Este
mes, los nunca suficientemente desdichados miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “La posibilidad de una isla”, de
Michel Houellebecq a propuesta mía. La verdad es que yo quería leer
“El mapa y el territorio” pero varios miembros del club ya lo
habían leído, sin embargo, como el hecho de elegir a Houellebecq
había provocado esa reacción galdosiana resumida en emocionados
“es Houellebecq, es Houellebecq”, decidí seguir adelante con el
autor y propuse otro título.
En
qué mala hora.
Porque
he llegado a odiar el libro, pero con un odio visceral, de hecho si
no lo hubiera leído con el libro electrónico creo que lo hubiera
quemado. ¿Es feo quemar libros? Sí, pero más feos es perpetrarlos,
y venderlos. De hecho, hasta me repugna escribir una reseña de esta
estupidez, pero no me queda más remedio porque en el fondo soy un
profesional y me debo a mi club.
Vamos
con el resumen de la editorial para ponernos en situación:
La
posibilidad de una isla es la historia de Daniel, famoso por sus
monólogos cáusticos en los que mezcla la provocación con una
visión fría y cruel de la existencia. protagonista narra los
últimos años de su vida, sus relaciones sexuales amorosas con
Isabelle y con Esther, su contacto con una secta cuyos miembros
aseguran que el ser humano alcanzará la inmortalidad. Temas
filosóficos, sociales, políticos científicos, clonación y sexo,
juventud y vejez, violencia y deseo… Toda la fuerza del pensamiento
de Houellebecq se cruza en una trama donde las ideas tiran a dar.
Simplemente
con leer estas pocas líneas ya habréis pensado que menudo
batiburrillo, y efectivamente, lo es. Houellebecq nos cuenta la
historia de Daniel, un imbécil del presente, y la de sus clones dos
mil años en el futuro, unos seres que son como el detergente en
polvo, que a pesar de tener una receta mejorada a los ojos del
observador siguen siendo siempre el mismo polvo blanco e insulso.
Tanto como los personajes arquetípicos y previsibles del presente,
con un protagonista que conduce al vómito continuo, pasado de rosca,
más inestable que un átomo de plutonio 240.
Ser
un “enfant terrible” en este caso se convierte en ser un
gilipollas integral y, posiblemente, en estos momentos no esté sólo
pensando en el personaje. Y si la historia se quedase en la
prescindible vida de Daniel, tal vez no estaríamos hablando más que
de una mala novela, pero no, Houellebecq tenía que tomar atajos
recurriendo a la ciencia ficción para poder poner en contexto a sus
elucubraciones, y es ahí donde más hacer el ridículo. Porque la
historia de la secta es inverosímil y estúpida, y no me vale decir
que en el fondo es ciencia ficción, porque el primer deber de una
historia de ciencia ficción es ser creíble una vez establecidas las
reglas del juego, y esto no te lo puedes tomar en serio ni después
de haberte esnifado una raya de coca del tamaño de la muralla china.
Pero
siendo todo esto malo lo peor viene con la parte de ciencia ficción,
con esos neohumanos clónicos y aislados entre ellos, tan
interesantes como jugar una partida de ajedrez contra un paramecio.
¿Qué es esa patraña de la inmortalidad a través de unos clones y
del relato del primero de ellos? ¿qué inmortalidad es ésa? Eso no
vale ni para dormir a un niño. Los personajes me recuerdan mucho,
diría que incluso sospechosamente, a los de “El
sol desnudo” de Asimov, que por cierto le da a esta novela mil
vueltas, pero sin nada de su fuerza, incapaces ni de amar ni de tener
empatía con los demás, huecos, vanos, innecesarios, seres que más
que ser inmortales de mentirijillas merecerían estar muertos.
Por
eso, toda la fuerza del pensamiento de Houellebecq diría yo que se
queda en un pedo elocuente, que trata de convencernos de su sonoridad
hasta que llegamos a la conclusión de que en el fondo huele a
mierda. Y es una pena, porque es capaz de poner varios objetivos en
la diana, como la libertad, el existencialismo, la bioética, el
derecho a una muerte digna... pero todo lo jode por sobrado, por
creerse el más listo de la clase, por escribir desde la superioridad
moral pontificando, por ser un petardo, en definitiva.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Livia
y Bichejo,
seguramente más positivas que las mías. Porque así es el club,
diverso e impredecible, leyendo siempre en el filo de la navaja.