Como decía Loquillo:
“Hay cosas que un hombre nunca llega a saber
Los deseos ocultos de una mujer”
Sí, efectivamente, creo que es así, pero como para todo en esto también existe una escala y no todos los hombres llegamos a un grado similar de conocimiento. Están los que son los putos amos, vamos, los reyes del mambo, yo ignoro si les va bien porque lo saben todo, porque están buenísimos o porque emiten un olor corporal que toca algún contacto en el cerebro femenino que hace caer todas las barreras, las emocionales y las físicas. Yo les envidio mucho. En el otro extremo estamos los setas, seres que autodenomino así porque no somos ni animales ni vegetales ni nada de nada, simplemente no existimos, además no estamos buenos y el olor que debemos emitir es el de izar el puente levadizo, atrancar la puerta y soltar a los cocodrilos en el foso. Si fuésemos a rescatar a la princesa secuestrada en la torre, ésta pagaría a sus carceleros con su dote y hasta con su virginidad por acertarnos un flechazo entre ceja y ceja.
Cuento todo esto por puro despecho hacia mi yo post-adolescente porque vaya por delante que desde hace tiempo ya no juego a este juego de rescatar princesas desagradecidas, para beneficio de mi estabilidad mental y mi autoestima, eso sí, pero aunque no lo juegue sí que lo sigo observando, por interés científico, casi como el que va a clase de oyente para tomar apuntes.
Fui un adolescente que no estaba nada preocupado por las chicas, aún no me lo explico pero era así, además era tres años menor que mis amigos por lo que no pasaba de la categoría de mascota, alguien sin el menor interés para las chicas que se arrimaban al grupo y el sentimiento era recíproco. Después cuando me entraron los picores propios de la edad no sabía aplicar bien las reglas del juego y además en el reparto yo estaba convencido de que me habían dado muy malas cartas. Y es que en aquel tiempo las mujeres para mí eran algo sagrado e inaccesible, ellas tenían el poder absoluto y como los emperadores en el circo un gesto de su pulgar te podía mandar al cielo o al infierno. Me pasaba las horas pensando en qué tenía que hacer para tener una oportunidad y que alguna despistada cayese rendida a mis pies, por supuesto me equivocaba, ya me podía haber disfrazado de vaca alienígena que no hubiera llamado más la atención de nadie, ese era el error, creer que tenía que hacer algo especial y no ser yo mismo.
Cuando me empecé a aburrir de ser ignorado cambié de táctica me volví absolutamente borde, era mi versión patética del seamos misterioso, con ello conseguí lo evidente, empeorar las cosas, además de invisible era desagradable, y me parecía estupendo. Una pena porque fueron años perdidos en mi evolución pokemon. Porque sí, un día como los pokemon sufrí una evolución y fue para mejor, evidentemente. Descubrí que la misma energía que utilizaba para encontrar la frase más borde e hiriente la podía emplear en encontrar una frase ingeniosa y que hiciese reír, la mala leche es parte del lote, si no yo no sería Juanjo ML, pero es verdad que se puede emplear de muchas maneras. Y todo cambió, bueno, menos en lo fundamental, seguí sin comerme un rosco.
Porque cuando por fin alguien mostró algo de interés en mi persona yo no sabía qué hacer. Si una chica me invitaba a su casa a cenar y ver una peli pues yo iba, cenaba y veía una peli. Si otra me metía dentro de un probador para consultarme qué tal le quedaban unos vaqueros pues yo la decía que bien (aunque estaba mejor sin ellos). Y si una tercera, diez años mayor que yo, me llamaba para ir al cine y después tomar algo eso era precisamente lo que sucedía, ahora siento el rubor del pardillo y comprendo porque no me volvían a llamar para una segunda cita.
Pero era un comienzo, y a partir de entonces comenzaron mis verdaderos problemas con las mujeres, para bien y usualmente para mal, algo que yo consideraba una tragedia y de la que ahora me descojono, porque paradojas de la vida, resulta que hoy en día yo me llevo con las mujeres estupendamente. Vivir para ver.
“Hay cosas que un hombre nunca llega a saber
Los deseos ocultos de una mujer”
Sí, efectivamente, creo que es así, pero como para todo en esto también existe una escala y no todos los hombres llegamos a un grado similar de conocimiento. Están los que son los putos amos, vamos, los reyes del mambo, yo ignoro si les va bien porque lo saben todo, porque están buenísimos o porque emiten un olor corporal que toca algún contacto en el cerebro femenino que hace caer todas las barreras, las emocionales y las físicas. Yo les envidio mucho. En el otro extremo estamos los setas, seres que autodenomino así porque no somos ni animales ni vegetales ni nada de nada, simplemente no existimos, además no estamos buenos y el olor que debemos emitir es el de izar el puente levadizo, atrancar la puerta y soltar a los cocodrilos en el foso. Si fuésemos a rescatar a la princesa secuestrada en la torre, ésta pagaría a sus carceleros con su dote y hasta con su virginidad por acertarnos un flechazo entre ceja y ceja.
Cuento todo esto por puro despecho hacia mi yo post-adolescente porque vaya por delante que desde hace tiempo ya no juego a este juego de rescatar princesas desagradecidas, para beneficio de mi estabilidad mental y mi autoestima, eso sí, pero aunque no lo juegue sí que lo sigo observando, por interés científico, casi como el que va a clase de oyente para tomar apuntes.
Fui un adolescente que no estaba nada preocupado por las chicas, aún no me lo explico pero era así, además era tres años menor que mis amigos por lo que no pasaba de la categoría de mascota, alguien sin el menor interés para las chicas que se arrimaban al grupo y el sentimiento era recíproco. Después cuando me entraron los picores propios de la edad no sabía aplicar bien las reglas del juego y además en el reparto yo estaba convencido de que me habían dado muy malas cartas. Y es que en aquel tiempo las mujeres para mí eran algo sagrado e inaccesible, ellas tenían el poder absoluto y como los emperadores en el circo un gesto de su pulgar te podía mandar al cielo o al infierno. Me pasaba las horas pensando en qué tenía que hacer para tener una oportunidad y que alguna despistada cayese rendida a mis pies, por supuesto me equivocaba, ya me podía haber disfrazado de vaca alienígena que no hubiera llamado más la atención de nadie, ese era el error, creer que tenía que hacer algo especial y no ser yo mismo.
Cuando me empecé a aburrir de ser ignorado cambié de táctica me volví absolutamente borde, era mi versión patética del seamos misterioso, con ello conseguí lo evidente, empeorar las cosas, además de invisible era desagradable, y me parecía estupendo. Una pena porque fueron años perdidos en mi evolución pokemon. Porque sí, un día como los pokemon sufrí una evolución y fue para mejor, evidentemente. Descubrí que la misma energía que utilizaba para encontrar la frase más borde e hiriente la podía emplear en encontrar una frase ingeniosa y que hiciese reír, la mala leche es parte del lote, si no yo no sería Juanjo ML, pero es verdad que se puede emplear de muchas maneras. Y todo cambió, bueno, menos en lo fundamental, seguí sin comerme un rosco.
Porque cuando por fin alguien mostró algo de interés en mi persona yo no sabía qué hacer. Si una chica me invitaba a su casa a cenar y ver una peli pues yo iba, cenaba y veía una peli. Si otra me metía dentro de un probador para consultarme qué tal le quedaban unos vaqueros pues yo la decía que bien (aunque estaba mejor sin ellos). Y si una tercera, diez años mayor que yo, me llamaba para ir al cine y después tomar algo eso era precisamente lo que sucedía, ahora siento el rubor del pardillo y comprendo porque no me volvían a llamar para una segunda cita.
Pero era un comienzo, y a partir de entonces comenzaron mis verdaderos problemas con las mujeres, para bien y usualmente para mal, algo que yo consideraba una tragedia y de la que ahora me descojono, porque paradojas de la vida, resulta que hoy en día yo me llevo con las mujeres estupendamente. Vivir para ver.
1 comentario:
Ja ja ja ... como me he visto identificado, aunque con matices. Yo no era borde, simplemente, decía la mayor burrada que se me ocurría para hacerlas sonreir, y seguía y seguía ..., hasta que una sincera me espetó una noche lo que muchas pensaban: "... y dime, usas la lengua para algo más que contar esos rollos".
Ahora que ya se hacer algo más prefieren mis historias. "Life is timing". Menos mal que algunas quieren el pack completo.
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