He aquí una serie de absurdas ideas infantiles que me acompañaron en mi infancia, repasándolas me he dado cuenta de que soy un dinosaurio en vías de extinción.
Tirar de la cadena si hacías solo pis no valía la pena (Sí, es algo bastante guarrete, aunque de alguna manera era un ecologista en potencia, no entiendo los gritos de mi madre cada vez que se me olvidaba tirar de la cadena si la estaba ahorrando una pasta. Por cierto, aún recuerdo las veces que nos cortaban el agua y repartían bolsas de a litro, nunca jamás volví a verlas)
En Madrid capital vivían los ricos (Es que nadie me había llevado a Carabanchel, Villaverde y Vallecas, claro que en un barrio en el que nos comprábamos un balón comunitario cualquiera nos parecía rico. De todas formas para vivir hoy dignamente en Madrid vuelve a hacer falta ser rico)
No era lógico decir redundancia, era más correcto rebundancia (Imagino que haciendo una falsa asociación con el concepto de abundancia, el día que fui consciente de mi error sufrí un golpe muy duro en mi autoestima)
Mi ojo vago se debía a no saber guiñar bien el ojo (Aunque lo viera completamente abierto en el espejo a través de su millones de dioptrías, obviamente la pediatría y la detección precoz han avanzado mucho)
Alfonso XIII era demasiado mayor para ser el padre del rey (Sí, porque mucha transición y muchas gaitas pero a los niños que las vivimos no nos contaban nada, y a Franco en mi casa ni se le nombraba. ¡Qué bien nos hubieran venido entonces unos capítulos de Cuéntame!)
Sería como poco ministro y si no ingeniero que también molaba (Para una cosa que consigo me equivoco de oficio, visto el nivel de la política y de la ingeniería en España me debería haber hecho fontanero, aunque lo de ministro aún no lo descarto)
Enrique del Pozo era un cantante infantil (Para esto no tengo palabras, si alguien no ha promovido una denuncia colectiva contra este pollo por crímenes contra la infancia es que la justicia además de ser ciega es sorda, pero los de mi generación no le perdonaremos jamás)
Tener un compañero de clase Boliviano era lo más exótico del mundo (Era mi mejor amigo y nos pasábamos las horas muertas jugando al ajedrez, de la globalización entonces no sabíamos nada y de la emigración menos, entonces, como ahora, el empleador número uno era el INEM)
Tener cinco duros para chuches era nadar en la abundancia (Y si te daban otros cinco para cromos hacías la ola, eran tiempos de ir a cambiarlos con los demás niños y de elegir si querías comprar más cromos o comprar pegamento, los cromos pegatina eran entonces ciencia ficción, era más realista hacer pegamento con harina, azúcar y agua)
Montar en Metro era una aventura estupenda (Ahora sigue siéndolo, pero no precisamente estupenda, ir de Alonso Martínez a Avenida de América en hora punta es una aventura digna de Indiana Jones, eso sí, su látigo te vendría de mil amores)
Los estadounidenses eran todos superdotados, y los franceses, y los alemanes… (Eso es cierto, los niños españoles no éramos ni europeos ni nada, el orgullo patrio vivía sus horas más bajas, nunca imaginamos que algún día les veríamos de igual a igual, aunque algunos no hemos podido superar el trauma del mundial del 82 y de naranjito)
Era un desperdicio no comerse el papel de las magdalenas (Y juro por Tutatis que jamás lo hice, aunque lo raspaba tanto que a través de él se podía ver la televisión)
Ser adulto era una de esas cosas de mayores que nunca iba a suceder (Lamentablemente ha sucedido aunque mi cabeza no llegue jamás a aceptarlo. Lo más sorprendente es que ahora veo al niño que fui como si en lugar de ser yo mismo fuera una tercera persona. Le echo mucho de menos y me pregunto qué pensaría él ahora de mí, nunca lo sabré)
Tirar de la cadena si hacías solo pis no valía la pena (Sí, es algo bastante guarrete, aunque de alguna manera era un ecologista en potencia, no entiendo los gritos de mi madre cada vez que se me olvidaba tirar de la cadena si la estaba ahorrando una pasta. Por cierto, aún recuerdo las veces que nos cortaban el agua y repartían bolsas de a litro, nunca jamás volví a verlas)
En Madrid capital vivían los ricos (Es que nadie me había llevado a Carabanchel, Villaverde y Vallecas, claro que en un barrio en el que nos comprábamos un balón comunitario cualquiera nos parecía rico. De todas formas para vivir hoy dignamente en Madrid vuelve a hacer falta ser rico)
No era lógico decir redundancia, era más correcto rebundancia (Imagino que haciendo una falsa asociación con el concepto de abundancia, el día que fui consciente de mi error sufrí un golpe muy duro en mi autoestima)
Mi ojo vago se debía a no saber guiñar bien el ojo (Aunque lo viera completamente abierto en el espejo a través de su millones de dioptrías, obviamente la pediatría y la detección precoz han avanzado mucho)
Alfonso XIII era demasiado mayor para ser el padre del rey (Sí, porque mucha transición y muchas gaitas pero a los niños que las vivimos no nos contaban nada, y a Franco en mi casa ni se le nombraba. ¡Qué bien nos hubieran venido entonces unos capítulos de Cuéntame!)
Sería como poco ministro y si no ingeniero que también molaba (Para una cosa que consigo me equivoco de oficio, visto el nivel de la política y de la ingeniería en España me debería haber hecho fontanero, aunque lo de ministro aún no lo descarto)
Enrique del Pozo era un cantante infantil (Para esto no tengo palabras, si alguien no ha promovido una denuncia colectiva contra este pollo por crímenes contra la infancia es que la justicia además de ser ciega es sorda, pero los de mi generación no le perdonaremos jamás)
Tener un compañero de clase Boliviano era lo más exótico del mundo (Era mi mejor amigo y nos pasábamos las horas muertas jugando al ajedrez, de la globalización entonces no sabíamos nada y de la emigración menos, entonces, como ahora, el empleador número uno era el INEM)
Tener cinco duros para chuches era nadar en la abundancia (Y si te daban otros cinco para cromos hacías la ola, eran tiempos de ir a cambiarlos con los demás niños y de elegir si querías comprar más cromos o comprar pegamento, los cromos pegatina eran entonces ciencia ficción, era más realista hacer pegamento con harina, azúcar y agua)
Montar en Metro era una aventura estupenda (Ahora sigue siéndolo, pero no precisamente estupenda, ir de Alonso Martínez a Avenida de América en hora punta es una aventura digna de Indiana Jones, eso sí, su látigo te vendría de mil amores)
Los estadounidenses eran todos superdotados, y los franceses, y los alemanes… (Eso es cierto, los niños españoles no éramos ni europeos ni nada, el orgullo patrio vivía sus horas más bajas, nunca imaginamos que algún día les veríamos de igual a igual, aunque algunos no hemos podido superar el trauma del mundial del 82 y de naranjito)
Era un desperdicio no comerse el papel de las magdalenas (Y juro por Tutatis que jamás lo hice, aunque lo raspaba tanto que a través de él se podía ver la televisión)
Ser adulto era una de esas cosas de mayores que nunca iba a suceder (Lamentablemente ha sucedido aunque mi cabeza no llegue jamás a aceptarlo. Lo más sorprendente es que ahora veo al niño que fui como si en lugar de ser yo mismo fuera una tercera persona. Le echo mucho de menos y me pregunto qué pensaría él ahora de mí, nunca lo sabré)
2 comentarios:
Qué risa :)
Pues a mi con la última frase me has echo llorar. Yo tambien la echo muchiiisimo de menos!!
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