lunes, 5 de abril de 2010

Viajar con niños


Viajar con niños es una experiencia trepidante, da igual lo bien que lo planifiques todo, da igual si te crees un ser de otro planeta con súper poderes capaz de controlar la situación, todo da igual. Puedes ser tan iluso de pensar que las cosas van a salir según ese guión maravilloso que tan minuciosamente has preparado, pero no, viajar con niños es una de esas experiencias tan condenada a fracasar como ir a ligar a una fiesta de supermodelos, porque eso también es de ilusos, las supermodelos no son seres solitarios en busca de un alma gemela que las haga caso, y si es así ese alma gemela seguro que no eres tú.

El protagonista principal de un viaje con niño evidentemente es el niño. Como la naturaleza no es la mitad de sabia de lo que dicen, ni siquiera de lo que debería, los niños no tienen un botón de desconexión en modo viaje. Sería ideal, les montas en la sillita, activas el botón y a tirar millas, si alguna persona lo inventa habrá contribuido al desarrollo del transporte tanto o más que el inventor de la rueda. Una alternativa al botón es el adormecimiento por medios más o menos naturales, el más básico es el estacazo en la cocorota, pero desaconsejable, porque no es de buen gusto atizarle con un bate de beisbol a una criaturita que está estudiando o a punto de hacerlo. Posiblemente con la LOGSE igual ni se nota, pero mejor no tentar a la suerte. Las drogas podrían ser otra solución pero ilegal, si te para la benemérita y ve a un niño tranquilamente dormido en su sitio y a unos padres relajados disfrutando del viaje, al primero que le hacen un análisis de estupefacientes es al crío, y entonces ya la has liado. Vamos a descartar estos métodos fáciles solo en apariencia.

Otra solución, que no cuela, es darle a tu retoño un madrugón inmisericorde, crees que va a ser la forma de que caiga rendido y se duerma mientras tomas las curvas con la finura de un Michael Schumacher. Es un error de principiantes con dramáticas consecuencias, porque el crío no se vuelve a dormir hasta que escucha el crujido del freno de mano al llegar al destino, pero tú, que tan inteligente te creías, descubres a los cien kilómetros que estás hecho polvo y que matarías por ir en la silla del porta bebés. Porque además esos cien kilómetros los has hecho a la velocidad de un paso de nazarenos, rodeado, como ellos, por una multitud que ha tenido la mismita idea de dar el madrugón a los niños. Solo os falta que por radio tráfico os canten una saeta.

Llegados a este punto de fracaso comienzan los planes B, hoy en día uno de los más recurrentes es el DVD portátil con sonido dolby surround, diversión garantizada para toda la familia. Y es que eso es el progreso, tener una pantalla de DVD en el asiento trasero del coche. En mi generación servía como motivación y entretenimiento ser capaz de esquivar el pellizco o colleja destinada al primero que se moviera. Ahora no, ahora tienes que tener DVD con un repertorio de películas que sea digna del exquisito gusto de su alteza real el príncipe de la casa. Normalmente esto se arregla comprándote, o pirateando, un pack de series y películas Disney. Es una solución a corto plazo, porque en una media hora el crío se habrá aburrido, pero media hora de paz al volante es una recompensa que no hay que desdeñar.

Aún así el precio es alto, muy alto. Yo no sé si es que soy un poco peculiar, o un poco esquizofrénico, pero es superior a mis fuerzas conducir escuchando la voz de Mickey Mouse a mis espaldas, porque verlo es soportable, pero solo escucharlo justifica el ingreso urgente en un psiquiátrico. Las historias son insulsas, pero joder con las voces, tienen que vibrar a la frecuencia de resonancia de mi tejido neuronal y en unos segundos son capaces de joderme el cerebro. Si no, cómo se explica que la última vez que Mickey dijo que iba a utilizar la misteriosa Mickey Herramienta me lo imaginé desnudo, con gabardina y acechando en la puerta de un colegio. Hay que estar muy mal del coco para llegar a esos extremos, pero es todavía mucho peor admitir que estuve a puntito de girarme para ver cómo se las gastaba el ratón acosador.

Pasada la etapa DVD llega la etapa de las canciones, un ejercicio familiar que une a todos menos al interesado. Creemos absurdamente que al pobre le van a gustar las mismas canciones ochenteras que cantábamos en nuestra niñez, pero al niño le suele dar lo mismo. Y eso que a base de darle la tabarra es capaz de tatarear la Gallina Turuleta o la Abeja Maya, pero para viajar no sirve. Dos canciones después y varios niveles de autoestima menos ya no sirven absolutamente de nada. Es el momento “¿falta mucho?”. A ver, tienes dos años, no tienes noción del tiempo ni del concepto de la distancia y ya sabes decir “¿falta mucho?”. Estoy seguro de que es una de las secuencias que vienen ya pre programadas en el cerebro de los niños.

Después de responder varias veces que falta poco comienzas a perder crédito a pasos agigantados, y todavía quedan 200 km. El coche se convierte en una verbena andante, Mickey Mouse sigue amartillando el cerebro, otra facción insiste en que lo más conveniente es seguir cantando de los Apeninos a los Andes, el niño pasa de los pucheros al llanto más desconsolado, el perro ladra haciendo los coros al niño y el pobre conductor empieza a valorar la opción de despeñar el coche por un barranco y terminar todo de una maldita vez. Pero no, esta situación puede mantenerse más de una hora hasta que ves en el horizonte la localidad de destino. Ni Juan de la Cosa fue tan feliz al divisar América y gritar a pleno pulmón “Tierra a la vista”.

Pero después de tanto remar descubres que vas a morir en la orilla, te gustaría ser la reencarnación de Herodes cuando a menos de un minuto de llegar un rugido furioso resuena en el asiento trasero, tu hijo acaba de vomitar. Criaturita. Te queda encontrar aparcamiento, bajar el equipaje y pasarte media hora limpiando la tapicería que parece ahora un cuadro de Miró, si tuvieras que ponerle un nombre sería “Tropezón, cuajarón y estrella”, y es que en el fondo tu hijo va a ser un artista.

5 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

Terrible documento!!

Nosotros no tenemos DVD. A cambio nos sabemos todas las canciones de los payasos de la tele del tirón. Además se te meten en el cerebro y no hay manera de sacártelas.

Annie y yo hemos perdido varias noches de sueño porque se nos ha metido la gallina turuleta de por medio.

Lo de 'falta mucho' es un clásico. En algún viaje he ido con la intención de contar cuantas veces lo dicen, pero me he aburrido.

alma dijo...

:)

No quisiera yo ser la bruja que no invitaron al bautizo pero que sepas que la cosa empeora cuando en lugar de un niño, osea, una real majestad hay dos: uno que berrea sin control ni fin y otro que lo imita con bastante fortuna y un par de pulmones que matarían de envidia al mítico Indurain...y así horas y horas y hooooooooooooooras. Lo del barranco, lo hemos pensado todos ;)

Newland23 dijo...

ND cómprate un DVD portátil en la página esa donde te compras los cachivaches, merece la pena, mucho más que os payasos de la tele!!!

Newland23 dijo...

almalaire el acompañante imitador no está previsto, por lo menos en esta vida. Pero no quiero ni imaginarlo, porque entonces a lo mejor lo del barranco no era solo una hipótesis :)

Anniehall dijo...

El noDVD es cuestión de principios, tenemos la teoría de que aburrirse en el coche forja el carácter. Además como ahora no hacen la mili...

Almalaire, nosotros tenemos dos y por estas fechas hace un año que fuimos DOSCIENTOS KILÓMETROS con una sin parar de llorar. Se nos ocurrió, pobres infelices, aprovechar las vacaciones para quitarle el chupete. En el 150 flaqueábamos '¿y si se lo damos y que pare de una vez?'. Pero no, si habíamos aguantado tanto podríamos aguantar otros ciento cincuenta. Menos mal que el sueño pudo más. Si no creo que en esa sí que nos despeñamos.

Para cuánto queda ND tiene un truco muy bueno. Es que C pregunta nada más salir. Entonces le dice un número de horas grande y se las va reduciendo según nos vamos acercando. Las horas al principio son muy laaargas y cada vez son más cortas. La última hora suele durar media. Y cuando le decimos 'queda poquito' a diez minutos de casa, se pone tan contenta.

(Vaya ladrillo)