miércoles, 27 de julio de 2011

Los alaridos de la conciencia


Estoy enfadado, muchísimo, diría que indignado, pero voy a dejar la palabrita en paz porque de tanto usarla se está desgastando. Una de las cosas buenas de estar de baja es que uno tiene tiempo libre para leer la prensa, ese castigo que, por desgracia, más que disfrutar sufrimos, y aunque no es de lo que quiero hablar si que aprovecho para expresar mi estupor ante las barbaridades que se pueden escribir en los diarios. De la televisión no hablo porque ellos ya juegan en otra categoría. No es una cuestión de posicionamiento político, eso me parece hasta sano, es una cuestión de que no existe ni un miserable periódico en el que se diferencie con objetividad la información y la opinión, es que se la suda, han decidido cada uno hacerse su tortilla de patatas y es casi imposible diferenciar qué es en cada una cebolla, patata y huevo. Podría decir que es una tragedia, pero tampoco lo es, porque en este país la prensa la deben leer cuatro gatos contados, la tragedia es esta última que casi nadie lee, que casi nadie se preocupa de nada, que casi nadie se moja.

Soy de una generación que tuvo la suerte de criarse en una época mucho más comprometida, en la que nuestros padres sabían de qué dictadura se salía y ver un futuro por construir les llenaba de ilusión que tal vez hoy se ha cambiado por desengaño, pero de alguna manera eso nos lo supieron transmitir, nos hicieron pensar, definieron en nosotros unas ideologías, nos hicieron más responsables. Yo mi ideología la tengo clarísima, como sabéis soy defensor de lo público a muerte, por lo menos para las cosas fundamentales como la sanidad y la educación, eso es innegociable, y no solo por justicia social, que también, sino porque pienso que son pilares necesarios para sacarle el máximo potencial a un país, sin igualdad de oportunidades, y ya sé que es un eufemismo, nos iríamos al carajo.

Hubo un tiempo en el que vivía con la ilusión de que existía un estado que velaba por mí, y no porque alguna vez haya esperado que ese estado me resolviera la vida, eso ya traté de hacerlo yo solo dejándome los cuernos estudiando, subvencionado por alguna beca y sobre todo por los sacrificios de mis padres, no soy tan iluso. Sin embargo, si que esperaba que ese estado tuviera más en cuenta el bien de la mayoría que el bien de unos pocos, que destinaría sus recursos a proteger a los más desfavorecidos y a los más necesitados, pero no, vivo en un país en el que se protege al que más tiene, al avaricioso, a los que por pura codicia nos han llevado a la ruina, a los que han empobrecido a toda una generación jugando con fuego y que ahora necesitan ser rescatados. Estoy hasta los mismísimos huevos del doble rasero, de los miles de millones de todos que salen como por arte de magia para ayudar a los más ladrones, que no sentarán sus orondos culos en la celda de una prisión.

Se me retuercen las tripas viendo a los especuladores atizale a un país, que en el fondo somos nosotros, para sacarle hasta el tuétano a base de intereses, de la manera más ficticia posible, porque esto me recuerda a los demonios de Caja Madrid obligándome a tener un préstamo personal además del hipotecario al dudar de mi solvencia, claro, es lo más lógico, si dudas de que te puedo dar un préstamo ponme dos y quédate más tranquilo. Hijos de puta. Y en esas estamos, como el oso que baila en la feria lleno de grilletes, sodomizados pero sonrientes, porque los que gobiernan tengo claro que no se sientan en ningún parlamento. Pero lo que más me jode, es ver para qué hay dinero, hay dinero para los bancos que quiebran y para las guerras que huelen a petroleo, miles de millones de euros sin parpadear, pero no hay dinero para el que no puede pagar seis meses de una hipoteca, ¿obra social?, ¡los cojones!, hay tres mil y pico de millones de beneficios del Santander, y trescientos cuarenta y ocho del banco mundial para ayudar al cuerno de África, es de vergüenza, me gustaría ser creyente para pensar que el que manda un avión a bombardear Trípoli en lugar de mandar otro lleno de alimentos a Somalia va a arder en el infierno.

Nunca pensé que escribiría algo tan amargo, tan descorazonado, pero he perdido la fe en el sistema y me siento desnudo y abandonado. Pero no resignado, creo en la gente, en que cada uno podemos poner nuestro granito de arena para que las cosas mejoren, que no solo vale protestar y no hacer nada. No hay más que levantar la cabeza y observar la multitud de personas que sí quieren hacer algo por los demás, la cantidad de gente que se juega el pellejo para denunciar las injusticias, para que no falte un medicamento allí donde más se necesita, o una ración de comida a un niño que por la tele da mucha pena pero del que en dos segundos nos olvidamos. Antes nunca hacía una donación o me hacía socio de una ONG porque pensaba que esa era una obligación del estómago sin fondo que recauda mis impuestos, pero me he dado cuenta de que no, el 0,7% es una utopía y un engañabobos y me siento con obligación de hacer un poquito más por mi cuenta. No porque sea una buenísima persona, que va, es simplemente que no soporto más los alaridos de mi conciencia.

4 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

Y en esas estamos.

Explorador dijo...

Coincido bastante con tus ideas, me irritan los ignorantes que hablan del estado como simplemnte un "papá" ignorando los éxitos de un modelo que se están cargando y al que culpan de su propia caída (sin ignorar a los aprovechados que lo han usado como si fuera el instrumento para vivir como marajás, por supuesto). Lo de la información y la opinión es de traca, si al menos lo advirtieran claramente...y si la conciencia duele, es porque existe. Nada más miserable ue cierta gente declarando públicamente que "tiene la conciencia muy tranquila". Ya sabes de qe hablo.

Recomendación, la historia del Siglo XX de Eric Hobsbawm, opina, sí, y con criterio, se esté de acuerdo o no con él. Muestra el pasado que hemos enterrado para poder hacernos ricos, o engañarnos. Enseña que no sabemos adónde vamos, ni adónde queremos ir. Vamos, que me está gustando, y he pensad que quizá te interese.

Un abrazo :)

No dijo...

Juanjo, ten por seguro que el que manda un avión a bombardear Trípoli en lugar de mandar otro lleno de alimentos a Somalia va a arder en el infierno; además de estar en el purgatorio un buen tiempo.

Coincido completamente con tus ideas; pero yo aun no me he desesperanzado...y eso que estudio día a día la situación social y los recursos sociales que tienen todas las personas necesitadas (no voy a comentar datos...porque aún te hundirías más)y la responsabilidad pública en garantizarles las necesidades básicas; pero tienes razón...en este pais hay dinero para lo que interesa, no para lo que hace falta (ejemplo es el post que escribi sobre la venida del papa en agosto..) y parece ser que lo que no hace falta, son los ciudadanos...

Yo no doy ayudas a ong porque no se donde va el dinero, no me creo la mitad de los cauces para ello, a no ser que conozca en persona la organización o quien la lleva; estoy contigo en que granito a granito se cambian las cosas..y todos, TODOS, tenemos problemas y necesidades y más ahora, basta con preocuparnos por los demás y ayudar en lo que esté en nuestra mano...a un vecino, a un transeúnte, a un anciano, a un disminuido, a un enfermo, a los niños etc...
Yo que se...incluso iniciar una cadena de favores en tu comunidad de vecinos; se pueden hacer muchas cosas, no hace falta que sea dinero ;)

Un beso grande y ánimo...
(yo aun tengo la esperanza de poder salir de mi situación algún día, ánimoooo!!!)

Jesús Miramón dijo...

Coincido con lo que dices y a veces también a mí me invade una desesperación casi paralizante. Por eso precisamente no hay que detenerse ni dejarse llevar por la idea de que no merece la pena hacer nada. Poco o mucho siempre podemos ayudar. Incluso con el ejemplo que damos a nuestros hijos, no ya únicamente aportando dinero sino con nuestra actitud ante la vida y ante los demás, estamos cambiando un poco el mundo.