He aquí otro de esos post que ahuyentan lectores y aburren a las ovejas, pero como dice Sheldon en su recién estrenado blog, es lo que tiene.
Existe algo que todos, al menos en teoría, deberíamos tener, se puede llamar orgullo, vergüenza torera o simplemente dignidad, pero a mí me gusta llamarlo amor propio, es uno de los componentes de la gasolina que nos hace sobrevivir. El amor propio tiene que ir ligado a esa pequeña dictadora invisible a la que llamamos conciencia, sin ella está condenado a desaparecer, a no existir, porque los cantos rodados del camino no tienen amor propio, ni los puercos que se revuelcan en un charco, ni los futbolistas del Atleti, ni los banqueros, ni las princesas, tampoco las de los cuentos. La conciencia es un ama sadomasoquista que, cubierta de cuero y látex, fustiga sin piedad al amor propio obligándole a lamerle las punteras de sus botas altas.
El amor propio también va ligado a los sentidos, pero no a la vista o el olfato, por mucho que cada vez todo huele más a mierda, más bien va ligado a otros sentidos como el sentido del ridículo o el sentido del deber. El primero es una lacra que algunos llevamos como una bola amarrada al tobillo, algo absolutamente insoportable que muchas veces ni siquiera nos deja ser nosotros mismos, por eso, en ocasiones, admiro en secreto a quien no tiene ningún sentido del ridículo y me pregunto si yo con los años llegaré a librarme de él, aunque no lo creo, porque es un rehén famélico y barbudo del amor propio y de la falta de estima. Ese es otro tema, es curioso cómo tanto amor propio, a veces, puede convivir con tanta falta de estima. Lo del sentido del deber imagino que casi debe sonar a chiste, demasiado castrense, pero a mí no me suena así, me parece algo imprescindible ya que uno debe comportarse como cree que debe hacerlo, por decencia y por estética, pese a que la mayoría de las veces lo hacemos por el qué dirán, un arma muchísimo más poderosa que la dignidad. Así nos va.
La dignidad es en todo esto la cuadratura del círculo, si la conciencia viste de cuero y látex entonces la dignidad viste de harapos y duerme entre cartones en un barco de un parque, y que se vaya preparando porque su futuro es que un barrendero municipal se la encuentre cualquier día de estos muerta. Nadie reclamará su cadáver. En este mundo en el que todo se vende y todo se compra, al menos la dignidad no debería ser un objeto de mercado, y sin embargo lo es, y además tiene un precio relativamente bajo, es muy triste. Perdemos la dignidad por infinitos motivos que no están a la altura: por miedo a fracasar, por miedo a la soledad, por querer ser aceptado, por conservar un trabajo... este último es bastante lamentable porque la dignidad no forma parte del sueldo ni perderla forma parte de un contrato, ni del tuyo ni del mío, ni siquiera debería formar parte del contrato de los lupanares de carretera, pero mucho contratador no lo sabe, pobre ignorante, aunque curiosamente lo que sí tiene clarísimo es que la dignidad y el amor propio no pagan las hipotecas, y de eso se vale.
Está claro que a casi nadie le gusta ser el hazmerreír de la fiesta, ni el tonto de turno, ni el pringado del curro, ni el amante despechado, que esa es otra, cómo perdemos los papeles y el amor propio cuando hablamos de sentimientos y cómo nos dejamos llevar, utilizar y pisotear olvidando eso de que para querer se debe empezar por uno mismo y que las relaciones no se construyen de fuera para dentro. Pero lo olvidamos y nos dejamos llevar, y no nos queremos, ni queremos escuchar a nuestras conciencias, y perdemos el objetivo y a la larga nos sentimos una mierda. Porque sí, ya sé que casi todos estamos hasta las pelotas del rol que nos ha tocado interpretar, pero hay que tirar de amor propio para seguir remando, para no dejarse llevar por la corriente, y por eso mismo hay que tratar de hacer las cosas con un poco de decencia, no aceptando que todo vale, que las cosas se pueden siempre hacer de cualquier manera y que no va a pasar nada por ello, porque sí pasa, pasa que nos vamos empobreciendo a pasos agigantados, y es evidente, aunque parece que a casi nadie le importa.
Por cierto, la imagen, que me parece rechula, la descargué de aquí.
Existe algo que todos, al menos en teoría, deberíamos tener, se puede llamar orgullo, vergüenza torera o simplemente dignidad, pero a mí me gusta llamarlo amor propio, es uno de los componentes de la gasolina que nos hace sobrevivir. El amor propio tiene que ir ligado a esa pequeña dictadora invisible a la que llamamos conciencia, sin ella está condenado a desaparecer, a no existir, porque los cantos rodados del camino no tienen amor propio, ni los puercos que se revuelcan en un charco, ni los futbolistas del Atleti, ni los banqueros, ni las princesas, tampoco las de los cuentos. La conciencia es un ama sadomasoquista que, cubierta de cuero y látex, fustiga sin piedad al amor propio obligándole a lamerle las punteras de sus botas altas.
El amor propio también va ligado a los sentidos, pero no a la vista o el olfato, por mucho que cada vez todo huele más a mierda, más bien va ligado a otros sentidos como el sentido del ridículo o el sentido del deber. El primero es una lacra que algunos llevamos como una bola amarrada al tobillo, algo absolutamente insoportable que muchas veces ni siquiera nos deja ser nosotros mismos, por eso, en ocasiones, admiro en secreto a quien no tiene ningún sentido del ridículo y me pregunto si yo con los años llegaré a librarme de él, aunque no lo creo, porque es un rehén famélico y barbudo del amor propio y de la falta de estima. Ese es otro tema, es curioso cómo tanto amor propio, a veces, puede convivir con tanta falta de estima. Lo del sentido del deber imagino que casi debe sonar a chiste, demasiado castrense, pero a mí no me suena así, me parece algo imprescindible ya que uno debe comportarse como cree que debe hacerlo, por decencia y por estética, pese a que la mayoría de las veces lo hacemos por el qué dirán, un arma muchísimo más poderosa que la dignidad. Así nos va.
La dignidad es en todo esto la cuadratura del círculo, si la conciencia viste de cuero y látex entonces la dignidad viste de harapos y duerme entre cartones en un barco de un parque, y que se vaya preparando porque su futuro es que un barrendero municipal se la encuentre cualquier día de estos muerta. Nadie reclamará su cadáver. En este mundo en el que todo se vende y todo se compra, al menos la dignidad no debería ser un objeto de mercado, y sin embargo lo es, y además tiene un precio relativamente bajo, es muy triste. Perdemos la dignidad por infinitos motivos que no están a la altura: por miedo a fracasar, por miedo a la soledad, por querer ser aceptado, por conservar un trabajo... este último es bastante lamentable porque la dignidad no forma parte del sueldo ni perderla forma parte de un contrato, ni del tuyo ni del mío, ni siquiera debería formar parte del contrato de los lupanares de carretera, pero mucho contratador no lo sabe, pobre ignorante, aunque curiosamente lo que sí tiene clarísimo es que la dignidad y el amor propio no pagan las hipotecas, y de eso se vale.
Está claro que a casi nadie le gusta ser el hazmerreír de la fiesta, ni el tonto de turno, ni el pringado del curro, ni el amante despechado, que esa es otra, cómo perdemos los papeles y el amor propio cuando hablamos de sentimientos y cómo nos dejamos llevar, utilizar y pisotear olvidando eso de que para querer se debe empezar por uno mismo y que las relaciones no se construyen de fuera para dentro. Pero lo olvidamos y nos dejamos llevar, y no nos queremos, ni queremos escuchar a nuestras conciencias, y perdemos el objetivo y a la larga nos sentimos una mierda. Porque sí, ya sé que casi todos estamos hasta las pelotas del rol que nos ha tocado interpretar, pero hay que tirar de amor propio para seguir remando, para no dejarse llevar por la corriente, y por eso mismo hay que tratar de hacer las cosas con un poco de decencia, no aceptando que todo vale, que las cosas se pueden siempre hacer de cualquier manera y que no va a pasar nada por ello, porque sí pasa, pasa que nos vamos empobreciendo a pasos agigantados, y es evidente, aunque parece que a casi nadie le importa.
Por cierto, la imagen, que me parece rechula, la descargué de aquí.
7 comentarios:
Un día iba Jenofonte paseando por Atenas y se encontró a un hombre mayor que le preguntó que dónde se compraban verduras. Jenofonte se lo dijo. El hombre a continuación le preguntó que dónde se encontraban los hombre buenos y virtuosos. Jenofonte no supo qué decir y el viejo le dijo: sígueme y lo sabrás. Ese viejo era Sócrates.
Después de este rollo que, además, ya te sabrás te digo que a pesar de todo, intentamos ser hombres buenos y virtuosos, aún sabiendo que seguramente no lo conseguiremos.
ND eres un optimista :) De ti no lo dudo, que trates de ser bueno y virtuoso, además de serlo, pero no sé yo si la mayoría más que intentar serlo intentamos parecer serlo.
Cada uno tiene una medida para la dignidad, el orgullo, el amor propio y la vergüenza torera. No lo olvides.
Gordi, cuando suelto estos rollos intento hablar de mínimos, pero gracias por recordármelo.
Es que creo que en esto no hay mínimos, sinceramente. Lo que para uno es lo más bajo que se puede caer para otro no es ni el primer escalón.
Y de rollo, nada, xato.
Bueno, ya he dicho que creo que cada uno debe comportarse como cree que debe, ahí cabe casi todo, pero es verdad que a veces me pongo un poco categórico, sobre todo cuando escribo enfadado.
Seguro que tienes toda la razón, que cada uno se pone sus listones, pero a veces se me olvida y creo que la humanidad debería comportarse según mis reglas y valores.
En fin...
Lo principal es tener clara la ruta. A veces el camino se tuerce y avanzas tramos en dirección contraria. Luego, viendo el camino con cierta perspectiva, te darás cuenta de que no has perdido el norte.
Reconozco que es desesperante que, a veces, para avanzar 10 milímetros, te toque andar varios kilómetros. Hay mucho capullo por ahí que te obliga a dar vueltas. Ánimo en cualquier caso.
Ah, y muchas gracias por citarme. Es lo que tiene.
Por cierto, intenté escribir este texto el día que lo leí, pero, por algún extraño motivo, esta plantilla de blog da problemas escribiendo comentarios desde el teléfono (manzanita). En otros no me pasa.
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