Una vez leí un libro que
hablaba de unos ratones y un queso que no me gustó nada. Seguro que
todos ya sabéis cuál es, y no, no me gustó.
En general, no soporto
los libros de motivación y autoayuda, leo y leo y sólo me quedo con
un blablabla de filosofía barata muy poco aplicable a la vida real.
Y la reconozco al instante porque es muy parecida a la misma
mierda que yo escribo en este blog de vez en cuando, a partir
de ahora MMQYEEEBDVEC. Un servidor, la autoayuda, siempre la ha
encontrado escuchando rock and roll y bebiendo un poco más de la
cuenta (*), y no me ha ido tan mal.
A lo que voy, ese libro
hablaba del miedo al cambio, que es algo que nos sucede a todos, los
cambios nos aterrorizan y quien más y quien menos alguna vez ha
dicho en su vida aquello de “virgencita, virgencita, que me quede
como estoy”, es muy humano. Pero si eres una persona normal,
siempre serás capaz de asumir que la vida es continuo cambio y que
más vale irte adaptando a las circunstancias o estás muerto. Ya lo
dijo Heráclito de Éfeso: “Todo cambia, nada permanece” (
MMQYEEEBDVEC), unas de mis citas favoritas.
Cuando las cosas eran de
color de rosa, cuando las mentiras que descubrimos hoy nos parecían
verdades, igual sí que funcionaba no hacer nada, pero ahora, si no
quieres asumir que las cosas cambian lo llevas más crudo que el
desayuno de un esquimal. Esto es así y por eso me sorprende tanto
encontrarme rodeado por personas que no saben qué hacer cuando no
tienen perfectamente identificados todos los factores de la ecuación.
Gente que es incapaz de improvisar, gente que es incapaz de imaginar
escenarios diferentes a partir de la poca información que posee,
gente completamente asustada por tener que incorporar a sus vidas el
factor riesgo.
Y la vida es riesgo, y no
pasa nada, porque además, lo más chocante, es que es esta misma
gente la que se cree que todo es a vida o muerte, cuando la realidad
es que la mayoría de las cosas que hacemos son banales y
insignificantes, que el mundo no se termina en un error, porque el
mayor error posible es no hacer nada ante la posibilidad de ser
imperfectos (más MMQYEEEBDVEC). Detrás de cada decisión no tomada
o delegada en los demás hay un miedo enorme al fracaso y una falta
total de imaginación que lo realimenta.
Lo peor, es que esta
gente, desde su perpetuo miedo, desde su duda, desde el bloqueo
mental que les lleva a la inacción, nos arrastran con ellos como si
fuesen unos zapatitos de hormigón de los que no nos podemos liberar.
Son gente que lastra nuestra vida, nuestro trabajo, incluso nuestro
ocio y son muy peligrosos porque en lo más profundo de su ignorancia
piensan que tienen razón, que los locos somos los demás y que el
mundo debería funcionar así. Yo los odio.
(*) Bebe con moderación,
es tu responsabilidad.