Hace unos meses conocí a un súper-villano, un malo malísimo, una auténtica alimaña. Una de esas personas con el ego tan grande como el espacio sideral, es más, el universo se expande solo para poder contenerlo, una de esas personas para la que simplemente eres un trozo de mierda, alguien repugnante, un ser sin sentimientos. Tampoco es que me quite el sueño, porque no deja de ser una relación, si se puede llamar relación al hecho de ser ninguneado, laboral.
La primera vez que le conocí fue en una reunión, yo intentando refugiarme en mi madriguera, él pavoneándose desde su atalaya enseñándome las uñas, a la mínima que asomé una patita se lanzó a por mi cuello y sigo vivo simplemente porque en las reuniones no soy bueno, soy mejor. Mi ex jefe, el traficante de esclavos, me enseñó que las reuniones son como las finales en el deporte, no hay que ir a jugarlas, hay que ganarlas como sea, así que en ellas saco todo mi instinto de supervivencia y aunque parezca estar malherido a la mínima araño, bufo y muerdo. Esa reunión no se me olvidará nunca porque cada vez que se dirigió a mí fue con calificativos despectivos del tipo “el muchacho”, “el chico éste”… una manera como otra cualquiera de hacerme perder los nervios, sin embargo a mí me hizo gracia y a lo tonto me lo llevé al huerto.
Hoy me lo he vuelto a cruzar en otra reunión, nada más verlo sabía que habría circo y no me ha defraudado. Se ha puesto a tirar pelotas, como una de esas máquinas para entrenar en el tenis, con toda la intención de dar y hacer daño, alguna me ha rozado, pero sin consecuencias graves. Lo que más me jode es que no viene a cuento ser tan cabrón, pero hay personas que lo llevan grabado en el código genético, además suelen ser triunfadores porque existe una casta de depredadores que está por encima de nosotros. Da igual, tampoco quiero ser como ellos. Pero a lo que iba, después de la reunión me he cruzado con él en un pasillo y le he preguntado por cortesía por qué no estaba en Estados Unidos (nuestro proyecto es así, hacemos una plataforma de esas que se hunden en el golfo de México), la respuesta me ha dejado helado, me ha dicho que no sabía si volvería a ir allí porque le han diagnosticado cáncer y tiene metástasis.
Ante eso no se te ocurre decirle, “vaya qué contrariedad”, porque quedarías como un gilipollas, tampoco dices “lo siento”, porque en el fondo no lo sientes y tu primer pensamiento es que posible y afortunadamente dejarás de aguantar sus impertinencias. La verdad, por poco política que parezca, es que te da lo mismo, que no es tu problema y que montones de personas mejores que él lo estarán sufriendo. Ahí se ha terminado la conversación, se ha dado la vuelta y me ha dejado solo con mi silencio. Lo curioso es que haya tenido ese momento de sinceridad, por no llamarlo humanidad, conmigo, no se lo he pedido y si no le vuelvo a ver mejor para mí. Como creo que soy mejor persona que él, preferiría no verlo pensando en que está jubilado tomando el sol en Menorca, pero tampoco me mata pensar en la realidad, triste pero cierto.
Lo que me deja muerto, y perdón por la expresión, es pensar en qué lleva a un hombre que sabe que su reloj se ha parado a seguir comportándose de esa manera. ¿Si yo supiese que los últimos días de mi vida están agotándose seguiría alimentando odio y escupiendo veneno?¿Estaría yendo a reuniones tristes como un funeral a tocar los cojones? ¿Merece la pena? ¿O es más fuerte la naturaleza humana y el dicho de genio y figura hasta la sepultura? Obviamente nadie va a pensar que un arrepentimiento postrero va a lavar tu imagen y te va a abrir las puertas del cielo, pero creo que en un momento así debe ser fácil caer en la tentación de arreglar las cosas en el último momento, sin embargo él decide seguir viviendo su vida de mierda e ir sembrando la infelicidad. Una manera de mantener la mente ocupada, me ha dicho alguien, ¡qué asco!, se me ha venido al pensamiento.
Porque si algún día me veo en ese trance no querré hacer más que ver salir y ponerse el sol aunque se me quemen los ojos y me quede ciego, querré oler el cuerpo de los míos hasta saturarme el cerebelo, querré volver a ver todo lo que un día significó algo para mí, mis viejos juguetes, mis libros de texto, las fotos de bodas de mis padres que tanto me hacen reír, releería las cartas de mi mujer cuando aún no éramos ni novios pero sabíamos que llegaríamos a serlo, vería sin parar Casablanca, La Edad de la Inocencia, Taxi Driver, El Padrino, El apartamento, Sin Perdón, La gata sobre el tejado de cinc, La fiera de mi niña, La princesa prometida, El hombre tranquilo, Con la muerte en los talones… No dejaría de escuchar música ni un momento, viajaría al fin del mundo para escuchar a U2 cantar “With or without you” en directo, a Dire Straits “The tunnel of love” y al Boss “The river”. Y sobre todo jugaría cada día con mi hijo y le diría a cada momento cuanto le quiero.
No merece la pena vivir esta vida de mierda y no quiero esperar a vivirla cuando ya no quede tiempo.
La primera vez que le conocí fue en una reunión, yo intentando refugiarme en mi madriguera, él pavoneándose desde su atalaya enseñándome las uñas, a la mínima que asomé una patita se lanzó a por mi cuello y sigo vivo simplemente porque en las reuniones no soy bueno, soy mejor. Mi ex jefe, el traficante de esclavos, me enseñó que las reuniones son como las finales en el deporte, no hay que ir a jugarlas, hay que ganarlas como sea, así que en ellas saco todo mi instinto de supervivencia y aunque parezca estar malherido a la mínima araño, bufo y muerdo. Esa reunión no se me olvidará nunca porque cada vez que se dirigió a mí fue con calificativos despectivos del tipo “el muchacho”, “el chico éste”… una manera como otra cualquiera de hacerme perder los nervios, sin embargo a mí me hizo gracia y a lo tonto me lo llevé al huerto.
Hoy me lo he vuelto a cruzar en otra reunión, nada más verlo sabía que habría circo y no me ha defraudado. Se ha puesto a tirar pelotas, como una de esas máquinas para entrenar en el tenis, con toda la intención de dar y hacer daño, alguna me ha rozado, pero sin consecuencias graves. Lo que más me jode es que no viene a cuento ser tan cabrón, pero hay personas que lo llevan grabado en el código genético, además suelen ser triunfadores porque existe una casta de depredadores que está por encima de nosotros. Da igual, tampoco quiero ser como ellos. Pero a lo que iba, después de la reunión me he cruzado con él en un pasillo y le he preguntado por cortesía por qué no estaba en Estados Unidos (nuestro proyecto es así, hacemos una plataforma de esas que se hunden en el golfo de México), la respuesta me ha dejado helado, me ha dicho que no sabía si volvería a ir allí porque le han diagnosticado cáncer y tiene metástasis.
Ante eso no se te ocurre decirle, “vaya qué contrariedad”, porque quedarías como un gilipollas, tampoco dices “lo siento”, porque en el fondo no lo sientes y tu primer pensamiento es que posible y afortunadamente dejarás de aguantar sus impertinencias. La verdad, por poco política que parezca, es que te da lo mismo, que no es tu problema y que montones de personas mejores que él lo estarán sufriendo. Ahí se ha terminado la conversación, se ha dado la vuelta y me ha dejado solo con mi silencio. Lo curioso es que haya tenido ese momento de sinceridad, por no llamarlo humanidad, conmigo, no se lo he pedido y si no le vuelvo a ver mejor para mí. Como creo que soy mejor persona que él, preferiría no verlo pensando en que está jubilado tomando el sol en Menorca, pero tampoco me mata pensar en la realidad, triste pero cierto.
Lo que me deja muerto, y perdón por la expresión, es pensar en qué lleva a un hombre que sabe que su reloj se ha parado a seguir comportándose de esa manera. ¿Si yo supiese que los últimos días de mi vida están agotándose seguiría alimentando odio y escupiendo veneno?¿Estaría yendo a reuniones tristes como un funeral a tocar los cojones? ¿Merece la pena? ¿O es más fuerte la naturaleza humana y el dicho de genio y figura hasta la sepultura? Obviamente nadie va a pensar que un arrepentimiento postrero va a lavar tu imagen y te va a abrir las puertas del cielo, pero creo que en un momento así debe ser fácil caer en la tentación de arreglar las cosas en el último momento, sin embargo él decide seguir viviendo su vida de mierda e ir sembrando la infelicidad. Una manera de mantener la mente ocupada, me ha dicho alguien, ¡qué asco!, se me ha venido al pensamiento.
Porque si algún día me veo en ese trance no querré hacer más que ver salir y ponerse el sol aunque se me quemen los ojos y me quede ciego, querré oler el cuerpo de los míos hasta saturarme el cerebelo, querré volver a ver todo lo que un día significó algo para mí, mis viejos juguetes, mis libros de texto, las fotos de bodas de mis padres que tanto me hacen reír, releería las cartas de mi mujer cuando aún no éramos ni novios pero sabíamos que llegaríamos a serlo, vería sin parar Casablanca, La Edad de la Inocencia, Taxi Driver, El Padrino, El apartamento, Sin Perdón, La gata sobre el tejado de cinc, La fiera de mi niña, La princesa prometida, El hombre tranquilo, Con la muerte en los talones… No dejaría de escuchar música ni un momento, viajaría al fin del mundo para escuchar a U2 cantar “With or without you” en directo, a Dire Straits “The tunnel of love” y al Boss “The river”. Y sobre todo jugaría cada día con mi hijo y le diría a cada momento cuanto le quiero.
No merece la pena vivir esta vida de mierda y no quiero esperar a vivirla cuando ya no quede tiempo.
1 comentario:
Ay, tus últimos párrafos qué grandes son.
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