martes, 29 de enero de 2013

13,90 (Antes de impuestos) Homenaje a José Antonio.

Hoy mi padre me ha enseñado una carta con su sonrisa más burlona, esa misma cara de niño malo que ponemos los ML cuando se nos ocurre una maldad, sí, la misma que pongo yo pero en guapo, una carta firmada por un señor llamado José Antonio Panizo Robles del que ahora, y tras releer “ojipláticos” la carta, sólo sabemos dos cosas, a saber: es Director General del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS para los amigos), ahí es nada, y además es un cachondo mental con un sentido del humor directamente proporcional a su desvergüenza y descaro, dicho esto con respeto y cariño. Nos ha caído fenomenal al instante.

Y es que este señor, a pesar de ser un auténtico desconocido para nuestra familia, ha tenido a bien gastarse unos centimillos en enviar una carta con membrete oficial del gobierno de España, que oye eso nos tranquiliza porque está bien confirmar por escrito que en este país sigue habiendo un gobierno, aunque sea un gobierno epistolar y pistolero. Obviamente él no ha pagado ni pegado el sello, faltaría más, porque, aunque ganará una pasta gansa, jubiletas como mi padre los hay a millones, y donde escribo jubiletas vosotros leed gente sin escrúpulos que se resiste a la muerte y salen caros al estado. Total, que él ha enviado las cartas y los millones que han costado los hemos pagado entre todos, pero como el pueblo español ha votado eso libre y dramáticamente democráticamente pues bienvenidas sean las cartas.

Al grano, José Antonio, y espero que me permita la confianza ahora que nos carteamos, dice que le complace informar a mi padre de que su jefe, Mariano, le va a subir un uno por ciento la pensión, además le es grato comunicarle la nueva cuantía a percibir y ya puesto aprovecha para ofrecerle los servicios de su Instituto, el INSS. Como podéis ver, José Antonio es un tío muy majo, algo redicho pero majo, es el Papa Noel de los pensionistas, muchísimo más majo que el ministro Montoro, que además de subirle el IRPF a mi padre le ha dado otro sablazo con el IVA sin tener en cuenta que son paisanos. Y muchísimo más majo que el presidente González, el capullo de la rosa no, el del Ático de Estepona, que le ha metido inconstitucionalmente la mano a mi padre en el bolsillo aprovechando los achaques de la edad y sus inevitables visitas a la farmacia. González, devuélvenos los diez euros por receta que te hemos pagado por el morro, primer aviso.

Yo le he contado a mi padre que los jubilados quieren estar informados y tener medicinas gratis y todo a la vez no puede ser. Me ha dado una merecida colleja por mi cinismo. No le gusta a mi padre el cinismo.

El director del instituto ha pensado que era necesario, que digo necesario, que era imprescindible, que mi padre estuviera al corriente de que en el mes de enero le iban a ingresar diez eurazos más en la cuenta, ¿podéis imaginar el impacto que hubiera sido para él encontrárselos ahí de golpe y sin previo aviso dos meses después de un infarto cerebral? Tiemblo al pensarlo. Igual podría haber pensado que alguien desviaba fondos a su cuenta desde Suiza para blanquear dinero, y por ahí los ML no pasamos. Queremos lo nuestro, tal cual, que los ML somos de izquierdas, obreros y solidarios.

Por esto José Antonio es ahora el ángel custodio de nuestra familia, José Antonio es el director del instituto de mis padres, un hombre formal, con él nada nos falta. A su salud nos hemos gastado los 13,90 del aumento (antes de impuestos) en una cena a base de pan con aceite, y hemos debatido en la misma si la carta de José Antonio era humor o recochineo, porque en mi casa sabemos apreciar el humor cuando es bueno. Después hemos votado y por abrumadora mayoría ha salido que lo de José Antonio es humor, un alivio, de verdad, porque la otra alternativa sería pensar que José Antonio toma a mi padre por gilipollas, y ya ha tenido mi padre suficiente con cotizar para su pensión desde los 15 años, con criar cuatro hijos, pasándolas moradas, para mayor gloria de su paisano Montoro que ahora los despelleja vivos, con haber sobrevivido a un cáncer chungo y a un ictus como para que José Antonio le falte al respeto.

José Antonio, eres un fenómeno y un artista, nos has alegrado el día y has sobrepasado con mucho lo que esperábamos de vosotros, que era nada. Nuestra casa es tu casa, por eso, si alguna vez te ves en un apuro, no lo dudes, escríbenos, ya sabes la dirección, nos alegrará devolverte todo lo que has hecho por nosotros, aunque sea a sello revertido.

sábado, 26 de enero de 2013

El animal moribundo



Un mes más, nuestros amigos del Club de la Tortura Lectura 2.0 nos han regalado la oportunidad de disfrutar con una lectura agradable y amena, no fallan una. Desde aquí aprovecho para transmitirles mi absoluto respeto y sincera admiración.

Dicho esto, vamos al grano, al libro, que en contra de la corriente popular a mí me ha parecido muy interesante, con mucho que rascar, con mucho material para la reflexión, con mucho que matizar, motivo por el que, a partir de ahora, el que siga leyendo que lo haga bajo su propio riesgo, como mis amigos del club dicen “aquí se viene leído de casa”.

'El animal moribundo' no es un libro fácil, no es comida rápida, a veces llega a ser comida indigesta, lo admito, es carne cruda, pero casi siempre rendirse a lo formal lleva a no transmitir el verdadero mensaje que muere aplastado por lo políticamente correcto. Y en este libro, afortunadamente, nada lo es, el protagonista deja fluir sus pensamientos en primera persona sin que, aparentemente, se preocupe por lo que pensemos los demás. Por eso, cuando prescindes de lo superfluo de la historia lo que te queda es la vida, sin adornos.

En 'El animal moribundo' nos hablan de la delgada línea que separa la vida de la muerte y de la que une el amor con el sexo como realidades opuestas a la libertad y a la sumisión, disfrazada esta última como hipocresía. Todo esto se resume en esta frase: “La corrupción no es el sexo, sino lo demás. El sexo no es sólo fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte. No la olvides jamás”. Es un círculo vital, la base de todo su razonamiento.

Me resulta desgarradora la deshumanización que hace de algunas relaciones relaciones personales como la amistad o el amor, que no es considerado más que como una debilidad: “El amor te fractura, primero estás completo y luego estás partido” o una artimaña que la naturaleza para justificar el camino que lleva al sexo de una forma que parezca justificada. Esto nos lleva a la conclusión de que se hace lo que parece normal, pero no lo que un hombre haría si fuese desde el principio consciente de su libertad. El amor hace que dejes de ser un ladrón en el ámbito sexual, o como él dice “un allanador de moradas”, sin embargo para el no deja de ser una forma de robar sexo con engaños.

Por eso, al final el sexo se reduce a una actividad mercantil, es simplemente una cuestión de pagar, con tu dinero o con tu libertad, sin que el autor se permita juzgar qué es más bajo aunque da pistas. El matrimonio es un contrato que hace socialmente aceptable lo que de otra manera parece ser moralmente reprobable. 'El animal moribundo' nos habla de la delgada línea que separa la independencia de la sumisión, del compromiso y la responsabilidad del cinismo y el puritanismo, dejando de paso algún recado para aquellos que “hacen mucha gala de la religión pero carecen de humanidad”.

Todo esto nos lleva a que en un principio los personajes nos parezcan algo ficticios, de cartón piedra, hasta que vas comprendiendo sus motivos y su pensamiento, cuesta entender desde nuestro mundo de obligaciones materiales y sentimentales que el protagonista se otorgue el derecho a vivir como le dé la gana, sin atender a tabúes o clichés, libre para hacer lo que más le plazca, por encima de la contradicción hipócrita que supone que en el país de la libertad seas feliz si haces lo que se supone que es correcto, hasta tal punto que “un hombre tiene que procurarse su propio sufrimiento” para sentirse libre. Lo dice muy claro: “Quien es libre puede estar loco, ser estúpido, repelente, sufrir precisamente porque es libre, pero no es ridículo”.

Con todo esto se podrá estar de acuerdo o no, o en parte, que es lo que me pasa a mí, sin embargo el mayor valor de este libro son sus reflexiones sobre la vida y la muerte, que reflejan de una manera escalofriante mis propios miedos. Con sólo dos frases se resume todo, la primera: “En toda persona serena y razonable está oculta una segunda persona aterrada por la muerte”, la segunda: “Estamos nadando sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos sumergimos y desaparecemos”. Es así y punto profundo.

No quiero mezclar mucho aquí mis propios pensamientos con los del libro, principalmente para no dar pistas, pero la proximidad de los cuarenta permite que me dé cuenta de que el envejecimiento es algo más físico que mental, uno en su mente siempre es joven y es difícil comprender que el tiempo pasa y que cada vez es menos el que nos queda, que se llega a un punto en el que se empieza a echar cuentas de lo pasado y lo que nos queda por vivir como si la vida fuese un reloj de arena en el que el bulbo superior se va vaciando. Lo explica muy bien a través de la enfermedad de Consuelo: “Ella ya no mide el tiempo como los jóvenes, mirando atrás. El tiempo para los jóvenes siempre está constituido por lo pasado, en el caso de Consuelo el tiempo es ahora el futuro que le queda, y ella no cree tener ninguno”.

Y esto lo comprendo desde mi mediana edad, y creo que lo comprenderé si llego a la vejez, porque seguro que entonces también podré decir “no pude imaginar como era”, de la misma manera que antes no pude imaginar lo que soy ahora. Me asusta llegar a ese punto en el que “que tu vida esté en juego sea un hecho cotidiano”, porque ciertos hechos son difíciles de aceptar y es humano no hacerlo, ya lo escribe Philip Roth “uno es inmortal mientras vive” y es difícil no vivir como si este hecho no fuera verdadero. Pero lo es, y es ahí donde quiere llegar este libro, si no somos inmortales qué sentido tiene la vida y qué relevancia tienen las consecuencias de nuestros actos.

lunes, 14 de enero de 2013

Requiem por Telemadrid


Los que ya peinamos canas recordamos perfectamente aquellos tiempos en los que solo había un 1 y un 2 en la lista de canales de una tele sin mando a distancia. Desde Madrid envidiábamos a las CCAA que tenían su propio canal de televisión, porque como cantaban Los Refrescos teníamos el mando del imperio, sí, pero ni tele ni playa.

Por eso, cuando el 2 de mayo de 1989, Telemadrid comenzó a emitir los madrileños nos identificamos con ella, la hicimos nuestra, sin que nadie se preguntara qué pintaba una televisión autonómica, durante muchos años a los madrileños nos gustó Telemadrid, durante muchos años los madrileños veíamos Telemadrid. Por eso, ahora que unos y otros mencionan el nombre de Telemadrid en vano, a mí me gustaría recordar que no siempre fue así, que fue una televisión bien hecha y con una audiencia que prácticamente le permitía vivir de sus ingresos. Nada que ver con el desastre de los últimos seis o siete años.

En mi memoria quedarán grabados para siempre los Fulanitos de 'Pasacalle' que veíamos todos en familia intentando adivinar qué le sobraba o qué le faltaba a la fotografía de algún monumento madrileño. Recuerdo que en casa comenzamos a decir 'Telenoticias' en lugar de 'Telediario', aunque para mi abuela siempre fue el parte, también recuerdo a Hilario Pino presentándolo con todo su pelo, como ahora pero de serie. Un milagro. Como un milagro sería ver ahora a Woyming en Telemadrid, pero durante una temporada presentó el fabuloso 'La noche se mueve', uno de los “Late Night” pioneros en España.

Eran montones los programas que a mí me parecían distintos a lo que ofrecía televisión española, sobre todo los musicales. Uno era Heavy y de San José de Valderas, pero de reojo miraba 'Onda Pop' y 'Top Madrid', descubriendo bandas como Teenage Fanclub, The Charlatans o Manic Street Preachers. Tal vez mi cambio musical vino de su mano. Aún sigo viendo el a veces maravilloso 'Nos queda la música', desde la isla desierta que es La Otra y en la que José Luis Casado hace de náufrago.

Telemadrid era esperar con impaciencia el capítulo de 'Bola de Dragón', de alucinar con el rollo retro de 'Parker Lewis nunca pierde', de ver clandestinamente el 'Cyberclub' y los ojos como platos de Cybercelia, por no hablar de su pantalón ajustado. Telemadrid eran las tardes de invierno encerrados en casa con 'Madrid directo' de fondo, escuchando sus historias simples pero cercanas, cotidianas, muy de la vida del barrio. Telemadrid era el fútbol de los fines de semana, que yo veía con mis amigos, y las tardes de domingo viendo 'Fútbol es Fútbol' en lugar de estudiando.

Por eso me duele verla agonizar y morir, me toca los cojones escuchar que es un gasto inútil y que debe o desaparecer o ser privatizada. Por favor, una tele que en el año 2000 tenía un increíble 20% de audiencia y que al final del 2012 no llegaba ni al 5%, una tele abandonada a su suerte, exprimida y utilizada como aparato de propaganda hasta morir por descrédito ahora que la TDT ha traído mejores canales desde los que vapulear y manipular.

Me da mucha pena y mucho asco ver que los que más la critican son los que más la han utilizado, políticos indignos y periodistas torticeros que han vivido del dinero público que tanto gustan de dilapidar. Una empresa mal gestionada, convertida en una casa sin trastero en la que se han ido acumulando los trastos que ya no querían pero de los que no se podían deshacer sin levantar la liebre de que todo estaba podrido y entonces enseñar podredumbre no interesaba. Entonces los millones que ahora se acumulan como deuda eran por el bien del partido, aunque ahora el partido, no su PPartido, se ha terminado.

No puedo echar de menos ya a Telemadrid porque llevaba mucho tiempo fuera de mi vida, pero si que echaré de menos lo que significaba. Si echaré de menos a la gente de los deportes de Onda Madrid, que me acompañaban muchas tardes camino de casa y que lo hacían fenomenal, dando cobertura a todos los deportes y todos los equipos, como les he leído estos días, ya nada será lo mismo, es imposible. Gracias.

miércoles, 2 de enero de 2013

La estación meteorológica


Hubo un tiempo en el que los hombres vivían en cavernas, ellos tan cazadores y ellas tan recolectoras. Ellos tan lechuguinos y ellas tan prácticas, estoy seguro de que en cualquier cueva que se pudiera llamar hogar se entablaban conversaciones como éstas:

- Mañana va a llover, me duele la rodilla que me escamoché cazando osos con tu padre y tus hermanos, los muy cabrones siempre me utilizan de cebo vivo.

- Ya sabes que estamos evolucionando y ahora lo que se lleva es la selección natural. La verdad, yo no sé que vi en ti cuando me casé contigo.

 - Es que era el que menos corría cuando esos cabrones atacaron nuestra tribu. Ya sabes que me pillaron con el taparrabos bajado.

 - Eso dices tú, pero eres un inútil, no sé que sería mejor si reproducirme contigo o dejarnos llevar por la endogamia y extinguirnos.

 - Siempre tan dramática, bueno, me voy a pintar unas nubes en el techo de la cueva para que todos sepan que va a llover.

 - Pero píntalas con yeso que la hematina después sale fatal. Me estás quitando la vida con tus tontunas.

 - Mujer, ya sabes que a todos nos gusta mirar las pinturas meteorupestres, a los tíos nos gustan esas cosas.

 - Ni que fueseis Neandertales, el que quiera saber qué tiempo hace que asome la cabeza por la cueva. No entiendo vuestra manía con los cacharritos y el tiempo, somos la vergüenza de la gruta, mis amigas se mueren de la risa cada vez que te ven mirar cuánto agua hay por las mañanas en el caparazón de tortuga que dejas fuera.

 - Pluviómetro, eso se llama pluviómetro.

 - Ni pluviómetro ni pluviómetra, hay que ser tonto para utilizar el orinal para recoger agua.

 - Es que me he hecho una hoja de datos en una tablilla de barro en el que marco con una cruz los días secos, si la tendencia se mantiene diez días sé que los alces bajarán a beber al lago y saldremos a cazarlos.

 - Hijo, tú en el futuro serías como poco ingeniero, mucha teoría y poca práctica ¿y el pellejo de gato que tienes colgado en un árbol?¿eso para qué leches vale?¿para espantar a los pájaros?

 - Si te estás refiriendo al anemómetro sirve para saber si hace viento, cuando el pellejo del gato toca la rama no cazamos porque se nos desvían las lanzas.

 - Shit yourself little parrot! Eres mucho más idiota de lo que pensaba ¿y para eso necesitas un gato? - En voz alta – Mira Maruchi, ya sé porque el atontao de mi marido cuelga pellejos en los pinos.

 - Siempre dejándome en evidencia con tus amigas ¿pues sabes lo que te digo? algún día los sapiens podremos predecir el tiempo desde dentro de la cueva.

 - Sí, sí, cariño e iremos a la luna, eres un excéntrico y además estás viejuno, te debe estar afectando la demencia senil de los treintaytantos.

 - No me entiendes nada.

 - Claro que no, pero si vas a salir a cazar ponte la rebequita de piel de zarigüeya que estamos en pleno cambio climático y te vas a acatarrar. Ya sabes que la vacuna de la gripe no la van a inventar hasta dentro de miles de años.

Y es que así es la vida, los hombres sentimos amor verdadero por los cacharros y la tecnología, nos fascinan aunque la aplicación práctica del chirifú de turno sea una tontería. Lo importante no es ser capaz de saber qué tiempo está haciendo, lo importante es que podemos hacerlo y por eso adoramos a cualquier cachivache que nos lleve a tener ese dominio.

Las mujeres son prácticas, les da lo mismo saber que llueve mirando una estación meteorológica que mirando por la ventana, y no es lo mismo, no es ni parecido. Porque no os podéis hacer una idea del placer que nos proporciona mirar primero la estación y que nos diga que llueve para después mirar por la ventana y comprobarlo. Existe algo que nos puede ahorrar mirar por la ventana, que nos proporciona conocimiento, un aparato adorable y que además es nuestro por el mismo dinero que valen un par de zapatos.