Este mes, en el Club de
Lectura 2.0, hemos leído a propuesta mía “La casa de la alegría”,
una novela escrita en 1905 por Edith Wharton. La verdad es que para
ser el primer libro que se lee gracias a mí, y al Atleti (y de esto
seguro que os habla Carmen, que ignora el alivio que tengo por tener
que publicar un día antes del derbi) creo no haber defraudado las
expectativas de sufrimiento que todos los miembros del club
depositamos los unos en los otros. Explico antes de empezar que mi interés en Edith Wharton viene
de un curso que hice en la universidad llamado “La edad de la
inocencia: Cine y literatura”, curso que trataba de explicar el contexto
histórico de la novela que daba el título al mismo y el enfoque que
de la misma daba la maravillosa película de Martin Scorsese.
“La edad de la
inocencia” me enamoró al instante, y por si alguien todavía no lo
sabe el nick de Newland, que he ido arrastrando por la red desde
entonces, es mi pequeño homenaje a su protagonista. En “La casa de
la alegría” he encontrado muchos lugares comunes con “La edad de la inocencia”, como por ejemplo
esa angustia vital debida a la extrema rigidez de una alta sociedad
neoyorquina, a caballo entre los siglos XIX y XX, entregada a unas
leyes sociales y económicas no escritas pero que ajusticiaban sin
piedad al que trataba de salirse de ellas. También he encontrado en
“La casa de la alegría” una crítica mordaz de una moralidad
cuanto menos discutible, bañada de falsa piedad, ensombrecida por la
ilegitimidad que se asocia a la libre expresión de los sentimientos.
Quien haya llegado hasta
aquí pensará que mi reseña va a ser completamente elogiosa, y me
duele escribir que no puede ser así, porque la verdad es que aún
cuando la historia me ha interesado, y a pesar de ser Edith Wharton
una escritora estupenda capaz de contar una historia con un estilo
sencillo pero muy elegante, la novela llega a hastiar, y es que
seguramente se podría haber contado lo mismo en la mitad de páginas
para satisfacción de todos, menos de la escritora, que publicó su
novela por entregas en la revista Scribner´s Magazine, de enero a
noviembre, y seguramente cobraba en función del volumen del texto publicado.
Como en toda la obra de
Edith Wharton, "La casa de la alegría" nos da un perfecto
retrato de la alta sociedad neoyorquina de la época, algo que no
debía resultarle muy difícil ya que formaba parte de la misma. Y la
verdad es que no debía gustarle mucho, porque nos la muestra de una
manera cruel, despojándola hasta de su misma humanidad debido al
culto que profesaba a un único Dios llamado dinero. Para muestra la
frase siguiente que es demoledora:
"En este ambiente de
tórrido esplendor se movían seres tan ricamente tapizados como los
muebles, seres sin metas definidas ni relaciones permanentes que
vagaban en una lánguida marea de curiosidad, de restaurante a sala
de concierto, de invernadero a sala de música y de "exposición
de arte" a desfile de modelos de alta costura."
Tal vez de está crítica
proviene el título de la novela, que está tomado del Eclesiastés
7:4 “El corazón de los sabios habita la casa del duelo, pero el de
los locos habita la casa de la alegría” Me imagino que Edith
Wharton nos quiere hacer ver que ese mundo no es más que una jaula
dorada totalmente irreal en la que habita la locura. Y en esa casa,
más prisionera que nadie, habita la protagonista de la novela, Lily
Bart, una bellísima mujer de familia adinerada venida a menos, una
huérfana que vive gracias al miserable apoyo de su tía. La protagonista a sus
ya 30 años no ha podido vencer los escrúpulos para acceder a un
matrimonio de conveniencia y se siente atraída por la moralidad
y por los principios de un joven abogado llamado Selden que, seguramente, podría haber sido su tabla salvavidas, pero a la que no se
quiere aferrar ya que él no puede proporcionarle el dinero que ella
necesita para seguir siendo parte de un mundo que realmente ya no es
el suyo. La importancia de todo esto se puede leer en este párrafo:
“El único modo de no
pensar en el aire es tener el suficiente para respirar. Es muy cierto
en un sentido, pero los pulmones no dejan de pensar en el aire,
aunque uno no lo haga. Y lo mismo ocurre con la gente rica: tal vez
no piense en el dinero, pero lo respira. ¡Trasládeles a otro
elemento y les verá retorcerse y jadear!”
De esta manera, esta
lucha interna se traduce en una serie de oportunidades perdidas que,
de la misma manera que pasaba en “La edad de la inocencia”, son
muy difíciles de entender para un lector de hoy en día. El único
momento en el que podemos atisbar por qué lo suyo no puede ser
posible es durante este diálogo en el que cada uno expone cuál es
su idea del éxito:
“Selden -El éxito...
¿qué es el éxito?. Me interesa conocer su definición.
-¿Del éxito?- Lily
titubeó-. Bueno, supongo que es obtener de la vida todo lo que se
puede. Es una cualidad relativa, después de todo. ¿No coincide su
idea con la mía?
-¿Mi idea? ¡En
absoluto! -Se incorporó con súbita energía, apoyó los codos en
las rodillas y detuvo la mirada en los plácidos campos. -Mi idea del
éxito -dijo- es la libertad personal.
-¿Libertad? ¿De las
preocupaciones?
-De todo... del dinero,
de la pobreza, de la comodidad y la ansiedad, de todos los accidentes
materiales. Mantener una especie de república del espíritu; a esto
llamo yo éxito.”
Es justo aquí el punto
en el que unos pensarán que Lily es una persona absurda, y en el que
otros pensarán que sólo es un alma confundida y atormentada. Yo soy
de los segundos. Porque fruto de esa confusión y del poco entendimiento
que tiene de las reglas del mundo en el que vive, ella
había puesto más confianza en el poder de la seducción que en el
del dinero, y por eso empieza a cometer errores que, pese a no ser
graves, la llevan a ser expulsada del paraíso a pesar de ser inocente y a ser
tratada como una cualquiera cuando la realidad es que Edith Wharton
jamás nos quita la idea de que estamos hablando de una virgen vestal
de casi 30 años.
Y de ahí viene la última
reflexión de la reseña, esa que habla del papel de la mujer en esa
alta sociedad, que no deja de ser ornamental, alguien a quien exhibir
como se exhibiría una bonita porcelana. Un
género que debe aceptar con sumisión su papel a riesgo de ser
cercenado de raíz y exterminado, porque no tiene muchas más alternativas
aceptables, alternativas por las que va pasando Lily hasta llegar al
final de la novela, que no os contaré aquí, pero que será
debidamente debatido en nuestro querido Club
de Lectura 2.0
.
Como siempre,
encontraréis en sus blogs las reseñas de
Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo
que seguro que este mes me van a dar para el pelo.
6 comentarios:
Bienvenido al club! Ya lo has conseguido. El club gafa todo lo que tocamos. Es realmente un caso digno de estudio.
Creo que es un libro pesado y algo desaprovechado porque ella escribe muy bien, pero se alarga mucho y cuenta varias veces lo mismo. Seguramente para llenar páginas y cobrar por ello, pero el resultado final es que estás deseando que se acabe de una vez.
Jajajaj! Sois tremendos. Leí " La edad de la inocencia y me encantó. (No había caído en lo de tu nick). Esta no me la pienso leer q no estoy para disgusto y, menos aún, para novelas pesadas. Pero está bien poder descartar fácilmente posibles lecturas, q ya tengo demasiadas lecturas.:-)
Yo creo que Lily es básicamente tonta. Y que confía demasiado en esa belleza tan grandiosa que se supone que tiene.
Pero como no tiene seso ninguno, no deja de hacer disparates que debería saber de sobra que le van a llevar a la ruina social. Es tan obvio todo desde el principio que me iba poniendo de mal humor.
El libro es pesado a ratos, y me da rabia porque el primer tercio lo devoré.
Bienvenido al club de tortura, donde tus autores favoritos quedan a la altura del betún.
Yo veo crítica, pero no que sea mordaz. Para mí se queda en una descripción despiadada.
Eres un sentimental, Juanjo. ¿Alma confundida y atormentada? De confundida nada. Lo que pasa es que quiere todo, la pasta y un hombre guapo, y como dice Bich, lo fía todo a su belleza.
Claro que Lily tiene alternativas. Con medio kilo de inteligencia y tres cuartos de coraje, la vida le habría ido mejor. Pero es que es mema.
A mí también me ha puesto de mal humor a ratos.
Tiemblo pensando en el autoestopista galáctico...
Yo creo que vista la maldición del club nadie debería descartar a Edith Wharton tan a la ligera, que algo debe tener el agua cuando la bendicen.
Y dicho esto creo que tenemos un problema con los libros que no son contemporáneos, y es que nos cuesta la vida ponernos en el pellejo de alguien que por su propia realidad debía pensar y reaccionar de manera muy distinta, incluso ante el amor.
Carmen, lo del autoestopista no sé cómo saldrá, no tengo ni referencias ni una opinión juzgada. Ya veremos.
Hombre, precisamente por vivir atormetada ES una persona absurda;ha tenido MIL maneras de salir de la situación en la que está y no lo ha hecho por absurda... Aunque concuerdo al 100% contigo en lo de la crítica brutal (ya que mencionas "La edad de la inocencia" es curioso como una cuenta una historia más anodina pero entretiene más que este, que cuenta una historia interesante llena de intrigas y que ABURRE a las ovejas)
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