Este
mes, los muy intrépidos miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “El sentido de un final”, de
Julian Barnes a propuesta de Bichejo, que a su vez recogió el guante
que tal vez le lanzó Saramaga, a la que aprovecho para saludar
afectuosamente y a la que AGRADEZCO haber traído a nuestras vidas un
libro de sólo doscientas páginas, con amor se lo digo, porque si lo
bueno breve dos veces bueno, os podéis imaginar lo que se agradece
la brevedad si el libro es “tan bueno” como éste.
Curiosamente,
trasteando por las páginas que comentan libros, algo que suelo hacer
para poder encontrar mi lugar en el mundo, me he encontrado numerosas
reseñas que destacan la complejidad argumental del mismo, algo que
me sorprende profundamente, porque aunque se trata de una novela con
un potencial tremendo, a poco que hubiera estado bien desarrollada,
el resultado final es menos profundo que los charcos que se forman en
la pista de fútbol sala de un colegio. Y es que veo que en la
mayoría ni siquiera aciertan con la intención del título,
relacionándolo o con el propio protagonista o con lo que voy a
llamar “el golpe de efecto”, lo que me hace pensar que muchos
ínclitos blogueros (y no os deis ninguno de mis queridos lectores
por aludidos) lo que se merecen es un buen golpe de remo.
Admito
que la novela cuenta con un comienzo más que prometedor que, poco a
poco, se va diluyendo en lo anodino hasta terminar provocando algo
parecido al desinterés, a pesar de los fuegos de artificio con los
que Julian Barnes trata de disfrazar sus miserias que no son otras
que haber fiado el interés de la historia en algo que para nada
cambia la vida de sus personajes, en algo que en el fondo da igual
tanto a sus criaturas como a sus lectores, algo que en mi pueblo
llamamos un camelo. Y lamento aquí no poder entrar en muchos
detalles porque se trata de un libro que con poco que de él se
cuente ya se destroza la trama, lo que dice mucho de por qué mi
comentario del párrafo anterior,
así que, como en otras muchas ocasiones, voy a recurrir a ese
recurso tan socorrido que es copiar lo que nos dice el editor para
tratar de vendernos la burra:
“Tony
Webster y su pandilla conocieron a Adrian en el instituto.
Hambrientos de sexo y literatura, atravesaron juntos la adolescencia
y se prometieron seguir siendo amigos para siempre. Pero cuando la
vida de Adrian dio un vuelco trágico, todos, especialmente Tony,
miraron hacia otro lado, se alejaron. Ahora Tony vive solo en un
pacífico y próspero retiro, tras una vida opaca que poco tiene que
ver con la que fantaseaba en su juventud. Y un día recibe una carta
de un abogado: Sarah Ford, la madre de Veronica, su primera novia, le
ha legado quinientas libras y un sobre con un manuscrito. Le entregan
el dinero y una carta de Sarah, pero el manuscrito nunca llega. Y
Tony averigua que son los diarios de Adrian, que ahora están en
manos de Veronica y no piensa entregárselos. Y estos diarios son el
oscuro, enigmático corazón de una novela espléndida, premiada con
el prestigioso Man Booker.”
¡Premio
Man Booker! Te cagas.
Como
ya he dicho, y lo repetiré hasta la extenuación, Julian Barnes,
tras empezar a contar la historia de unos adolescentes que llegan a
la juventud, y que funcionaba perfectamente y que tenía un potencial
buenísimo, de repente decide terminar con ella para comenzar una
peregrinación absurda por los cerros de Úbeda, haciéndose trampas
al solitario porque nos intenta persuadir de que nos cuenta una
historia que ni si quiera podía ser importante para su
protagonista, una historia que no es más que un yogur caducado que,
por casualidad, un día aparece en el fondo de la nevera porque una
señora que una vez paso por casa lo puso allí sin que nosotros lo
supiéramos. Es más, trata de convencernos de lo trascendentes que
en la vida de Tony fueron unos hechos ante los que él, y cualquier
ser humano adulto y en su sano juicio, ya habría pasado página. Por
ejemplo, mucho más interesante me parece la relación del personaje
protagonista con su ex-mujer, una relación de verdad importante en
su vida y por la que pasa prácticamente de puntillas. En fin.
Aunque
si habéis llegado a leer hasta aquí pensaréis que el libro del mes
ha sido en vano, tampoco quiero que quede esa sensación porque no es
cierta, bueno sí, es cierta salvo algunas cosas, que diría
Caraplás. Porque la novela, al menos, puede abrir un buen debate
referente a la realidad de nuestros recuerdos, a su veracidad, a cómo
tendemos hacia la auto-justificación hasta el punto de moldear a
nuestro gusto y conveniencia nuestro pasado sólo para hacernos
sentir mejor, hasta el punto que, como el protagonista, es capaz de
crearse un pasado hacho a la medida de sus remordimientos. Y éso sí
que me interesa, y mucho, es una lástima que Julian Barnes no haya
sido capaz de perseverar más en ese camino.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Livia
y Bichejo,
que me apuesto algo por una vez a que van en la misma línea que la
mía. Y además, como gran novedad estrenamos podcast del club, sí,
lo habéis leído bien, a partir de este mes podréis disfrutar de
estas concienzudas reflexiones en dolby surround 5.1, porque los
miembros del club somos así en el sufrimiento, uno para todos y
todos para uno.
6 comentarios:
Lo de "un pasado a la medida de los remordimientos" resume bien el estado del protagonista.
Es un libro que no te agita, un poco insulso y a medio hacer. A mí me ha decepcionado mucho.
Lo único que parece que estamos sacando todos en claro es el tema de la memoria, de cómo tamiza y modifica nuestros recuerdos...además de lo maravillosos jueces que somos todos de nosotros mismos.
Yo lo de la memoria no consigo entenderlo. No sé qué veis que cambie la memoria. No es la memoria la que cambia, es que no tenía los datos. Está claro que sin toda la información te puedes montar otra película, pero eso no es que la memoria cambie.
Totalmente de acuerdo, es de agradecer que sea corto, es ALUCINANTE que este libro tan sin sustancia tenga un premio así y es un bluf como una catedral...
Y ya tenemos polémica para una entrada, querido líder... ¡Cómo que no tenía los datos? La carta la escribe él y la olvida... Lo que recuerda al respecto de cómo se tomó la unión no tiene nada que ver con lo que ocurrió realmente.
¡Anda!...que sí que lo he leído.
Lo de mi memoria empieza a ser preocupante.
Yo ya le he dicho a Bich que sin problema, me mande el premio limón...XD.. pero vamos, al menos el mío es corto, no como ese que recuerdo que os leísteis que escribió un ministro. Vamos, vamos! Y como ya he dicho, a mí no me parece que el principio sea lo mejor. El principio es de lo más normal, y el juego de la segunda parte a mí me pareció entretenido y me tuvo pasando hojas hacia atrás y adelante. Me gusta que a veces un libro juegue así contigo, claro que para eso te tiene que interesar lo que te está contando, y, según veo, a ti no te interesa lo más mínimo... jajaja.
Creo que es la primera vez que reseñáis un libro que me haya leído (excepto Kevin, pero yo lo leí después y no es lo mismo), y me lo he pasado muy bien leyendo como lo ponéis verde. O amarillo limón. :-)
Publicar un comentario