lunes, 26 de agosto de 2013

Para E

Cuando nos conocimos nos odiamos al instante, ni ella entraba en mis planes ni yo en los suyos, hace ya de eso media vida y media vida es mucho tiempo.
 
Pero las cosas son como terminan, porque los planes a los veinte años son dibujos en la arena que borra el mar y los caminos que se separan muchas veces tras varias curvas vuelven a ser convergentes. Y nosotros, sin saberlo, íbamos a terminar cruzándonos para no separarnos más.
 
De la forma más inesperada, tejiendo hilos invisibles en noches en las que bebíamos como si no fuera a haber un mañana, con amaneceres en un parque muertos de frío después de habernos desnudado, pero solo por dentro. Espantándonos novios, mandándonos muchas veces a la mierda, queriéndonos más de lo que uno puede confesar a otro si no te atreves a terminar susurrando un te quiero.
 
Siendo absurdos hasta el infinito, hasta casi perdernos, despertando a la realidad justo antes de caer en un abismo en el que esperábamos ser salvados por otros brazos, recuperando el tiempo perdido muy deprisa, convalidándonos asignaturas que nos sabíamos de memoria aunque nunca nos hubiéramos examinado.
 
Hasta llegar a hoy, sin que nadie aportase por nosotros, juntos desde nuestra profunda diferencia, haciendo piruetas mortales en el alambre de nuestra mutua incomprensión, pero juntos al fin y al cabo, en los buenos momentos y en los malos, en la vida y en la muerte, que de las dos cosas hemos aprendido, construyendo nuestra historia imposible, para todos menos para nosotros.
 
E cumple cuarenta, aunque nadie lo diría, un cumpleaños doloroso que no admite celebraciones, un cumpleaños que aprovecharé para darle todo ese cariño que merece y que muchas veces se queda a medio camino sepultado por la rutina de lo cotidiano, una cifra redonda para decirle que es a su lado donde quiero estar, porque la necesito hoy más que nunca, porque E es mi vida, mi familia, mi sangre y la quiero.

jueves, 1 de agosto de 2013

Jane Eyre


Este mes en el Club de Lectura 2.0 hemos leído Jane Eyre de Charlotte Bronte, una de las obras clave de la novela romántica inglesa. Nunca la había leído antes, tampoco había visto ninguna de sus numerosas adaptaciones cinematográficas, y la única aproximación que tenía sobre la misma es la primera novela de la saga de Thursday Next de Jasper Fforde llamada "El caso Jane Eyre", la cual he vuelto a hojear al terminar la original. El efecto es curioso. Pero toca hablar del original, porque conociendo a mis compañeros seguro que tendremos tiempo de entrar en el juego de la ciencia ficción aplicada a la propia escritura. Como siempre decimos, aquí se viene leído, así que si no quieres que te estropee el libro por favor no sigas leyendo.

Como decía, nunca había leído Jane Eyre, en parte por falta de interés y en parte por falta de oportunidad, a pesar de haber tenido siempre en casa un ejemplar del libro, situado en la estantería junto a un ejemplar de Cumbres Borrascosas, escrito por su hermana Emily. Siendo un crío elegí este último como iniciación al romanticismo y con su lectura murió el poco interés que me despertaba, con el resultado de que Jane durmió el sueño de los justos, tal vez injustamente. Si soy sincero creo que no estaba preparado para situar en su contexto a este tipo de novelas.

Jane Eyre es una buena novela, salvo su parte final que me parece un injerto desafortunado, aunque claro, estamos hablando de la madre de todos los culebrones. El libro tiene buen ritmo y es fácil de leer, su prosa es sencilla y no se pierde en farragosas descripciones que lastrarían el conjunto, Charlotte Bronte recrea de forma maravillosa ese ambiente íntimo y misterioso de las casas de campo que ocultan un misterio, ese mundo de penumbras roto por el crepitar de un fuego o la luz de unas velas, esas vidas paralelas que viven amos y sirvientes de forma sumisa, como si fuera imposible pensar que las cosas pudieran ser de otra manera.

No voy a entrar en muchos detalles de la historia, aunque va a ser imposible no hacerlo, porque me interesan más los personajes, especialmente el de Jane y algo menos el de Rochester. También me interesa el contexto y las relaciones entre las personas, me interesa contrastar la rigidez del puritanismo inglés con las ideas fracasadas, en parte debido a la oposición de este mismo conservadurismo, de una reciente revolución francesa. De esto hablaré en el Club de lectura.

Jane es una huérfana que, tras pasar por casa de una tía que la desprecia, acaba en un internado en el que conoce la miseria pero en el que adquiere un nivel cultural que le permite ganarse la vida, posteriormente, como institutriz. Tal vez esta frase no dice gran cosa, pero contiene la esencia de quién es Jane Eyre, un espíritu independiente, que no libre, que persigue su felicidad sin necesidad de someterse a nadie. Visto con los ojos de hoy parece poca cosa, pero visto con unos ojos de la primera mitad del siglo XIX es un planteamiento cuanto menos audaz. Pero no hay libertinaje en Jane, al contrario, ella quiere jugar en igualdad pero siguiendo las normas que tiene grabadas a sangre y fuego en su interior, normas derivadas de su férrea fe cristiana. Tal vez por eso mismo Jane es noble pero rebelde, es soñadora pero sin perder los pies del suelo y es valiente porque no tiene miedo a las consecuencias de ser fiel a sus principios, y eso es lo que más allá de su físico, supuestamente vulgar, enamora a los demás personajes de la novela y a sus lectores.

Rochester es un hombre de buena posición económica que, a pesar de ello, no deja de ser un alma torturada. Hijo menor de un hombre mezquino, es obligado por éste a casarse en Jamaica en busca de hacerse con la fortuna de su mujer, la cual enloquece al poco del matrimonio. La muerte de sus familiares hace que pase a heredar una fortuna, por lo que decide volver a Inglaterra y encerrar a su mujer en la mansión de Thornsfield oculta del mundo. Tras una vida de crápula por Europa, que parece más una forma de autocastigo que de liberación regresa a Inglaterra, donde conoce a Jane, que trabaja como institutriz de una posible hija natural de Rochester, Adele, con una amante francesa. Rochester aparece en el libro con 38 años, doblando la edad de Jane, y de vuelta de todo. Tiene un secreto inconfesable y la sensación de vivir una vida vacía, eso le hace arisco y poco accesible, sentimentalmente inestable, cansado de seguir una rutina que valora más el valor que los valores, harto de buscar un igual en el terreno intelectual. Es lo que encuentra en Jane, a pesar de la diferencia de edad y de posición, es lo que le hace volverse loco de amor (y aquí acepto el debate) para desafiar a Dios y a los hombres, e intentar un matrimonio imposible que se trunca en el mismo altar por la acusación de bigamia.

Para mí aquí debería terminar la novela, bien de manera trágica bien con la aceptación de ambos a vivir una vida de amantes a la fuga en nombre del amor, algo escandaloso para la época. Pero el amor pierde, y la novela también, que a partir de este momento se convierte en una acumulación de situaciones absurdas en las que Jane se transforma en rica heredera, descubre a unos primos que la habían albergado por azar cuando sola y desamparada huye de Rochester, porque ancha debe ser Castilla pero no Inglaterra, y está a punto de acabar en la India como misionera y esposa de uno de ellos.


Y una vez más aquí podría haber terminado la novela con un mínimo de sentido, pero no, Jane, un segundo antes de dar el sí a su primo, cree escuchar a Rochester llamarla y vuelve a buscarlo, encontrándolo viudo, ciego y manco, todo debido a un espantoso incendio en Thornsfield. Esta orgía almibarada culmina en boda, hijos y hasta en una recuperación milagrosa de la vista de Rochester. Aleluya. Leí los últimos párrafos con la esperanza de verle crecer una mano nueva pero parece que para Charlotte ese exceso anatómico ya era demasiado, una lástima. Sin embargo, debo decir que tan desafortunado final no empaña lo bueno que hay en esta novela, que es mucho. Si no la has leído todavía yo no lo dudaría, siempre y cuando estés dispuesto a despejar la mente y tratar de entender que esta novela va a cumplir doscientos años.