¿Nunca has pensado qué tu vida laboral tiene mucho en común El Padrino? Si eres funcionario un día escribiré la versión Amelie de este post pero si no lo eres echa un vistazo a estas frases.
El aumento de sueldo: “Algún, día, y puede que ese día no llegue nunca, iré a pedirte un favor.”
Llevas un año en la empresa y lo único que has aprendido es a hacer snorkel, sí, todo el puto día con la cabeza mirando abajo y solo levantándola de vez en cuando para tomar aire porque algún cabrón te ha llenado de arena el tubo. Tu pareja casi ya no te habla y tus hijos lloran al verte.
Un día tu jefe te llama a su despacho con cara cariacontecida. Te pregunta si conoces a los monjes benedictinos y alaba sus valores morales. Te habla del voto de obediencia (¡por supuesto jefe!), del de castidad (¡a mí!, que con el tiempo libre que me queda mojo menos que una tormenta de arena) y por último del de pobreza (¡uy uy uy…!). Resulta que la empresa va fatal, que los clientes no pagan, que hay que reducir gastos y que juntos entre todos tenemos que tirar del carro para salir de esta situación. También te cuenta que aunque iban a reducir el sueldo de toda la plantilla en tu caso se ha hecho una excepción y simplemente te quedarás igual. ¡Eso si que es suerte! Le debes una.
Sales con un cero de subida, pero contento por ayudar a la empresa, y dispuesto una vez más a darlo todo. Luego llegas a tu sitio y antes de sentarte ves el BMW X5 del director saliendo del garaje camino de su casa de La Moraleja. ¡Serás gilipollas!
La paga variable: “¿Qué es lo que he hecho para que me trates con tan poco respeto?”
Cuando negociaste con la medusa, ésta te habló de que tendrías un sueldo variable que complementaría a tu sueldo limosna. Hoy, por fin, tras multitud de horas extras, documentos terminados en casa el fin de semana y viajes no remunerados a la Cochinchina vas a conocer la cuantía.
Cuando entras en el despacho de tu jefe y le ves vestido rigurosamente de luto, con los ojos enrojecidos escuchando el réquiem de Mozart no te da precisamente buen rollo. Con lágrimas en los ojos te explica que debido a la recesión mundial un gato callejero se ha comido al canario del director general de la central de Oklahoma al cual le ha dado una crisis de ansiedad que a su vez ha provocado una bajada de las acciones de la compañía…
Sí, pero… ¿y mi variable? ¿¡Para qué preguntarás!? Ahora, además de poco competente, eres un monstruo insolidario y sin sentimientos, que solo piensa en el dinero mientras hay canarios que sufren y son devorados. Comprendes rápido, tu variable va a hacer juego con tu subida de sueldo. Como decía un profesor mío, cero y cero es cero patatero o cero vector. Vuelves a tu sitio con el firme convencimiento de que el próximo viaje lo harán las cenizas del canario, además, cuando sales ese día, escrupulosamente a la hora, te compras una camiseta de Silvestre devorando a Piolín.
El trepa: “Recuerda esto, mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos.”
Es curioso pero en todas las empresas hay un trepa. Normalmente es alguien bien vestido, de modales afectados y con la misma mirada depredadora que una pantera negra, aunque a veces, cual Mortadelo, también se disfraza de buitre carroñero.
Lo bueno del trepa es que lo ves venir. O se cree que todo el mundo es gilipollas o es que ni se molesta en disimularlo. Por eso es fácil de reconocer y de marcarle el terreno. Mi opinión es que el trepa cuanto más cerca lo tengas mejor, eso le hace más difícil su tarea, tendrá menos oportunidades de hablar mal de ti, de robarte información para apuntarse luego el tanto y sobre todo de esconder esa información que él posee y tú necesitas para en el momento justo sacarla como una bomba lapa para que te reviente debajo del trasero.
Porque el trepa ni tiene escrúpulos ni se lo toma como algo personal, él solo ve en ti un peldaño más en su escalera hacia el éxito y lo mejor que te puede pasar es que lo suba rápido y perderle cuanto antes de vista. Si la próxima vez que te lo cruces en el pasillo no te saluda no es ni por despecho ni por rencor, es que simplemente ni se acuerda de ti.
El pelota: “El que venga a ti con una propuesta de acuerdo o de reunión, ese es el traidor.”
El pelota es lo peor de una empresa, a su lado la medusa, el trepa y el departamento de compras son gente con dignidad.
Los pelotas se dividen en dos grandes grupos. El primero es el pelota vocacional, un ser repugnante que ha nacido para eso. El segundo está compuesto por los trepas que no treparon y que no se resignan a su suerte, estos son patéticos, darían cualquier cosa por una palmadita en la espalda, de su jefe o del encargado de mantenimiento, da igual. A mí me recuerdan al típico heavy cuarentón que aún sigue saliendo solo por la noche con sus melenas de Tamariz con la esperanza de que los Judas Priest vuelvan a la lista de superventas. Ambos son igual de patéticos, ambos son unos apestados.
El pelota vocacional siempre tiene una buena palabra para ti y una mala para los demás, a ver, ¡qué sé que haces con todo el mundo igual¡ El pelota vocacional siempre quiere ser tu amigo pero sobre todo quiere ser amigo del jefe al que adula y alaba sin pudor. El pelota vocacional tiene una vocación misionera de mediación entre los demás y entre los demás y el jefe con lo que acaba siendo odiado por todos y devorado por la medusa.
Los amigos del curro: “La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia.”
Tener amigos en general es maravilloso, pero tener amigos en el trabajo es como encontrar agua en el desierto, como ligar con el guapo de la discoteca a las cinco de la mañana y que además sea inteligente, cariñoso y sensible, tener amigos en el trabajo es como un día de sol en pleno invierno.
Los amigos del trabajo, los de verdad, suelen ser amigos para toda la vida, habéis compartido tantas penurias juntos que estáis unidos por pequeños hilos dorados invisibles. Cuando cambias de trabajo lo siguen siendo, no importa si los ves a menudo o no, cada vez que piensas en ellos siempre es con cariño. Hay amigos del trabajo que vuelven a serlo en uno nuevo, ellos ya no son amigos del trabajo, ellos son ya parte de tu familia.
El cliente: “Nunca te pongas del lado de nadie que vaya contra la familia.”
El cliente es malvado, el cliente tiene cuernos y rabo, el cliente es Satanás.
Desde que comienzas a trabajar te entrenan para odiar al cliente que nunca y bajo ningún concepto tiene la razón. Da igual de que sea el que pague y que tenga que opinar algo de lo que compra, digo yo, de que trabajen en su proyecto la mitad de las personas que le facturan, de que el trabajo sea de mala calidad y hecho de cualquier manera, todo eso es anecdótico, el cliente es un cabrón por decreto ley cuya única misión es tocar los cojones.
Y claro, el cliente que al principio de los tiempos era bueno y bondadoso evolucionó. Contrató cada vez personal más puntilloso y desalmado, inventó las penalizaciones y creo un departamento legal donde trabajan ¡abogados! (eso si que es jugar sucio), pero no abogados cualquiera, los abogados del cliente hubieran metido en el talego al abuelo de Heidi por pederastia y a la bella durmiente por un delito contra la salud pública. Dios nos libre del cliente, vade retro Satanás.
El aumento de sueldo: “Algún, día, y puede que ese día no llegue nunca, iré a pedirte un favor.”
Llevas un año en la empresa y lo único que has aprendido es a hacer snorkel, sí, todo el puto día con la cabeza mirando abajo y solo levantándola de vez en cuando para tomar aire porque algún cabrón te ha llenado de arena el tubo. Tu pareja casi ya no te habla y tus hijos lloran al verte.
Un día tu jefe te llama a su despacho con cara cariacontecida. Te pregunta si conoces a los monjes benedictinos y alaba sus valores morales. Te habla del voto de obediencia (¡por supuesto jefe!), del de castidad (¡a mí!, que con el tiempo libre que me queda mojo menos que una tormenta de arena) y por último del de pobreza (¡uy uy uy…!). Resulta que la empresa va fatal, que los clientes no pagan, que hay que reducir gastos y que juntos entre todos tenemos que tirar del carro para salir de esta situación. También te cuenta que aunque iban a reducir el sueldo de toda la plantilla en tu caso se ha hecho una excepción y simplemente te quedarás igual. ¡Eso si que es suerte! Le debes una.
Sales con un cero de subida, pero contento por ayudar a la empresa, y dispuesto una vez más a darlo todo. Luego llegas a tu sitio y antes de sentarte ves el BMW X5 del director saliendo del garaje camino de su casa de La Moraleja. ¡Serás gilipollas!
La paga variable: “¿Qué es lo que he hecho para que me trates con tan poco respeto?”
Cuando negociaste con la medusa, ésta te habló de que tendrías un sueldo variable que complementaría a tu sueldo limosna. Hoy, por fin, tras multitud de horas extras, documentos terminados en casa el fin de semana y viajes no remunerados a la Cochinchina vas a conocer la cuantía.
Cuando entras en el despacho de tu jefe y le ves vestido rigurosamente de luto, con los ojos enrojecidos escuchando el réquiem de Mozart no te da precisamente buen rollo. Con lágrimas en los ojos te explica que debido a la recesión mundial un gato callejero se ha comido al canario del director general de la central de Oklahoma al cual le ha dado una crisis de ansiedad que a su vez ha provocado una bajada de las acciones de la compañía…
Sí, pero… ¿y mi variable? ¿¡Para qué preguntarás!? Ahora, además de poco competente, eres un monstruo insolidario y sin sentimientos, que solo piensa en el dinero mientras hay canarios que sufren y son devorados. Comprendes rápido, tu variable va a hacer juego con tu subida de sueldo. Como decía un profesor mío, cero y cero es cero patatero o cero vector. Vuelves a tu sitio con el firme convencimiento de que el próximo viaje lo harán las cenizas del canario, además, cuando sales ese día, escrupulosamente a la hora, te compras una camiseta de Silvestre devorando a Piolín.
El trepa: “Recuerda esto, mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos.”
Es curioso pero en todas las empresas hay un trepa. Normalmente es alguien bien vestido, de modales afectados y con la misma mirada depredadora que una pantera negra, aunque a veces, cual Mortadelo, también se disfraza de buitre carroñero.
Lo bueno del trepa es que lo ves venir. O se cree que todo el mundo es gilipollas o es que ni se molesta en disimularlo. Por eso es fácil de reconocer y de marcarle el terreno. Mi opinión es que el trepa cuanto más cerca lo tengas mejor, eso le hace más difícil su tarea, tendrá menos oportunidades de hablar mal de ti, de robarte información para apuntarse luego el tanto y sobre todo de esconder esa información que él posee y tú necesitas para en el momento justo sacarla como una bomba lapa para que te reviente debajo del trasero.
Porque el trepa ni tiene escrúpulos ni se lo toma como algo personal, él solo ve en ti un peldaño más en su escalera hacia el éxito y lo mejor que te puede pasar es que lo suba rápido y perderle cuanto antes de vista. Si la próxima vez que te lo cruces en el pasillo no te saluda no es ni por despecho ni por rencor, es que simplemente ni se acuerda de ti.
El pelota: “El que venga a ti con una propuesta de acuerdo o de reunión, ese es el traidor.”
El pelota es lo peor de una empresa, a su lado la medusa, el trepa y el departamento de compras son gente con dignidad.
Los pelotas se dividen en dos grandes grupos. El primero es el pelota vocacional, un ser repugnante que ha nacido para eso. El segundo está compuesto por los trepas que no treparon y que no se resignan a su suerte, estos son patéticos, darían cualquier cosa por una palmadita en la espalda, de su jefe o del encargado de mantenimiento, da igual. A mí me recuerdan al típico heavy cuarentón que aún sigue saliendo solo por la noche con sus melenas de Tamariz con la esperanza de que los Judas Priest vuelvan a la lista de superventas. Ambos son igual de patéticos, ambos son unos apestados.
El pelota vocacional siempre tiene una buena palabra para ti y una mala para los demás, a ver, ¡qué sé que haces con todo el mundo igual¡ El pelota vocacional siempre quiere ser tu amigo pero sobre todo quiere ser amigo del jefe al que adula y alaba sin pudor. El pelota vocacional tiene una vocación misionera de mediación entre los demás y entre los demás y el jefe con lo que acaba siendo odiado por todos y devorado por la medusa.
Los amigos del curro: “La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia.”
Tener amigos en general es maravilloso, pero tener amigos en el trabajo es como encontrar agua en el desierto, como ligar con el guapo de la discoteca a las cinco de la mañana y que además sea inteligente, cariñoso y sensible, tener amigos en el trabajo es como un día de sol en pleno invierno.
Los amigos del trabajo, los de verdad, suelen ser amigos para toda la vida, habéis compartido tantas penurias juntos que estáis unidos por pequeños hilos dorados invisibles. Cuando cambias de trabajo lo siguen siendo, no importa si los ves a menudo o no, cada vez que piensas en ellos siempre es con cariño. Hay amigos del trabajo que vuelven a serlo en uno nuevo, ellos ya no son amigos del trabajo, ellos son ya parte de tu familia.
El cliente: “Nunca te pongas del lado de nadie que vaya contra la familia.”
El cliente es malvado, el cliente tiene cuernos y rabo, el cliente es Satanás.
Desde que comienzas a trabajar te entrenan para odiar al cliente que nunca y bajo ningún concepto tiene la razón. Da igual de que sea el que pague y que tenga que opinar algo de lo que compra, digo yo, de que trabajen en su proyecto la mitad de las personas que le facturan, de que el trabajo sea de mala calidad y hecho de cualquier manera, todo eso es anecdótico, el cliente es un cabrón por decreto ley cuya única misión es tocar los cojones.
Y claro, el cliente que al principio de los tiempos era bueno y bondadoso evolucionó. Contrató cada vez personal más puntilloso y desalmado, inventó las penalizaciones y creo un departamento legal donde trabajan ¡abogados! (eso si que es jugar sucio), pero no abogados cualquiera, los abogados del cliente hubieran metido en el talego al abuelo de Heidi por pederastia y a la bella durmiente por un delito contra la salud pública. Dios nos libre del cliente, vade retro Satanás.
2 comentarios:
Hay que incluir cuando las subidas de sueldo son porcentuales. Te comenta un tipo que gana 100.000 euros que que suerte has tenido que ganabas 20.000 y te han subido un 5%, y que al solo un 2%. Parece que eres hasta mala persona por quejarte. Ahora bien despues del rifirafe de Zapatero y Rajoy para las elecciones te das cuenta que existen los numeros fijos y los porcentajes... haces cuentas...a tu jefe le pagan al año 2000 euros más teniendo 100.000 (total 102.000) y a ti te suben la friolera de 1.000 euros (total 21.000 euros) y entonces te das cuenta que para ganar lo mismo que tu jefe necesitas nacer 3 veces.
Pues tienes toda la razón: Los amigos en el trabajo son lo mejor, y menos mal que existen porque ¡si pasamos más tiempo en el trabajo que con nuestra familia!.
Bea
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