Yo, que tan grande soy, que a menudo siento que no tengo límites físicos, que pienso en mí como un conjunto de materia y mente imposible de contener en mi envoltorio de cartón piedra, que tiendo a ser un ente esférico y en expansión, como un gas perfecto. Yo, que a veces me he sentido invencible, hoy, sin embargo, me he sentido muy pequeño.
Hoy soy pequeño como el planeta del principito, pero no soy tierra fértil donde puedan crecer baobabs que acaben con mi mundo, hoy solo pueden crecer en mí ideas estériles, tristes y sin sentido. Ideas que tienen raíces profundas y podridas que van perforando dolorosamente mi cerebro y que se enroscan por él eliminando la alegría y habitando donde antes lo hacía el consuelo.
Hoy me siento más pequeño que la cabeza de un alfiler en las manos de un sastre diminuto que hace un traje para un señor microscópico que vive en un átomo de helio. Hoy me siento una hoja que zarandea el viento de otoño, inservible, molesta, que no sabe dónde marchitará. Hoy soy una barca con la pintura desconchada a punto de zozobrar en un mar de olas gigantescas de desesperanza y desilusión provocadas por un maremoto de desprecio.
Hoy siento que nada merece la pena, que por mucho que me esfuerce seguiré fracasando, que por mucho que de lo mejor de mí siempre me voy a estrellar contra el muro de la incomprensión y el desengaño. Hoy no me siento querido y no me importa confesarlo, porque hoy soy vulnerable, he perdido mi coraza y mi corazón ha quedado al descubierto a merced de quien quiera darle patadas sin importarle si me hace daño o de qué siento.
Hoy he aprendido que las pequeñas cosas son importantes y que pueden desencadenar dentro de mí una reacción en cadena capaz de desintegrar mi razón y muchos de mis buenos recuerdos. Hoy he comprendido que la medida de la infelicidad habita dentro de nosotros mismos y que cada cual tiene derecho a dosificar su llanto. Hoy me he sentido como un gigante con pies de barro abatido, indefenso y abandonado.
Hoy no soy yo, hoy no quiero ser nada, hoy solo quiero apagar la luz y despertar mañana.
Hoy soy pequeño como el planeta del principito, pero no soy tierra fértil donde puedan crecer baobabs que acaben con mi mundo, hoy solo pueden crecer en mí ideas estériles, tristes y sin sentido. Ideas que tienen raíces profundas y podridas que van perforando dolorosamente mi cerebro y que se enroscan por él eliminando la alegría y habitando donde antes lo hacía el consuelo.
Hoy me siento más pequeño que la cabeza de un alfiler en las manos de un sastre diminuto que hace un traje para un señor microscópico que vive en un átomo de helio. Hoy me siento una hoja que zarandea el viento de otoño, inservible, molesta, que no sabe dónde marchitará. Hoy soy una barca con la pintura desconchada a punto de zozobrar en un mar de olas gigantescas de desesperanza y desilusión provocadas por un maremoto de desprecio.
Hoy siento que nada merece la pena, que por mucho que me esfuerce seguiré fracasando, que por mucho que de lo mejor de mí siempre me voy a estrellar contra el muro de la incomprensión y el desengaño. Hoy no me siento querido y no me importa confesarlo, porque hoy soy vulnerable, he perdido mi coraza y mi corazón ha quedado al descubierto a merced de quien quiera darle patadas sin importarle si me hace daño o de qué siento.
Hoy he aprendido que las pequeñas cosas son importantes y que pueden desencadenar dentro de mí una reacción en cadena capaz de desintegrar mi razón y muchos de mis buenos recuerdos. Hoy he comprendido que la medida de la infelicidad habita dentro de nosotros mismos y que cada cual tiene derecho a dosificar su llanto. Hoy me he sentido como un gigante con pies de barro abatido, indefenso y abandonado.
Hoy no soy yo, hoy no quiero ser nada, hoy solo quiero apagar la luz y despertar mañana.
1 comentario:
Pues de verdad espero que mañana al despertar amanezca para ti un sol radiante.
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