seres humanos, y siento que me agreden cuando destrozan un Lamassu unos desgraciados que ni siquiera saben qué significa aquello que están destruyendo, tanto como si volasen por los aires el acueducto de Segovia o la catedral de Santiago de Compostela. Porque en esto no debe existir ni la distancia ni la indiferencia, pensar que el problema es de otros, escurrir el bulto y mirar a otro lado nos hace a todos más miserables y a este mundo peor.

Quiero que el mundo al que pertenezco combata esta lacra hasta las últimas consecuencias, porque si hace tres mil años los asirios no hubieran imaginado que existiría una declaración universal de los derechos humanos yo ahora no puedo aceptar que en el mismo lugar del mundo que fue su imperio esa declaración en el 2015 sea papel mojado. No puedo aceptar que nadie mueva un dedo con verdadera determinación para que se cumpla porque, nos guste o no, estamos perdiendo esta guerra y algún día, avergonzados, diremos que se puedo hacer más, que se reaccionó tarde, que había demasiados intereses enfrentados que nos ataban de pies y manos. No puedo aceptarlo, me niego, son fanáticos, no tienen cabida en el mundo y sin complejos hay que exterminarlos.


Y mientras, con el corazón en un puño buscando un falso consuelo, me repito que las esculturas que tanto admiré sólo eran piedra, sólo eran piedra, como sus corazones. Malditos sean.

domingo, 1 de marzo de 2015

Por amor a la física

Este mes, los libertinos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos malgastado el segundo mes del año leyendo “Por amor a la física”, de “Un señor que no voy a mencionar”, a propuesta de ND. He de decir que, cuando se decidió el reparto de libros, éste era uno de los que más me apetecía leer, porque, a pesar de lo mucho que tuve que sufrirla como estudiante de ingeniería, a mí la física me encanta y alguna vez todavía abro alguno de mis libros, ya un poco amarillentos, y me recreo leyendo algún capitulo con la despreocupación del que ya no se juega los cuartos.

Pero no podían ser las cosas tan sencillas en el club, ni siquiera con un libro que habla de algo tan inofensivo, a priori, como la física, por supuesto que no, así que, por arte de birlibirloque nos hemos visto envueltos de cierto mal rollo a causa de una denuncia por comportamiento sexual inapropiado contra el autor. Ahí es nada, ya os podéis imaginar los ríos de tinta que han corrido por nuestro grupo de WA para decidir si a “Un señor que no voy a mencionar” le hacíamos una reseña o no. Al final hemos decidido dar libertad a cada uno de los miembros para que publicase o no, somos muy de respetar las libertades de los demás, seguro que mucho más que el autor, y por mucho que sea inocente hasta que no se demuestre lo contrario.

Yo voy a hacer uso de esa libertad para pasar de puntillas por el libro, que si os digo la verdad a mí no me ha entusiasmado, y es que de un libro de divulgación lo mínimo que se puede pedir es que te enganche al tema que cuenta, y éste es un quiero y no puedo, de tal manera que si la física ya te gustaba te quedarás como estabas, y si no te gustaba harás que no quieras tocarla ni con un palo, porque todo el entusiasmo que “Un señor que no voy a nombrar” intenta transmitir es vacuo y bastante decepcionante.

La editorial Debate nos vende la burra con estas buenas palabras: “Durante más de treinta años como profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), “Un señor que no voy a nombrar” perfeccionó su peculiar arte de enseñar y de hacer de la física algo accesible y divertido. En sus cursos, siempre prácticos, ha llegado a colocar su cabeza delante de un martillo demoledor o a aplicarse una sobrecarga de trescientos mil voltios para explicar conceptos básicos a sus estudiantes. En Por amor a la física, “Un señor que no voy a nombrar” responde a preguntas curiosas: ¿Es posible que seamos más bajos estando de pie que estando tumbados? ¿Por qué los colores del arcoíris siempre están ordenados del mismo modo? ¿Sería posible tocar alguno con la mano? “Un señor que no voy a nombrar” acompaña a los lectores en un viaje maravilloso abriendo nuestros ojos ante la increíble belleza y el poder con el que la física puede revelarnos los mecanismos ocultos del mundo que nos rodea. «Para mí», escribe “Un señor que no voy a nombrar”, «la física es una forma de ver lo espectacular y lo mundano, lo inmenso y lo diminuto, como un bonito y emocionante conjunto de interrelaciones», «sumerjo a las personas en su propio mundo, el mundo en el que viven y con el que están familiarizadas pero que todavía no abordan como físicos.» “

Preciosas palabras las de “Un señor que no voy a nombrar”, pero que lo hubieran sido más aún si no hubiese dedicado los años de su senectud a, presuntamente, acosar a sus alumnas del curso online pidiéndoles fotos con poca o ninguna ropa. Y es que, como las cabezas a veces se trastornan, “Un señor que no voy a nombrar”, astrofísico experimental, tal vez ha decidido cambiar su amor a la física por el amor a las físicas, algo muy lícito si no es delinquiendo, y tal vez también piense que se ha confundido de campo de estudio y esté ahora más interesado en otros tipos de sistemas binarios y agujeros negros. Todo el asco que me provocan ese tipo de comportamientos creo que me los voy a reservar para el podcast, que promete ser jugoso.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, y esta vez prometo que no tengo ni idea de si vamos a salir por soleares, requiebros, tarantos o bulerías.