martes, 30 de diciembre de 2014

El libro de los vicios

portada de 'El libro de los vicios'

Este mes, los simpáticos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El libro de los vicios”, de Adam Soboczynski, un simpático periodista y escritor polaco afincado en Alemania, a propuesta de Carmen. El libro es un híbrido entre novela y ensayo, no sé si existe el termino ensayo novelado, que da vueltas y vueltas para tratar una idea que se resume en una frase: Nos estamos volviendo gilipollas.

Como casi siempre parecía una elección adecuada, además, es un libro corto que nos venía fenomenal para leerlo antes de la reunión plenaria del club antes de la navidad y que, de esa manera, pudiera entrar en las votaciones. Pero no, el libro es tan ameno como debatir con una almeja, y por eso lo corto se hace largo... así es el karma en el club de lectura.

La editorial Anagrama trata de vendernos la moto con esta sinopsis: “En veintinueve capítulos y a través de un puñado de personajes que recorren toda esta «casi novela» con sus vicisitudes, el autor desgrana su visión ácida del mundo moderno. Antes la gente tenía más vicios, fumaba en los bares, comía carne sin complejos, apreciaba más lo inesperado, actuaba con pasión. Ahora, en cambio, se prohíbe fumar, todo el mundo bebe menos en las fiestas, come sano y practica deporte, las ciudades parecen fotocopiadas unas de otras y lo «ecológico» triunfa por doquier. Quiere celebrar la ciudad como un lugar repleto de aventuras en cuyas callejuelas esperan las amantes más bellas, pero constata con horror cómo proliferan en ella los horrendos centros comerciales. Lamenta que en el mundo de hoy todo lo informal y erótico se combate, y todo lo pornográfico, en cambio, goza de la aprobación general.”

La pena de este libro es que la idea es buena, porque tiene un mensaje claro de crítica contra la modernidad de pega que podría dar muchísimo más de sí. Porque desde la ironía con la que pretende contarnos su pensamiento, debería meternos en el bolsillo desde la primera página y no soltarnos hasta la última, pero algo no funciona, desde mi punto de vista los personajes que son unos agonías y unos cansinos, de manera que todo aquello que prometía hacernos pasar un buen rato se convierte no en un castigo, que tampoco hay que exagerar, pero si en un ni fu ni fa muy decepcionante.

Soboczynski (gracias al que inventó el corta y pega) critica duramente la superficialidad de lo moderno, la uniformidad hacia la que nos dirigimos, lo políticamente correcto, y lo hace con un sarcasmo que me sorprende en alguien que es más joven que yo, realmente me sorprende leer a alguien más joven que yo, pero no es capaz de rematar la jugada y la estira más de lo que su idea da de sí. También puede influir en mi visión del libro que realmente esté hablando de mi propia generación, de la gente que estando en la mediana edad pretende vivir en una juventud casi perpetua, y que a pesar de ello me sienta tan poco identificado.

Tal vez, y admitiendo la verdad que hay detrás de la mayoría de las cosas que cuenta, mi mundo y el suyo llevan órbitas paralelas, de manera que vemos el mismo sol pero cada uno desde su perspectiva. Al menos desde ambas se ve que adoramos la banalidad, que el progreso no nos hace más libres, tal vez todo lo contrario, y que a cambio estamos perdiendo gran parte de lo que nos hacía diferentes y originales. En todo éso sí estoy de acuerdo pero no era necesario tratar de adornarlo tanto.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, que una vez vistas las votaciones del club de este año se van a resumir en que si apreciáis vuestro tiempo no toquéis este libro ni con un palo. Hacedles caso.

lunes, 1 de diciembre de 2014

La larga marcha






Este mes, los resignados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La larga marcha”, de Rafael Chirbes, a partir de ahora EHQNALPYA (el hombre que no amaba los puntos y aparte) a propuesta de Paula, una novela, desde mi punto de vista algo fallida, que nos habla de la España de la dictadura franquista. EHQNALPYA, además de no incluir un miserable punto y aparte, algo que voy a reproducir en este post para que veáis en primera persona lo agotador que resulta, recurre a algo tan socorrido como es repasar historias en paralelo que van tejiendo el mensaje de la novela hasta que confluyen, inevitablemente, al final. Como ya es costumbre en estas reseñas voy a copiar lo que nos dice el editor como resumen: “La mirada narrativa de Rafael Chirbes pone en evidencia los oscuros e incómodos mecanismos personales y colectivos de nuestra historia durante la posguerra española y la resistencia antifranquista de los años sesenta. Dos generaciones caminan delante de un espejo que no devuelve imágenes gratas o autocomplacientes. Hombres y mujeres que se reparten el dolor y la humillación de la derrota mientras aprenden la dura tarea de sobrevivir. La juventud universitaria que intenta tomar conciencia mientras aprende a construirse contra un pasado que inevitablemente forma parte de su herencia. Estamos frente a una de esas novelas que los lectores reclaman a los autores de su tiempo, frente a una de esas novelas que se esperan.” Y efectivamente, se trata de una novela que los lectores reclamaríamos, porque muchos tenemos necesidad de enfrentarnos a los fantasmas que nos han enseñado nuestros mayores, tal vez como refuerzo de una identidad que en algún momento yo creí que formaba parte de mi genética, tal vez para poder estar en la piel de los que crecí considerando malvados por vocación, sin conocer sus motivos, sin tener la oportunidad de despreciarlos, a ellos y a sus motivos, al menos con conocimiento. Por eso “La larga marcha” ha tenido momentos puntuales en los que me ha emocionado, porque habla de la gente corriente de los dos bandos a los que, simplemente, les tocó estar ahí, sin mucha convicción, la justa para justificar sus actos; dividiendo el libro en dos partes, una primera que cuenta la historia de los que tuvieron que sobrevivir en la postguerra y una segunda que es la de sus hijos en los años sesenta. La diferencia es clara, la primera es una generación desgastada que se conforma simplemente con sobrevivir, y la novela juega a enseñarlos siempre en tinieblas, rodeados de palabras a media voz que tratan de evitar la atención de quien pueda escucharlas, la segunda es una generación que aunque ha vivido esa miseria, tanto física como moral, no siente la guerra como algo propio y quiere un cambio, de nuevo nos encontramos ese ambiente medio clandestino pero con diferente motivación, los padres tienen necesidades materiales, los hijos creen necesitar la libertad. Los que hayáis llegado hasta aquí pensaréis que la novela me ha gustado, pero os equivocáis de pleno, bueno, para lo que es el nivel del club aprueba, pero en general se me ha hecho pesada y difícil de seguir, especialmente la primera parte que no es más que una colección de retratos de época a los que, una vez dibujados, EHQNALPYA trata de sacar partido sin darse cuenta de que tienen ya menos jugo que el hueso de jamón de un cocido. Además, como si de la misma carne de ese hueso se tratara, las historias, tal vez por haber intentado morder más de lo que se podía tragar, se van haciendo hebras que cuesta trabajo masticar, hasta hacerse algo de bola. Por momentos la novela se hace confusa, teniendo que poner el lector todo de su parte para saber donde está cada uno y qué narices está pasando. Después, cuando EHQNALPYA, enhebra todas las historias, todo mejora, siendo los capítulos finales los mejores, como si hubieras encontrado algo de agua tras atravesar el desierto. Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, que me temo van a ser de lo más diversas, recorriendo el amplio espectro que va del amor al odio, pasando por la indiferencia y la ovación afectuosa pero no por ello apasionada. Y además, en unos días todo esto lo debatiremos en el podcast del club, sí, con sonido en alta felicidad y risas garantizadas.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Fútbol, asco y rabia

Hoy no he podido ir al Calderón porque estoy enfermo y en mi lugar ha ido mi hijo lleno de emoción por poder pasar una mañana viendo jugar a su equipo con su tío y con su abuelo. Tiene sólo siete años y vive en un mundo en el que el odio todavía no tiene cabida, es feliz porque para él todo lo malo está todavía por descubrir y en su cabeza no hay sitio ni para la malicia ni para la crueldad. Podéis imaginar lo que he sentido cuando al encender la tele para ver el partido en casa me he enterado de la nueva hazaña de los malnacidos que se aprovechan del fútbol para dar rienda suelta a su violencia.

He sentido tristeza y también vergüenza simplemente de pensar que la masa enfurecida me relacione de cualquier manera con ellos. He sentido rabia al pensar que a pocos metros de esa gentuza estaba mi hijo esperando pasar una mañana divertida y que miles de personas le estarían incluyendo en sus insultos mientras que él, en su inocencia, estaría esperando ver la última genialidad de Arda Turan para poder contársela mañana a sus amigos en el recreo.

Después he pensado en ese hombre, casi de mi edad, con un hijo, como yo, que se dejaba la vida en la orilla del Manzanares, ¿por qué?, qué forma tan estúpida de morir, ¿qué le contarán algún día a ese niño que deja huérfano?, espero que una mentira piadosa hasta que tenga edad de asimilarlo que no de entenderlo. Porque quién puede entender que gente que no se conoce de nada, que tal vez nunca se haya cruzado una mirada, quede antes de un partido de fútbol para abrirse la cabeza. Es tan absurdo.

¿Cómo es posible que grupos radicales del Atleti y del Sporting por un lado y del Deportivo, el Rayo y el Alcorcón por el otro, queden para matarse en una fría mañana de invierno como si fuese algo natural? ¿Cómo nadie sabe nada de esto y hace algo por impedirlo?¿Cómo cojones se puede actuar con tanta impunidad cuando todo el mundo sabe lo que se cuece en cada casa desde hace tanto tiempo? Porque no es cosa de un día, es algo que se consiente haciendo la vista gorda y de lo que nos escandalizamos sólo cuando pasa algo.

Y que pase algo tarde o temprano sólo tiene que ver con la probabilidad si no se limitan los factores de riesgo. Pienso de verdad que esto poco tiene que ver con el fútbol en sí mismo, pero no me valen las excusas de que es algo inevitable y que se tratan de poner todos los medios porque es mentira. Casi todos los clubes, y el primero el Atleti, les dan cobijo y hasta presumen de ellos, por tanto es un problema del fútbol y ya vale de poner excusas señores Gil Marín y Cerezo.

Porque aunque no todos los días se mata a alguien, sí que es el pan nuestro de cada día la mala educación, los insultos, las agresiones, aunque sean verbales, y los malos modos. No es extraño que se coree desear la muerte a alguien, y si no defiendo la muerte ni para un asesino ni para un violador, menos se la deseo a un futbolista o un entrenador que solo hace su trabajo. No soporto el racismo, ni en la más mínima expresión, que llamen a alguien gitano por ser portugués, que se coree que El Retiro no es un parque de Ecuador, como si fuera una gracia cuando es vergonzoso, que se le llame mono a un jugador por ser negro. No soporto ver símbolos nazis en las gradas sin que nadie los retire, escuchar mofarse de Juanito, de Puerta y de Zabaleta como si no tuvieran una familia que les llora cada día, escuchar cantar el Cara al Sol y callar por miedo avergonzado.


No quiero seguir escuchando a los forofos que dicen que no pasa nada porque pasa en todos los sitios y mil excusas más que no me valen, porque a mí me duele lo mío, no quiero que se me juzgue como un impresentable más que calla, porque callar es ser cómplice y no me da la gana. Si por mí fuese, y aunque me duela, cerraba unos partidos el campo, para que aprendamos, para que echemos a esa panda de hijos de puta que utilizan la multitud como refugio de sus repugnantes actos, para que no demos cobijo a los violentos entre los que queremos ser normales, porque no quiero seguir sintiendo vergüenza ajena y propia, porque se puede hacer a poco que se intente, porque tienen nombre, cara y muchos, por desgracia, un número de abonado rojiblanco.

sábado, 1 de noviembre de 2014

El sentido de un final


Este mes, los muy intrépidos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El sentido de un final”, de Julian Barnes a propuesta de Bichejo, que a su vez recogió el guante que tal vez le lanzó Saramaga, a la que aprovecho para saludar afectuosamente y a la que AGRADEZCO haber traído a nuestras vidas un libro de sólo doscientas páginas, con amor se lo digo, porque si lo bueno breve dos veces bueno, os podéis imaginar lo que se agradece la brevedad si el libro es “tan bueno” como éste.

Curiosamente, trasteando por las páginas que comentan libros, algo que suelo hacer para poder encontrar mi lugar en el mundo, me he encontrado numerosas reseñas que destacan la complejidad argumental del mismo, algo que me sorprende profundamente, porque aunque se trata de una novela con un potencial tremendo, a poco que hubiera estado bien desarrollada, el resultado final es menos profundo que los charcos que se forman en la pista de fútbol sala de un colegio. Y es que veo que en la mayoría ni siquiera aciertan con la intención del título, relacionándolo o con el propio protagonista o con lo que voy a llamar “el golpe de efecto”, lo que me hace pensar que muchos ínclitos blogueros (y no os deis ninguno de mis queridos lectores por aludidos) lo que se merecen es un buen golpe de remo.

Admito que la novela cuenta con un comienzo más que prometedor que, poco a poco, se va diluyendo en lo anodino hasta terminar provocando algo parecido al desinterés, a pesar de los fuegos de artificio con los que Julian Barnes trata de disfrazar sus miserias que no son otras que haber fiado el interés de la historia en algo que para nada cambia la vida de sus personajes, en algo que en el fondo da igual tanto a sus criaturas como a sus lectores, algo que en mi pueblo llamamos un camelo. Y lamento aquí no poder entrar en muchos detalles porque se trata de un libro que con poco que de él se cuente ya se destroza la trama, lo que dice mucho de por qué mi comentario del párrafo anterior, así que, como en otras muchas ocasiones, voy a recurrir a ese recurso tan socorrido que es copiar lo que nos dice el editor para tratar de vendernos la burra:

Tony Webster y su pandilla conocieron a Adrian en el instituto. Hambrientos de sexo y literatura, atravesaron juntos la adolescencia y se prometieron seguir siendo amigos para siempre. Pero cuando la vida de Adrian dio un vuelco trágico, todos, especialmente Tony, miraron hacia otro lado, se alejaron. Ahora Tony vive solo en un pacífico y próspero retiro, tras una vida opaca que poco tiene que ver con la que fantaseaba en su juventud. Y un día recibe una carta de un abogado: Sarah Ford, la madre de Veronica, su primera novia, le ha legado quinientas libras y un sobre con un manuscrito. Le entregan el dinero y una carta de Sarah, pero el manuscrito nunca llega. Y Tony averigua que son los diarios de Adrian, que ahora están en manos de Veronica y no piensa entregárselos. Y estos diarios son el oscuro, enigmático corazón de una novela espléndida, premiada con el prestigioso Man Boo­ker.”

¡Premio Man Booker! Te cagas.

Como ya he dicho, y lo repetiré hasta la extenuación, Julian Barnes, tras empezar a contar la historia de unos adolescentes que llegan a la juventud, y que funcionaba perfectamente y que tenía un potencial buenísimo, de repente decide terminar con ella para comenzar una peregrinación absurda por los cerros de Úbeda, haciéndose trampas al solitario porque nos intenta persuadir de que nos cuenta una historia que ni si quiera podía ser importante para su protagonista, una historia que no es más que un yogur caducado que, por casualidad, un día aparece en el fondo de la nevera porque una señora que una vez paso por casa lo puso allí sin que nosotros lo supiéramos. Es más, trata de convencernos de lo trascendentes que en la vida de Tony fueron unos hechos ante los que él, y cualquier ser humano adulto y en su sano juicio, ya habría pasado página. Por ejemplo, mucho más interesante me parece la relación del personaje protagonista con su ex-mujer, una relación de verdad importante en su vida y por la que pasa prácticamente de puntillas. En fin.

Aunque si habéis llegado a leer hasta aquí pensaréis que el libro del mes ha sido en vano, tampoco quiero que quede esa sensación porque no es cierta, bueno sí, es cierta salvo algunas cosas, que diría Caraplás. Porque la novela, al menos, puede abrir un buen debate referente a la realidad de nuestros recuerdos, a su veracidad, a cómo tendemos hacia la auto-justificación hasta el punto de moldear a nuestro gusto y conveniencia nuestro pasado sólo para hacernos sentir mejor, hasta el punto que, como el protagonista, es capaz de crearse un pasado hacho a la medida de sus remordimientos. Y éso sí que me interesa, y mucho, es una lástima que Julian Barnes no haya sido capaz de perseverar más en ese camino.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, que me apuesto algo por una vez a que van en la misma línea que la mía. Y además, como gran novedad estrenamos podcast del club, sí, lo habéis leído bien, a partir de este mes podréis disfrutar de estas concienzudas reflexiones en dolby surround 5.1, porque los miembros del club somos así en el sufrimiento, uno para todos y todos para uno.

miércoles, 1 de octubre de 2014

La posibilidad de una isla


Este mes, los nunca suficientemente desdichados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La posibilidad de una isla”, de Michel Houellebecq a propuesta mía. La verdad es que yo quería leer “El mapa y el territorio” pero varios miembros del club ya lo habían leído, sin embargo, como el hecho de elegir a Houellebecq había provocado esa reacción galdosiana resumida en emocionados “es Houellebecq, es Houellebecq”, decidí seguir adelante con el autor y propuse otro título.

En qué mala hora.

Porque he llegado a odiar el libro, pero con un odio visceral, de hecho si no lo hubiera leído con el libro electrónico creo que lo hubiera quemado. ¿Es feo quemar libros? Sí, pero más feos es perpetrarlos, y venderlos. De hecho, hasta me repugna escribir una reseña de esta estupidez, pero no me queda más remedio porque en el fondo soy un profesional y me debo a mi club.

Vamos con el resumen de la editorial para ponernos en situación:

La posibilidad de una isla es la historia de Daniel, famoso por sus monólogos cáusticos en los que mezcla la provocación con una visión fría y cruel de la existencia. protagonista narra los últimos años de su vida, sus relaciones sexuales amorosas con Isabelle y con Esther, su contacto con una secta cuyos miembros aseguran que el ser humano alcanzará la inmortalidad. Temas filosóficos, sociales, políticos científicos, clonación y sexo, juventud y vejez, violencia y deseo… Toda la fuerza del pensamiento de Houellebecq se cruza en una trama donde las ideas tiran a dar.

Simplemente con leer estas pocas líneas ya habréis pensado que menudo batiburrillo, y efectivamente, lo es. Houellebecq nos cuenta la historia de Daniel, un imbécil del presente, y la de sus clones dos mil años en el futuro, unos seres que son como el detergente en polvo, que a pesar de tener una receta mejorada a los ojos del observador siguen siendo siempre el mismo polvo blanco e insulso. Tanto como los personajes arquetípicos y previsibles del presente, con un protagonista que conduce al vómito continuo, pasado de rosca, más inestable que un átomo de plutonio 240.

Ser un “enfant terrible” en este caso se convierte en ser un gilipollas integral y, posiblemente, en estos momentos no esté sólo pensando en el personaje. Y si la historia se quedase en la prescindible vida de Daniel, tal vez no estaríamos hablando más que de una mala novela, pero no, Houellebecq tenía que tomar atajos recurriendo a la ciencia ficción para poder poner en contexto a sus elucubraciones, y es ahí donde más hacer el ridículo. Porque la historia de la secta es inverosímil y estúpida, y no me vale decir que en el fondo es ciencia ficción, porque el primer deber de una historia de ciencia ficción es ser creíble una vez establecidas las reglas del juego, y esto no te lo puedes tomar en serio ni después de haberte esnifado una raya de coca del tamaño de la muralla china.

Pero siendo todo esto malo lo peor viene con la parte de ciencia ficción, con esos neohumanos clónicos y aislados entre ellos, tan interesantes como jugar una partida de ajedrez contra un paramecio. ¿Qué es esa patraña de la inmortalidad a través de unos clones y del relato del primero de ellos? ¿qué inmortalidad es ésa? Eso no vale ni para dormir a un niño. Los personajes me recuerdan mucho, diría que incluso sospechosamente, a los de “El sol desnudo” de Asimov, que por cierto le da a esta novela mil vueltas, pero sin nada de su fuerza, incapaces ni de amar ni de tener empatía con los demás, huecos, vanos, innecesarios, seres que más que ser inmortales de mentirijillas merecerían estar muertos.

Por eso, toda la fuerza del pensamiento de Houellebecq diría yo que se queda en un pedo elocuente, que trata de convencernos de su sonoridad hasta que llegamos a la conclusión de que en el fondo huele a mierda. Y es una pena, porque es capaz de poner varios objetivos en la diana, como la libertad, el existencialismo, la bioética, el derecho a una muerte digna... pero todo lo jode por sobrado, por creerse el más listo de la clase, por escribir desde la superioridad moral pontificando, por ser un petardo, en definitiva.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, seguramente más positivas que las mías. Porque así es el club, diverso e impredecible, leyendo siempre en el filo de la navaja.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Lugares donde se calma el dolor

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Este mes, los más valientes que nunca miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “Lugares donde se calma el dolor” de César Antonio Molina, sí, habéis leído bien, ese señor que tuvo la osadía de ser ministro de cultura en un gobierno de Zapatero. Y caramba, vive Dios que a este hombre se le cae la cultura cuando a escribe de la misma manera que a Chaves se le caían bellotas cuando hablaba. Me imagino que antes y después de los consejos de ministros hablarían de las inclemencias del tiempo.

Lugares donde se calma el dolor” es un cuaderno de viajes que recorre ciudades, países y continentes, aportando la experiencia personal de Molina, de manera que, al mismo tiempo que nos describe lo que ve, nos cuenta la historia de los personajes que en algún momento allí habitaron, todo ello hilvanado por sus opiniones y por su visión del mundo. La editorial nos resume todo esto de la siguiente manera:

¿Existen lugares donde estamos libres del dolor, lugares donde no nos puede alcanzar la muerte? Acercarnos a ellos es entrar en contacto con espacios donde el tiempo se detiene a la manera de una especie de limbo a salvo de todo. Puntos de la tierra donde dialogamos con nuestro pasado y los viejos maestros. A lo largo de la historia de la literatura muchos escritores en sus obras han hablado de la fascinación y magia de estos enclaves, a veces de una manera secreta. El autor de este libro los rastrea de una forma original y apasionante. La búsqueda se inicia en una de las zonas más bellas y míticas del mundo, la colina de Posillipo (el lugar que calma el dolor), frente a la bahía de Nápoles, junto a Cumas, donde desembarcó el Eneas de Virgilio, y el Averno. Luego continúa a lo largo de varios continentes.”

He de confesar que, a pesar de que todo parecía a priori que iba a terminar en un desastre, he disfrutado mucho con la lectura del libro. Porque de primeras son 800 páginas que echan para atrás, porque yo soy un lector básicamente de novelas y no me suelo enganchar mucho a los demás géneros, porque Molina se empeña en exhibir tanto sus conocimientos que por momentos se pone insoportable y farragoso y sobre todo porque esa forma de escribir a base de abusar hasta el infinito de las frases cortas y el punto seguido, al principio me resultaba insoportable y no me permitía alcanzar un ritmo aceptable de lectura.

Pero ante todo esto, que ya a la mayoría habrá hecho desistir de pensar en leerse el libro, se eleva un monumento al humanismo que por momentos me ha emocionado. Porque Molina no ha podido estar más acertado al elegir el nombre de su libro, ya que consigue llevarnos a lugares en los que el tiempo se ha parado, en los que el dolor no existe, en los que no importa nada más que lo que allí sucedió, dando igual que juzguemos los acontecimientos con ojos antiguos o modernos, porque se nos presentan los lugares y personajes como si fueran atemporales, como si nos pertenecieran desde el mismo momento en el que nos interesamos por ellos y seguimos sus pasos, porque Virgilio, Visconti, Antonioni, Leopardi, Joyce, Pushkin, Anna Ajmátova, Marina Tsvetáyeva o Stefan Zweig, forman ya parte de las raíces del árbol que nos cobija a todos, porque su mundo forma parte del nuestro a pesar de que a muchos de ellos ni siquiera les conozcamos.

Y a estas conclusiones nos hace llegar, o por lo menos a mí, sin necesidad de contarnos una versión edulcorada de sus historias, porque es de alabar que, a pesar de sus innumerables circunloquios, sea capaz de transmitirnos todo lo que los lugares que visita significan para él, tanto en lo bueno como en lo malo. Porque es capaz de anonadarnos con la belleza del mundo para en el capítulo siguiente hacernos caer en la desazón y en el desánimo, que es tal vez la parte mejor del libro, cuando vemos la fragilidad de un Joyce, un Zweig o una Ajmátova. Quién lo diría. O cuando estando en la India nos hace la reflexión de que existen millones de personas allí que no saben para qué han nacido, y se te encoge de repente el corazón y te pesa dentro, como una piedra, el alma.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, me temo que en algunos casos bastante diferentes de las mías. Pero así es el club, nadie dijo que pertenecer al mismo fuese un camino de rosas, ¿pero qué sería de las rosas sin las espinas?

viernes, 1 de agosto de 2014

El libro de la señorita Buncle




Este mes los alicaídos miembros del Club de Lectura 2.0, siguiendo nuestra peregrinación en busca de nuestra identidad, hemos leído “El libro de la señorita Buncle” de Dorothy E. Stevenson. Voy a copiar lo que Alba Editorial ha tenido a bien publicar como promoción de la novela, porque si la promociono yo no creo que sólo van a vender unos cuantos ejemplares a las bibliotecas municipales.

"Barbara Buncle y sus vecinos derrochan encanto, y son los compañeros ideales incluso para el más lluvioso fin de semana." The Scotsman

«Una espléndida narración y una inteligente comedia de costumbres» (José María Guelbenzu, Babelia, El País).

«Un amenísimo pretexto para la discusión sobre los poderes de la literatura y la capacidad de intervenir en la realidad que comporta todo intento de representarla» (Ignacio Echevarría, El Cultural, El Mundo).

«Una sutil bomba de relojería, fabricada con humor, con disimulada -pero indisimulable- mala idea y con una prodigiosa cantidad de perspicaces y afiladas observaciones sobre el amor, la pareja, la familia, las relaciones personales y la vida en una pequeña comunidad presuntamente idílica» (Manuel Hidalgo, blog «Tengo una cita» de El Cultural).

Ya en su 3ª edición (octubre de 2012), Alba Editorial recomienda esta novela deliciosa, ligera, cómica, ingeniosa y un poco malvada, un libro dentro de un libro, de la mano de una autora totalmente inédita en España, la escocesa D. E. Stevenson. Publicada en 1934, narra los aprietos de una solterona que, al escribir con seudónimo un libro sobre sus vecinos, organiza un fenomenal alboroto en el pueblecito donde vive y donde nadie sospecha que pueda ser ella quien ha puesto al descubierto todos sus secretos.

Ahora mismo todos estáis deseando leer las peripecias de la señorita Buncle, pero gracias a lo que voy a decir ahora espero ahorraros el mal trago.

¿Qué puedo decir de las palabras de The Scotsman?, pues muy fácil, que los encantadores vecinos de la campiña inglesa eran tan ideales en 1934 que ochenta años después los escoceses están votando el referéndum por su independencia... y no me extraña nada.

¿Y sobre las de Ignacio Echavarría? Pues que yo quiero tomar lo mismo que él. Sin más. Y después buzonear a todos los vecinos de mi portal una nota explicando anónimamente que el vecino del cuarto es un borracho para demostrar los poderes de la literatura interviniendo en la realidad. Claro que Manuel Hidalgo no se queda atrás viniéndose arriba con la Buncle, pero no le creáis, volved a leerle imaginando que es Ned Flanders el que ha escrito “perspicaces y afiladas observaciones” y así os haréis una idea de lo incisivo de la trama. Creo que a lo mejor hay emociones más fuertes en “Teo va al parque”.

En fin, que esta reseña es como el libro, para cubrir el expediente, pero todavía queda esperanza en el club porque parece que nos vamos a apartar, al menos durante una temporada, del buenismo. Dejamos el consenso y las votaciones para volver a la propuesta pura y dura de un libro de manera rotatoria por cada uno de los miembros. Personalmente me alegro mucho.


Si queréis encontrar más información sobre la señorita Buncle leed las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo. Ellos que son más justos y más sabios que yo puede que os den algún motivo para intentar conocer su pueblo.

martes, 1 de julio de 2014

Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie



Este mes, los abigarrados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie”, de Juan Eslava Galán. Cuando propuse este libro como posible lectura al resto del club, me dejé llevar por un título que lleva a engaño, y que, seguramente, obedecerá a una astuta estrategia comercial. Y es que creo que el libro no será sólo del agrado de quien busque en él un estudio riguroso de la guerra civil, ya que no me parece que, la lectura del mismo, aporte mucho a alguien con ciertos conocimientos sobre el tema. Para los demás, para los que somos más de romanos que de milicianos, no deja de ser un libro entretenido, con pocas pretensiones y que, tal vez, pueda remover alguna conciencia. Tal vez.

Creo que ya he explicado varias veces que huyo de las lecturas de las guerras modernas como de la peste, porque me duelen, porque me llevan a un sufrimiento que me revuelve las tripas, porque no entiendo la sinrazón que lleva a dos personas a decidir que, sin conocerse, pueden ser jueces de la vida del otro. Está claro que los Arvenos de Vercingetorix sentían el mismo dolor y la misma desesperación al ver a las legiones romanas arrasar sus pueblos, pero, de alguna manera, ellos se han elevado a la altura de mitos, de seres legendarios arrastrados a las profundidades de los océanos del tiempo. Allí descansan en paz.

Por el contrario, los soldados que esperaban un balazo en cualquier trinchera, son personas de carne y hueso, a los que hemos puesto cara y nombre, podemos cruzar su mirada con la nuestra en fotografías sepias en las que les vemos muchas veces consumidos, desesperados y harapientos. Ellos podrían ser tú o yo, o tu abuela, o tu tío el del pueblo, has podido escuchar su historia varias veces, de su propia boca o a través de labios prestados, son tan de verdad que mientras que lees su historia puedes casi oler su sudor y su miedo.

Eslava galán se esfuerza en todo momento por mantener una cierta equidistancia entre los dos bandos contendientes, tratando de hacernos entender por qué luchaba cada uno, una tarea difícil, sin ahorrarnos episodios que debieron de teñir de vergüenza la conciencia de “los hunos y los hotros”, como muy atinadamente denominó Unamuno a ambos bandos. Esa es una de las dos características del libro, la otra es que a veces trata de evadirse de lo grandilocuente para darnos detalles íntimos y cotidianos de las gentes que vivieron la guerra, arriesgando con diálogos en primera persona que dan ritmo al devenir de la historia.

No creo que a estas alturas tenga que explicar que bando es el que ha despertado siempre mis simpatías, total, quítenme unos fusilados y pelillos a la mar. Sin embargo creo que por primera vez en mi vida he podido pensar en la guerra civil de manera global, he sentido que los que siempre para mí han sido los malos no eran algo ajeno a mi vida, que forman parte de esa otra España que tanto me hace sufrir, pero que no deja de ser también mi España, que tal vez muchas de las personas que admiro y quiero forman parte de la misma, aunque espero y confío en que nunca más tengamos que llegar tan lejos como para descubrirlo.


En resumen, “Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie” es un libro que recomiendo leer, no va a levantar grandes pasiones pero ésa es posiblemente su mayor virtud, que no está escrito desde las tripas, y se agradece, porque llega hasta donde tiene que llegar sin dar detalles innecesarios que sólo valdrían para añadir morbo al sufrimiento. Como siempre podréis encontrar otras reseñas de libro en los blogs de DesgraciaítoCarmenLivia y Bichejo.

domingo, 1 de junio de 2014

Momentos estelares de la humanidad



Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído “Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig, elección que hemos hecho, tal vez para que sirva como precedente, de manera consensuada. Yo espero que esta sea una de esas raras veces en las que todos nos vamos a poner de acuerdo, porque estamos hablando de una pequeña joya de la narrativa histórica compuesta por una serie de miniaturas que van engarzándose en el tiempo hasta formar una cadena cuyos eslabones son tanto la épica y el valor como la suerte y el destino.

Ya queda clara su intención desde el prólogo, porque Zweig nos hace ver que hechos cruciales tienen como punto de partida circunstancias a priori insignificantes o casuales: “Ningún artista es durante las veinticuatro horas de su jornada diaria ininterrumpidamente artista. Todo lo que de esencial, todo lo que de duradero consigue, se da siempre en los pocos momentos de inspiración. Y lo mismo ocurre en la historia.

Como todo relato de ficción histórica, nos encontramos en la disyuntiva de ser críticos o ser constructivos, y es que la mayoría de los detractores de la narrativa historiada basan su rechazo a la misma en el contenido de esa amalgama de ficción que tiene que conectar los hechos que por todos son conocidos. Por eso se retuercen al ver como el autor pone en boca de personajes, para ellos hechos de lienzo o mármol, ideas y pensamientos, sufren al no poder dar por seguros hechos irrelevantes que hacen arte del conocimiento, que recubren de carne y pelo a los esqueletos.

Y de esto hay mucho en Zweig, que sin el menor pudor, y para gran suerte de nosotros, sus lectores, vemos como habla por boca de los más grandes personajes de la historia como si fuese un medium. Con una prosa rica y preciosista, nos pone delante de personajes históricos justo en el momento en el que se juegan a cara o cruz el destino de sus vidas; vemos personajes de carne y hueso tan reales que sentimos la necesidad de cruzar las páginas para tenderles una mano. Sentimos como nuestro su dolor y su angustia, participamos en sus victorias y lloramos con sus derrotas, literalmente, porque hay que ser de piedra para no leer las desventuras de Robert Scott en la Antártida sin lágrimas en los ojos.

Yo, que soy de romanos, he disfrutado al ver hecha realidad esa mezcla de dignidad y cobardía que tuvo que hacer de la vida de Cicerón un infierno. He podido imaginar cómo Santa Sofía perdía sus cruces para lucir bajo sus pechinas ornamentos islámicos. Me ha permitido formar parte de la expedición de Núñez de Balboa y comparar su mirada con la mía cuando hemos visto juntos el nuevo océano separados sólo por una pequeña distancia de quinientos años. Zweig me ha presentado en persona a Häendel, Goethe, Tolstoi y Dostoievsky, para descubrir que su genialidad era frágil y por ello mucho más hermosa. También me ha demostrado con el ejemplo de El Dorado que no es el más rico el que más tiene, que todos en algún momento dependemos de alguien, aunque seas el mismísimo Napoleón, Emperador de Francia, y nunca hayas visto a tus ejércitos derrotados.

Además, me fascina el empeño que pone Zweig en humanizar a los personajes que escoge, y de forma especial la forma en que los dota de una voluntad capaz de unir con un cable dos continentes, desafiando a la técnica, haciendo más pequeño el mundo y más grande a la humanidad; una voluntad que los vuelve capaces de arriesgarlo todo en una loca carrera sobre la nieve contra la muerte, o sobre un tren para derribar, llevando como uniforme una chaqueta raída, el imperio de los zares y el orden mundial. Aunque también vemos como la voluntad de todo un presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, se vuelve de papel mojado cuando fuerzas invisibles se cruzan en tu camino.

Espero que esta reseña os anime a leer los “Momentos estelares de la humanidad”, porque merecen mucho la pena, y si yo solo no puedo seguro que hoy cuento con la ayuda de las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo. Yo de vosotros las leería corriendo.

viernes, 2 de mayo de 2014

El héroe discreto




Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído "El hombre discreto", una novela de Vargas Llosa. Como sigo viviendo en un erial laboral, he vuelto a dejar la reseña para última hora, sin acordarme que ese día el Atleti jugaba la semifinal de la copa de Europa, Os lo podéis imaginar, termina el partido, la adrenalina por las nubes y Don Mario esperando a que un humilde servidor le haga la crítica de su libro. Imposible, como dijo Pascal "El corazón tiene razones que la razón no entiende" y todo lo relacionado con el Atleti me lleva al caos más absoluto. Espero que mis queridos compañeros del club me perdonen este mes el retraso.

Pero vamos al lío, el que me conozca sabe que yo soy yo y mis prejuicios, y si un escritor me da repelús en este mundo es Vargas Llosa, y digo mal al decir un escritor sin más, porque me refiero a la persona y no a su obra, que es algo bien diferente, pero una cosa lleva a la otra y, aunque yo no soy de esos que mezclaría ambas cosas, mi subconsciente me debe llevar a elegir lecturas que no son las suyas. Y hago mal, porque "El héroe discreto", sin ser una obra maestra, me ha recordado lo gran escritor que es Vargas Llosa, y es que esta novela en cierto modo ligera, melodramática y llena de humor, es alta literatura.

Según la editorial "El héroe discreto narra la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto." Vargas Llosa se las apaña bien para irnos contando de manera alterna ambas historias hasta que llegan a confluir, si es que no lo habían hecho antes debido a los claros paralelismos que hay en las mismas. 

"El hombre discreto" nos habla de personas rectas que en su rectitud no buscan más que en hacer justicia, principalmente a su propia dignidad, luchando a cara descubierta contra fuerzas que a priori parecen superiores, cuando lo más fácil hubiera sido ceder a las mismas. Pero no es el caso, porque esta novela habla de cómo es mejor arriesgar la propia vida cuando la alternativa es vivir una vida indigna, de cómo el honor puede ser mas poderoso que el miedo: "Se sentía desconcertado e indeciso, pero al menos seguro de una cosa: por ninguna razón y en ningún caso daría un centavo a esos bandidos".

En las historias que van tejiendo la novela nos encontramos con hombres hechos a si mismos a los que la edad ha dado un punto de clarividencia y sabiduría, de inmediato sabemos que ellos son la parte ejemplar de la novela, o no tanto porque su ejemplaridad no está exenta de vicios, caprichos y pecados. Frente a ellos tenemos a sus hijos, que son zafios y mezquinos, criaturas retorcidas que no han podido estar a la altura de lo que son sus padres. Y completan la trama personajes femeninos variopintos como la vidente, la mujer que consiente una infidelidad como pago a una traición del pasado, la amante traicionera, la cazafortunas que parece no serlo. Son personajes secundarios que dan sentido al argumento y que hacen a los protagonistas seres epicúreos de carne y hueso.

Vargas Llosa aprovecha este libro para hablarnos en paralelo del resurgir económico del Perú y de su modernización, tal vez con un punto de orgullo, todo ello sin renunciar a un lenguaje rico y lleno de localismos y modismos del léxico peruano, algo que a mí particularmente me encanta aunque sé que a algún miembro del club se le hace algo de bola; es parte del encanto del libro, además de una trama intrigante que va atrapando poco a poco al lector. Por eso lo recomiendo a todos aquellos que quieran disfrutar de su sencillez magistral, de sus diálogos perfectos, de su humanidad desnuda, pero sobre todo de su humor y su sentido de la ironía.

Como siempre, encontraréis en sus blogs las reseñas de DesgraciaítoCarmenLivia Bichejo, corred a leerlas.

martes, 1 de abril de 2014

Joyland


Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído a propuesta de Bichejo Joyland, una novela de Stephen King. Es una pena que el erial laboral en el que vivo no me permita escribir una reseña a la altura de las circunstancias, porque a mi humilde entender se trata de un libro sencillo pero maravilloso, escrito con una sensibilidad que ha logrado en muchos momentos conmoverme. Y como ando más bien justo de tiempo voy a aprovechar para copiar la reseña del editor con la que coincido plenamente.

Verano de 1973. Carolina del Norte. Devin Jones entra a trabajar en Joyland, un singular parque de atracciones local. La leyenda de un terrible asesinato cometido en la Casa Embrujada del parque, la pérdida de su virginidad y unos meses plagados de misterio, aventura y grandes descubrimientos cambiarán su vida para siempre. «Joyland es un libro impresionante, bello, desgarrador. Tiene misterio, tiene atracciones, es una historia sobre madurar y hacerse mayor, y sobre aquellos que no pueden hacer ninguna de las dos cosas porque la muerte viene a por ellos antes de hora. Hasta los lectores más insensibles se emocionarán.»

Está claro que, sin llegar al nivel de entusiasmo que el editor de Jim Thompson muestra en la reseña de aquella novela de cuyo nombre no quiero acordarme, este señor es realmente optimista, porque Joyland parece no haber conmovido al ala dura de nuestro club, pero en el fondo tiene toda la razón del mundo y si no me la dais es que, como dice Bichejo, “estáis muertos por dentro”. Porque Joyland es sobre todo una historia de amor y de desamor, de jóvenes desorientados que no han encontrado todavía el sitio en la vida pero que lo buscan a toda costa, y a pesar de ello no es un libro triste, como mucho en ciertos episodios se vuelve intencionadamente melancólico.

Y digo intencionadamente porque junto a los episodios de melancolía se van intercalando escenas emocionantes y divertidas, que para eso la acción se desarrolla en un parque de atracciones y, como no, existe un misterio un poco de mentirijillas que se resuelve de la misma forma que se resuelve un capítulo de Scooby Doo, de una manera lógica y sin dar mucho miedo. Porque las consecuencias que la historia deja en sus protagonistas poco tienen que ver con su experiencia paranormal, sino con su experiencia vital, con el paso de la juventud a la madurez y con el hecho de que a partir de ese momento se sienten dueños de sus destinos. Y aunque he subrayado mucho no encuentro un párrafo que resuma mejor el espíritu del libro que su comienzo, en el que queda claro lo delgada que es la línea que separa la felicidad y la desdicha.

Tenía coche, pero en aquel otoño de 1973 casi todos los días iba paseando hasta Joyland desde la Pensión Beachside de la señora Shoplaw en la ciudad de Heaven’s Bay. Parecía lo más adecuado. La única opción, en realidad. A principios de septiembre la playa de Heaven estaba prácticamente desierta, lo cual encajaba con mi estado de ánimo. Puedo afirmar, aun cuarenta años después, que aquel otoño fue el más hermoso de mi vida. Aunque jamás me he sentido más desdichado que entonces; eso también lo aseguro. La gente cree que el primer amor es dulce, y más aún cuando esa primera relación se rompe. Habrás escuchado mil canciones de música pop y country que así lo demuestran; canciones sobre algún tonto al que han partido el corazón. Sin embargo, ese primer corazón roto es siempre el que más duele, el que más tarda en curarse, el que deja la cicatriz más visible. ¿Qué tiene eso de dulce?”

Como siempre, encontraréis en sus blogs las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo en la que podréis comprobar una vez más que somos un club muy unido, pero sobre todo en aquello que no tiene que ver con los libros que leemos. Creo que con el tiempo derivaremos en una sociedad gastronómica o en un club de karaoke. Admitimos apuestas.

sábado, 1 de marzo de 2014

La casa de la alegria


Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído a propuesta mía “La casa de la alegría”, una novela escrita en 1905 por Edith Wharton. La verdad es que para ser el primer libro que se lee gracias a mí, y al Atleti (y de esto seguro que os habla Carmen, que ignora el alivio que tengo por tener que publicar un día antes del derbi) creo no haber defraudado las expectativas de sufrimiento que todos los miembros del club depositamos los unos en los otros. Explico antes de empezar que mi interés en Edith Wharton viene de un curso que hice en la universidad llamado “La edad de la inocencia: Cine y literatura”, curso que trataba de explicar el contexto histórico de la novela que daba el título al mismo y el enfoque que de la misma daba la maravillosa película de Martin Scorsese.

“La edad de la inocencia” me enamoró al instante, y por si alguien todavía no lo sabe el nick de Newland, que he ido arrastrando por la red desde entonces, es mi pequeño homenaje a su protagonista. En “La casa de la alegría” he encontrado muchos lugares comunes con “La edad de la inocencia”, como por ejemplo esa angustia vital debida a la extrema rigidez de una alta sociedad neoyorquina, a caballo entre los siglos XIX y XX, entregada a unas leyes sociales y económicas no escritas pero que ajusticiaban sin piedad al que trataba de salirse de ellas. También he encontrado en “La casa de la alegría” una crítica mordaz de una moralidad cuanto menos discutible, bañada de falsa piedad, ensombrecida por la ilegitimidad que se asocia a la libre expresión de los sentimientos.

Quien haya llegado hasta aquí pensará que mi reseña va a ser completamente elogiosa, y me duele escribir que no puede ser así, porque la verdad es que aún cuando la historia me ha interesado, y a pesar de ser Edith Wharton una escritora estupenda capaz de contar una historia con un estilo sencillo pero muy elegante, la novela llega a hastiar, y es que seguramente se podría haber contado lo mismo en la mitad de páginas para satisfacción de todos, menos de la escritora, que publicó su novela por entregas en la revista Scribner´s Magazine, de enero a noviembre, y seguramente cobraba en función del volumen del texto publicado.

Como en toda la obra de Edith Wharton, "La casa de la alegría" nos da un perfecto retrato de la alta sociedad neoyorquina de la época, algo que no debía resultarle muy difícil ya que formaba parte de la misma. Y la verdad es que no debía gustarle mucho, porque nos la muestra de una manera cruel, despojándola hasta de su misma humanidad debido al culto que profesaba a un único Dios llamado dinero. Para muestra la frase siguiente que es demoledora:

"En este ambiente de tórrido esplendor se movían seres tan ricamente tapizados como los muebles, seres sin metas definidas ni relaciones permanentes que vagaban en una lánguida marea de curiosidad, de restaurante a sala de concierto, de invernadero a sala de música y de "exposición de arte" a desfile de modelos de alta costura."

Tal vez de está crítica proviene el título de la novela, que está tomado del Eclesiastés 7:4 “El corazón de los sabios habita la casa del duelo, pero el de los locos habita la casa de la alegría” Me imagino que Edith Wharton nos quiere hacer ver que ese mundo no es más que una jaula dorada totalmente irreal en la que habita la locura. Y en esa casa, más prisionera que nadie, habita la protagonista de la novela, Lily Bart, una bellísima mujer de familia adinerada venida a menos, una huérfana que vive gracias al miserable apoyo de su tía. La protagonista a sus ya 30 años no ha podido vencer los escrúpulos para acceder a un matrimonio de conveniencia y se siente atraída por la moralidad y por los principios de un joven abogado llamado Selden que, seguramente, podría haber sido su tabla salvavidas, pero a la que no se quiere aferrar ya que él no puede proporcionarle el dinero que ella necesita para seguir siendo parte de un mundo que realmente ya no es el suyo. La importancia de todo esto se puede leer en este párrafo:

“El único modo de no pensar en el aire es tener el suficiente para respirar. Es muy cierto en un sentido, pero los pulmones no dejan de pensar en el aire, aunque uno no lo haga. Y lo mismo ocurre con la gente rica: tal vez no piense en el dinero, pero lo respira. ¡Trasládeles a otro elemento y les verá retorcerse y jadear!”

De esta manera, esta lucha interna se traduce en una serie de oportunidades perdidas que, de la misma manera que pasaba en “La edad de la inocencia”, son muy difíciles de entender para un lector de hoy en día. El único momento en el que podemos atisbar por qué lo suyo no puede ser posible es durante este diálogo en el que cada uno expone cuál es su idea del éxito:

“Selden -El éxito... ¿qué es el éxito?. Me interesa conocer su definición.
-¿Del éxito?- Lily titubeó-. Bueno, supongo que es obtener de la vida todo lo que se puede. Es una cualidad relativa, después de todo. ¿No coincide su idea con la mía?
-¿Mi idea? ¡En absoluto! -Se incorporó con súbita energía, apoyó los codos en las rodillas y detuvo la mirada en los plácidos campos. -Mi idea del éxito -dijo- es la libertad personal.
-¿Libertad? ¿De las preocupaciones?
-De todo... del dinero, de la pobreza, de la comodidad y la ansiedad, de todos los accidentes materiales. Mantener una especie de república del espíritu; a esto llamo yo éxito.”

Es justo aquí el punto en el que unos pensarán que Lily es una persona absurda, y en el que otros pensarán que sólo es un alma confundida y atormentada. Yo soy de los segundos. Porque fruto de esa confusión y del poco entendimiento que tiene de las reglas del mundo en el que vive, ella había puesto más confianza en el poder de la seducción que en el del dinero, y por eso empieza a cometer errores que, pese a no ser graves, la llevan a ser expulsada del paraíso a pesar de ser inocente y a ser tratada como una cualquiera cuando la realidad es que Edith Wharton jamás nos quita la idea de que estamos hablando de una virgen vestal de casi 30 años.

Y de ahí viene la última reflexión de la reseña, esa que habla del papel de la mujer en esa alta sociedad, que no deja de ser ornamental, alguien a quien exhibir como se exhibiría una bonita porcelana. Un género que debe aceptar con sumisión su papel a riesgo de ser cercenado de raíz y exterminado, porque no tiene muchas más alternativas aceptables, alternativas por las que va pasando Lily hasta llegar al final de la novela, que no os contaré aquí, pero que será debidamente debatido en nuestro querido Club de Lectura 2.0 .


Como siempre, encontraréis en sus blogs las reseñas de DesgraciaítoCarmenLivia Bichejo que seguro que este mes me van a dar para el pelo.