Yo no soy guay, a pesar de que ser guay es algo vocacional y casi un oficio para mucha gente. Gente que tiene una vida maravillosa, un trabajo interesantísimo, unos niños guapos y cultos, unos cónyuges comprensivos y un perro de una raza rara japonesa que les lleva el Financial Times los domingos a la cama. Sea verdad o mentira esa es la sensación que dan y todos en un momento de debilidad queremos ser como ellos. Gente que siempre está espléndida aunque acaben de cruzar un huracán o el Sinaí, que al sonreír enseñan todos los dientes y son tan blancos que te provocan un ataque epiléptico, que van al gimnasio todos los días y casi ni sudan, que tienen millones de amigos y presumen de una vida social digna de una estrella de cine.
La gente guay está por todos los lados, algunos moran en la tierra pero la mayoría habitan en las nubes, nubes de algodón de azúcar en la que retozan angelitos asexuados, donde suena de hilo musical los grandes éxitos de Björk y proyectan en sesión continua un ciclo de cine iraní y surcoreano. La gente guay no anda como los demás, simplemente levita porque son seres que están por encima del bien y del mal, ya pueden caer bombas de racimo a su alrededor que no será su problema, no por falta de sensibilidad, es que simplemente no se dan cuenta. Son como una especie de secta secreta infiltrada en la sociedad porque todos tenemos familiares, amigos, compañeros de trabajo y hasta vecinos guays y encantados de conocerse.
Ser guay es la quinta esencia del buenrollismo, del intentar que todo parezca edulcorado y caramelizado por muy mal que huela alrededor, de ignorar la realidad del mundo y vivir con los ojos mirando hacia dentro como si fuésemos ciegos atrapados en el país de las maravillas. Porque la gente guay vive en su planeta virtual del que es imposible sacarla, siempre tratarán de auto convencerse de que la maldad en el mundo no existe y de que los problemas son aquellas cosas insignificantes que les suceden a los demás y de que nada es para tanto. Por eso, cuando algo realmente malo les sucede su mente se desconecta porque no puede asimilar la verdad del mundo y sufren de amnesia selectiva para amputar de su cerebro ese recuerdo no deseado.
Son motivos más que suficientes para no acabar de fiarme de la gente guay, no me la creo. Me gusta la gente con los pies bien plantados en el suelo, gente que llora y suelta maldiciones cuando le va mal y se embriaga de felicidad cuando la fortuna le sonríe. Porque los guays me dan mucha grima y hasta miedo, porque nunca levantan la voz ni chillan hasta no parecer humanos, no muestran más sentimiento que el de su felicidad y su optimismo, y yo, que me he vuelto desconfiado a base de palos y de fracasos, nunca les doy la espalda temiendo que en ese momento se les caiga la máscara y acabe con un cuchillo de cocina clavado entre los omóplatos.
Por eso yo no soy guay, ni pretendo serlo. Yo no quiero ser amigo de todo el mundo y no quiero caerle bien a toda la gente. No quiero tener una frase de cumplido para cada persona y para cada situación, no me provoca ataques de ansiedad saber que alguien no me soporta, no me quita el sueño que la gente crea que soy borde, mordaz y desagradable. No quiero que el mundo sea perfecto y acepto la injusticia y el dolor como el reverso de una moneda que caprichosamente puede ir aleatoriamente cayendo de un lado o de otro, sin pedir explicaciones ni sorprendiéndome de nada. Porque para mí las nubes no son más que vapor de agua y los angelitos son sátiros descarriados que follan como conejos. Y no molo mazo, ni siquiera molo mil, no me importa.
La gente guay está por todos los lados, algunos moran en la tierra pero la mayoría habitan en las nubes, nubes de algodón de azúcar en la que retozan angelitos asexuados, donde suena de hilo musical los grandes éxitos de Björk y proyectan en sesión continua un ciclo de cine iraní y surcoreano. La gente guay no anda como los demás, simplemente levita porque son seres que están por encima del bien y del mal, ya pueden caer bombas de racimo a su alrededor que no será su problema, no por falta de sensibilidad, es que simplemente no se dan cuenta. Son como una especie de secta secreta infiltrada en la sociedad porque todos tenemos familiares, amigos, compañeros de trabajo y hasta vecinos guays y encantados de conocerse.
Ser guay es la quinta esencia del buenrollismo, del intentar que todo parezca edulcorado y caramelizado por muy mal que huela alrededor, de ignorar la realidad del mundo y vivir con los ojos mirando hacia dentro como si fuésemos ciegos atrapados en el país de las maravillas. Porque la gente guay vive en su planeta virtual del que es imposible sacarla, siempre tratarán de auto convencerse de que la maldad en el mundo no existe y de que los problemas son aquellas cosas insignificantes que les suceden a los demás y de que nada es para tanto. Por eso, cuando algo realmente malo les sucede su mente se desconecta porque no puede asimilar la verdad del mundo y sufren de amnesia selectiva para amputar de su cerebro ese recuerdo no deseado.
Son motivos más que suficientes para no acabar de fiarme de la gente guay, no me la creo. Me gusta la gente con los pies bien plantados en el suelo, gente que llora y suelta maldiciones cuando le va mal y se embriaga de felicidad cuando la fortuna le sonríe. Porque los guays me dan mucha grima y hasta miedo, porque nunca levantan la voz ni chillan hasta no parecer humanos, no muestran más sentimiento que el de su felicidad y su optimismo, y yo, que me he vuelto desconfiado a base de palos y de fracasos, nunca les doy la espalda temiendo que en ese momento se les caiga la máscara y acabe con un cuchillo de cocina clavado entre los omóplatos.
Por eso yo no soy guay, ni pretendo serlo. Yo no quiero ser amigo de todo el mundo y no quiero caerle bien a toda la gente. No quiero tener una frase de cumplido para cada persona y para cada situación, no me provoca ataques de ansiedad saber que alguien no me soporta, no me quita el sueño que la gente crea que soy borde, mordaz y desagradable. No quiero que el mundo sea perfecto y acepto la injusticia y el dolor como el reverso de una moneda que caprichosamente puede ir aleatoriamente cayendo de un lado o de otro, sin pedir explicaciones ni sorprendiéndome de nada. Porque para mí las nubes no son más que vapor de agua y los angelitos son sátiros descarriados que follan como conejos. Y no molo mazo, ni siquiera molo mil, no me importa.
4 comentarios:
Pues ahora al leerte, yo no se si soy guay o no. Porque sonrio con todos los dientes, y todos son blanquitos y deslumbran. Pero no tengo unos niños monísimos, ni un trabajo interesantísimo, más bien uno inestable. Pero suelo caerle bien a la gente, aunque muchas veces si alce la voz o tenga una contestación un tanto irónica. Y muchas veces si que estoy encantada de conocerme a mi misma, aunque otras veces preferiría meter la cabeza bajo tierra un rato.
No se, igual soy guay a veces
Si te preguntas si lo eres es que no lo eres.
Si lo fueses no te hubieras parado a pensarlo y posiblemente no habrías leído ni dos párrafos.
Además la ironía se descalifica como guay para siempre. Felicidades :)
Realmente tenemos cosas en común, sí :) , yo también me quedo perplejo ante la gente que intenta demostrar que va siempre un paso por delante de los demás. Yo intento ser buena gente y que la gente que me importa me aprecie, sin poses. O eso creo. Me parece que lo mejor de la amistad es poder ver a la gente con sus cosas buenas y malas, sabiendo que tú eres visto así también, y aceptarlo tan ricamente. Sin máscaras.
Aceptando "la injusticia y el dolor como el reverso de una moneda que caprichosamente puede ir aleatoriamente cayendo de un lado o de otro, sin pedir explicaciones ni sorprendiéndome de nada"(me ha encantado esa frase). Realmente creo que aún no sé quien soy. No es algo admirable, ni mucho menos, pero con ello tengo que vivir. Y si existen entradas que ayudan a pensar en ello y a contrastar opiniones de otros, pues mejor.
Muy buena entrada, enhorabuena. Un saludo.
Mil gracias Explorador.
Lo has pillado a la primera, el post justamente trata de toda esa gente que necesta para vivir demostrar que es especial a cada segundo.
Bueno, de algún iluminado que vive en el espacio también :)
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