Como parte de la labor redentora de este blog, y aprovechando que los sábados no lo lee ni el tato, hoy me toca sacar el látigo de siete colas para zurrarme con él de lo lindo. Tranquilos que no he matado a nadie, aunque ahora que lo pienso… tal vez no hubiera sido una mala idea esta semana, ¿qué coño no va a ser mala idea?, ¡joder!, era una idea cojonuda, qué pena que para el lunes ya se me habrá pasado esta enajenación mental transitoria y asesina, ¿o no?, vaya, se me está yendo la pinza. Según mi nuevo compañero de sitio solo falta que alguien grite con voz desgarrada ¡Liberad al Kraken! cada vez que alguien me llama por teléfono o se acerca a pedirme algo a mi sitio, últimamente, por cierto, un lugar de peregrinación más concurrido que el santuario de Lourdes, eso sí, yo milagros hago pocos. Vienen desorientados, en busca de sabiduría y consejos, y se van ignorantes y engañados, se lo merecen.
Esa sería la primera acusación, miento compulsivamente, pero lo hago por dinero, ¿me hace ser peor persona o al contrario es un mérito que se me tendrá tenido en cuenta el día en que el gran dragón escarlata de siete cabezas y diez cuernos baje de los cielos? Espero haberme muerto para entonces, porque el bicho da más miedo que jugar a la ruleta rusa con el cargador lleno.
Pues sí, me estoy volviendo un pistolero de la respuesta rápida, contesto preguntas, llamadas y correos con la velocidad de un concursante de pasapalabra y sin pensarlo mucho. Al principio me acojonaba porque tenía la falsa sensación de que cualquier error mío haría a la tierra salirse de su órbita y precipitarse siguiendo una espiral hacia el sol. Con la práctica me voy dando cuenta de que no, mentir y arriesgar sale gratis, diga lo que diga la respuesta en el rosco siempre aparece en verde. El premio no es gran cosa, un vuelva usted el día siguiente, pero visto como está el patio ya tiene mérito.
De todas maneras la mentira es un pecado menor, ni siquiera forma parte de los pecados capitales, yo no sé quién hizo esa lista, pero era un chollo, mentirosos del mundo regocijémonos. Descartada la mentira los pecados de los que me acuso son la ira y la soberbia. Ira porque me encuentro permanentemente en una situación tan defensiva que me espero de lo malo lo peor y me tenso más que las cuerdas de un violín. De esa manera doy contestaciones que a veces son para cruzarme la cara, como mal menor, porque otras veces el tono de mi voz debe bajar tanto en la frecuencia de los graves que más que una persona debo parecer un ser de ultratumba y lo que procedería sería clavarme una estaca en el corazón. Y lo peor no es eso, para nada, lo peor es que me encabezono y no escucho, incluso cuando me dan la razón sigo discutiendo sin darme por enterado, lo cual enlaza con el segundo pecado, la soberbia.
Soy un soberbio por varias razones, la primera y más grave es que tiendo a ponerme en un plano de superioridad moral bastante repugnante, me sale sin querer pero lo admito. Y lo estoy interiorizando tanto que comienzo a tener ciertos comportamientos que cuando recapacito me avergüenzan. Al primero le vamos a denominar el apagón, pero el mío es analógico y digital a la vez, no me quedo en blanco y negro como los señores del anuncio, yo desaparezco. Me pasa en cuanto algo no me interesa, mi mente abandona a su saco de patatas portador dejando a éste último asintiendo y soltando monosílabos sin saber ni de que le hablan. Debe ser un estadio muy cercano al de poder hacer dos cosas a la vez, terreno que me es prohibido dada mi condición masculina, pero a mis interlocutores no les hace gracia, cada día me pillan más en el renuncio y me ponen la cara colorada, con razón.
También soy un soberbio porque me creo que lo mío es lo más importante del mundo y entro e interrumpo las conversaciones ajenas sin el menor pudor. Por tanto soy un soberbio maleducado, lo sorprendente es que la gente no me manda a la mierda ni la diezmillonésima parte de lo que me merezco, porque lo merezco, lo tengo clarísimo.
Estos son mis pecados, los reconozco públicamente para dar fe de que quiero cambiar, quiero ser mejor persona… ¡vale!, ¿no he dicho que la mentira no contaba? Me he puesto como penitencia auto recetarme unas dosis en vena de paciencia y humildad y escribir este post, espero no recibir por ello tantas leches como por el de mi desmontaje, aunque me las merezca. Si no surge efecto me quitaré el goteo y probaré por vía rectal. Así sea.
Esa sería la primera acusación, miento compulsivamente, pero lo hago por dinero, ¿me hace ser peor persona o al contrario es un mérito que se me tendrá tenido en cuenta el día en que el gran dragón escarlata de siete cabezas y diez cuernos baje de los cielos? Espero haberme muerto para entonces, porque el bicho da más miedo que jugar a la ruleta rusa con el cargador lleno.
Pues sí, me estoy volviendo un pistolero de la respuesta rápida, contesto preguntas, llamadas y correos con la velocidad de un concursante de pasapalabra y sin pensarlo mucho. Al principio me acojonaba porque tenía la falsa sensación de que cualquier error mío haría a la tierra salirse de su órbita y precipitarse siguiendo una espiral hacia el sol. Con la práctica me voy dando cuenta de que no, mentir y arriesgar sale gratis, diga lo que diga la respuesta en el rosco siempre aparece en verde. El premio no es gran cosa, un vuelva usted el día siguiente, pero visto como está el patio ya tiene mérito.
De todas maneras la mentira es un pecado menor, ni siquiera forma parte de los pecados capitales, yo no sé quién hizo esa lista, pero era un chollo, mentirosos del mundo regocijémonos. Descartada la mentira los pecados de los que me acuso son la ira y la soberbia. Ira porque me encuentro permanentemente en una situación tan defensiva que me espero de lo malo lo peor y me tenso más que las cuerdas de un violín. De esa manera doy contestaciones que a veces son para cruzarme la cara, como mal menor, porque otras veces el tono de mi voz debe bajar tanto en la frecuencia de los graves que más que una persona debo parecer un ser de ultratumba y lo que procedería sería clavarme una estaca en el corazón. Y lo peor no es eso, para nada, lo peor es que me encabezono y no escucho, incluso cuando me dan la razón sigo discutiendo sin darme por enterado, lo cual enlaza con el segundo pecado, la soberbia.
Soy un soberbio por varias razones, la primera y más grave es que tiendo a ponerme en un plano de superioridad moral bastante repugnante, me sale sin querer pero lo admito. Y lo estoy interiorizando tanto que comienzo a tener ciertos comportamientos que cuando recapacito me avergüenzan. Al primero le vamos a denominar el apagón, pero el mío es analógico y digital a la vez, no me quedo en blanco y negro como los señores del anuncio, yo desaparezco. Me pasa en cuanto algo no me interesa, mi mente abandona a su saco de patatas portador dejando a éste último asintiendo y soltando monosílabos sin saber ni de que le hablan. Debe ser un estadio muy cercano al de poder hacer dos cosas a la vez, terreno que me es prohibido dada mi condición masculina, pero a mis interlocutores no les hace gracia, cada día me pillan más en el renuncio y me ponen la cara colorada, con razón.
También soy un soberbio porque me creo que lo mío es lo más importante del mundo y entro e interrumpo las conversaciones ajenas sin el menor pudor. Por tanto soy un soberbio maleducado, lo sorprendente es que la gente no me manda a la mierda ni la diezmillonésima parte de lo que me merezco, porque lo merezco, lo tengo clarísimo.
Estos son mis pecados, los reconozco públicamente para dar fe de que quiero cambiar, quiero ser mejor persona… ¡vale!, ¿no he dicho que la mentira no contaba? Me he puesto como penitencia auto recetarme unas dosis en vena de paciencia y humildad y escribir este post, espero no recibir por ello tantas leches como por el de mi desmontaje, aunque me las merezca. Si no surge efecto me quitaré el goteo y probaré por vía rectal. Así sea.
14 comentarios:
Puestos así, a mí me come la envidia, porque no tengo tu ingenio ni tu inteligencia. Y me da pereza ponerme a escribir ahora porque sé que, escriba lo que escriba, no va a llegar a la suela del zapato de este post. Querría haberlo escrito yo, que soy muy avariciosa.
Y, como tambén soy soberbia y siempre tengo razón, no admito la más mínima réplica: eres grande, xato.
Anda, atrévete a venir a zurrarme que, por lo visto, también me lo merezco.
La mentira es como el reverso tenebroso. Más fácil, más rápido, pero te arrastra hacia el mal.
Mi jefe es un mentiroso compulsivo. Empezó mintiendo por cosas del trabajo y ahora ya miente por todo. No sé si he contado en el blog una vez que me mandó a Copenhague a una reunión justo el día de la elección olímpica. a la semana siguiente me mandó a otra reunión a París y me dijo otro español que mi jefe le había dicho que no podía ir porque tenía lumbago que había pillado viajando a Copenhague la semana anterior... ¿por qué no podía haber dicho simplemente que tenía lumbago? supongo que porque en su carrera de la mentira, para que cuele cada una tiene que ser más gorda que la anterior...
Si tienes que mentir, no. No lo intentes. Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes.
Lo dicho, El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento y el sufrimiento al lado oscuro.
Gordi, como sigas diciéndome esas cosas, además de ruborizarme hasta las cejas, vas a conseguir que tu legión de seguidores me parta las piernas, lo más tremendo es que tendré que ayudarles.
Así que muévete hasta el teclado porque estoy deseando leerte!!!
ND yo hace tiempo que vivo en el lado oscuro, ¿no se notaba? Pero hablando "en serio" el tema de la mentira no es el que más me preocupa, es más, mis mentiras suelen tener un efecto balsámico en el engañado, casi formo parte de un plan divino para reconfortar al necesitado.
Pero para mentiroso mi ex jefe en la empresa patera. Un profesional, aprendí tanto a su lado!!!
Para muestra un botón, llaman de la empresa A preguntando por el motivo del retraso en lo suyo, él tan pancho les dice que el problema es de la empresa B que no nos sirve un material para terminar el proyecto para la empresa A. La empresa A le dice que quere hacer la gestión directamente con la empresa B para solucionarlo, que está harta de nuestras excusas. Mi jefe le da el teléfono de una línea RDSI de nuestra propia empresa diferente al que la empresa A tiene, cuando la empresa A llama a la empresa B vuelven a hablar con él que astutamente finge la voz y asume todas las culpas. Ese es un campeón del mundo!!!! El mismísimo Emperador!!!
Ciertamente, a su lado mi jefe de momento es un pobre padawan. Aunque recuerdo una vez con mi antiguo jefe en que teníamos una empresa con dos plantas alquiladas y cuando vinieron a verla unos tipos tuvimos que hacer que trabajábamos arriba y abajo, como extras de película para que pareciera que había gente. Ese mismo jefe, pegó en la puerta un día el nombre de otra empresa distinta, de la que nunca habíamos oido hablar, y se reunió allí con quien fuera. Luego volvimos a recuperar nuestro nombre.
"y se van ignorantes y engañados, se lo merecen." Eso sí que es soberbia, ole!!
Por cierto, ¿quién es Kraken? (esto supongo que es ignorancia)
Mejor soberbio e ignorante que sentirse pequeñito cada vez que un cantamañanas inútil pero con superioridad jerárquica intenta impresionarte.
quería decir soberbio e iracundo, claro
Annie, tienes que ver "Furia de titanes", yo la vi hace mil años cuando era peque en una sesión continua con "Orca, la ballena asesina" ¡Qué tardes aquellas! Allí aparece el Kraken.
Y soy un soberbio, pero quiero mejorar :)
Juanjo, por el poder que me otorgo yo misma te nombro capitán general de la legión que tú mismo elijas.
Bah, todos tenemos defectillos, no te martirices, jeje.
Lo bueno es reconocerlos... otra cosa es controlarlos.
Buen blog y buena la entrada.
Saludos :)
Gordi, eso es fácil, me quedo con la Legión VII Gemina porque me encanta el nombre, y a ti te cedo el de la Legio VI Victrix, que te va el nombre de perlas!!!
lluvya, bienvenida y muchas gracias.
No me martirizo pero insisto en que quiero mejorar, hay una lucha en mi interior y no quiero perderla :)
¿Victrix?
Sí, completamente victoriosa, como la de Samotracia :)
Publicar un comentario