Todos, y cuando digo todos me refiero a mí y a cada uno de vosotros, sufrimos de una enfermedad incurable, “¡vaya!, ya se ha comido JJ otra vez las setas del campo”, pensará más de uno, pues no, esta vez he tenido un ataque de lucidez y creo que hasta puedo demostrarlo. Pero que nadie se asuste, no es nada grave, ninguno vamos a morir por su causa, es más, a la mayoría probablemente le de lo mismo y ni siquiera haya pensado nunca en ello.
La enfermedad de la que hablo se llama personalidad múltiple y no es porque pensemos que tenemos diferentes personalidades, no, es porque realmente las tenemos. Lo increíble de este caso es que nosotros no somos conscientes de padecer nada, nosotros creemos firmemente que somos la misma persona invariable las veinticuatro horas del día, cambios de humor aparte por supuesto, pero ni de coña, somos múltiples personas a lo largo del día porque las personas que nos rodean no nos conocen más que de una manera, incluso para nuestros seres más cercanos y más queridos somos unos auténticos desconocidos.
Además de jugar un papel en cada uno de los roles que cotidianamente nos toca interpretar, vamos tejiendo pequeñas telas de araña a nuestro alrededor por donde vamos pasando. Los hilos de esa tela de araña son las relaciones sociales, personales y afectivas que poquito a poco vamos creando a pesar de que no todos los días estamos igual de inspirados y de estupendos. Pero cada una de las telas de araña no comparte mucho con las demás, tal vez el conocimiento de su existencia, y ahí radica uno de los secretos de la felicidad en nuestras vidas, la ignorancia de todas esas facetas por los demás nos hace parecer mucho mejores y más interesantes. Moraleja, no hay que ceder a la tentación de juntarlo todo, también puede parecer una buena idea mezclar amoniaco con lejía y te puede mandar al otro barrio.
Empecemos por la vida familiar, todas las mañanas cada uno parte a realizar sus tareas, en mi caso eso se traduce en que me voy a vender mi tiempo a cambio de dinero, vale, no lo digo porque durante ese tiempo me toque las pelotas, lo digo porque durante ese tiempo estoy a disposición de ese monstruo de mil cabezas al que normalmente llamamos empresa. Todos sabemos lo interesante que puede llegar a ser una jornada laboral y la cantidad de cosas alucinantes que nos pueden llegar a pasar (set irony mode off) y sin embargo a mi familia le daría prácticamente igual si me congelasen cual Han Solo adiposo hasta la hora de volver a casa. Por fortuna para nosostros en la oficina tenemos un mundo rico en experiencias y relaciones desconocidas para amigos y familiares.
En el trabajo pasa un poco igual, allí no somos más que compañeros que pueden caer mejor o peor pero de los cuales nos desconectamos desde el glorioso momento en el que fichamos para salir. Vale, alguna amistad e incluso algún romance puede surgir allí, pero no es lo más habitual. Si después, al llegar a casa, somos unos ejemplares padres de familia o unos energúmenos maltratadores es algo que solo podríamos intuir pero que de verdad no podemos llegar a saber. Sin embargo tener buena propaganda es muy fácil, una foto de los niños en la mesa y pasaremos por ese padre al que todos querríamos tener.
Por todo esto yo soy Juan José, soy Juanjo, soy JJ, soy el Sr. ML, soy cariño o no te soporto más (según el día), soy papi, hijo y hermano, soy tantas personas como gente me conoce e interpreto tantos papeles como situaciones me toca vivir. No es que tenga un “alter ego”, es que somos una familia de muñecas rusas ocupando un cuerpo común. No me extraña que cuando aparecen en las páginas de sucesos los crímenes más sórdidos la reacción normal de amigos, familiares, compañeros y conocidos del presunto criminal sea decir que el angelito era una persona que parecía perfectamente normal.
La enfermedad de la que hablo se llama personalidad múltiple y no es porque pensemos que tenemos diferentes personalidades, no, es porque realmente las tenemos. Lo increíble de este caso es que nosotros no somos conscientes de padecer nada, nosotros creemos firmemente que somos la misma persona invariable las veinticuatro horas del día, cambios de humor aparte por supuesto, pero ni de coña, somos múltiples personas a lo largo del día porque las personas que nos rodean no nos conocen más que de una manera, incluso para nuestros seres más cercanos y más queridos somos unos auténticos desconocidos.
Además de jugar un papel en cada uno de los roles que cotidianamente nos toca interpretar, vamos tejiendo pequeñas telas de araña a nuestro alrededor por donde vamos pasando. Los hilos de esa tela de araña son las relaciones sociales, personales y afectivas que poquito a poco vamos creando a pesar de que no todos los días estamos igual de inspirados y de estupendos. Pero cada una de las telas de araña no comparte mucho con las demás, tal vez el conocimiento de su existencia, y ahí radica uno de los secretos de la felicidad en nuestras vidas, la ignorancia de todas esas facetas por los demás nos hace parecer mucho mejores y más interesantes. Moraleja, no hay que ceder a la tentación de juntarlo todo, también puede parecer una buena idea mezclar amoniaco con lejía y te puede mandar al otro barrio.
Empecemos por la vida familiar, todas las mañanas cada uno parte a realizar sus tareas, en mi caso eso se traduce en que me voy a vender mi tiempo a cambio de dinero, vale, no lo digo porque durante ese tiempo me toque las pelotas, lo digo porque durante ese tiempo estoy a disposición de ese monstruo de mil cabezas al que normalmente llamamos empresa. Todos sabemos lo interesante que puede llegar a ser una jornada laboral y la cantidad de cosas alucinantes que nos pueden llegar a pasar (set irony mode off) y sin embargo a mi familia le daría prácticamente igual si me congelasen cual Han Solo adiposo hasta la hora de volver a casa. Por fortuna para nosostros en la oficina tenemos un mundo rico en experiencias y relaciones desconocidas para amigos y familiares.
En el trabajo pasa un poco igual, allí no somos más que compañeros que pueden caer mejor o peor pero de los cuales nos desconectamos desde el glorioso momento en el que fichamos para salir. Vale, alguna amistad e incluso algún romance puede surgir allí, pero no es lo más habitual. Si después, al llegar a casa, somos unos ejemplares padres de familia o unos energúmenos maltratadores es algo que solo podríamos intuir pero que de verdad no podemos llegar a saber. Sin embargo tener buena propaganda es muy fácil, una foto de los niños en la mesa y pasaremos por ese padre al que todos querríamos tener.
Por todo esto yo soy Juan José, soy Juanjo, soy JJ, soy el Sr. ML, soy cariño o no te soporto más (según el día), soy papi, hijo y hermano, soy tantas personas como gente me conoce e interpreto tantos papeles como situaciones me toca vivir. No es que tenga un “alter ego”, es que somos una familia de muñecas rusas ocupando un cuerpo común. No me extraña que cuando aparecen en las páginas de sucesos los crímenes más sórdidos la reacción normal de amigos, familiares, compañeros y conocidos del presunto criminal sea decir que el angelito era una persona que parecía perfectamente normal.
2 comentarios:
Muy bueno. Yo siempre pienso que soy multipolar. Me reconforta un poco pensar que no soy la única.
Hola Gordi, encantado de leerte por aquí :)
Todos somos un poco multipolares, no te preocupes y los que somos un poco gordis mucho más, por eso somos tan interesantes!
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