miércoles, 10 de marzo de 2010

Una de colores


Desde que tengo un blog conducir se ha hecho una tarea mucho más amena. Antes me pasaba los 38,2 Km de trayecto pensando en qué carril me debía situar, en defender a capa y espada mi plaza en el atasco y en insultar mentalmente a toda la fauna motorizada que me rodeaba. Ahora todo ha cambiado, ahora voy ensimismado pensando en el tema de mi próximo post, voy descartando montones de temas por insípidos o por insustanciales hasta que de repente me surge una idea de la que me apetece escribir, que sirve de válvula de escape a mi depresión cotidiana, algo realmente interesante como por ejemplo los colores.

Porque los colores son importantes, envuelven nuestra vida como la música y tienen connotaciones adquiridas a lo largo del tiempo que cuando somos niños no podemos ni imaginar. La vida tiene que ser de colores y el blanco y negro tiene que quedar solo para las buenas películas que terminan con una pareja jugando a las cartas.

Blanco: El blanco es el color de lo que está por empezar, de las promesas y de lo desconocido. El blanco es una hoja por escribir o un lienzo sin pintar, es la medida de lo potencialmente posible, es el lugar donde cualquier cosa puede pasar pero que en una décima de segundo termina por ser una realidad inalcanzable. Porque el blanco es tan perfecto que no admite matices, una vez que le has mancillado no existe vuelta atrás, es el color de una virginidad de un solo uso que no da una segunda oportunidad.

Rojo: El rojo es el color de la ira y de la pasión, de la guerra y de la sangre. Es el color de lo prohibido, del no pasarás, el punto límite intransitable que separa la vida de la muerte. El rojo es el color del pecado, de los labios furtivos que no hay que besar, es el fuego abrasador que terminará con todos nosotros y que nos hará arder en un infierno de rojos diablos sin alma y sin compasión. El rojo es el color de los revolucionarios, de los que piensan como yo creyendo que lo imposible debería ser posible y que nada es en verdad justo y necesario.

Verde: El verde es un color que promete esperanza y devuelve desilusión, porque el verde es el color de lo efímero, de lo que no puede perdurar y acabará marchitando. Y es mejor que sea así porque el verde al principio es encantador, es bello y agradable a los sentidos, pero no está hecho para perdurar porque acabas empachándote de él. Es como esa manzana que al primer mordisco es tierna y jugosa y acaba siendo como madera, insufrible y aburrida. Porque el verde es el color de la naturaleza pero también de la envidia, no es ni bueno ni malo, ni carne ni pescado.

Amarillo: El amarillo es la medida de lo insoportable, es una señal de alerta diciéndote no me toques. El amarillo satura mi cerebro con mensajes de rechazo y repulsa hasta aborrecerlo. El amarillo da mal rollo y mala suerte, la única prenda de vestir amarilla que me pondría es un chaleco reflectante, y si lo llevo es señal clara de que algo malo está pasando. El amarillo, es ácido, es agrio y es sensacionalista, no puedo con él, mueran los limones.

Naranja: El naranja es la alegría y el buen rollo. Es la llegada de la primavera aunque las frutas naranjas sean de invierno. El naranja es cálido pero no abrasador, es como unas vacaciones en el trópico a la sombra de unas palmeras, es el sol reflejado en nuestra cara despertando los sentidos. El naranja es energía en estado puro que entra por los ojos, la bombea el corazón y se expulsa por los poros.

Negro: El negro es el color de lo eterno e infinito. Es la promesa de un mundo mejor que afortunadamente no vamos a ver porque simplemente no seremos. El negro es la paz y es el descanso, es el refugio inmediato que encontramos con solo cerrar los ojos. Por eso es el color del duelo y del luto para gente ignorante que no ve en la muerte la culminación del haber sido, sino el final del camino.

Azul: El azul es el color de la pureza más absoluta. Es el descanso del guerrero que puede fijar su vista en esa línea difuminada en la que se juntan cielo y mar. El azul representa la nostalgia y la melancolía que me arrastra por una espiral sin fin. Es el oriente perdido. Ya lo decían los maravillosos Tahúres Zurdos: “Mi voz es azul y mis ojos también son azules, la tristeza forma parte de la parte azul de mis ojos, mi cerebro es azul y el sonido es azul cuando late en mis sienes, he pintado mi ropa y mi vida en un cuadro azul” El delirio es azul, la locura es azul, mi vida es un blues.

6 comentarios:

Anniehall dijo...

Qué cosas tan chulas se te ocurren conduciendo. Me encantan tus imágenes.

Newland23 dijo...

Annie mil gracias. Esperaba que me dijeses cual era la peli :)

Anniehall dijo...

Pues me has pillao, ¿qué peli? Seguro que hay un mensaje oculto para culturetas y como yo lo soy de pacotilla no lo capto. Me has descubierto.

Newland23 dijo...

De pacotilla nada, pero es El Apartamento, llevo enamorado media vida de Frank Kubelik (no de Shirley MacLaine, bueno no sé)

Anniehall dijo...

Este post va a acabar con mi imagen gafapastil cultureta.
Yo confieso: tengo un gran pendiente con el apartamento. La vi hace cien mil años, cuando era demasiado pequeña para apreciarla, y la intenté volver a ver embarazada. Pero era en esa parte del embarazo en la que en cuanto apoyas el culo te quedas frita así que es como si no la hubiera visto.

Me pongo otro apunte en el debe, vale.

Newland23 dijo...

Cielos!!!!!!