Lo primero, hoy debería estar de vacaciones, pero no lo estoy, ¿por qué?, pues porque el proyecto absurdo en el que estoy inmerso cada día es más absurdo e imprevisible, pero claro, no está la cosa como para jugar con el trabajo, así que estoy en modo perrito faldero cuando lo que me apetece de verdad es ponerme en modo me cago en vuestra puta calavera, dos veces. Es una de las primeras cosas que llevo prendidas con alfileres, el trabajo, a pesar de que me hagan tener la ridícula sensación de que el futuro del planeta depende de mí esfuerzo, la triste realidad es que en cualquier segundo me pueden poner en la calle por dos miserables perras, sad but true, cómo me arrepiento ahora de mis años tocándome las bolas en la universidad y mis escarceos en la empresa patera.
Pero casi nunca el trabajo me había arrastrado a la depresión, es más, pocas veces me había hecho dudar de mí mismo, porque a pesar de todo, increíblemente, debo ser bueno. Así que obviamente algo más gordo me debe estar pasando. Hoy leyendo a ND y sus reflexiones sobre la madurez he vuelto a pensar que la vida me viene bastante grande y que soy un ser inmaduro que vive una continua y frenética huida hacia delante. Tampoco es mi culpa, porque no tengo la voluntad de ser lo que soy, como tampoco puedo controlar que se me caiga el pelo o me crezcan las uñas, pero la sensación que tengo es bastante desagradable, por momentos no estoy a gusto conmigo mismo. Siento que no soy el buen marido que debería ser, siempre girando en mi noria particular, tampoco me siento el padre ejemplar que solo vive para su hijo, si no soy capaz de comportarme yo mismo como debiera no sé cómo me las voy a arreglar para educar a un niño, incluso muchas veces siento que no atiendo decentemente a mi perro. Desde luego como un día los tres voten mi expulsión de la casa me veo durmiendo debajo de un puente, hasta Homer Simpson me parece mejor padre de familia que yo.
Seguramente soy esa clase de persona que ha nacido para estar solo y reproducirse por esporas, la mayoría de las cosas que la gente considera maravillosas a mí me resbalan y mis valores por decir algo, y si los tengo, deben ser diferentes. Claro, luego me comparo con la gente de mi alrededor y entro en pánico, o ellos mienten o yo soy muy malo, debe ser lo segundo. Sigo adelante por inercia y porque no me queda más remedio, pero me siento como los concursantes japoneses que van saltando de plataforma en plataforma seguros de pegarse un buen guantazo, si no me lo he dado ya es de milagro.
Así que, niños y niñas, me voy a pasar unos días al pueblo con el firme propósito de reflexionar, de dar largas caminatas por la montaña, de escribir algo mejor que esta basura, de jugar con mi hijo, de hablar con mi mujer, de pasear a mi perro. Posiblemente nada cambie, pero habrá que intentarlo, nos vemos dentro de una semana, si queréis, claro.