martes, 21 de septiembre de 2010

El miedo atroz


Nos levantamos cada día pensando que controlamos nuestra vida, pensamos en que haremos esa tarde, mañana, el fin de semana, incluso planificamos con meses de antelación las vacaciones seguros de que navegamos por aguas tranquilas en esa balsa que llamamos rutina. Pero de repente un día, y sin avisar, sucede algo, sales cabreado del Calderón por ver perder al Atleti y recibes una llamada que te deja paralizado, que en un minuto hace que cambien todas las perspectivas futuras, que transporta en las ondas electromagnéticas el miedo atroz.

El miedo atroz es aquel que te atenaza, que no te deja pensar en nada más que en su causa, destruyendo como un tsunami el resto de tus preocupaciones y pensamientos, cambiando instantáneamente tu escala de valores, relegando a miserables inconvenientes los más atroces problemas cotidianos. Tiene la capacidad de realimentarse por la tensión que provoca la espera, creciendo como esa pelota de nieve que rueda por la ladera. Pero no es solo un estado mental, además se manifiesta físicamente, la cabeza se hace pesada como si hubiera transmutado en plomo bajo el peso de la preocupación, el estómago se encoje y se ve atravesado por una continua punzada que recorre los intestinos hasta soltarte el esfínter.

Intentas no pensar en él, en tratar de seguir con tu vida ignorándolo, esperando que tus temores se confirmen o que milagrosamente desaparezcan, pero es imposible. Te despiertas por la noche sobresaltado y en milisegundos se proyecta en la cabeza, comes sin ganas, ingiriendo cada bocado por el deber de alimentarte, si es que puedes, vas al trabajo y por instantes crees que lo has alejado escondido detrás de alguna actividad mecánica y rutinaria, pero en cuanto relajas la mente vuelve y te sume en la congoja, bañando de sudor frío y malos augurios la espalda.

Comienzas a imaginar de todo, planteas diferentes situaciones y escenarios, y todos son horribles, tratas de sobreponerte y desafiar a la realidad pero al mínimo descuido tus esperanzas desaparecen como si fueran castillos en el aire, tratas de agarrarte a la racionalidad pero encuentras el vacío, te ahogas en la angustia hasta bloquearte y ser un títere al que han cortado los hilos. Maldices tu suerte y te planteas si rezar sería una solución, incluso venderías tu alma al diablo por, en ese mismo momento, volver a la mierda de vida que habías maldecido justo hasta recibir la llamada.

Pero el miedo atroz tiene un límite y termina por convertirse en dolor o en alivio, toco madera, pero mi miedo atroz se ha convertido en lo segundo, bueno alivio mezclado con algo de preocupación, pero a fin de cuentas alivio, un alivio de lágrima fácil y flojera de piernas.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La niña ñoña y el payaso


Desde su ventana no puede ver el mar porque está pixelada y cuando se asoma a ella no llega a ver más que el reflejo de su cara en la pantalla, pero su imaginación va y viene, como las olas. Es la niña ñoña, la que rellena cuadernos de una raya con pastas de cartón. Vive en un mundo que ella misma ha creado y que transforma a base de golpes de sus dedos contra un teclado, allí ella es la reina y todo el mundo la sigue embrujado por el sonido cascabelero que hacen las pupilas cuando recorren como hipnotizadas cada uno de sus párrafos.


Él es el payaso de las tortas, de gran nariz roja y enormes zapatos, nada del otro mundo, sin embargo tiene un don, sabe hacer reír y también sabe hacer llorar, con él a veces lloras de la risa y a veces ríes de la pena, pero si das con el día bueno no puedes evitar quedarte en su circo para ver como termina la función. Un día el payaso pasó delante de la casa de la niña ñoña y encontró uno de los cuadernos, aquel que parecía un diario y estaba adornado por la pelota amarilla de la risa burlona. Ella lo había dejado abierto por una hoja, que luego arrancaría, esperando que pasara él, o alguien como él, o alguien distinto que él, como si fuera una enorme telaraña de hilos de plata en la que por mucho que forcejees te quedas enganchado.


Comenzó el diario por el final y leyó su historia al revés de que como ella la había vivido y le gustó porque al leer entre líneas pudo reconocerse en historias que hablaban de él sin haberlo mencionado. Por eso dejó una nota manuscrita, doblada entre las hojas, una llamada silenciosa que de ser atendida la situaría en la casilla de salida del camino que lleva a Carthago, allí, enterrado en las ruinas de algo que ya no existía, él había colocado otro cuaderno en el que también trataba de contar su historia, no porque tuviera algo que decir, simplemente para usarlo de válvula de escape y tratar de no volverse loco.


Lo leyó y se comprendieron como se pueden comprender los que han llorado por lo mismo y los que muchas veces se han hecho daño, los que viven encerrados en una concha que no saben como atravesar para mostrarse al mundo tal y como verdaderamente son. Se fueron dejando notas, e incluso se juntaron en un dibujo la pelota y el romano, hasta que la niña ñoña se hizo amiga del payaso. Una amistad de un mundo irreal sin rostros que juntar con nombres, de palabras que viajan en líneas paralelas sin esperanza de jamás juntarse, de ideas grabadas en unos y ceros que surcan por haces ópticos el ciberespacio, un mundo de mentira que sin embargo se nutre de los sentimientos y desde el que quiero desearte feliz cumpleaños.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Un año en Cartago

Hoy es un día especial, al menos para mí, hoy hace un año que me mudé a Cartago, bueno, la verdad es que fue un mes antes pero como perdí la llave al volver de las vacaciones me metí, de una patada en la puerta, en esta casa que estaba vacía

Nunca pensé en que esta aventura fuese a durar tanto tiempo porque soy un inconstante que enseguida se aburre de todo, nunca pensé que fuera a publicar 150 posts porque no creía que tuviera tantas cosas que contar, de muchos me he arrepentido después de publicarlos pero el caso es que buenos o malos ahí están. Pero lo que nunca me esperé es que gente a la que no conozco absolutamente de nada comenzara a seguirme y leerme (bueno tampoco lo esperaba de los conocidos y estos no me han defraudado). No son muchos pero cada uno de ellos es un pequeño tesoro. Mil gracias por venir a verme y comentar mis pedaladas.

Iba a hacer una recopilación de mis post favoritos pero he desistido, me parece muy forzado, si a alguien le apetece que bucee un poco entre las entradas antiguas, en los primeros meses muchas eran hasta divertidas, si no me creéis leeros mis aventuras por Turquía ;) A cambio os dejo este vídeo cumpleañero que me encanta, disfrutadlo.



lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Comer es adictivo?


Hoy he leído que unos concienzudos científicos han publicado un artículo en el que pregonan a bombo y platillo haber descubierto el mecanismo que, a algunos, nos hace comer compulsivamente. Es más, por lo visto ciertas comidas, especialmente la comida basura, estimulan el cerebro de la misma manera que lo hacen las drogas. Verdaderamente interesante, me siento aliviado, relajado, eximido de toda responsabilidad ante mi comportamiento, la culpa es de las hamburguesas, que las visten como putas, ay, perdón, en que estaría yo pensando. El caso es que gracias a esta esclarecedora revelación nunca jamás volveré a entonar un yo confieso o un mea culpa.

Hola, me llamo Juanjo_ML y yo me acuso. Me acuso de haber comido todos los días de mi vida, desde que nací, mi madre me enganchó nada más nacer con aquel líquido blanco que más tarde me daba en polvo. Fue horrible, y luego fue a peor, después de la lactancia me engañó con papillas, de cereales, de frutas, con potitos, con purés, pero solo era el principio. En cuanto tuve dientes me obligó a masticar y a tragar, sin respetar lo tierno de mi edad. Me daba legumbres y verduras, carnes y pescados, no lo pude resistir, no respetaba nada, desayuno, comida, merienda y cena, cualquier ocasión era buena para proporcionarme alimentos, estoy tan enganchado que temo que si ceso repentinamente de comer pueda terminar falleciendo.

Esa sería una opción, tan estúpida como cualquier otra, porque cualquiera puede hacer un estudio justificando cualquier cosa, hasta que los cerdos vuelan. Pero me parece tan trivial, tenemos tantas ganas de buscar una respuesta a todo por estúpido que sea, ¡claro que el cerebro genera un estímulo acojonante delante de un solomillo de tres dedos de grosor!, faltaría más, y (en mi caso) delante de un buen par de tetas, pero eso no me convierte en nada y no significa nada, pero nada de nada. Posiblemente nada tengan que ver otros factores, el ritmo de vida, los problemas, las prisas, todo eso posiblemente no tenga nada que ver, ni la ansiedad, ni el metabolismo, ni la baja autoestima. Posiblemente, pero yo no soy científico y no me entero de nada, yo solo soy un gordo cabreado.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Marco Ulpio Trajano


Marco Ulpio Trajano fue el primer emperador nacido fuera de Roma, en Itálica, una ciudad de la Bética muy cerquita de la actual Sevilla, hace de eso casi ya dos mil años. A pesar de que mi educación no fue franquista mis profesores de historia, henchidos de orgullo patrio, se empeñaban en calificarlo como uno de los emperadores españoles de Roma, vamos que yo casi me lo imaginaba como un señorito andaluz, pero no, Trajano era un señor romano, de provincias, pero romano, y a mucha honra, porque el bueno de Trajano siempre quiso pasar por un provinciano hombre de acción. No hay más que ver la pinta de lerdo que tiene en sus esculturas, con el pelo cortado a tazón y flequillo, para comprobarlo, por su aspecto para mí Trajano es el Paco Martínez Soria de los romanos.

Su padre, Don Marco, era senador y uno de los generales de otro emperador que me cae especialmente bien, Vespasiano. Trajano, que debía ser un buen hijo, siguió a su padre cuando a éste le hicieron gobernador de Siria, y no contento con ello, en lugar de endrogarse y darse a la mala vida con 24 añitos estaba al mando de una legión, lo cual no era moco de pavo. Como el chico bien que era subió por todos los peldaños del “cursus honorum” siendo tribuno militar, cuestor, pretor y gobernador de Germania, un marrón que le endosó Domiciano (un cabronazo con pintas en el lomo hijo de Vespasiano) que no hacía carrera de los bárbaros, allí tras darles hasta en el carné de identidad se gano el título de Germánico. Al poco tiempo a Domiciano se lo escabecharon y el senado nombró sucesor a Nerva, un vejete antipático que en teoría no duraría un asalto (más o menos lo que pensaron los cardenales con Ratzinger Z), lo cual no le hizo mucha gracia a los pretorianos que esperaban alguien más viril al mando del imperio. Para no perder ninguna parte de su cuerpo antes de tiempo, Nerva adoptó a Trajano, que era el general de moda del momento, y la verdad es que acertó de lleno.

Sin embargo, aunque no fue desmembrado, Nerva no duro ni dos años y murió de forma repentina, así que Trajano, con gran éxito de crítica y público, accedió al trono con el nombre de César Marco Ulpio Nerva Trajano Augusto. Tan seguro estaba de su posición que no corrió a Roma a ocupar el puesto sino que se quedo en Germania asegurando las fronteras del imperio entre el Rin y el Danubio. Cuando consideró que el trabajo estaba hecho se presentó triunfalmente en Roma, habían pasado dos años. Allí todo fue paz y buen rollo, tanto que el senado el dio el título de Optimus, algo así como el más mejor, una forma de decirle “eres la leche, macho”. Pero Trajano era un hombre de acción y eso de estar rodeado de lameculos no era lo suyo, así que ávido de gloria militar, y seguramente de metales preciosos, inició una campaña militar contra los dacios.

La Dacia era una región al otro lado del Danubio coincidente más o menos con la actual Rumanía, sí ese país del este de Europa al que un pequeño Napoleón descendiente de húngaros deporta vergonzosamente aviones repletos de gitanos. Allí, después de duras e inciertas campañas, derrotó al rey Decébalo. Los dacios eran un pueblo rico y desarrollado, conocedores de la metalurgia y excelentes artesanos, así que no fue para nada un paseo militar de los romanos. Al final, tras muchas penurias, conquistaron su capital, Sarmizegetusa y Decébalo se suicidó antes de ser apresado. Trajano se ganó otro título, el de Dacicus Maximus (ya solo le debía faltar el de Pijus Magnificus) y la Dacia pasó a ser una provincia romana más, no por mucho tiempo pero aún los rumanos se sienten orgullosos descendientes de los romanos y hablan una lengua romance. Como conmemoración de la guerra Dácica, Trajano hizo levantar la espectacular Columna Trajana que todavía puede contemplarse en los restos de lo que fue el Foro Trajano, diseñado por su arquitecto particular Apolodoro de Damasco. Increíblemente Apolodoro no construyó el foro ni en javascript ni en html, sino que lo hizo a base de piedra y mármol.

De propina, y esta vez sin mucho esfuerzo, anexó al imperio el reino de los nabateos creando la provincia de Arabia Pétrea, tras lo cual volvió a Roma para disfrutar de uso años de paz y buenos alimentos. Fue entonces cuando sacó a relucir sus buenas dotes como político y gobernante, creo la institución de los alimenta, una especie de Caritas del siglo II que proporcionaba alimentos y educación a los niños necesitados del imperio, además impulsó el colonato, una serie de ayudas estatales a los pequeños campesinos para que se pudieran implantar en los terrenos que se les asignaba y que luego iban pagando con una proporción de las cosechas, redujo la burocracia, persiguió a los funcionarios corruptos, llegando hasta el punto de condonar deudas antiguas y rebajar la presión fiscal sobre las provincias. Todas estas acciones no eran completamente altruistas, porque garantizaban fuentes de ingresos futuras al estado, además de las ganadas en los campos de batalla, pero la verdad es que funcionaron y el estado romano además de poderoso desde un punto de vista militar era próspero desde el punto de vista económico.

Pero Trajano era un militar y no podía acabar sus días sin embarcarse en otra gran campaña militar, de esta forma declaró la guerra a los Partos. Efectivamente, no se trataba una forma desesperada de control de la natalidad, al contrario, los ejércitos necesitaban nutrirse por los futuros y nonatos soldados, sino de una guerra contra el único enemigo que los romanos nunca llegaron a doblegar del todo y que habitaban en las otrora florecientes tierras de Mesopotamia. La guerra comenzó por un quíteme usted un rey títere en Armenia que yo pongo el mío y tras una serie de exitosas batallas los romanos llegaron hasta el golfo pérsico y al mismísimo río Tigris que durante un breve periodo de tiempo fue la frontera oriental más lejana que tuvo un imperio que vivió de esa manera su máxima expansión. Trajano sumó un nuevo título, el de Pártico. Pero la situación duro poco, lo mismo que Trajano, tras llegar a la ciudad de Susa, a las puertas de Persia, Trajano decidió dar media vuelta, como si en un mal sueño se le hubieran aparecido premonitoriamente Xuxa y Topo Gigio cantándole La Danza del Coco. Múltiples rebeliones de los judíos le obligaron a regresar a la provincia de Judea, pero le debió dar un chungo por el camino y murió en Siria, tenía 63 años. Como no tuvo hijos, Trajano adoptó antes de morir a Adriano, otro emperador estupendo pero mucho menos guerrero y mucho más fino y cultivado, que, aunque devolvió rápida e inteligentemente la Mesopotamia a los Partos, fue digno heredero de su legado.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Pour Some Sugar On Me

Hubo una época en la que no era ingeniero, no tenía el bachillerato acabado, no había pisado una universidad y no sabía lo que quería ser. Hubo una época en la que no tenía ni hipoteca ni una cuenta en el banco, ni un buzón con mi nombre al solo llegan recibos. Hubo una época en la que era virgen, en la que no me había nunca enamorado ni me habían roto el corazón. Hubo una época en la que solo importaban los amigos, en la que jugábamos por el día en los billares y por la noche bebíamos litros de cerveza en un banco del parque. Hubo una época en la que no iba nunca a clase pero sacaba las mejores notas, en la que tenía el pelo largo, vestía pantalones elásticos y una chupa de imitación al cuero. Hubo una época en la que fui adolescente, en la que era feliz y me encantaba esta canción.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Qué puede haber peor?


Esta semana me han enviado a un curso de una cosa que se llama seguridad funcional. En teoría es una algo útil que evita accidentes y salva vidas, digo en teoría porque me nos han puesto un video sobre la investigación de la explosión de una refinería de BP en Texas hace cinco años que no tiene desperdicio. Para reducir costes se pasaron todas las normas de seguridad por el forro de sus caprichos y, además de palmar una pasta, murieron quince personas, es enternecedor ver como en las conclusiones directivos de BP, con lágrimas en los ojos, decían que habían aprendido la lección y que no sucedería otra vez. Imagino que todos sabéis que una plataforma de BP reventó en el Golfo de México hace unos meses, está claro que o son muy buenos actores o les tienen especial manía a los norteamericanos, yo apostaría por lo primero. Ahora que me veo inmerso en el mundo de las plataformas marinas que juegan con cosas que explotan, la verdad es que más que gracia me da bastante miedo.

De todas formas el curso, en sí mismo, es insufrible, lo imparte un señor holandés que podría desafiar a un concurso de ver quien parpadea primero a una momia, su inglés es muy correcto pero solo tiene un tono, un gesto y dudo si tendrá algún tipo de sentimiento, aguantarle ocho horas diarias mientras lee sus transparencias es un ejercicio de heroísmo, y juro por lo más sagrado que si tuviera un miserable clip encontraría la forma de clavármelo en el corazón, pero me mandan al curso desarmado, qué cobardes. ¿Cómo sobrevivo a semejante tormento?, pues muy fácil, pensando en cosas que desde luego tienen que ser peores y las hay, ¡vaya si las hay!, os pongo algunos ejemplos:

- Ser violado en una prisión turca, el día que se terminó la vaselina.
- Beber ácido sulfúrico, escuchando unas rancheras.
- Ser abandonado en una isla desierta, con Leire Pajín.
- Que te extirpen un testículo, sin anestesia.
- Ser crucificado en el desierto, delante de una foto de Belén Esteban.
- Salir de ligue con Paquirrín, y que él se ligue a la tía buena.
- Despertarse en un ataúd bajo tierra, por un discurso de Hugo Chávez.
- Comer mierda con una pala, a boca llena.
- Conducir por la carretera de Andalucía, un camión cargado de nitroglicerina.
- Frotarse la barba con Rajoy, y que te busque la lengua.

Se me ocurren muchas más pero tengo que ir a preparar el examen del curso porque seguro que para rematar la faena encima cateo. Si no vuelvo a postear jamás es que me he atravesado la sien con mi boligrafo bic, con la capucha puesta.

domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Quieres otra vuelta? Compra una ficha


Todo tiene un principio y un fin, bueno, todo, lo que se dice todo, no, la estupidez humana nunca tendrá fin, el culebrón mexicano que entretiene las sobremesas de mi madre y mi abuela, dosificado por los gurús de la tele, nunca tendrá fin porque se reencarnará en un nuevo culebrón mexicano infinito que contará las desventuras de cualquier pibón desamparado por los siglos de los siglos, o más. Sin embargo el verano sí que tiene fin, y no solo en lo climatológico, por fin se terminaron todos los días de vacaciones y solo unos pocos rezagados se irán reincorporando a la rutina colectiva, bienaventurados ellos.

No voy a escribir sobre la melancolía, ni sobre la depresión post vacacional, porque la verdad es que no siento ni una cosa ni la otra, más bien siento cierto alivio y lo digo con la cabeza bien alta. Lloraré lágrimas de sangre cada vez que el despertador suene a las seis de la mañana, me cagaré en san pito pato cada vez que me atasque en los túneles del pardo antes de que salga el sol, saborearé el sabor a insecticida del primer café de máquina de la mañana y desearé no tener papilas gustativas, sufriré con las ocurrencias de mis compañeros (no los más cercanos, en eso soy un privilegiado), jefes y clientes, comeré verduras en mis tarteras, un horror por muy monas que sean, trabajaré de sol a sol, volveré a atascarme y volveré a soñar con el fin de semana como sueña con la libertad un preso. Todo eso pasará, pero ahora mismo me resulta indiferente, no lo temo, no me da miedo.

Puede sonar horrible, pero siento cierto alivio al rencontrarme con la realidad, porque llevo un par de meses perdido y un poco desorientado, más bien descentrado, con la cabeza locuela viviendo su propia vida allá por las nubes. Necesito un poco de rutina y normalidad, volver a hacer todas esas cosas cotidianas que me sirven como refugio, necesito días más cortos y noches empleadas en algo más que dormir, quiero cenar de noche y que aun me quede algo de tiempo para mí, para leer un libro mientras escucho música, para escribir despacio sin pensar que se me escapa el tiempo, para acostarme pronto si me apetece sin tener que cerrar las persianas a cal y canto. Quiero arroparme, quiero llevar manga larga, quiero salir a la calle sin temer al sol, sin estornudar en cuanto siento su contacto, quiero ir a buscar a Dani los viernes y que me cuente a qué ha jugado, quiero que llueva en la verbena y dar el verano por terminado. Porque me hace ilusión la vuelta al cole, aunque desde hace años tengo la sensación de estar repitiendo curso, sin cambiar ni de asignaturas ni de temarios.

Me gusta el otoño, mucho, más que la imprevisible primavera, más que el despiadado invierno, más que el absurdo verano. El otoño me hace tener la sensación de que todo vuelve a su sitio, de poder hacer borrón y cuenta nueva, de que la vida es más tranquila y con menos sobresaltos, me hace sentir como cuando era pequeño y mi padre me sacaba una ficha para el tiovivo que había que dar a un señor siempre más serio que un ajo. He perdido parte de la inocencia y de la ilusión, pero todavía me apetece sonreír mientras me agarro fuerte a mi caballo que gira, sube y baja a la vez que saludo a los que miran desde fuera con la mano. No voy a contar las vueltas, no voy a llorar cuando suene la bocina y la música se pare, solo voy a relajarme y a disfrutarlo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Cómo estropear unas vacaciones

Ponga en un bol:

- 200 gramos de improvisación.
- 150 gramos de dejadez.
- Una pizca de estupidez.
- Unas gotas de confianza.

Remueva bien, deje reposar la mezcla dos meses.

Miércoles por la tarde, suena mi teléfono, es mi padre, ¿mí padre?, si ya he hablado con él esta mañana, me da mal rollo, mi padre no regala un segundo innecesario de móvil a la compañía. Descuelgo, me llama membrillo, seguramente tiene razón, algo habré hecho.

Mi padre es todo lo que la genética me negó, guapo, simpático, con don de gentes y sobre todo listo, más que el hambre. Ese sexto sentido hace que desconfíe de sus hijos, siempre, nunca lo dirá, pero yo sé que en la sombra repasa todas nuestras acciones hasta asegurarse de que no hemos metido la pata, y menos mal. Antes de irnos de vacaciones tan felices a su casa del pueblo me preguntó, como el que no quiere la cosa, si teníamos todo preparado para el cole del niño, sí, respondí con aplomo, bueno menos la solicitud del comedor que es a principios de septiembre. Yo mismo decidí que el día seis iríamos a hacer la solicitud, porque es un día que a mi entender se puede incluir entre los de primeros de septiembre, pero no, cada vez que doy algo por supuesto termina siendo una tremenda cagada.

Para mi padre principios de un mes es el día uno, el día dos puede ser que sea demasiado tarde, así que el día uno por la tarde se presentó en el colegio para informarse, anónimamente, sin decirnos ni pío y sí, una vez más nos dejó en evidencia, el día tres se acababa el plazo de solicitudes y yo tan ricamente haciendo el primo a 400 km. Como existen pocas plazas de comedor, cosa que no entiendo, ponen requisitos de admisión, cosa que sí entiendo, así que piden la vida laboral de los padres, en nuestro caso solo la mía. Total, que vuelta a toda prisa a Alcorcón para sacar la dichosa vida laboral y entregar la documentación a tiempo, además humillado y con el rabo entre las piernas.

Y total para nada, porque como no trabajamos los dos ya me han dicho que no tendremos plaza, salvo que nos den la beca de comedor, algo que sabremos a finales de mes cuando ya llevemos quince días de curso. Pequeños desajustes administrativos. Pero claro, si mi mujer quiere buscar trabajo necesitamos al niño en el comedor, pero no tenemos comedor por no tener trabajo, es la pescadilla que se muerde la cola, podríamos intentar cambiarle de centro pero a lo mejor tenemos comedor cuando ya sea tarde. He peregrinado por los colegios de la zona pero ninguno se moja a decirme que le sobrará una plaza de comedor, con lo cual para qué le voy a cambiar de colegio cuando sé que en el que tiene plaza es un buen colegio y además bilingüe… un jaleo. Así que estoy a la espera de que otro colegio de la zona (el único que me ofrece algo de confianza) me diga si me puede dar plaza de comedor para ir a hablar con un ente llamado “la comisión”, encargado de gestionar posibles traslados extraordinarios de expedientes. Lo de la comisión me repele y me acojona, me imagino a unos señores/as con los ojos inyectados en sangre retorciéndome en un potro de tortura, desnudo y con una bola en la boca para que mis alaridos no alerten a las siguientes víctimas. Bueno, como en las solicitudes veo el anagrama de la comunidad a la que me imagino es a Esperanza torturándome, porque Esperanza me da mucho miedo, pero eso quizá sea un delirio paranoide que tal vez no venga a cuento.

La realidad es que he fastidiado dos de mis seis días de vacaciones para no resolver nada, de seis días cuatro me los pasaré al volante, estoy más cabreado que si tuviera que trabajar. Por lo menos la vuelta será más agradable, estoy haciendo tiempo para que mi padre se escape de su trabajo donde no trabaja más que 33 días al año para no hacer nada, cosas de las prejubilaciones que nosotros no conoceremos. Sólo serán cuatro horas para recordarme que soy un inconsciente y un dejado, mi plan es que cuando conduzca él probaré a hacerme el muerto.

Una de ciclismo


Desde que tengo uso de razón me ha gustado el ciclismo, me parece un deporte alucinante, lástima que siempre haya algún tramposo que lo ensucie, pero es ley de vida, en todos lados, en cualquier faceta de la vida siempre existe un tramposo, una verdadera lástima. Mis recuerdos ciclistas se remontan a tiempos para mí muy lejanos, a una infancia en la que en los kioscos se vendían pegatinas con los rostros de los ciclistas que, como auténticos tesoros, acababan adornando nuestras chapas. En mi barrio las chapas daban más juego que ahora una Playstation, y cada niño teníamos nuestro equipo ciclista, el mío era el Orbea con sus jovencísimas estrellas Peio Ruíz Cabestany y Pedro Delgado; a golpes del dedo índice las chapas se propulsaban a lo ancho y largo de un descampado que, por supuesto, ahora está urbanizado.

Esta introducción sirve para recordarme cuanto nos gustaba entonces el ciclismo, cuando los ciclistas eran héroes con gorras y no extraños seres de otras galaxias con cascos aerodinámicos y gafas de sol venusianas. Entonces íbamos a ver las etapas, lo seguíamos por la televisión pero sobre todo por la radio, y nos hacía muchísima ilusión si un español ganaba una etapa del Tour por ser algo extraordinario. Eran otros tiempos, para mí solo un recuerdo medio enterrado, hasta esta semana, ¿por qué?, pues porque esta semana una etapa de la Vuelta a terminado en el pueblo de mi padre, que antes fue el de mis abuelos, y mucho antes el de mis desconocidos antepasados. Y el tiempo ha retrocedido de repente, por unas horas he vuelto a tener los mismos sentimientos que tuve con diez años.

El pueblo del que hablo se llama Valdepeñas de Jaén, típico pueblo andaluz de calles estrechas y casas blancas situado en plena Sierra Sur jienense ( http://www.sierrasurjaen.com/ ). Desde hace unos años esporádicamente termina una etapa en La Pandera, coloso rocoso de casi dos mil metros que tiene unas rampas de mil demonios. La Pandera pertenece a Los Villares y Valdepeñas, pero cada vez que la vuelta ciclista terminaba allí solo se mencionaba a Los Villares para desesperación de los valdepeñeros que se trataban de vengar escribiendo por la carretera “La Pandera es valdepeñera”, cosas de los vecinos. Este año como reivindicación absoluta del pueblo se las han ingeniado para que la etapa no termine en La Pandera, sino en el mismísimo pueblo y vaya si lo han conseguido. La etapa ha terminado en El Chaparral, barrio del que siempre he huido debido a sus rampas y cuestas, aunque mi padre siempre me ha dicho que es donde siempre vivieron mis desconocidos abuelos.

Desde que vi en el libro de ruta de la vuelta que el día 31 de agosto la etapa era Málaga-Valdepeñas de Jaén decidí que aquello había que verlo, y sin dudarlo tomé la semana de vacaciones, y vaya si ha merecido la pena. No por el ciclismo en sí, que por cierto ha sido del bueno, sino por vivir in situ la ilusión de una gente que se ha sentido por una vez importante y con su pueblo puesto en el mapa. Todo el mundo se ha echado a la calle, niños y mayores con banderines y globos verdes y morados, los colores del pueblo, han animado hasta desgañitarse a unos ciclistas que no conocían, y de los que posiblemente no vuelvan a saber nunca más. Después de estar varias horas de pie derecho bajo un inclemente sol de verano, han gritado de alegría al ver a su pueblo por las pantallas gigantes, narrando con orgullo por dónde los ciclistas iban pasando, se han sentido importantes y de alguna manera obligados a ser hospitalarios y dar lo mejor de ellos mismos, a demostrar que los andaluces son entusiastas en cualquier cosa que se proponen, y yo, que no lo soy, puedo confirmar.

Posiblemente sea algo que solo pase una vez en la vida, algo insignificante para la mayoría, pero ellos no lo olvidarán nunca, y yo tampoco, sobre todo cada vez que fije mi vista en La Pandera que, como todo el mundo debería saber, es valdepeñera.