Electrocutarse al cambiar una bombilla.
Suicidarse sin mirar la Primitiva.
Ahogarse en la piscina de un barco.
Desnucarse en la bañera fornicando.
Eso cantaban los Def Con Dos hace ya unos añitos, tantos que un servidor era un universitario con la cabeza en las nubes y el pelo largo. Admito que yo a la muerte la respeto mucho, sobre todo porque las mujeres vestidas de negro que portan un arma a mí no me ponen nada, bueno, quitando a Catwoman y su látigo, pero solo porque la gata está macicísima y mis hormonas van a lo suyo y no respetan nada. Sinceramente, creo que morirse debe ser algo molesto, aunque voy a aclarar que no hablo por propia experiencia cual vulgar tertuliano, debe ser una de esas cosas que acarrean un montón de inconvenientes y, afortunadamente, alguna ventaja, que sí, como dejar de soportar a tu suegra, claro, que no hay por qué llegar tan lejos, siempre puedes tener la suerte de que sea ella la que dé el primer paso, aunque solo sea por educación y por dar ejemplo.
El otro día, en una charla de café, salió el tema de la muerte de la pobre Amy Winehouse, a mí personalmente me tocan la narices esos comentarios del tipo “si es que se veía venir”, y ya sabéis lo peligroso que es tocarme a mí las narices (literalmente, como le gusta a mi querida Anijol), si fuera porque se veía venir entonces Roberto Iniesta debería llevar ya veinte años muerto, y yo lo veo en plena forma. Lo que no puede ser tampoco, es que digas que Amy Winehouse ha muerto y alguien te conteste “¿en serio?, no me lo puedo creer”, coño, ni tanto ni tan calvo, son cosas que pasan, es como si te dicen que han encontrado a la cantante de La Oreja de Van Gogh muerta (la de ahora no, la otra, la del brazo gordo) atragantada con un trozo mal masticado de chuletón de buey y contestas que no te lo puedes creer, ¡coño!, esas cosas se ven venir, y si yo fuera ella comería la carne picada, por si acaso.
Las personas, cuando hablas de cómo les gustaría morir, te responden siempre que haciendo cosas que dan buen rollo, craso error. A mí me gustaría morir haciendo el amor, por ejemplo, esta es una de las formas menos útiles, porque quedarse a medias en un polvo es una putada aunque sea el último y definitivo, además, si la muerte te pilla follando y, además, no es un polvo de pago, estás cortando de raíz la posibilidad de repetir en el futuro, lo cual es un drama si eres de los que les cuesta un riñón pillar cacho. Otros quieren morirse mientras que están durmiendo, bueno, en ese caso por lo menos que sea durante la siesta y que te pille con el estómago lleno, porque morirse en ayunas debe ser muy triste, y perderse el desayuno es una crueldad innecesaria, solo hay que ver lo que fastidia un día no desayunar para hacerse unos análisis, vamos, es que ya no remontas el vuelo hasta el desayuno del día siguiente, de ello deduzco que un muerto que no ha desayunado no tiene que tener muy buena cara, el pobre.
Yo, si me tengo que morir, preferiría que fuese de otra manera, por ejemplo, el día en que tu pareja te va a dejar y en el momento justo en el que pronuncia la puñetera frase “no eres tú, soy yo”, en ese preciso te mueres y santas pascuas, te ahorras un año escuchando boleros y dando el coñazo a los amigos y ahí le dejas el regalo de tu cuerpo presente para que se joda, con suerte hasta puede terminar en un juicio el asunto y en unos años de cárcel por homicidio imprudente. Pero eso no es nada comparado con morir fulminado por un rayo justo cuando Ratzinger Z te da la comunión en plena jornada mundial de la casta juventud, eso sí que es morirte en modo EPIC WIN, ahí le has arruinado la beatificación por los siglos de los siglos, amén, y además cuando llegas al cielo te espera San Pedro en persona con las llaves de un chalé de lujo en la zona más exclusiva del paraíso, justo al lado de San Mamerto de Viena y Santa Dominga de Tropea, un lujazo.
En fin, no deja de ser una forma como otra cualquiera de irse al patio de los callados, pero las hay peores, las llamadas ridículas y que tanto miedo añadido y absurdo proporcionan al puñetero momento, vamos, como si nos fuésemos a quedar para ver la repetición de la jugada. Ejemplos de esas muertes podría ser el momento en el que Mariano Rajoy, presidente electo, bota en el balcón de Génova, que se desprende y cae al vacío, una muerte ridícula, claro, que siempre podría ser peor si nos ponemos en el lugar del feliz pepero al que en ese momento de caos se le cae Esperanza encima dejándolo tieso mientras que ella gasta su quinta vida adelantando de paso varias casillas más a la presidencia del gobierno, eso es morirte en modo EPIC FAIL. Lo mismo que si al buenazo de Llamazares le atropella en un paso de cebra un vehículo blindado del Banco Espíritu Santo, lo mismo que si al incombustible Rubalcaba se le atraviesa un huesecillo de faisán en la garganta y cae fulminado, muertes terribles, todas, muertes imaginarias que nos harían a las malas personas como yo descojonarnos un buen rato.