martes, 30 de diciembre de 2014

El libro de los vicios

portada de 'El libro de los vicios'

Este mes, los simpáticos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El libro de los vicios”, de Adam Soboczynski, un simpático periodista y escritor polaco afincado en Alemania, a propuesta de Carmen. El libro es un híbrido entre novela y ensayo, no sé si existe el termino ensayo novelado, que da vueltas y vueltas para tratar una idea que se resume en una frase: Nos estamos volviendo gilipollas.

Como casi siempre parecía una elección adecuada, además, es un libro corto que nos venía fenomenal para leerlo antes de la reunión plenaria del club antes de la navidad y que, de esa manera, pudiera entrar en las votaciones. Pero no, el libro es tan ameno como debatir con una almeja, y por eso lo corto se hace largo... así es el karma en el club de lectura.

La editorial Anagrama trata de vendernos la moto con esta sinopsis: “En veintinueve capítulos y a través de un puñado de personajes que recorren toda esta «casi novela» con sus vicisitudes, el autor desgrana su visión ácida del mundo moderno. Antes la gente tenía más vicios, fumaba en los bares, comía carne sin complejos, apreciaba más lo inesperado, actuaba con pasión. Ahora, en cambio, se prohíbe fumar, todo el mundo bebe menos en las fiestas, come sano y practica deporte, las ciudades parecen fotocopiadas unas de otras y lo «ecológico» triunfa por doquier. Quiere celebrar la ciudad como un lugar repleto de aventuras en cuyas callejuelas esperan las amantes más bellas, pero constata con horror cómo proliferan en ella los horrendos centros comerciales. Lamenta que en el mundo de hoy todo lo informal y erótico se combate, y todo lo pornográfico, en cambio, goza de la aprobación general.”

La pena de este libro es que la idea es buena, porque tiene un mensaje claro de crítica contra la modernidad de pega que podría dar muchísimo más de sí. Porque desde la ironía con la que pretende contarnos su pensamiento, debería meternos en el bolsillo desde la primera página y no soltarnos hasta la última, pero algo no funciona, desde mi punto de vista los personajes que son unos agonías y unos cansinos, de manera que todo aquello que prometía hacernos pasar un buen rato se convierte no en un castigo, que tampoco hay que exagerar, pero si en un ni fu ni fa muy decepcionante.

Soboczynski (gracias al que inventó el corta y pega) critica duramente la superficialidad de lo moderno, la uniformidad hacia la que nos dirigimos, lo políticamente correcto, y lo hace con un sarcasmo que me sorprende en alguien que es más joven que yo, realmente me sorprende leer a alguien más joven que yo, pero no es capaz de rematar la jugada y la estira más de lo que su idea da de sí. También puede influir en mi visión del libro que realmente esté hablando de mi propia generación, de la gente que estando en la mediana edad pretende vivir en una juventud casi perpetua, y que a pesar de ello me sienta tan poco identificado.

Tal vez, y admitiendo la verdad que hay detrás de la mayoría de las cosas que cuenta, mi mundo y el suyo llevan órbitas paralelas, de manera que vemos el mismo sol pero cada uno desde su perspectiva. Al menos desde ambas se ve que adoramos la banalidad, que el progreso no nos hace más libres, tal vez todo lo contrario, y que a cambio estamos perdiendo gran parte de lo que nos hacía diferentes y originales. En todo éso sí estoy de acuerdo pero no era necesario tratar de adornarlo tanto.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo, que una vez vistas las votaciones del club de este año se van a resumir en que si apreciáis vuestro tiempo no toquéis este libro ni con un palo. Hacedles caso.

2 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

Parece que a todos nos parece que la idea es buena, pero que ha perpetrado un libro bastante aburrido. El señor de nombre impronunciable ha dado poco de sí en este nuestro club.

B dijo...

Es triste que estemos todos tan de acuerdo. Deberíamos haberle dado el limón y coronar a Carmen como la reina definitiva de los cítricos. Ea.