Existen cosas en este mundo que son una mera cuestión de fe, como la propagación de las ondas o el vuelo de los aviones. Bueno, a lo mejor las ondas en sí no, porque negar a estas alturas que las ondas existen es de ser bastante gilipollas, pero ¿alguien ha visto una onda surcar los cielos?, yo no, ¿y de qué están compuestas? porque vale, puedo entender una onda en el agua, es fácil, tiras una piedra a un estanque y allí aparece, me cuesta más trabajo entender las ondas sonoras aunque he visto mil veces las cuerdas de un violín vibrar y he jugado a hablar por dos vasos unidos por un trozo de lana, pero ¿una onda electromagnética transportando energía y atravesándonos a cada momento?, ¡qué barbaridad! Podrán decir lo que quieran D’Alembert y Schrödinger pero para el común de los mortales eso es ciencia ficción, de hecho todo lo que Estratón de Lampsaco o Anaximandro de Mileto no fueron capaces de comprender a mi entender no existe y para la mayoría tampoco.
Y pongo el ejemplo de las ondas porque, además de ser didáctico, gracias a las ondas nos hemos convertido en la sociedad globalizada en la que vivimos, y eso ha pasado casi sin darnos cuenta y sin que nos pidan permiso; estoy seguro de que a nadie se le ha acercado un señor muy educado preguntándole “¿quiere usted globalizarse?, ¿no?, pues cómprese un bosque y piérdase en él”. Esa respuesta a mí me tentaría aunque cada vez quedan menos bosques en los que perderse. Si nos fijamos casi toda la información que circula por el mundo viaja por ondas y por haces de luz. Ya solo se deben salvar las cartas del banco y los recibos varios, que son los que deben mantienen vivos a los de correos. Se me ocurre un chiste malísimo pensando que muchas cartas viajarán en Honda, aunque eso también era antes, cuando ser cartero me parecía un trabajo cojonudo solo por poder conducir una moto amarilla. Ahora las cartas viajan en un carrito de la compra propulsado por carteros desmotorizados y sin casco.
Porque hoy todo es wifi, wireless, wimax, GSM, GPS, 3G, 4G, bluetooh, ondas p’arriba, ondas p’abajo, satélites, fibras ópticas por las que corren desenfrenados haces de luz que atraviesan ciudades, países, continentes y hasta los océanos. No tenemos ni puta idea de cómo sucede pero lo damos por supuesto con la mayor felicidad y nos parece de lo más natural, si tu teléfono no puede conectarse a Facebook, eres un troglodita y un paria tecnológico, en mi juventud podían discriminarte por no llevar ropa de marca pero hoy en día tienes que tener ropa de marca y un iPhone, manda huevos, cada día es más difícil sobrevivir en la jungla digital. Y hemos pasado de rebobinar cintas de ACDC con un boli, para no gastar pilas, a descargárnoslas por Internet y almacenarlas en un mp3 en el que caben miles y además no ocupan nada. ¿Trivial? Pues a mí se me caen las pelotas de pensarlo.
Y compramos y vamos exigiendo cada vez más megas, gigas y teras con la naturalidad del que se compra una docena de huevos, y un huevo es tangible y a veces hasta comestible, pero ¿qué es un giga de memoria?, porque nos han contado el rollo del silicio, el de los bits llenos de ceros y de unos, el diodo, el transistor, ¿pero como entra un cero en un trozo de silicio?, mucho hablar de semiconductores pero ni el tato sabe como funcionan. Y si supiera meter bits en trozos de silicio, luego tendría que aprender a sacarlos y a que tomen la forma de una foto en una pantalla LCD que ni Dios sabe tampoco como va el LCD, pero ya está obsoleto y lo que pita es el LED y hasta diremos que el LCD es una mierda porque es lo que toca. Posiblemente lo diga el mismo listillo que afirmará que todo es cuestión de la ALU, de la CPU, del bus de datos y del bus de proceso, y que está chupado y lo sabe cualquiera, ya, ¡te reto dos veces a que me lo expliques!
Porque vamos dando todo por supuesto sin sorprendernos de nada y no damos a las cosas la verdadera importancia que tienen. Desde tener agua fresca y limpia saliendo de un grifo hasta a hablar por teléfono móvil con alguien de la Cochinchina, todo es de serie y natural. Y estamos perdiendo la curiosidad y lo queremos todo hecho, sin esfuerzo y sin buscar ni un porqué y yo por ahí no paso aún con el riesgo de parecer un cascarrabias tocapelotas y preguntón. Ahora mismo no dejo de preguntarme por nuestro cerebro, ¿cuántos gigas tiene? ¿dónde almacena la información? ¿cómo la procesa? ¿qué hace que algo nos guste o que seamos bordes? ¿emitimos ondas? ¡Uf!, espero que no.
Y pongo el ejemplo de las ondas porque, además de ser didáctico, gracias a las ondas nos hemos convertido en la sociedad globalizada en la que vivimos, y eso ha pasado casi sin darnos cuenta y sin que nos pidan permiso; estoy seguro de que a nadie se le ha acercado un señor muy educado preguntándole “¿quiere usted globalizarse?, ¿no?, pues cómprese un bosque y piérdase en él”. Esa respuesta a mí me tentaría aunque cada vez quedan menos bosques en los que perderse. Si nos fijamos casi toda la información que circula por el mundo viaja por ondas y por haces de luz. Ya solo se deben salvar las cartas del banco y los recibos varios, que son los que deben mantienen vivos a los de correos. Se me ocurre un chiste malísimo pensando que muchas cartas viajarán en Honda, aunque eso también era antes, cuando ser cartero me parecía un trabajo cojonudo solo por poder conducir una moto amarilla. Ahora las cartas viajan en un carrito de la compra propulsado por carteros desmotorizados y sin casco.
Porque hoy todo es wifi, wireless, wimax, GSM, GPS, 3G, 4G, bluetooh, ondas p’arriba, ondas p’abajo, satélites, fibras ópticas por las que corren desenfrenados haces de luz que atraviesan ciudades, países, continentes y hasta los océanos. No tenemos ni puta idea de cómo sucede pero lo damos por supuesto con la mayor felicidad y nos parece de lo más natural, si tu teléfono no puede conectarse a Facebook, eres un troglodita y un paria tecnológico, en mi juventud podían discriminarte por no llevar ropa de marca pero hoy en día tienes que tener ropa de marca y un iPhone, manda huevos, cada día es más difícil sobrevivir en la jungla digital. Y hemos pasado de rebobinar cintas de ACDC con un boli, para no gastar pilas, a descargárnoslas por Internet y almacenarlas en un mp3 en el que caben miles y además no ocupan nada. ¿Trivial? Pues a mí se me caen las pelotas de pensarlo.
Y compramos y vamos exigiendo cada vez más megas, gigas y teras con la naturalidad del que se compra una docena de huevos, y un huevo es tangible y a veces hasta comestible, pero ¿qué es un giga de memoria?, porque nos han contado el rollo del silicio, el de los bits llenos de ceros y de unos, el diodo, el transistor, ¿pero como entra un cero en un trozo de silicio?, mucho hablar de semiconductores pero ni el tato sabe como funcionan. Y si supiera meter bits en trozos de silicio, luego tendría que aprender a sacarlos y a que tomen la forma de una foto en una pantalla LCD que ni Dios sabe tampoco como va el LCD, pero ya está obsoleto y lo que pita es el LED y hasta diremos que el LCD es una mierda porque es lo que toca. Posiblemente lo diga el mismo listillo que afirmará que todo es cuestión de la ALU, de la CPU, del bus de datos y del bus de proceso, y que está chupado y lo sabe cualquiera, ya, ¡te reto dos veces a que me lo expliques!
Porque vamos dando todo por supuesto sin sorprendernos de nada y no damos a las cosas la verdadera importancia que tienen. Desde tener agua fresca y limpia saliendo de un grifo hasta a hablar por teléfono móvil con alguien de la Cochinchina, todo es de serie y natural. Y estamos perdiendo la curiosidad y lo queremos todo hecho, sin esfuerzo y sin buscar ni un porqué y yo por ahí no paso aún con el riesgo de parecer un cascarrabias tocapelotas y preguntón. Ahora mismo no dejo de preguntarme por nuestro cerebro, ¿cuántos gigas tiene? ¿dónde almacena la información? ¿cómo la procesa? ¿qué hace que algo nos guste o que seamos bordes? ¿emitimos ondas? ¡Uf!, espero que no.