viernes, 28 de enero de 2011

El mal amigo


La amistad tiene mucho en común con el amor, ambos son ciegos. Lo mismo que te enamoras de alguien y sigues así hasta que un día te plantan sin saber cómo ha sucedido, lo mismo que puedes vivir en una relación sin tener ya nada en común, puedes tener un amigo que ya no lo es y no haberte enterado. Son cosas de las relaciones de dos en las que uno vive su historia sin saber muy bien cómo va la historia del otro mientras que ambos giran en órbitas paralelas condenadas a no volver a cruzarse.

Llegados a ese punto, la amistad es una falsa historia de amor en la que una parte ve perfectamente cómo todo se va resquebrajando pero a pesar de ello en la cabeza se monta falsas escusas de negación, la más gorda y la más socorrida es pensar que pase lo que pase una amistad es algo a prueba de bombas. Mentira podrida. Desgraciadamente, la mayoría de las veces la amistad no vive del pasado sino que se nutre del presente, además tiene fecha de caducidad y lo más triste es que puede caducar delante de nuestros ojos sin que aparentemente nada haya pasado.

El mal amigo puede defraudarte, engañarte, traicionarte, incluso despreciarte y casi siempre, a pesar de que se merece una patada en las gónadas, le justificas. Habrá sido sin querer, no se habrá dado cuenta, él es así..., llega tan lejos la negación de la realidad que hasta te preguntas si le habrás hecho algo, te culpas a ti mismo cuando la única verdad es que pasa de ti, le importas un carajo hasta el punto de llegar a hacerte daño. Ese es el límite.

Solo queda firmar el acta de defunción y morirte de pena mientras que rumias la decepción, notando que te deja un regusto amargo en la boca y que no es capaz de llenar el vacío que sientes en el estómago. Más tarde llegarán los ataques de nostalgia cada vez que tu mente perversa te empareje a traición con el nuevo extraño. Es duro aceptarlo, pero se aprende con los años, no sé si por aprendizaje o por estadística, porque el paso del tiempo llena las alforjas de buenas y malas experiencias que hacen todo mucho más relativo. No es un plato de gusto pero es así y hay que aceptarlo.

Hoy me he dado cuenta; mi amigo ya no es mi amigo, solo un conocido, no es más que mi amigo imaginario.


7 comentarios:

Gordipé dijo...

Sí, da penilla y eso, pero cuando llega a este punto el amor ciego que dices se ha diluido y convertido en cariñito del pasado. Y el pasado, Juanjo, está lejos. Y la distancia es el olvido. Afortunadamente.

Newland23 dijo...

Gordi, la pena es cuando la distancia no es física, sino emocional. Pero sí, el pasado está muy lejos.
Besos

Sil dijo...

Pues yo aun debo estar en la edad de resistirme a perder a los amigos que veo poco. Porque cuando los veo, aunque note que algo ha cambiado, de algún modo siento que siguen ahí.

Newland23 dijo...

Ays, lo tengo que haber escrito fatal. Insisto en que no es un problema de verse poco, es un problema de perderse el cariño, como en un matrimonio, por ejemplo.

Anniehall dijo...

Yo creo que te he entendido y es una pena pero, tú ya lo has dicho alguna vez, es la vida.

Lo que pasasteis antes ahí seguirá y seguro que vendrán otros.

Sil dijo...

Creo que he sido yo, que lo he leído peor :P

No dijo...

Estoy contigo en muchas cosas Juanjo, pero no creo que una amistad tenga porque tener caducidad si la riegas, como el amor, todos los días. Hay que cuidar a las personas y las relaciones con ellas si de verdad nos importan y queremos mantenerlas.
El problema...es que no todo el mundo está dispuesto a ocupar su tiempo o mas bien, reservar un hueco, para esas cosas.
Y hay que hacerlo.

Por otro lado, la decepción es parte de la vida. No todo el mundo tiene porque caernos bien, ni tenemos porque llevarnos bien por doquier. Sino todo sería la mar de aburrido.

Besiiisss