Tener la conciencia tranquila es estupendo, me permite dormir todos los días como un tronco porque no existe nada en el mundo que me quite el sueño, vale, soy pobre y tengo una hipoteca y un trabajo que se puede desvanecer en cualquier momento, como el de cualquier no funcionario, pero eso es el ruido de fondo, ya me he acostumbrado y francamente me da igual, como yo suelo decir “Dios proveerá”. Aunque es pasarse de tener morro dejarle la responsabilidad de mi destino a Dios, principalmente por mi declarado agnosticismo (según la RAE: Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia), soy agnóstico porque me parece más elegante y más místico que ser ateo del todo.
Pero volvamos a los sueños, soy una de esas personas que no recuerdan nunca lo que han soñado lo cual es una faena porque conociéndome como me conozco seguro que tengo unos sueños de lo más animados e intuyo que me estoy perdiendo algo divertido. La ventaja es que tampoco recuerdo mis pesadillas, a lo mejor es porque no las tengo, puede ser que no tenerlas tenga que ver con mi tranquilidad bovina (o bobina de bobo), bueno, esto es ya una teoría. Por eso me sorprende tener un sueño recurrente desde que terminé la universidad, que sin llegar a ser una pesadilla si que se le parece mucho, y es curiosamente del único que me acuerdo. Un par de veces al año me despierto desasosegado pensando que no he terminado la carrera. ¿A alguien más le pasa?
Según mi teoría no debo tener la conciencia muy tranquila por las tropelías que hice en mis últimos años de estudiante, y decir estudiante es retórico porque, quitando los últimos seis meses que me encerré a estudiar para olvidar mis penas (aprobé 13 asignaturas entre junio y septiembre), estudiar, lo que se dice estudiar, estudié muy poco, ir a clase menos todavía. Ahora me avergüenza decirlo porque fui un parásito gorrón, pero está claro que no todas las lecciones se aprenden a la vez, algunas ni siquiera se terminan aprendiendo jamás, de cualquier modo a mis padres les debo una pasta, ¡qué me la descuenten de la herencia!
Existen dos versiones del sueño, la primera es que todavía soy estudiante y estoy a punto de que me echen de la universidad y la segunda es que alguien descubre que me falta una asignatura y que mi título es papel mojado.
Hoy me ha despertado la segunda, me tocaba volver a clase para ajustar cuentas con mi pasado porque de repente, y no tengo ni repajolera idea a cuento de qué mi título era provisional, si quería tener el bueno, el que firma su majestad, tenía que cursar aún otro año más de carrera. Mi yo dentro del sueño se negaba a afrontar la situación, lo que le faltaba, miles de horas de trabajo, la casa, el crío, el blog y encima volver a clase, ¡qué agobio!. La solución por la que ha optado no ha estado mal, si nadie se entera en el trabajo ¿qué más da tener el título o no? En eso ha estado a mi altura, a veces cometo la torpeza de no afrontar las cosas de cara a la primera, meto la cabeza debajo de las sábanas con la esperanza de que todo se solucione solo y desafortunadamente el mundo no funciona así.
Lo gracioso es que al despertarme y ser consciente de que era un sueño todavía me he preguntado si de verdad había terminado todo y si realmente no tendría que volver a pasar por las aulas. Se me ha venido a la cabeza la imagen de mi título colgado en casa de mis padres y es cuando me he tranquilizado, sí, todo ha terminado. He respirado más hondo que si viniese de bajar a pulmón la Fosa de las Marianas.
Pero volvamos a los sueños, soy una de esas personas que no recuerdan nunca lo que han soñado lo cual es una faena porque conociéndome como me conozco seguro que tengo unos sueños de lo más animados e intuyo que me estoy perdiendo algo divertido. La ventaja es que tampoco recuerdo mis pesadillas, a lo mejor es porque no las tengo, puede ser que no tenerlas tenga que ver con mi tranquilidad bovina (o bobina de bobo), bueno, esto es ya una teoría. Por eso me sorprende tener un sueño recurrente desde que terminé la universidad, que sin llegar a ser una pesadilla si que se le parece mucho, y es curiosamente del único que me acuerdo. Un par de veces al año me despierto desasosegado pensando que no he terminado la carrera. ¿A alguien más le pasa?
Según mi teoría no debo tener la conciencia muy tranquila por las tropelías que hice en mis últimos años de estudiante, y decir estudiante es retórico porque, quitando los últimos seis meses que me encerré a estudiar para olvidar mis penas (aprobé 13 asignaturas entre junio y septiembre), estudiar, lo que se dice estudiar, estudié muy poco, ir a clase menos todavía. Ahora me avergüenza decirlo porque fui un parásito gorrón, pero está claro que no todas las lecciones se aprenden a la vez, algunas ni siquiera se terminan aprendiendo jamás, de cualquier modo a mis padres les debo una pasta, ¡qué me la descuenten de la herencia!
Existen dos versiones del sueño, la primera es que todavía soy estudiante y estoy a punto de que me echen de la universidad y la segunda es que alguien descubre que me falta una asignatura y que mi título es papel mojado.
Hoy me ha despertado la segunda, me tocaba volver a clase para ajustar cuentas con mi pasado porque de repente, y no tengo ni repajolera idea a cuento de qué mi título era provisional, si quería tener el bueno, el que firma su majestad, tenía que cursar aún otro año más de carrera. Mi yo dentro del sueño se negaba a afrontar la situación, lo que le faltaba, miles de horas de trabajo, la casa, el crío, el blog y encima volver a clase, ¡qué agobio!. La solución por la que ha optado no ha estado mal, si nadie se entera en el trabajo ¿qué más da tener el título o no? En eso ha estado a mi altura, a veces cometo la torpeza de no afrontar las cosas de cara a la primera, meto la cabeza debajo de las sábanas con la esperanza de que todo se solucione solo y desafortunadamente el mundo no funciona así.
Lo gracioso es que al despertarme y ser consciente de que era un sueño todavía me he preguntado si de verdad había terminado todo y si realmente no tendría que volver a pasar por las aulas. Se me ha venido a la cabeza la imagen de mi título colgado en casa de mis padres y es cuando me he tranquilizado, sí, todo ha terminado. He respirado más hondo que si viniese de bajar a pulmón la Fosa de las Marianas.
De todas formas, pensándolo en frío, no sé por qué tengo tanta preocupación con el puñetero título, seguramente habría sido muchísimo más feliz sin él y no me hubiera sido muy difícil encontrar un trabajo más tranquilo y mejor pagado. Tampoco entiendo por qué mis padres lo cuelgan en su casa, al principio pensaba que era porque se sentían orgullosos de su niño pero ahora pienso que es un mensaje subliminal que me hacen: “con la pasta que nos hemos gastado en que tengas esta mierda de diploma aquí podría lucir un Picasso”. Vale, tenéis razón, lo siento.
3 comentarios:
Tengo una amiga a la que le sucede con cierta frecuencia. A mí sólo una vez, descubrían que era una farsante y además la asignatura que me faltaba para acabar la carrera era TEOLOGÍA (sí, hijo, en mi escuela había de eso).
A mí me pasó lo contrario. En primero suspendí 4 y yo creía que podía aprobarlas en septiembre. Mi madre me dijo que eso era imposible, que con que no me echaran ya era bastante. Una semana antes de los exámenes soñé que aprobaba todas, pero estaba super agobiado diciendo que era imposible, que algo tenía que estar mal porque no podía ser que las aprobara todas. Fue bastante angustioso. El caso es que al fina aprobé.
Annie: Lo de la teología mola, es una asignatura mucho más necesaria de lo que parece en este negocio. Sobre todo por lo de la fe y la esperanza, la caridad es de dudosa necesidad.
ND: Lo de la lotería ya te lo habrán dicho antes, pero si juegas yo juego contigo!!! lo que me deja de piedra es la sangre fría de tu madre y la confianza en ti, mejoro después?
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