sábado, 30 de enero de 2010

Cuestión de fe


Existen cosas en este mundo que son una mera cuestión de fe, como la propagación de las ondas o el vuelo de los aviones. Bueno, a lo mejor las ondas en sí no, porque negar a estas alturas que las ondas existen es de ser bastante gilipollas, pero ¿alguien ha visto una onda surcar los cielos?, yo no, ¿y de qué están compuestas? porque vale, puedo entender una onda en el agua, es fácil, tiras una piedra a un estanque y allí aparece, me cuesta más trabajo entender las ondas sonoras aunque he visto mil veces las cuerdas de un violín vibrar y he jugado a hablar por dos vasos unidos por un trozo de lana, pero ¿una onda electromagnética transportando energía y atravesándonos a cada momento?, ¡qué barbaridad! Podrán decir lo que quieran D’Alembert y Schrödinger pero para el común de los mortales eso es ciencia ficción, de hecho todo lo que Estratón de Lampsaco o Anaximandro de Mileto no fueron capaces de comprender a mi entender no existe y para la mayoría tampoco.

Y pongo el ejemplo de las ondas porque, además de ser didáctico, gracias a las ondas nos hemos convertido en la sociedad globalizada en la que vivimos, y eso ha pasado casi sin darnos cuenta y sin que nos pidan permiso; estoy seguro de que a nadie se le ha acercado un señor muy educado preguntándole “¿quiere usted globalizarse?, ¿no?, pues cómprese un bosque y piérdase en él”. Esa respuesta a mí me tentaría aunque cada vez quedan menos bosques en los que perderse. Si nos fijamos casi toda la información que circula por el mundo viaja por ondas y por haces de luz. Ya solo se deben salvar las cartas del banco y los recibos varios, que son los que deben mantienen vivos a los de correos. Se me ocurre un chiste malísimo pensando que muchas cartas viajarán en Honda, aunque eso también era antes, cuando ser cartero me parecía un trabajo cojonudo solo por poder conducir una moto amarilla. Ahora las cartas viajan en un carrito de la compra propulsado por carteros desmotorizados y sin casco.

Porque hoy todo es wifi, wireless, wimax, GSM, GPS, 3G, 4G, bluetooh, ondas p’arriba, ondas p’abajo, satélites, fibras ópticas por las que corren desenfrenados haces de luz que atraviesan ciudades, países, continentes y hasta los océanos. No tenemos ni puta idea de cómo sucede pero lo damos por supuesto con la mayor felicidad y nos parece de lo más natural, si tu teléfono no puede conectarse a Facebook, eres un troglodita y un paria tecnológico, en mi juventud podían discriminarte por no llevar ropa de marca pero hoy en día tienes que tener ropa de marca y un iPhone, manda huevos, cada día es más difícil sobrevivir en la jungla digital. Y hemos pasado de rebobinar cintas de ACDC con un boli, para no gastar pilas, a descargárnoslas por Internet y almacenarlas en un mp3 en el que caben miles y además no ocupan nada. ¿Trivial? Pues a mí se me caen las pelotas de pensarlo.

Y compramos y vamos exigiendo cada vez más megas, gigas y teras con la naturalidad del que se compra una docena de huevos, y un huevo es tangible y a veces hasta comestible, pero ¿qué es un giga de memoria?, porque nos han contado el rollo del silicio, el de los bits llenos de ceros y de unos, el diodo, el transistor, ¿pero como entra un cero en un trozo de silicio?, mucho hablar de semiconductores pero ni el tato sabe como funcionan. Y si supiera meter bits en trozos de silicio, luego tendría que aprender a sacarlos y a que tomen la forma de una foto en una pantalla LCD que ni Dios sabe tampoco como va el LCD, pero ya está obsoleto y lo que pita es el LED y hasta diremos que el LCD es una mierda porque es lo que toca. Posiblemente lo diga el mismo listillo que afirmará que todo es cuestión de la ALU, de la CPU, del bus de datos y del bus de proceso, y que está chupado y lo sabe cualquiera, ya, ¡te reto dos veces a que me lo expliques!

Porque vamos dando todo por supuesto sin sorprendernos de nada y no damos a las cosas la verdadera importancia que tienen. Desde tener agua fresca y limpia saliendo de un grifo hasta a hablar por teléfono móvil con alguien de la Cochinchina, todo es de serie y natural. Y estamos perdiendo la curiosidad y lo queremos todo hecho, sin esfuerzo y sin buscar ni un porqué y yo por ahí no paso aún con el riesgo de parecer un cascarrabias tocapelotas y preguntón. Ahora mismo no dejo de preguntarme por nuestro cerebro, ¿cuántos gigas tiene? ¿dónde almacena la información? ¿cómo la procesa? ¿qué hace que algo nos guste o que seamos bordes? ¿emitimos ondas? ¡Uf!, espero que no.

jueves, 28 de enero de 2010

Pesadilla


Tener la conciencia tranquila es estupendo, me permite dormir todos los días como un tronco porque no existe nada en el mundo que me quite el sueño, vale, soy pobre y tengo una hipoteca y un trabajo que se puede desvanecer en cualquier momento, como el de cualquier no funcionario, pero eso es el ruido de fondo, ya me he acostumbrado y francamente me da igual, como yo suelo decir “Dios proveerá”. Aunque es pasarse de tener morro dejarle la responsabilidad de mi destino a Dios, principalmente por mi declarado agnosticismo (según la RAE: Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia), soy agnóstico porque me parece más elegante y más místico que ser ateo del todo.

Pero volvamos a los sueños, soy una de esas personas que no recuerdan nunca lo que han soñado lo cual es una faena porque conociéndome como me conozco seguro que tengo unos sueños de lo más animados e intuyo que me estoy perdiendo algo divertido. La ventaja es que tampoco recuerdo mis pesadillas, a lo mejor es porque no las tengo, puede ser que no tenerlas tenga que ver con mi tranquilidad bovina (o bobina de bobo), bueno, esto es ya una teoría. Por eso me sorprende tener un sueño recurrente desde que terminé la universidad, que sin llegar a ser una pesadilla si que se le parece mucho, y es curiosamente del único que me acuerdo. Un par de veces al año me despierto desasosegado pensando que no he terminado la carrera. ¿A alguien más le pasa?

Según mi teoría no debo tener la conciencia muy tranquila por las tropelías que hice en mis últimos años de estudiante, y decir estudiante es retórico porque, quitando los últimos seis meses que me encerré a estudiar para olvidar mis penas (aprobé 13 asignaturas entre junio y septiembre), estudiar, lo que se dice estudiar, estudié muy poco, ir a clase menos todavía. Ahora me avergüenza decirlo porque fui un parásito gorrón, pero está claro que no todas las lecciones se aprenden a la vez, algunas ni siquiera se terminan aprendiendo jamás, de cualquier modo a mis padres les debo una pasta, ¡qué me la descuenten de la herencia!

Existen dos versiones del sueño, la primera es que todavía soy estudiante y estoy a punto de que me echen de la universidad y la segunda es que alguien descubre que me falta una asignatura y que mi título es papel mojado.

Hoy me ha despertado la segunda, me tocaba volver a clase para ajustar cuentas con mi pasado porque de repente, y no tengo ni repajolera idea a cuento de qué mi título era provisional, si quería tener el bueno, el que firma su majestad, tenía que cursar aún otro año más de carrera. Mi yo dentro del sueño se negaba a afrontar la situación, lo que le faltaba, miles de horas de trabajo, la casa, el crío, el blog y encima volver a clase, ¡qué agobio!. La solución por la que ha optado no ha estado mal, si nadie se entera en el trabajo ¿qué más da tener el título o no? En eso ha estado a mi altura, a veces cometo la torpeza de no afrontar las cosas de cara a la primera, meto la cabeza debajo de las sábanas con la esperanza de que todo se solucione solo y desafortunadamente el mundo no funciona así.

Lo gracioso es que al despertarme y ser consciente de que era un sueño todavía me he preguntado si de verdad había terminado todo y si realmente no tendría que volver a pasar por las aulas. Se me ha venido a la cabeza la imagen de mi título colgado en casa de mis padres y es cuando me he tranquilizado, sí, todo ha terminado. He respirado más hondo que si viniese de bajar a pulmón la Fosa de las Marianas.

De todas formas, pensándolo en frío, no sé por qué tengo tanta preocupación con el puñetero título, seguramente habría sido muchísimo más feliz sin él y no me hubiera sido muy difícil encontrar un trabajo más tranquilo y mejor pagado. Tampoco entiendo por qué mis padres lo cuelgan en su casa, al principio pensaba que era porque se sentían orgullosos de su niño pero ahora pienso que es un mensaje subliminal que me hacen: “con la pasta que nos hemos gastado en que tengas esta mierda de diploma aquí podría lucir un Picasso”. Vale, tenéis razón, lo siento.

martes, 26 de enero de 2010

Ingeniero multiusos

Como ingeniero responsable de que todas las hojas de papel tengan dos caras en los proyectos en los que participo la vida no es ni completamente aburrida ni tampoco trepidante, voy revisando hoja a hoja a un ritmo que considero aceptable y así voy pasando los días. De vez en cuando alguien quiere que primero revise sus hojas o de repente unas hojas son importantísimas y hay que dejar todo para atenderlas porque fueron mal revisadas. Ni fu ni fa, soy uno más de departamento de revisores de hojas y mi meta es pasar lo más desapercibido posible. Tampoco soy bueno en este oficio, solo tengo un par de años de experiencia y casi todo el mundo sabe más de hojas que yo, por eso solo me dejan revisar las hojas A4 mientras que algunos de mis compañeros se atreven hasta con las A1.

Hoy, de repente, tengo complejo de navaja suiza multiusos, o eso es lo que me haría falta para que una horda de descuartizadores me desmembrase y me repartiese por medio mundo. Me explico. Desde hace un año me encargo de que un proyecto de almacenamiento de gas submarino disponga de hojas debidamente homologadas para su correcta ejecución. Es un trabajo más importante de lo que puede parecer porque gracias a ello las ancianitas de este país tendrán asegurado suministro de gas en sus cocinas para hacerse una sopita caliente los días de invierno y estarán calentitas los días de nieve, si es que la pensión les da para pagar la factura de la caldera. Creo que es el mejor trabajo que he tenido nunca y poco a poco le voy pillando el tranquillo, ya no titubeo cuando me hablan de anversos y de reversos (aunque sean tenebrosos).

Como me tomo mi trabajo muy a pecho se debe haber corrido la voz de que no se me pasa ni una hoja sin sus dos caras reglamentarias y todo el mundo me trae tacos de hojas para revisar. Hace un año eche una mano en un proyecto en un país del otro lado del charco, lo pasé genial allí aunque las hojas tienen otro formato y al principio me costó trabajo adaptarme. Lo pasé tan bien que me han homologado como revisor oficial del reino azteca. Además de seguir preocupándome por el bienestar de mis abuelitas debo preocuparme de que no se nos haya pasado ni una hoja mala en una oferta de algo que llaman gasolinas limpias. Yo lo de gasolinas limpias no lo acabo de entender pero debe ser una frase del rollo “guerra preventiva”, bueno, es lo de menos, mi empresa me da la oportunidad de participar en tan insigne misión, Juanjo ML suma y sigue, puede con eso y con más. De donde saco el tiempo para hacerlo es un secreto que me llevaré a la tumba. ¡Para que luego digan que un hombre no puede hacer dos cosas a la vez!

Pero todo esto no es nada, antes de que me dieran licencia para revisar trabajaba haciendo una oferta para hacer navegar barquitos de papel por un canal que atraviesa un país centroamericano. Pasé un año de mi vida estudiando como transportar los navíos papirofléxicos de un océano a otro, por eso no peco de falsa modestia si hoy me puedo considerar un experto mundial en la materia y no es un tema baladí, si no tienes cuidado la nao puede hundirse por exceso de agua o volcar si ha quedado en el dique seco, debe ser muy desagradable que le pase algo así a una embarcación de papel de 400 metros. Desafortunadamente nuestro sistema de pasar barquitos por ese canal era más caro que el que idearon otros niños más listos que nosotros y nos quedamos sin jugar, o no, de repente nos han pedido ayuda para diseñar el juego porque debe ser muy difícil, espero que solo sea una broma de niños traviesos y al final se vayan con su canal a otro parque.

Y hay más, no me había repuesto aún del susto acuático cuando he recibido una llamada de un desconocido de otro departamento. A sangre fría me ha demandado un CV para la oferta en un país arábigo (de esos que construyen rascacielos de un kilómetro de alto e islas con forma de palmeras) para hacer un aeropuerto en el que despegarán y aterrizarán sin parar aviones de cartulina. Ha sido el colmo, pase lo de los barcos, vale, pero lo de los aviones ni hablar, además mis aviones de cartulina siempre caen en picado y no vuelan nada, creo que no tengo bien depurada la técnica de los flaps.

Sin yo buscarlo comienzo a dar vueltas en una especie de ruleta de la fortuna con casillas llenas de trampas y con paradas en diferentes continentes. Qué me hará parar en una de ellas es una cuestión de azar lejos de las reglas del entendimiento humano. Seguiremos informando.

domingo, 24 de enero de 2010

Lo que sé y lo que ignoro

Solo sé que no sé nada. ¡Qué frase tan cojonuda! Seguro que si Sócrates no hubiera existido podría haberla deducido yo mismo, pero los filósofos griegos tienen la mala costumbre de haber vivido antes que el menda que subscribe, y por ese insignificante motivo me han pisado montones de buenas ideas. De todas formas es una frase de un extremismo visceral, es un frase que tiene un fondo casi hasta de chulería, de sabelotodo, de ahí queda eso, de soy más chulo que un ocho y mi modestia es más grande que todos vosotros juntos, piltrafillas. Sócrates, como Chuck Norris, debía ser un tipo capaz de contar dos veces hasta infinito.

Aunque no lo parezca, yo soy mucho más modesto que él, faltaría más. Admito sin complejos que no tengo ni puta idea de casi nada, a pesar de que un montón de almas cándidas piensan lo contrario. El truco es saber un poquito de muchas cosas y no hablar más de la cuenta de ninguna, con esa sencilla receta uno puede ganarse la vida, pasar por entendido y si tienes la suerte de tener un enchufe en la tele hasta te puedes hacer tertuliano, bueno menos de la tertulia de Curri Valenzuela. Para entrar en su tertulia debes como mínimo haber contado en voz alta hasta menos infinito en números romanos. ¿Imagináis?, menos palo, menos palo palo, menos palo palo palo, (millones billones y trillones de menos I, V, X, L después), menos palo palo infinito, menos palo infinito, ¡menos infinito! ¡Bravo!, ya eres un Curriman o una Curriwoman.

Es un hecho que existen muchísimas más cosas que ignoro que las que sé. La suerte es que mi cerebro, imagino que como el de todo el mundo, no tiene capacidad de abarcar cosas muy grandes a la vez, supongo que es un sistema de autoprotección que tiene la criatura para que no me de un chungo que me deje catatónico. Porque el agujero negro de mi ignorancia me abruma, y no solo pienso en la ignorancia en el sentido de conocimientos (además eso no me importa la mayoría no me serían necesarios ni si quiera para alimentar a mi curiosidad), no, yo pienso en la ignorancia en termino de la multitud de sitios, personas y acontecimientos que ni sé que existieron, que existen y que existirán. Eso me jode, porque mi vida es demasiado finita hasta para rascar en la corteza de mi desconocimiento.

Sin embargo existe gente que sabe de todo, le ha pasado de todo y se atreve a opinar de todo. Yo les llamo los opinadores. Los opinadores son una de las castas más despreciables que te puedes encontrar en la vida porque además de ser pesados y palizas te arruinan la mayoría de las conversaciones. No importa de qué estés hablando, ellos saben más, no importa donde hayas ido, ellos estuvieron antes, y además comieron en el mejor restaurante. Son gente despreciable que no merece la pena conocer pero que por algún motivo inimaginable no acaba colgada del mástil de un barco con bandera somalí.

Me estoy acordando de uno en particular, un campeón del mundo, una persona autoproclamada rey Salomón del nuevo siglo, me tocó sufrirle durante una temporada y me amargó las comidas de muchos más días de los que estoy tardando en olvidarle, y eso que ya llevo más de mil días sin verle. Un día hablando con otro compañero nos propusimos sacar un tema del que no fuera entendido, le tocó a las vacas. En medio de la comida y sin venir a cuento dije “la mejor raza de vaca es la parda alpina”, no tardó ni un segundo en responderme “te equivocas, la mejor es la negra avileña”, ese día me descojoné pero me rendí, no sabría nada de vacas pero ¡qué pedazo de ciervo era el amigo!

Por cosas así vivo con el dilema de si merece la pena vivir en busca del conocimiento, cada día que pasa estoy más convencido de que la respuesta es no. El motivo, pues muy simple, la experiencia me va haciendo comprender que la ignorancia es una de las variables principales en la ecuación de la felicidad y encima es directamente proporcional a la misma. Y si el saber forma parte de la ecuación debe ser como la famosa épsilon de mis ejercicios universitarios, prácticamente despreciable. Porque desde hace un tiempo mi felicidad principalmente depende de una personita de la que ignoro más de lo que sé y que además, afortunadamente para él, es un libro en blanco aún por escribir, espero, por su bien, que sea uno de aventuras con un final feliz.

viernes, 22 de enero de 2010

Reuniones


Mi primer jefe tenía sus cosas particulares, incluso alguna buena aunque haya decidido que es mucho mejor no volver a hablarme con él. Vale, no conocía cierta terminología básica como por ejemplo horas extras, vida personal, calefacción o servicio de limpieza, para él meros detalles insignificantes que nada tenían que ver con nuestro rendimiento laboral. Porque con el tiempo comprendí que lo que a él le hubiera gustado tener es una plantación de algodón en Georgia con mano de obra esclava, pobre, ¡qué molestos le tenían que parecer el estatuto de los trabajadores y el convenio colectivo!, eso justifica que se los pasaba por el forro de los cojones. Lo que no entendía es que programar seis horas seguidas a cinco grados con los dedos helados y con la vejiga llena (porque al baño que no conoció una fregona era mejor no ir) nos hacía ser menos eficientes, si lo hubiese comprendido nos hubiera comprado unos guantes y un orinal.

Sin embargo tirar siete años de mi vida a su lado me dejó alguna enseñanza, bueno, pocas y no todas éticas y/o legales, una de las mejores es la siguiente: “Las reuniones hay que ganarlas siempre”. Vamos que las reuniones son como las finales de un Gran Slam o de la Copa de Europa, no vale con jugarlas o participar, no, tienes que traerte el título a cualquier precio o serás un perdedor y nadie se acordará de ti. Y esto vale para cualquier tipo de reunión, hasta para las de vecinos, pero como esas se juegan siempre fuera de casa, los participantes están medio dopados y al final acaba siendo un todos contra uno, he decidido que es mejor no ir, es preferible que te declaren perdedor por incomparecencia.

Pero las reinas son las reuniones de trabajo, especialmente las que se convocan de un día para otro, en las que no sabes quién va a ir pero el que convoca es el cliente presa de un ataque repentino de ansiedad, y lo que es mejor, no sabes a qué vas tú aunque sospechas que caramelos, lo que se dice caramelos, no van a repartir. Cuando todos esos factores se unen has tenido la suerte de ser elegido para ser asistente a la reina de las reuniones. Yo me pongo tan nervioso que me cuesta conciliar el sueño por las noches, y no porque me vayan a crujir vivo al día siguiente, mi experiencia me dice que nadie muere en una reunión, me pongo nervioso porque en el fondo me va la marcha y estoy deseando de jugar con los demás niños.

Me encanta el aire solemne del principio, cuando nos miramos unos a otros como los boxeadores que se tantean un poco en el primer asalto, el intercambio de tarjetas de visita, la presentación inicial, aunque es mejor cuando se salta este paso y vas directamente al grano sin saber quien es quien, y tienes la posibilidad de quitar la palabra al mismísimo director general del cliente, porque no le conoces, y hasta rebatirle sus argumentos ante la admiración de sus subordinados. Pero lo normal es que todo comience con un “Buenos días soy Juanjo ML responsable de que todas las hojas de papel tengan dos caras en este proyecto” (murmullos de envidiosa fascinación).

El siguiente paso es enterarte que se está cociendo, y con esto no me refiero a enterarse de cual es el tema de la reunión, algo totalmente secundario, lo que hay que saber es a quien le van a caer las hostias, que es el motivo real de la convocatoria, dar de hostias a alguien en público. Esto es como las partidas de póker, si a los diez minutos no sabes quien es el primo es que el primo eres tú, igualito. Y eso es lo que determina qué vas a hacer, si la cosa no va contigo pues dejas que te resbale todo y disfrutas con el espectáculo, solo debes intervenir si al que están sodomizando te paga, y depende de cuanto te pague, si no como si le parten los pulgares, algo habrá hecho.

Y si al que piensan crujir es a ti, puedes intentar varias cosas, aquí es de donde tiro de mi experiencia como recolector de algodón. La primera mentir, con dos modalidades, uno, negar la evidencia a capa y espada, algo que funciona más de lo que muchos suponen, dos, contar una milonga, con suerte quien esté presente no tendrá ni puta idea y para cuando lo descubra tú no estarás allí, si esto falla se pasa inmediatamente a negar la evidencia. La segunda es echar la culpa a alguien que no esté delante con la misma cara de pena que pondrías si tuvieses que estrangular a Bambi para sobrevivir, por supuesto hay que decir antes que ese no es tu estilo y que jamás has culpado a nadie que no estuviera delante para defenderse, pero que esta vez y en contra de tus principios no te queda más remedio. La tercera es ser una persona íntegra y salir del apuro con el poder de la verdad y los razonamientos, pero desde luego es el último recurso y no lo recomiendo.

Hoy he tenido una reunión de esas pero no querían zurrarme a mí, qué lastima, me he quedado con las ganas.

martes, 19 de enero de 2010

Crisis de identidad

Estos días sufro una grave crisis de identidad, no es nada nuevo, es una frustración que voy acarreando como un preso acarrea su bola, pero de vez en cuando la bola se hace tan grande que me apetece abandonarla aunque para ello me tenga que cortar un pié. Ahora estoy en esos días, apático y tristón. Imagino que no es nada grave y que simplemente se trata de los efectos de un síndrome post vacacional, pero se me está haciendo taaaaaaaaaan cuesta arriba remontar enero.

Debo de ser uno de los ingenieros con menos vocación del planeta, la ingeniería me atrae lo mismo que Anne Igartiburu, cero patatero. Pero de algo hay que vivir, incluso alguien se tiene que acostar con Anne, yo me la imagino diciéndome “¿te has puesto el condón corazón?” y se me pasan todas las calenturas del mundo, ¡y mira que es mona la chica!, a lo mejor con media caja de viagra nos entenderíamos. Por eso cada mañana, cuando entro por la oficina, me pregunto qué coño hago yo allí, me paso el día haciendo una interpretación magistral digna de un globo de oro, bueno de eso mejor no que nominan a cualquiera. Y debo ser buen actor porque nadie se queja e incluso cada vez me van dando mejores papeles porque ya domino la comedia, el drama y con la que se avecina en el horizonte creo que llegaré a interpretar hasta una de ciencia ficción.

Seguramente muchos se sentirán identificadísimos conmigo y además pensarán que son tan pringados como yo por no saber salir de este bucle. Para más coña encima están de moda los testimonios en prensa de casos de éxito personal de gente que en cierto momento tuvo los santos cojones de dar un golpe de timón a su vida y salió para delante. Y curiosamente nadie habla de al que le fue mal y paso hambre, frío y calamidades, eso sería muy didáctico, igual se me pasaba la tontería. Solo veo casos como el de Mengano, que dejó su trabajo de chupatintas para dedicarse a la cría de caballitos de mar y ahora trabaja desde su casa del fondo del mar gracias a su conexión de fibra óptica submarina, o el de Zutana que abandonó su curro de teleoperadora y ahora tiene un blog de éxito con dos millones de visitas al día por el que se saca una pasta, pero claro Zutana es mega guay y yo solo un jodido cascarrabias que no sabe ni criar caballitos de mar.

Porque eso es lo que más me fastidia, el pensar que no tengo ni oficio ni beneficio. Sobrevivo porque tengo un trabajo como el de las abejas obreras, llevo a la abeja reina mis dos o tres granitos de polen al día y con eso cubro el expediente, el truco es que vivo en un enjambre de abejas que no hacen mucho más que yo y además existen montones de zánganos que atraen la atención del insecticida. El día que se marchiten las flores y se acabe el polen no habrá nada en el mundo que sepa hacer y tendré que competir con montones de abejas descarriadas por encontrar un miserable grano de polen.

He pensado mucho en lo que me gustaría hacer y mi angustia vital no ha hecho más que incrementarse. Me gustaría vivir en el campo pero no se distinguir una alcachofa de una berenjena, tampoco sé si las lechugas se reproducen por esquejes o si el árbol del que cuelgan las zanahorias es de hoja caduca o perenne, ignoro si las coliflores se plantan en junio o en diciembre y siempre me he preguntado que narices son los grelos, ¡seré berzas!, definitivamente no seré agricultor. Probaría de pastor pero seguro que acabo ordeñando al perro y esquilando a las gallinas, mis vacas nunca pondrían huevos con dos yemas y no sabría hacer ni queso ni yogur con la leche de mis cerdos.

Probaría a ser artesano pero mis manos son torpes como los retratistas del FBI, no creo que nunca vendiese algo que ellas hubieran parido, albañil tampoco está a mi altura, la fabricación del cemento me parece algo más complicado que la física nuclear, tampoco podría ser ni fontanero ni pintor, ni siquiera de brocha gorda, cada vez que en casa me confunden con el encargado del mantenimiento la acabo liando, instalar un fregadero o pintar un techo no son tareas tan inofensivas como a simple vista parecen. De modelo de bañadores ni hablamos.

Ay, esto no tiene solución, comenzaré a leer sobre los caballitos de mar…

domingo, 17 de enero de 2010

La vida es un partido de fútbol


A mucha gente no le gusta el fútbol, es de lo más normal, a mí tampoco me gustan montones de cosas que hacen furor entre las masas, los detractores del balompié lo reducen todo a una frase tan simple como que solo son veintidós tíos en pantalón corto corriendo detrás de un balón. Es cierto, no voy a poner ni una objeción…, bueno sí, una, si juega el Atleti corren menos de veintidós, seguro. Si alguien no ha ido a ver un partido a un estadio se lo recomiendo porque la sensación de ver, sentir y escuchar a decenas de miles de personas a la vez pone la carne de gallina. Aunque esto no tiene que ver con el fútbol, tiene que ver con la fe, también se me puso la carne de gallina escuchando una misa cantada en la basílica de Santa María en Trastevere a pesar de que tengo rotas las relaciones diplomáticas con la iglesia desde que tengo uso de razón.

Sin embargo que te guste el fútbol y que seas capaz de vivir y de malvivir siguiendo las desventuras de tu equipo es una de esas cosas irracionales que le dan gracia a la vida, y hablo de pasar el rato y poder charlar luego con los amigos de ello, porque reconozco que si llevas la ropa interior con su escudo es para hacértelo mirar (que conste que a mí me gustaría también hablar de la guerra del Peloponeso pero mis contertulios, los muy ladinos, se hacen los suecos). Se me ocurren unas cuantas cosas que pocos se atreven a cuestionar y que nos dan mil quebraderos de cabeza mucho peores, como por ejemplo el amor. Porque el amor no deja de ser algo estúpido que trae más sinsabores que recompensas, estar enamorado es una enajenación mental transitoria de impredecibles y dolorosos efectos. Incluso el sexo, que es capaz de arrastrar a las mayores miserias humanas y personales, nos gusta a todos.

No entiendo por qué, pero siempre he preferido a los perdedores y los antihéroes, a lo mejor es porque me siento más identificado con ellos que con los ganadores o a lo mejor es que soy masoquista por naturaleza. Y si existe algo en el mundo que desafíe al destino y a la buena suerte eso son los colores rojiblancos. Mucha gente ha tratado de explicar por qué se es del Atleti y nadie lo ha conseguido, es un misterio tan grande como el de las pirámides, pero si eres del Atleti una cosa tienes clara, la fatalidad existe y tarde o temprano te darás con ella de bruces. Y por si esto parece poco vivimos bajo el embrujo de una maldición que nos hace siempre pensar que la felicidad es efímera. Incluso en los mejores momentos de la vida, en esos en los que luce el sol, la brisa es fresca y los pájaros cantan, nosotros creemos que algo nos arrebatará la felicidad y además de la manera más cruel y despiadada.

Con el Atleti nada es evidente ni obvio, la palabra relajación nos es desconocida, siempre hay que estar en tensión a la espera de acontecimientos, normalmente negativos. Yo lo resumo en una frase, vivir apretando el culo, porque desde que te sientas en una butaca del Manzanares tu destino es vivir con el culo apretao. Hasta que no pita el árbitro el final no podría introducirse por el ano de los asistentes ni el pico de un colibrí picolanza mayor, somos ventosas humanas adheridas a nuestros asientos en los que hemos provocado el vacío. Sospecho que un día de tanto apretar y apretar se va a provocar una alteración espaciotemporal de manera que el graderío se transformará en un agujero negro que no solo absorberá la luz, sino que también engullirá el estadio, Madrid y la galaxia entera.

Por eso me atrevo a decir que la vida es como un partido de fútbol si el que juega es el Atleti. Es sufrimiento continuo, es un sin vivir, es riesgo y es emoción, y es meter la pata de la manera más ridícula de vez en cuando, y es saber que no debes rendirte jamás ni en los días que te sientes pequeño y todo a tu alrededor parece burlarse de ti, y es volver a levantarse después de tropezar porque piensas que algún día te sonreirá la suerte, y si ese día llega, ¡uy, si ese día llega!, te sientes un triunfador por unos segundos, te sientes parte de algo que flota como la magia y que te hace abrazarte con un tío que se sienta al lado de ti y al que no conoces de nada, pero que por unos instantes es tu hermano del alma.

Y después todo se pasa, y vuelves a ponerte en tensión esperando el gancho de izquierdas que te devuelva a la lona, o a la luna. Me voy al fútbol.

viernes, 15 de enero de 2010

¡Cielos!, tengo un blog


Éste es un post atípico, estoy de celebración y me apetece darme un homenaje en plan porque yo lo valgo. Como también me he atizado de lo lindo cuando ha hecho falta creo que estoy moralmente legitimado para darme unos besitos de autocomplacencia. ¡Qué asco!, ¿verdad?, por eso advierto que este post puede herir la sensibilidad del lector, si crees que tu inteligencia corre el riesgo de verse herida por favor no sigas leyendo, no voy a escribir nada ni medianamente interesante aún para el nivel de mi blog, pero gracias por la visita. Bueno, si eres nuevo prueba suerte en otro post antes de descartarme por pedante, no me sobran los lectores.

Según mis cuentas, que son las que valen (esa frase la aprendí de mi mujer durante el embarazo), éste es mi post número cincuenta. ¡Guau!. Quién lo iba a decir cuando un día, aburrido, se me ocurrió escribir que yo soy de romanos. Entonces lo escribí y ni por la cabeza se me pasó que aquello derivaría en esta aventura donde los únicos límites son los que pone mi imaginación (forma muy fina de decir que aquí escribo lo que me sale de las pelotas). Ignoro, no sé si porque tengo unos amigos muy discretos, si la percepción que la pequeña porción de humanidad que me rodea tiene de mí ha variado, pero sigo manteniendo la frase de mi descripción en el blog “si crees que me conoces no sigas leyendo”. El milagro es que todo el mundo que me hablaba me sigue hablando aunque he visto alguno que me mira raro, seguramente me dicen que leen el blog pero no lo hacen, ¡bien por ellos!

En este tiempo no solo me he desahogado (que era y es la misión principal, todavía no entiendo la reprimenda por el post en el que desmonto a Juanjo) y he tratado de compartir mis ideas peregrinas, fruto de mi mente no de alguna sustancia alucinógena, también he contado parte de mi vida, he recordado mi infancia, he viajado por el mundo, he salvado a la especie, he entrado y salido del manicomio y he descubierto a más de uno (ni os imagináis lo que busca la gente en el Google) que existe un puticlub en Alcorcón. Y no solo eso, he destronado monarquías y he pulverizado en mil pedazos a España para que vivan en ella seres tan surrealistas como Ibarretxe III y Froilan II, que al paso que vamos igual no son tan surrealistas como yo creo.

La sorpresa mas grande ha sido descubrir lo bien que me lo paso escribiendo, no, no tengo más tiempo libre que de costumbre como se cree alguno, el tiempo que tardo en escribir un rollo de estos es un tiempo invertido en olvidarme del mundo que me rodea, luego bien invertido, y generalmente robado a Morfeo. Podría dedicarme a hacer punto de cruz pero soy un paquetón haciendo cosas con las manos, aunque bloguero en prácticas creo que esto se me da mejor. Y además me puedo dar el gusto de que he visto a gente reír al leerme, aunque inmodestamente admito que eso no me sorprende porque he aprendido a parecer gracioso para sobrevivir, pero si me ha sorprendido ver a gente emocionarse e incluso contener alguna lagrimilla cuando no he podido resistir a la tentación de caer en la solemnidad, ¡qué poderosas son las palabras!

También bastante gente me ha dicho que soy un pelmazo y que mis post son más densos que la argamasa (ya creíais que os ibais a librar de una de mis analogías), a ellos también los quiero a pesar de su evidente mal gusto, estoy seguro que son ellos precisamente los que han aguantado como campeones leyéndome hoy hasta el final, gracias mil. Como fin de fiesta pongo una pequeña encuesta en el blog para que me zurréis por la tropelía que acabo de cometer y con permiso de Antonio Molina comparto una versión particular del soy minero, no caigáis en la tentación de cantarla en alto que nunca se sabe por donde puede aparecer un esbirro de la SGAE, como mucho tatareadla bajito.

Soy bloguero, y escribí mi último post con pico y barrena
Soy bloguero, y escribiendo en mi blog me quito las penas
Yo soy bloguero porque a mí nada me espanta
Y solo quiero compartir mis pedaladas.
Compañero, déjame un comentario que lo lea el niño
Que al cumplir cien post quiero repetirle al mundo entero yo
Yo soy bloguero

jueves, 14 de enero de 2010

Declaración de amor a mis musas del cine


Después de acabar con mi desdichada adolescencia llegué junto con la nueva década a la juventud, eran los noventa. Y ahora que lo pienso fue una década cojonuda, a pesar de todo, porque podría no haberlo sido. Que mucha culpa de la felicidad de aquellos años viniera de la venda que se me cayó de los ojos cuando me rompí el pulmón es muy irónico (ojo, que no estoy diciendo que fuera la felicidad de la perdiz, sino que tuvo sus momentos), pero gracias a eso descubrí montones de cosas que a mi yo angelical le estaban vetadas, de repente descubrí la noche, el no ir a clase, suspender, salir entre semana para ir al cine…

Y allí, en el cine, proyectadas en la pantalla estaban esperándome, dulces, espléndidas, hermosas, siempre radiantes, viéndolas solo podía sentir amor hacia ellas, pero un amor platónico con destellos de carnalidad. Porque yo hubiera matado por olerlas, por estrecharlas entre mis brazos, por revolverlas el pelo, por morderlas en los labios y eso que todavía eran unos labios torpes que no sabían besar. Yo las adoraba, me hacían feliz y me hacían soñar. Ahora ya casi no queda nada de mi inocencia de entonces y tal vez es por eso que las estupendas chicas que llenan las carteleras no me dicen nada, solo veo carne, como en una charcutería. Yo las sigo prefiriendo a ellas, aunque ronden los cincuenta y alguna los haya pasado más que de largo. Para mí siempre serán jóvenes y preciosas, en mi cabeza, en su honor, se ha parado el reloj.

Conocí a Meg, era tan sosa, tan insustancial, tan mosquita muerta... Tenía ya entonces un punto de repipi, de redicha, de sabelotodo, the girl next door, la vecinita. Pero los tíos somos así, nos perdemos por una cara bonita aunque la palabra superficial parpadee con luz roja en la frente de nuestra amada. Con Meg habría ido al cine y a cenar, la habría dado un beso en la mejilla en la puerta de su casa antes de volver saltando de nube en nube hasta la mía. Con Meg me hubiera casado, habría tenido tres hijos y un perro antes de divorciarme aburrido de hablar de punto de cruz y de listas de la compra. Meg era Sally y era Annie, en mi reverso tenebroso eran palabras mayores que me obligaban a quererla aunque supiera que no me convenía.

Sharon paso desapercibida hasta que se convirtió en Catherine y a partir de entonces su sola presencia provocaba fuegos artificiales en mi interior. Sharon era diferente, desde luego era todo lo contrario que Meg, con Sharon nunca me hubiera casado ni se la hubiera presentado a mis padres, y ni falta que hacía. Ella era el riesgo que le había faltado a mi vida hasta entonces, merecía la pena arriesgarse a terminar granizado si la que empuñaba el picahielos era ella, a veces un instante puede ser tan intenso que justifique una vida. Además Sharon tenía cara de lista, y lo era, me imagino tumbado a su lado después de una noche de pasión hablando de astrofísica y exoplanetas, qué lastima que de astrofísica yo no sé ni una palabra.

Lo de Kim fue un amor tardío, es verdad que antes de conocernos bien, y cuando aún yo no tenía ni pelusa que afeitarme, ella fue Lynn, un rollo pasajero, adorable pero prescindible, la olvide pronto. No fue hasta diez años más tarde, oculta bajo el nombre de Nadia, cuando volvió a llamar mi atención, no era ya una niña pero ¿a quién le importaba? Parecía tímida y nostálgica, algo indefensa debajo de su capucha, pero era la carne hecha mujer, una parte de mi solo me pedía quererla y protegerla, pero la otra me pedía amarla y poseerla, decían que entonces era prostituta, a mí me dio igual, todos de alguna manera nos hemos prostituido alguna vez. Por eso me robo el corazón y aunque desapareció sin decir nada desde entonces un pedazo de él la pertenece.

Y queda Michelle, ¡Michelle!, la reina de todas ellas, the one and only. Cuando Paul McCartney escribió eso de “Michelle, my belle, sont des mots qui vont très bien ensemble, très bien ensemble” lo hizo pensando en ella aunque no la conocía y solo era una niña de cinco años. Sus fotos forraron mis carpetas y las paredes de mi habitación, lo tenía todo, ¡y más!, no creo ni que fuese de mi especie. Todos deberíamos haberla odiado por ser la personificación de la injusticia con forma de mujer, pero era imposible. Su cara de ángel y sus ojos de gata eran simplemente irrepetibles, y encima me parecía tan buena actriz…, poco importaba el papel que la tocase interpretar, porque la daba igual contornearse encima de un piano embutida en rojo que poner unos cafés, ella siempre estaba espléndida. Pero cuando más la amé fue vestida de dama de la alta sociedad congelada por fuera y ardiendo por dentro, Ellen se llamaba. Hubiera traspasado la pantalla para encontrarla bajo la nieve en el NY de hace más de cien años y llevarla conmigo a algún lugar de este mundo, o del otro. Allí nos veremos.

lunes, 11 de enero de 2010

Defensas bajas


Desde que volví de las vacaciones, de las de verano, estoy hecho una cataplasma, ¡y ya ha llovido desde entonces!, literal y metafóricamente. A este ritmo nos van a salir branquias, agallas y hasta una aleta dorsal. Pero que llueva es bueno, aunque no sea siempre al gusto de todos. Como decía, en la temporada otoño invierno contabilizo cuatro catarros, dos gastroenteritis, una bronquitis, una faringitis, la gripe A, una sinusitis que duró un mes y que aún me da la lata, y con el frío vuelvo a notar pinchazos en la garganta. Admito apuestas para ver en que deriva. Todo el mundo me dice que tengo las defensas bajas y deben tener razón, eso combinado con los múltiples virus que me trae el pequeño de la guardería me está matando.

Mirando que puedo hacer para aumentar mis defensas he recurrido a la red, en ella básicamente he descubierto que mi sistema inmunológico está de vacaciones en Bora Bora, incluyendo entre los veraneantes a una especie de glándula encargada de producir linfocitos que se llama Timo y que está encima del corazón. Seguramente alguna de las veces que me rompieron el corazón el Timo saltó por los aires, con linfocitos y todo, y estos acabaron ahogados en lágrimas y en alcohol. O eso o mi Timo hace honor a su nombre y es un vago redomado que trabaja menos que el cerebro de Sofía Mazagatos, igual están juntos en la polinesia buscando la hormona de sus zapatos.

Sin embargo me he quedado fascinado por el sistema inmunológico y el sistema linfático, especialmente por el último. Todos sabemos que tenemos uno (como la conciencia), pero al menos yo ni lo localizo físicamente ni sé bien para que sirve. A pesar de no haber hecho un donativo para la Wikipedia (yo prefiero gastármelo en la AECC) he recurrido a ella para salir de dudas, lo que he leído me ha dejado tan confuso como anonadado, ¡si el sistema linfático tiene hasta tres funciones básicas!, las copio:

· El mantenimiento del equilibrio osmolar en el tercer espacio. Pues para ser básica ni me imagino que puede ser, pero seguro que yo no tengo o no me funciona.
· Contribuye de manera principal a formar y activar el sistema inmunológico (para las defensas del organismo). Esta función debe estar haciendo huelga de celo como los controladores aéreos. Decidme vuestras reivindicaciones y trataré de complaceos, me va a salir más barato que la pasta que llevo en medicamentos.
· Recolecta el quilo a partir del contenido intestinal, un producto que tiene un elevado contenido en grasas. ¡Menos mal, ésta funciona de puta madre! Pensé que podía morir en cualquier momento, qué alivio…

Por lo menos he encontrado algunos consejillos interesantes que si pongo en práctica una temporada yo creo que me ayudarán a llegar a la primavera, si no llego enterradme con mi portátil para escribir indignado desde el más allá al que los puso, si lo hacéis prometo no volver a postear en mi vida. Esto es todo lo que se supone que debo hacer:

Mejorar mi dieta: Yo creo que mi dieta es estupenda, por lo menos es muy variada, me gusta la fruta, la verdura, las legumbres, la carne, el pescado, los embutidos, la pasta, los lácteos, los bollos, los dulces…, y me gustan en cantidad, vamos como para una boda. Vaaaaaaaaaaaaaaaaaale seré bueno, volveré a mi dieta, pero con ella también me acatarraba.

Practicar más deporte: Aquí si que puedo hacer algo de autocrítica, a partir de ahora los partidos de fútbol de la tele en vez de verlos tumbado los veré sentado, aunque creo que va en contra de toda lógica y contra la naturaleza humana. ¡Ay!, sí, prometo que me voy a mover, pero como no quiero ir a un gimnasio tendré que hacer algo en la calle, ufff..., ¡con el frío que hace!, no veo como me voy a constipar menos a la intemperie.

Cuidar el nivel de hierro: Según se están poniendo los aeropuertos conviene no tener mucho hierro en el cuerpo, si no voy a ir saltando las alarmas por todos los escáneres. De este consejo paso, tendré el hierro que tenga que tener, ni un lingote más ni un lingote menos.

Vigilar el exceso de lácteos: No creo que cometa ningún exceso lácteo porque bebo leche de soja que aunque repugnante me sienta genial. De todas formas a partir de ahora el bifidus activo y el LK6 lo tomaré por vía intravenosa o en supositorios, porque a lo que me niego es a perder la flora intestinal que es la única flora que me puedo permitir en mi piso de dos dormitorios.

Cuidar el nivel de estrés: A mi nivel de estrés lo tengo como un rey, le cuido más que a la niña de mis ojos, siempre ando estresadísimo. Lo tendré en cuenta desde mañana en la oficina, ni una mala palabra ni una buena acción, a lo mío, a mi ritmo. Porque la ansiedad me da por comer, y encima mi metabolismo es más lento que una película iraní, la combinación es estupenda si quieres morir joven y dejar un voluminoso cadáver.

Tomar antibióticos naturales: Sí, naturales, me acabo de enterar que la penicilina no se cría en los árboles. Pues eso, el consejo es tomar, tomillo, romero, menta…, te los metes en un bocadillo y a rumiar como la vaca de Milka, ¡qué pereza!, ser sano es siempre tan incómodo... Pero existe una alternativa a mi alcance, comer dientes de ajo crudos cinco veces al día, así, con un par, no tengo la menor duda de que se me quitaría el catarro, pero porque saldría corriendo espantado buscando un amante del chocolate. Curiosamente los remedios medicinales nunca se encuentran ni en el chorizo, ni en el marisco, ni en las magdalenas. Para que luego digan que la naturaleza es sabia.

Respetar a nuestro cuerpo: A ver, yo como tengo mucho cuerpo lo tengo que respetar mucho, respeto a cada centímetro cúbico de mi anatomía, es más, lo adoro. De hecho respeto más a mi cuerpo de lo que respetaría el cuerpo de Naomi Campbell si la tuviera delante ahora mismo, no digo más.

domingo, 10 de enero de 2010

ECC - El reinado de Froilan I



Año 2599. “Alcorcón 4-0” es ahora un barrio residencial de la colonia “Madripolis”, capital de los “Estados Confederados Castellanos” (ECC), pequeño estado mesetario que hace varios siglos formaba parte de un país llamado España. Hace siglos que desapareció cualquier tipo de referencia a todo aquello, vivimos años de ignorancia y barbarie tras la quema de bibliotecas, museos y universidades. Sin embargo un ebook que escapó de la inquisición esgaeliana ha ido pasando de padres a hijos para perpetuar nuestra historia, dice así:

Cuando a comienzos del siglo XXI se cambió la constitución para derogar la ley sálica la verdad es que a los partidarios de Leonor I les salió el tiro por la culata. Ante la perspectiva de tener una reina divorciada, y ya que la ley lo permitía, hubo un clamor popular a favor de la bella Elena (eso es lo que deducimos de las monedas encontradas en los yacimientos arqueológicos) y en contra de la malvada Letizia. Elenistas y Letizistas comenzaron una guerra sin cuartel dirimida en las peluquerías, en las colas de los supermercados y en los descansos de los partidos de fútbol. Los insultos más afilados se escuchaban por los patios de vecinos y los tendederos comunitarios: “¡Letizista, mala pécora!”, “¡Elenista, muerto de hambre!, cómprale bragas nuevas a tu mujer que ya te critica hasta su amante”, todo era muy desagradable, no se podía seguir así.

Un comité de sabios formado por el cuerpo embalsamado de Jaime Peñainfiel, Karmele “Joker” Marchante, Arguiñano y Paquirrín fue el encargado de encontrar una solución de compromiso que evitara un conflicto armado. Peñainfiel desde el minuto uno comenzó a despellejar a Letizia, a Elena y hasta a la madre que lo parió, el Joker se propuso ella misma para el puesto que para eso tenía el nombre de guerra de Pop Star Queen, por su parte Arguiñano y Paquirrín hicieron frente común y expusieron, con los ojos perdidos y poseídos por una especie de risa tonta que, en su opinión, para reina La María. Todavía no sabemos a quien se referían pero no consta que hubiera una María entre las aspirantes al trono.

Para colmo de males, la prensa seria comenzó a realizar sondeos de opinión que fueron demoledores para el heredero de la corona, cuando la revista Pronto reveló que a un 80% de los españoles les molaba más el rollo canalla de Froilán que el rollo princesas repollo, el príncipe, atormentado, renegó del reino y de su apellido, se exilió a México y acabó convertido en un cantante de rancheras de gran éxito, por lo visto tenía planta de buen mozo y la voz grave y aterciopelada. Los días que bajaba a la cantina entre margarita y margarita cantaba: “Con dinero o sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley, no tengo trono no reina, ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey…”. Pero nunca lo fue.

Letizia quedó en palacio, sola y con dos hijas que mantener, aunque eso era lo de menos porque por mucho que abdicase su ex las niñas seguían teniendo su asignación a cargo de los presupuestos. Pero ella quería ser reina a toda costa, había trepado demasiado en la vida y había renunciado a su carrera profesional para ahora perderlo todo, por eso, en una última jugada desesperada, trató de seducir a Elena aprovechando que el matrimonio homosexual estaba de moda, pero tan bajo y sucio truco no coló porque a Elena lo único que le gustaba eran los caballos. Dicen que Letizia terminó sus días como locutora de Intereconomía con el sobrenombre de Carmen Tomás.

Así que Letizia nunca reinó, ni Elena tampoco, a lo tonto a lo tonto JCI llegó a los 120 años. La buena costumbre de tomarse una copita de vino con las comidas (y antes de las comidas, y entre las comidas, y después de las comidas, y antes de acostarse y al levantarse…) le hizo estar sano como un roble. Su majestad iba ya tan sobrado que daba el discurso de Navidad en Agosto, en bermudas y desde las islas Seychelles, allí murió para gran disgusto de la industria vitivinícola local. Le sucedió Froilán I, que aunque no había nacido para ser rey pronto demostró sus dotes innatas para el cargo. A pesar de que el país iba de mal en peor, y a que cada día se acercaba el momento en el que todo saltaría por los aires, el pueblo llano le adoraba. Elenistas y Letizistas olvidaron viejas rencillas y se evitó de esa manera la guerra civil.

Por eso cuando a mediados del siglo XXI se produjo la gran rebelión de las naciones periféricas contra el estado opresor castellano el pobre Froilan I entró en estado de shock ya que no se esperaba el golpe. Suele pasar que cuando estás cómodo en palacio dejas de ver la realidad y eso es lo que pasó. Hubo un intento de que a pesar de la división Froilan I fuera rey común de todos los pueblos ibéricos pero vascos y catalanes se negaron rotundamente. Los muy tunantes ya tenían desde hacía tiempo funcionando monarquías en la sombra, en Euzkadi reinaba ya Ibarretxe III y en Cataluña Joanlaporta II portaba la corona de las seis copas, heredada de su padre, símbolo desde entonces de la monarquía catalana.

Froilan I solo y abandonado se vio obligado a abdicar y partió rumbo a las Américas en busca de su tío el de las rancheras, pero eso ya es otra historia que contaremos otro día…

viernes, 8 de enero de 2010

Perseverar


Según la RAE: perseverar. (Del lat. perseverāre).
1. intr. Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión.
2. intr. Durar permanentemente o por largo tiempo.

Ahora que han terminado la navidades llega la hora de los propósitos de año nuevo, en mi casa tenemos la costumbre (desde el año pasado porque somos gentes de tradiciones arraigadas) de escribir en un papel un deseo y un propósito. Mi deseo del año pasado fue que el Atleti ganase la copa de Europa, nunca desearía nada que se pueda cumplir y además soy un cachondo mental. El propósito era que tenía que adelgazar, aunque fuese un poquito. Hasta las navidades no iba mal, había recuperado un par de tallas de pantalones pero ha sido llegar las navidades y venirse todo abajo. ¡Si es que me he comido hasta al reno Rudolph! Cada vez lo tengo más claro, no se come con la boca, se come con la cabeza.

Pero esto de los deseos y los buenos propósitos es un chollo, si no los cumples pues vuelves a renovarlos. Como bajé dos tallas y solo he recuperado una pues he cumplido, y con volver a mi yo prenavideño volveré a cumplir y estaré estupendo, unas menestras por aquí, un pescado a la plancha por allá y prueba superada. Es lo bueno de ser un gordo profesional, una vez que asumes que por muchos kilos que pierdas serás gordo hasta el día de tu muerte todo es más fácil, es como ser alcohólico, aunque lleves veinte años sin beber tienes que asumir que lo sigues siendo. Yo juré, como Escarlata, que nunca más volvería a tener más de una talla 50 y en eso estoy, no por nada, pero la sección de las tallas grandes no la vuelvo a pisar, ni muerto.

Tener propósitos es maravilloso, aunque no se cumplan, creo que es de lo más humano querer algo pero no tener la suficiente fuerza de voluntad para conseguirlo, por eso admiro a la gente que la tiene porque a mí me es imposible. Mis proyectos a largo plazo siempre se desmoronan como castillos de arena, el que más me duele de todos es el de estudiar historia, sé que ya no será posible, me falta una cualidad que se llama perseverancia, por eso admiro y envidio al cabronazo de mi amigo A que acabará consiguiéndolo. Pero no es el único, también está lo de aprender francés, lo tomé con muchas ganas pero cada vez me veo más flojo, ¿qué por qué estudio francés?, pues por una especie de apuesta, y ya llevo creo que cuatro años dándole al tema, sí, soy inconstante pero tengo amor propio. Lo dejaría, pero cada vez que pienso en ello veo a mi diccionario cantarme cual Jacques Brel de bolsillo eso de:

« Ne me quitte pas
Je t'inventerai
Des mots insensés
Que tu comprendras »

Y es que me he dado cuenta que lo único que me mueve a hacer algo es la curiosidad, pensar en descubrir algo que no conozco activa mi sistema sensorial como un peligro activa el sentido arácnido de Spiderman. Pero en cuanto ya me lo sé o descubro el truco se acabó lo que se daba, pierdo repentinamente el interés y ya no hay manera de recuperarlo. Y me puede pasar en cualquier momento, incluso en medio de una conversación, algo hace clic en mi cabeza y me desconecto, mis hermanos le llaman hacer un Juanjo, a veces se ríen y a veces se ofenden. Que conste que no lo hago por maldad, simplemente pasa, después, cuando me doy cuenta, me quedo de lo más abochornado.

También me encantaría escribir un libro pero soy consciente de mi incapacidad para hacerlo, siempre digo que ya escribí el proyecto fin de carrera, pero no cuela. Como sucedáneo escribo este blog, que es la prueba de fuego a mi perseverancia, llevo ya casi cinco meses juntando palabras y aún me apetece seguir juntando más. El día que suene el clic se acabará, pero de momento aguanto porque es una terapia maravillosa aunque con fecha de caducidad. El día que al pinchar en la página aparezca el error 404 más de uno respirará aliviado.

miércoles, 6 de enero de 2010

El poder de los caramelos


Este año es la segunda vez en mi vida que he ido a ver la cabalgata de reyes con mi hijo, el año pasado con su añito el pobre no se enteró de nada, es más tuve que consolarle un buen rato porque el pobre se murió de miedo, ¡qué gran idea que abriese una cabalgata de reyes un dragón tirando fuegos artificiales por la boca!, me parece estupendo que seamos multiétnicos, le da una riqueza al barrio desconocida para gente por ejemplo de La Moraleja, pobres, pero usar los restos del desfile del año nuevo chino me pareció bastante cutre. Sin embargo este año he de admitir que lo hemos flipado, y mira que la cabalgata ha vuelto a ser cutre, pero ser tan cochambrosa la hace fascinante, por lo menos para nosotros que somos del barrio del otro lado de la vía.

Luego hemos vuelto a casa y hemos encendido la tele, allí estaban poniendo la Gallardonata, ¡oye que poderío!, se quejarán mucho nuestros vecinos madrileños de los impuestos de Gallardón, pero por lo menos queda clarísimo que lo reinvierte en beneficio del pueblo, un primor el desfile, ¡qué carrozas!, ¡qué señora volando por los aires!, nosotros tenemos que tirar y conformarnos con el camión del butanero tuneado para la ocasión, es el alto precio a pagar por no tener zona verde y azul. Cada vez que aparco sin pagar me hierve la sangre pensando en todas las privaciones que sufrimos los de pueblo.

Y además es una cabalgata temática, toda la obra de Julio Verne por las calles de Madrid, nada más y nada menos que Verne, ese madrileño castizo. Habrá pensando el ilustrísimo y excelentísimo señor alcalde que había que dedicársela a un genio que esté a su propia altura, a un visionario como él. Él, que imagino una ciudad llena de túneles y sin atascos, él, que imaginó una ciudad olímpica, él, que imaginó que el PP era de centro y que podría eliminar a Esperanza Aguirre, él, que por la noche al acostarse se siente incomprendido por una humanidad que simplemente no le merece.

Pero volvamos al fondo del asunto, si existe algo que le da magia a la cabalgata de reyes son los niños, y no tan niños, que van tirando caramelos. Hubo unos años en los que creo que estaba prohibido y no era lo mismo, ver pasar a las “carrozas” sin un miserable sugus que echarse a la boca es como comerse un bocata de jamón a palo seco, difícil de tragar. Como la audiencia tuvo que bajar los caramelos debieron ser indultados. Fue una idea fantástica, los mejores momentos de la cabalgata no son cuando pasan los reyes saludando, de eso nada, el mejor momento de la cabalgata es ver a dos señoras de sus buenos sesenta años metiendo codos para atrapar un caramelo con publicidad de Toisaras. Ni la lucha en el barro es un espectáculo a su altura.

Y es que a la humanidad le encantan las cosas gratis, si te dan algo por feo y horroroso que sea lo acabas cogiendo. Cosas que si lo piensas en frío ni se te ocurriría tocar, los calendarios que te dan en el banco, los bolis con publicidad de la frutería, los periódicos que reparten en el metro, no creo que nadie en su sano juicio pagaría un duro por ellos, pero como son gratis… Lo peor es que una vez que hemos calmado nuestra ansia de posesión nos damos cuenta de lo gilipollas que somos y los codiciados artículos acaban en el cubo de la basura. Bueno, los jubilados no, los jubilados no tiran nada, ellos son auténticos especialistas en estos menesteres, además como no tienen mucho que hacer les encanta hacer cola en cualquier sitio que repartan algo, lo mismo les da que regalen tomates que la sardinada de las fiestas municipales, allí están ellos, impenitentes, desafiando a los elementos.

Por eso tengo mis teorías sobre la composición de los caramelos, por los efectos que producen en la gente dudo mucho de que se trate de jarabe de glucosa con algún aditivo para darles sabor y color. Yo creo que los caramelos de la cabalgata están llenos de drogaina, si no cómo se explica que he visto a un señor arrebatarle uno a un niño con los ojos inyectados en sangre, a otro pisarle a un abuelo la mano y ni por esas lo soltó, a un grupo lanzarse en plancha a por ellos como peces a los que echan pan. Es lamentable, y encima seguro que luego los tiran porque a su edad deberían vigilar el azúcar. Por eso proclamo: ¡Niños que vais en las carrozas, francotiradores edulcorados, el año que viene tirad a matar!

martes, 5 de enero de 2010

Paraíso perdido


No existe sensación de pérdida más grande que la añoranza de lo no has llegado a tener. Y solo estoy hablando de añoranza, porque por suerte jamás he perdido nada que me hiciese desgarrarme por dentro y llorar sin lágrimas, que es la forma más triste de llorar. Por supuesto no me refiero a las personas, las personas no se pierden, unas nos dejan voluntariamente y otras simplemente abandonan su cuerpo y se instalan en nuestros recuerdos, es una cadena que por desgracia no deja de crecer hasta que un día somos uno de los eslabones y pasamos a habitar en la memoria de los que nos quieren.

Antes de que yo naciera, el destino ya había tirado los dados por mí, y desde luego la jugada no era ganadora, ni mucho menos. A lo mejor era mala suerte sin más, la mala suerte existe, pero me fastidia admitirlo porque el victimismo justificado con mala suerte es bastante patético, yo prefiero pensar que los dados estaban trucados y que mis desdichas son fruto de la injusticia. A fin de cuentas la injusticia vende más que la lástima, si eres víctima de la mala suerte no te quedan más que ganas de lloriquear, pero si eres víctima de la injusticia tu mente clama venganza y no descansa hasta el desquite. El ansia de la venganza puede justificar una vida, pero no es mi caso, a pesar de todo yo me siento muy afortunado.

Yo vengo de la estirpe de los que no tenían nada, porque les toco vivir en un mundo en el que lo único que sobraba era la miseria, donde no había que mirar a lejanos países africanos para saber lo que era el hambre, donde se trabajaba desde niño y en el que la única posibilidad de prosperar en la vida era emigrar lejos de la tierra que vio nacer a tus padres. Una tierra abandonada a su suerte y a la que acostumbraron a vivir de las limosnas, porque la única inversión útil era en miedo y en ignorancia, para de esa manera poder seguir sometiendo al capricho de unos pocos el porvenir de muchos, de los nacidos y los que naceríamos después. Si pensamos que nuestros trabajos son precarios pensad en como era el del que iba a una plaza esperando que un señorito feudal le diese un jornal, cuantas veces tendrían que agachar la cabeza para que les siguieran llamando al día siguiente.

Pero nosotros ya no nacimos allí porque las piedras no podían alimentar a tanto estómago famélico, y siendo proyectos de vida nos robaron el poder vivir rodeados de escarpadas montañas y valles sembrados de huertas y vegas por las que corrían como niños traviesos mil arroyos de aguas claras y refrescantes. Nos robaron nuestro acento al hablar, nos robaron el crecer jugando con nuestros primos, nos robaron el pasado y los recuerdos no vividos. Nos cambiaron todo eso por la distancia, por el asfalto y los edificios de protección oficial en barrios apartados de pueblos periféricos, nos cambiaron el olor de jaras, quejigos y encinas por el de la gasolina, las alcantarillas y la comida recalentada. Todo eso nos robaron para quedárselo ellos.

Y nací sin que a nadie le importase mi derecho a la vida, solo a los de mi sangre, y en mi ignorancia infantil crecí acomplejado por la sensación de ser pobre, aunque realmente nunca me faltó nada de lo realmente importante, ni en lo material ni en lo afectivo. Ahora me avergüenzo de mí mismo porque yo era inmensamente rico y todas mis frustraciones eran por hechos y objetos sin importancia. Me enseñaron a valorar las cosas y a comprender que no es más rico el que más tiene, comprendí la importancia de tener una buena formación que me permitiera salir de la rueda en la que habían obligado a girar a los míos, me hicieron respetar a lo público, porque lo público es el único recurso de los que no tienen derecho a elegir, me hicieron tener conciencia de clase y lo digo con orgullo. Y por eso me siento millonario, poderoso y afortunado, y llevo la cara alta y lucho por recuperar lo que no tuve, para que los que ya han venido y vendrán sepan lo valientes que fueron sus abuelos y recuperen junto a ellos su pasado y su memoria.

Y siento desprecio por los responsables de aquello, lleven galones, alzacuellos o corbatas, estén vivos o muertos, odio a los que condenaron a una tierra a la miseria a base de represión, hambre y miedo, maldigo a los egoístas que como sacos sin fondo reclamaban para sí todo sin importarles a quién se lo estaban robando, a los señoritos cortijeros y a los malnacidos que ahora miran por encima del hombro y amenazan con independizarse a pesar de haber prosperado con el sudor ajeno, pero que callaban a cambio de que les llenasen los bolsillos, me avergüenzo de los nuestros que ahora reniegan allí de nosotros y me apiado de ellos porque han olvidado lo que son y están huecos. Porque no existe mayor miseria que ver a los jóvenes dejar su tierra y desperdiciar su potencial y su talento, lo pienso cada vez que veo a un africano vender gafas de sol en el metro mientras que los campos de sus países quedan yermos. En el fondo yo me sentiré siempre inmigrante aunque tenga ojos claros y no sea negro.

domingo, 3 de enero de 2010

Carta a los Reyes Magos



Queridos Reyes Magos: (ya empiezo mintiendo…)

No sé si os acordaréis de mí, hace ya un montón de años que no os escribo, tampoco pongáis cara de reproche porque no le han dado tantas oportunidades como yo os he dado a vosotros ni a la defensa del Atleti, y a pesar de eso nunca habéis dado ni una. Es más, dudo de que seáis ni magos ni nada, lo que sois es unos farsantes de cuidado, desde que no os escribo mis padres, con muchos menos medios, me han hecho regalos muy parecidos a los vuestros e incluso mejores, sabiendo que eran suyos me han parecido los regalos más maravillosos del mundo.

Después de todas las desilusiones que me habéis hecho pasar, lo único que me motivaba la noche de reyes era poneros en la puerta las zapatillas sin marca que me habíais regalado el año anterior pensando que os daríais cuenta de vuestro error y las cambiaríais por las buenas, si claro, menudo renacuajo iluso que era yo, de error nada, ahora tengo clarísimo que era con premeditación y recochineo. O eso o sois tontos del culo o no habláis mi idioma o cualquier combinación de las anteriores. Sé que la palabra scalextric es un poco complicada, pero pensando en facilitaros las cosas os hacía un dibujo de puta madre del mismo, pero ni por esas. A mis amigos del colegio sí que se los dejabais pedazo de cabrones y eso que lo escribían lleno de faltas de ortografía sin equis y sin nada. En esta vida ser bueno y aplicado no tiene recompensa, si hubierais tenido un mínimo de dignidad me habríais dejado carbón, eso hubiera sido un mensaje claro de que iba por el mal camino, ahora posiblemente sería un delincuente feliz, ¡me habéis hundido la vida!

Por vuestra culpa además soy republicano, cada vez que pienso en las tropelías que habéis hecho conmigo se me atraviesa hasta el rey del anuncio de Burguer King. Total, vosotros y su majestad JC I no trabajáis más que una noche al año, si se le puede llamar trabajar a leer el discurso de nochebuena o dejar unos regalitos, además os parecéis mucho en el gusto por el licor, ¡manda huevos!, encima que erais unos ineptos os tenía que dejar unas copichuelas para que os las bebierais a mi salud y recuperaseis fuerzas, pues que sepáis que escupía dentro. El agua de los camellos si que era limpia y fresca, total, si los camellos que traíais eran los mismos que andaban por la calle medio colgados pidiéndonos cinco duros y quitándonos el reloj no merecía la pena adulterar el agua, esos el agua ni la probaban, como mucho se pegarían con vosotros por el anís y el coñac.

De todas formas andaros con ojo, porque aunque salís en la foto de todos los belenes y os consideran hombres buenos y sabios eso puede cambiar. ¿Unos tíos con barba, disfrazados y en carroza?, uyuyuyuy, yo os he visto en la cabalgata, cierto, pero saludando en el desfile del día del orgullo gay vestidos en cuero. No es que me importe pero como me chive de vosotros os van a echar a patadas del portal, no os imagináis como está de rigurosa la santa madre iglesia con esos temas, como poco os cae una excomunión retransmitida en directo por Telemadrid y oficiada por monseñor Rouco Varela, la reencarnación tipo Dalai Lama de Torquemada. El año que viene en el mercadillo de la Plaza Mayor van a vender figurillas de los Village People para suplir vuestros puestos.

Lo que más me jode del asunto es que ahora que tengo un hijo me obligan a que no le cuente lo impostores que sois. Por mí os podían zurcir la capa y las mallas, pero si descubro la mentira de vuestra existencia corro el riesgo de pasar por un ser despiadado y sin sentimientos. Desde luego para lo patanes que sois tenéis buena prensa, “los reyes es la ilusión más grande que hay en el mundo”, ya, será para la buena de Leticia, aunque seguro que lo suyo fue por amor. Como no me fío un pelo de vosotros tendré que hacer yo el trabajo sucio, aunque sus majestades se lleven todo el mérito. Este año todavía no merece la pena hacer grandes dispendios por vuestra causa, pero el año que viene ya tengo fichado un scalextric con coches de rally que quita el hipo.

Por cierto, este año no he sido bueno, ahorraos el viaje, saludos.

JJ

viernes, 1 de enero de 2010

Escáner corporal


Si existe una cosa poco apetecible en este mundo es volar a los Estados Unidos, a mí eso de que me tomen por terrorista hasta que no se demuestre lo contrario me toca mucho las narices. Y sé de lo que hablo, no es que haya viajado muchas veces allí pero con las que me ha tocado ir creo que tengo suficientes para toda la vida. Entiendo que tiene que ser un golpe muy duro que unos hijos de puta te revienten el salón de casa y te dejen en evidencia delante de los vecinos, pero de eso a la absoluta prepotencia que demuestran hacia los demás va un trecho muy grande, como cantaban los Beatles: “And in the end the love you take is equal to the love you make”. Y es una pena porque el país es fascinante.

La primera vez que pisé allí tuve “gratas” experiencias en el aeropuerto de Newark. Pese a intentar ser lo más amable y educado que pude acabé encañonado por un angelito de la Guardia Nacional que ni se molestó en retirar el dedo del gatillo. ¿Mi crimen?, pues llevar un diccionario de inglés en el trolley que el gañan del escáner no supo interpretar. La escena vista ahora es hasta graciosa, un abuelete mirando el escáner y un chavalín de ayudante, miran la pantalla y al ver mi libro se ponen a dar gritos como monos, en dos segundos ya tenía un cañón apuntándome mientras me pedían abrir el trolley muy despacio. “Granpa it’s just a book”, dijo el jovenzuelo mientras se descojonaba al ver el diccionario, pero ni por esas me libré de ser encañonado, hasta que no me descalzaron, me medio desvistieron, me hicieron encender el ordenador y me pasaron el detector de explosivos no me dejaron en paz.

Podría contar varias experiencias por el estilo pero no voy a hacerlo porque no pretendía hablar de ello hoy, simplemente me he dejado llevar por la indignación contenida, de lo que iba a hablar es del escáner corporal, ¡acojonante! Para evitar que algún malaje se cuele forrado de explosivos en un avión mientras que silba haciéndose el despistado “soy barrenero porque a mí nada me espanta”, van a instalar unos escáneres que literalmente te desnudan. Ya hay quien ha puesto el grito en el cielo clamando por la falta de intimidad que eso supone, pues sí, tienen toda la razón, aunque a mí me la sopla, el momento del escaneo va a ser mucho más traumático para el que me vea desnudo que para mí. Y no porque sea un Rocco Siffredi (¡jo, ese si que tiene que pasar orgulloso por el arco!), ¡qué va!, es que mis michelines son dignos de un campeonato del mundo y difíciles de ver.

Afortunadamente aún no han descubierto un escáner que desnude los cerebros en los aeropuertos, eso sí que sería a la vez vergonzoso y pornográfico. Si se llegara a inventar el cacharro podríamos hacer una versión tipo radiografía del cerebro de Homer Simpson. Al bueno de Homer por lo menos le vieron un cerebro, pequeño, sí, pero por pequeño que sea un cerebro es un cerebro. Lo digo porque si me pasaran ese escáner a mí, lo más que verían sería el vacío absoluto, lo que yo tengo dentro de la cabeza debe ser una especie de agujero negro que se ha ido tragando toda mi materia gris. No debo ser el único, otros enseñarían orgullosos su relleno de paja, de serrín, de pajaritos o de mariposas.

Pero el escáner que a mí me encantaría que pusieran en los aeropuertos sería aquel que desnudara los pensamientos, a pesar de que, aunque parezca mentira, yo saldría peor parado que en el escáner corporal. Y eso que existe gente a la que no le hace falta ningún aparato para saber que piensan en cada momento. Tengo fichadas dos modalidades, están los palizas que les preguntas la hora y terminan contándote hasta de que color llevan la ropa interior (yo mismo soy un poco así) y están las radios humanas. Un terrorista paliza no tendría mucho futuro, le preguntas si se ha quitado el cinturón y te acaba contando hasta lo que cenó anoche Bin Laden, la putada es que esta gente como no da perfil de terrorista acaban convirtiéndose en tu tía la pesada, en el pescadero insoportable o se montan un blog. Las radios humanas funcionan sin pilas, son peores que el conejo de duracell, son personas que tienen la necesidad de ir narrando sin parar lo que les pasa por la cabeza, “verás como se tropieza”, “¡coño, cómo quema!”, “me pica un huevo”, todo lo radian, si fueran mudos se morirían de un shock fulminante, pero como no lo son los que corremos el riesgo de morir de un shock por soportarlos somos nosotros.