Marco Ulpio Trajano fue el primer emperador nacido fuera de Roma, en Itálica, una ciudad de la Bética muy cerquita de la actual Sevilla, hace de eso casi ya dos mil años. A pesar de que mi educación no fue franquista mis profesores de historia, henchidos de orgullo patrio, se empeñaban en calificarlo como uno de los emperadores españoles de Roma, vamos que yo casi me lo imaginaba como un señorito andaluz, pero no, Trajano era un señor romano, de provincias, pero romano, y a mucha honra, porque el bueno de Trajano siempre quiso pasar por un provinciano hombre de acción. No hay más que ver la pinta de lerdo que tiene en sus esculturas, con el pelo cortado a tazón y flequillo, para comprobarlo, por su aspecto para mí Trajano es el Paco Martínez Soria de los romanos.
Su padre, Don Marco, era senador y uno de los generales de otro emperador que me cae especialmente bien, Vespasiano. Trajano, que debía ser un buen hijo, siguió a su padre cuando a éste le hicieron gobernador de Siria, y no contento con ello, en lugar de endrogarse y darse a la mala vida con 24 añitos estaba al mando de una legión, lo cual no era moco de pavo. Como el chico bien que era subió por todos los peldaños del “cursus honorum” siendo tribuno militar, cuestor, pretor y gobernador de Germania, un marrón que le endosó Domiciano (un cabronazo con pintas en el lomo hijo de Vespasiano) que no hacía carrera de los bárbaros, allí tras darles hasta en el carné de identidad se gano el título de Germánico. Al poco tiempo a Domiciano se lo escabecharon y el senado nombró sucesor a Nerva, un vejete antipático que en teoría no duraría un asalto (más o menos lo que pensaron los cardenales con Ratzinger Z), lo cual no le hizo mucha gracia a los pretorianos que esperaban alguien más viril al mando del imperio. Para no perder ninguna parte de su cuerpo antes de tiempo, Nerva adoptó a Trajano, que era el general de moda del momento, y la verdad es que acertó de lleno.
Sin embargo, aunque no fue desmembrado, Nerva no duro ni dos años y murió de forma repentina, así que Trajano, con gran éxito de crítica y público, accedió al trono con el nombre de César Marco Ulpio Nerva Trajano Augusto. Tan seguro estaba de su posición que no corrió a Roma a ocupar el puesto sino que se quedo en Germania asegurando las fronteras del imperio entre el Rin y el Danubio. Cuando consideró que el trabajo estaba hecho se presentó triunfalmente en Roma, habían pasado dos años. Allí todo fue paz y buen rollo, tanto que el senado el dio el título de Optimus, algo así como el más mejor, una forma de decirle “eres la leche, macho”. Pero Trajano era un hombre de acción y eso de estar rodeado de lameculos no era lo suyo, así que ávido de gloria militar, y seguramente de metales preciosos, inició una campaña militar contra los dacios.
La Dacia era una región al otro lado del Danubio coincidente más o menos con la actual Rumanía, sí ese país del este de Europa al que un pequeño Napoleón descendiente de húngaros deporta vergonzosamente aviones repletos de gitanos. Allí, después de duras e inciertas campañas, derrotó al rey Decébalo. Los dacios eran un pueblo rico y desarrollado, conocedores de la metalurgia y excelentes artesanos, así que no fue para nada un paseo militar de los romanos. Al final, tras muchas penurias, conquistaron su capital, Sarmizegetusa y Decébalo se suicidó antes de ser apresado. Trajano se ganó otro título, el de Dacicus Maximus (ya solo le debía faltar el de Pijus Magnificus) y la Dacia pasó a ser una provincia romana más, no por mucho tiempo pero aún los rumanos se sienten orgullosos descendientes de los romanos y hablan una lengua romance. Como conmemoración de la guerra Dácica, Trajano hizo levantar la espectacular Columna Trajana que todavía puede contemplarse en los restos de lo que fue el Foro Trajano, diseñado por su arquitecto particular Apolodoro de Damasco. Increíblemente Apolodoro no construyó el foro ni en javascript ni en html, sino que lo hizo a base de piedra y mármol.
De propina, y esta vez sin mucho esfuerzo, anexó al imperio el reino de los nabateos creando la provincia de Arabia Pétrea, tras lo cual volvió a Roma para disfrutar de uso años de paz y buenos alimentos. Fue entonces cuando sacó a relucir sus buenas dotes como político y gobernante, creo la institución de los alimenta, una especie de Caritas del siglo II que proporcionaba alimentos y educación a los niños necesitados del imperio, además impulsó el colonato, una serie de ayudas estatales a los pequeños campesinos para que se pudieran implantar en los terrenos que se les asignaba y que luego iban pagando con una proporción de las cosechas, redujo la burocracia, persiguió a los funcionarios corruptos, llegando hasta el punto de condonar deudas antiguas y rebajar la presión fiscal sobre las provincias. Todas estas acciones no eran completamente altruistas, porque garantizaban fuentes de ingresos futuras al estado, además de las ganadas en los campos de batalla, pero la verdad es que funcionaron y el estado romano además de poderoso desde un punto de vista militar era próspero desde el punto de vista económico.
Pero Trajano era un militar y no podía acabar sus días sin embarcarse en otra gran campaña militar, de esta forma declaró la guerra a los Partos. Efectivamente, no se trataba una forma desesperada de control de la natalidad, al contrario, los ejércitos necesitaban nutrirse por los futuros y nonatos soldados, sino de una guerra contra el único enemigo que los romanos nunca llegaron a doblegar del todo y que habitaban en las otrora florecientes tierras de Mesopotamia. La guerra comenzó por un quíteme usted un rey títere en Armenia que yo pongo el mío y tras una serie de exitosas batallas los romanos llegaron hasta el golfo pérsico y al mismísimo río Tigris que durante un breve periodo de tiempo fue la frontera oriental más lejana que tuvo un imperio que vivió de esa manera su máxima expansión. Trajano sumó un nuevo título, el de Pártico. Pero la situación duro poco, lo mismo que Trajano, tras llegar a la ciudad de Susa, a las puertas de Persia, Trajano decidió dar media vuelta, como si en un mal sueño se le hubieran aparecido premonitoriamente Xuxa y Topo Gigio cantándole La Danza del Coco. Múltiples rebeliones de los judíos le obligaron a regresar a la provincia de Judea, pero le debió dar un chungo por el camino y murió en Siria, tenía 63 años. Como no tuvo hijos, Trajano adoptó antes de morir a Adriano, otro emperador estupendo pero mucho menos guerrero y mucho más fino y cultivado, que, aunque devolvió rápida e inteligentemente la Mesopotamia a los Partos, fue digno heredero de su legado.