lunes, 18 de marzo de 2013

Quemar la noche

Portada de Quemar la noche


Este mes, los amigos del Club de Lectura 2.0, han seleccionado “Quemar la noche” de Liz Murray como libro del mes. Es la historia real de su protagonista, una chica nacida en 1980 en Nueva York, hija de padres drogadictos, que crece acostumbrada a ver a sus padres metiéndose una dosis, a no tener que comer, a vivir rodeada por la inmundicia, a todos los niveles. Ese ambiente de marginación y desamparo le llevan al absentismo escolar que, a su vez, le lleva a pasar por una institución social de la que sale para irse a vivir como vagabunda con 14 o 15 años. Vive, o mejor dicho malvive, haciendo pequeños trabajos ilegales, robando y mendigando, a pesar de lo cual consigue el apoyo de un pequeño círculo de amigos que le ayudan como pueden. El punto de inflexión llega cuando al ver morir a su madre víctima del SIDA decide retomar sus estudios de forma tan brillante que, a pesar de vivir en la calle, termina siendo admitida en Harvard.

Ese es el resumen de la historia, dura, muy dura. Como esto es un club de lectura, la primera reflexión que creo que debo hacer es que no todo lo que se nos presenta en forma de libro es literatura. Quemar la noche no lo es, es una crónica de sucesos desafortunados con final inverosímil y feliz. No es un libro que esté bien escrito, ni siquiera está bien estructurado, los personajes deben ser tan vividos por su escritora y protagonista que no se ha molestado en desarrollarlos, cuando ese hubiera sido el verdadero interés de la historia, conocer bien qué hizo que las cosas llegasen a ese extremo, qué les llevo a no hacer nada por ellos mismos y qué alternativas tuvieron, si es que las tuvieron, en lugar de presentarnos los hechos como ya consumados e inevitables. Dicho esto, no puedo más que respetar y admirar a Liz y a su hermana que consiguieron salir del más profundo de los pozos movidas sólo por la voluntad de hacerlo, de romper la inercia que las arrastraba al abismo.

Como el libro no da para mucho más, me voy a permitir adornar un poco el post hablando de lo atraído que me siento por unos años tan oscuros y en general tan miserables como los que van de los setenta a los primeros ochenta. Son parte de mis primeros recuerdos, en mi Alcorcón adoptivo, años en los que los bloques de edificios horribles crecían en los suburbios, años de padres en paro, años en los que nadie por aquí tenía un duro, años de pasarlas moradas. Y nosotros teníamos suerte, porque recuerdo perfectamente los grupos de yonkis sucios y con los dientes podridos, que se pinchaban junto a las vías del tren y que de vez en cuando nos quitaban nuestro reloj Casio y nuestra paga. Yo he visto con mis ojos esa droga envuelta en papel de aluminio de la que habla el libro, casualmente el mismo envoltorio al que el protagonista de mi maravilloso anterior post (porque lo es), Rodríguez, llamaba barco mágico plateado, en la canción Sugar Man.

Silver magic ships you carry

Jumpers, coke, Sweet Mary Jane

Y así, porque yo lo valgo, desde mi San José de Valderas puedo saltar perfectamente al Nueva York de aquellos años, pero claro, ya a través del cine. Los problemas a un lado y al otro del Atlántico no parecían muy distintos, marginación, exclusión social, pobreza, paro. Los padres de Liz podrían haber sido los padres de mucha gente que he conocido, porque la línea que lleva a la marginalidad no está tan bien marcada y definida como a primera vista podría parecer. “Quemar la noche” me ha transportado a la Nueva York de Scorsese en su fabulosa “Malas Calles” (Mean Streets) o la más fabulosa todavía “Taxi Driver”, sin olvidar a la posterior pero ambientada en aquellos años “Atrapado por su pasado” (Carlito's Way) de Brian de Palma. He visto perfectamente esa ciudad dibujada en grises, en la que tipos duros vistiendo trajes oscuros recorrían las calles en coches destartalados, sembrando una lluvia de nieve que terminaría por arruinar su vida y la de muchos otros, más débiles. Curiosamente, en el anterior libro del club, “Un matrimonio feliz”, ya nos hablaban de la decadencia de Nueva York en los setenta pero desde la perspectiva de la gente más o menos acomodada de Manhattan.

También me parece interesante, y de mucha actualidad, ligar aquellos años a los que nos están tocando vivir o, mejor dicho, padecer. Me duele pensar que las circunstancias de las que habla el libro seguramente están mucho más cerca de lo que nos apetece admitir, y que, junto a nosotros, viven miles de personas en situación límite, personas que no tienen más alternativa que vivir de la caridad de los demás, que mendigan y buscan por los cubos de basura mientras que casi todos miramos a otro lado y por las que no hacemos nada esperando que nunca nos llegue el turno de ser como ellos. Yo ya las veo. Personas que seguramente piensan esto que es lo único que voy a citar del libro:

“¿Cómo era eso de que algunas personas terminasen por poseer cosas tan insólitas como una cuenta de ahorros, un coche, o una casa en propiedad? ¿Qué era exactamente lo que hacían para encontrar y mantener un empleo? ¿Y qué les inducía a seguir estudiando después de tener el título del instituto? ¿Por qué razón habrían de permanecer cuatro años más en el sistema educativo? Para las personas de nuestro lado del muro hablar del futuro siempre era en relación con el futuro próximo, y nuestra preocupación más importante era la solución inmediata de las necesidades más imperiosas. Nosotros no poníamos las miras en algo tan ilusorio como los planes a largo plazo.”

Esa es la diferencia, pensar en el futuro, tener un futuro.

18 comentarios:

B dijo...

En mi caso, y respecto a la última frase, es que nunca fue una opción no pensar en el futuro. Era tener claro que mis padres tenían dos trabajos cada uno durante toda mi adolescencia para que nosotros pudiésemos estudiar fuera.

Lo mejor del libro es lo esperanzador que resulta, el saber que a lo mejor sólo puede uno entre millón, pero ese uno simboliza que sí se puede.

No llores que no es bonito. Publicar en festivo es lo que tiene, que la gente no ve los blogs desde el curro XDD (yo no, que hoy estoy en casa)

El niño desgraciaíto dijo...

Pues coincidimos más o menosl. Es una historia con final feliz mal contada, pero de la que se pueden sacar conclusiones e, incluso, esperanza en un futuro mejor.

Yo no he vivido de cerca ambientes como el del libro o el que tú cuentas y supongo que es más fácil perorar sin saber que estando rodeado de ello.

También me ha gustado esa parte, que aunque parezca una iluminación repentina como dice Carmen, la lleva a plantearse su futuro y al final, a puro huevo, se saca dos cursos de bachillerato por año.

Y digo igual que Bichejo: publicar en festivo y quejarse no está permitido!

Biónica dijo...

Mira que fueron feos los 80. Hablas de los inicios de los 80 (yo era un pollito xD), pero mi ejemplo de 80, broncos, grises, heroinómanos, industriales y decadentes... en Bilbao, pues claro xD.

Que quién la ha visto y quién la ve... ;-)

Newland23 dijo...

Bichejo, después del apoyo moral que os doy tengo todo el derecho a patalear si no os pasáis a leerme. Creo que hasta llevo dos post sin referirme a vosotros como club de tortura.

Pienso que eres una persona afortunada, y me alegro de ello porque eres mi amiga, pero hay mucha gente que vive una vida que no merece porque no son responsables de los actos de sus padres. Olé por los tuyos. Tienes razón de que lo mejor del libro es saber que existe una pequeña oportunidad para todos, y, como sabes que soy siempre reivindicativo, creo que todos nos deberíamos preocupar un poco por que todo el mundo la tenga. Gracias por venir espontáneamente a comentar :*

ND, en festivo es cuando puedo escribir, mi contrato de esclavitud a tiempo completo tiene mucha parte de la culpa. Me alegra que estemos por una vez de acuerdo xD, es algo maravilloso saber que existe la esperanza de un mundo mejor. En el fondo es lo que todos anhelamos. No te has perdido nada sin saber lo que era salir a jugar con miedo porque te podían robar con un grado incierto de intimidación, a mí me pasó al menos media docena de veces y todavía me recorre algo por la espalda cuando lo pienso. La marginalidad está ahí y por desgracia cada vez más cerca. A mí me produce una tristeza infinita.

Biónica, si mi San José de Valderas era un horror no quiero ni pensar lo que sería un bilbao en pleno proceso de desindustrialización. Telita. Mi padre que estuvo trabajando allí siendo muy joven siempre me cuenta que hasta asco daba pasar por cerca de la ría. Ahora está muy bonito, afortunadamente :)

B dijo...

Claro que todo el mundo debería poder tenerla. También deberían querer tenerla. Porque el caso de Liz Murray es el de uno entre un millón (o dos, porque a la hermana tampoco parece que le vaya del todo mal)

Por muchas oportunidades que haya, que no niego la mayor, debe haberlas, si al otro lado no hay alguien dispuesto a estudiar en un portal si hace falta, no sirven de nada.

Newland23 dijo...

Bueno, si en tu vida has visto un libro no creo que te ilumine la Virgen para decidir que quieres tener una oportunidad. Es más, piensa en toda la gente que tiene no solo una, miles, de oportunidades y las tira a la basura porque no las valora.

Carmen J. dijo...

¿Llego a tiempo?

Yo creo que mezclas dos cosas que pueden estar relacionadas, pero son muy diferentes. El ambiente de drogas de los 80 era espeluznante, pero no sólo se daba en Alcorcón. Era, como dicen ahora los cursis, transversal y se daba en familias acomodadas y en todo tipo de barrios.

La pobreza que se ve ahora no es tan transversal, o al menos no me lo parece a mí. Sí es cierto que hay una clase media digamos "fronteriza" que ha pasado el "muro", pero eso no es transversalidad: la crisis se está cebando en unas clases muy concretas. Y a ver cómo pasan el muro de vuelta ahora, esas familias con un matrimonio en la cincuentena y con hijos aun estudiando también en el paro. Es el mismo dramatismo, es posible, pero tiene un tono muy diferente, porque no hay un error previo, no hay una "voluntad primera", un "primer juego" para caer, como en las drogas. Aquí hay culpables y no son desde luego los camellos o los grandes traficantes.

Por lo demás, muy cierto que un libro no necesariamente es literatura. Y tanto. :-)

Buen post, como siempre. Oye ¿Y tú por qué no te haces del Club de una vez?

Newland23 dijo...

Toda la razón Carmen, mezclo cosas y ambas eran, son, dramáticas. No sé por qué me he acordado de Bob Dylan y su Like a Rolling Stone que me pone los pelos como escarpias:

Once upon a time you dressed so fine
You threw the bums a dime in your prime, didn't you?
People'd call, say, "Beware doll, you're bound to fall"
You thought they were all kidding you
You used to laugh about
Everybody that was hanging out
Now you don't talk so loud
Now you don't seem so proud
About having to be scrounging for your next meal

Es brutal, sobre todo esa frase del final que dice "When you got nothing, you got nothing to lose"

Respecto a lo del club, es muy sencillo, si tengo que leer y escribir por compromiso ya no lo disfrutaré ¿he escrito disfrutar?, prefiero ser ese primo descarriado que lee y publica a su ritmo, incluso podría escribir directamente algún post en el blog del club si queréis, pero siempre en segundo plano. Lo de la superioridad moral era una gracia, por supuesto.

El niño desgraciaíto dijo...

Hay que recordar que los tres mosqueteros eran cuatro... puedes ser ese mosquetero supernumerario... XDD

el chico de la consuelo dijo...

Os di la idea hace unas semanas y pasais de mi cuadrilla de gafotas!!!!

!!teneis que hacer un cuarto de invitados!!

ahora me leo el post que con mi nuevo descubrimiento el feedreader me leo el comentario antes que la entrada.

B dijo...

Podéis mandar lo que queráis gafotas invitados, tenéis el mail del club y el de casi todos los miembros...quejicas!!

el chico de la consuelo dijo...

Bionica, discrepo absolutamente contigo respecto a la valoración de los 80!! (Por cierto que fotos mas chulass publicas últimamente en tu blog).
Los ochenta fue una decada rara,la gente vivio sin pensar en las consecuencias. Y eso es bueno y es malo. Yo con la distancia de haber nacido en el 70, lo veía todo con asombro y envidia de ser poco más que un niño.
Hoy a todo pasado hubo gente que en aquellos años cogió el tren y a otros que el tren se les llevó por delante.

el chico de la consuelo dijo...

Juanjo reivindiquemos nuestra propia habitación cual adolescente con novio.

La verdad es que sois un poco irregulares, con vosotros me pasa como con el conclave que me gustaria saber los entresijos de la elección...porque unas veces nos sale un papa majete, pero otras es una penica las tabarrass que os tragais.

Newland23 dijo...

Esto es como esas relaciones de pareja que van bien hasta que surge el compromiso :)

Total, si llevo ya leídos y comentados cinco libros ¿qué más da? Yo en el fondo casi me siento como uno más y ECDLC seguro que también.

Carmen J. dijo...

Aquí, los freelance...

Pau dijo...

Tengo un retraso blogueril... espero que me lo perdonéis...
En cuanto al libro, dices que los personajes están poco desarrollados mmmm, sí pero no, los que importan lo están (salvo Lisa) porque como nos quiere contar su historia de éxito es en lo único que se centra.

En cuanto a la realidad, discrepo, porque aquí en los ochenta la droga golpeó con fuerza (me crié en Carabanchel que era totalmente comanche en los ochenta) pero no veías niños abandonados de la misma manera que en el libro; curiosamente aquí hay una ventaja y a la vez una desventaja... Nadie llega a estar tan mal como puedes llegar a estar en EEUU (una familia digo, no un solo señor) porque hay redes familiares y estado del bienestar pero, por otro lado, aunque las oportunidades existen, no existen de la misma manera, es decir, no hay la movilidad social tan acentuada... Aquí no hubiera acabado en Harvard por más que se hubiera dejado la piel, porque aquí hemos descuidado del todo la brillantez y el esfuerzo que hace que una persona destaque así como allí han descuidado del todo la protección a las clases medias

reduccion mamaria dijo...

Lo mejor del libro es lo esperanzador que resulta, el saber que a lo mejor sólo puede uno entre millón, pero ese uno simboliza que sí se puede....
lectura obligatoria para todos los amantes de las lindas historias :)
saludos

Newland23 dijo...

Livia, yo echo muchísimo de menos saber mucho más del padre, se centra sobre todo en su madre y el padre queda como un personaje periférico del que no sabemos más que se drogaba y veía la tele. Cuando yo creo que si ella tenía un mínimo de cultura general y algo de interés por el conocimiento era por culpa suya. La hermana también queda en el limbo, y no hubiera estado mal saber por qué su hermana era capaz de llevar una vida medio ordenada mientras que ella estaba dando tumbos. Si en algún sitio lo explica yo no me he entrado.

De la realidad, Carabanchel, casi nada, mis primos vivían en Aluche pero se movían por allí, eran terribles y así han terminado... Recuerdo cuando salía de la Renfe de Aluche y subía a su casa en la calle Ocaña, no había domingo en el que no saliera un yonki a pedirme un duro, que era lo que eufemisticamente se pedía. Al final ya llevaba cinco duros preparados para que me dejasen en paz.

Es verdad que aquí no se ha llegado a esos extremos, pero salvo el detalle de tener donde dormir yo si he conocido chicos de familias desestructuradas que prácticamente se tenían que buscar la vida y que a las primeras de cambio desaparecieron del colegio y les podías ver con trece o catorce años comentiendo todo tipo de fechorías. Evidentemente para esta gente llegar a cualquier tipo de universidad, aunque fuese una pública era imposible, ya fue un triunfo para mí y para mis padres que pudiese ir yo... Si hubieramos sido estadounidenses ni de coña...