Hoy escribo para deciros
que estoy preocupado por José Antonio ¿no le recordáis? Era el
ángel custodio que
hace un año nos escribió en términos muy corteses para
informar a los jubilados de mi familia que les subía la pensión un
magro uno por ciento. ¡Ay, José Antonio! Eran buenos tiempos y
ahora me arrepiento de haber dudado de tus intenciones. Por favor,
José Antonio, si me lees deja un pequeño mensaje, por nuestra
tranquilidad, dinos que estás bien, cuéntanos a que dedicas ahora
el tiempo libre.
Y me preocupo porque mi
padre y mi abuela han vuelto a recibir la misma carta, pero él ya no
la firma, ahora la firma una señora llamada María Eugenia Martín,
a la que por abreviar a partir de ahora llamaré Doña Mema, para que
vea que nosotros somos tanto o más efusivos que ella en la carta que
nos dirige, y nos permitimos usar tan cariñoso apócope sabiendo que
seguro no le molesta. Porque sí, ahora resulta que la Directora
General de la Seguridad Social es Mema y no José Antonio, al que
confieso que echaremos de menos.
Pero entendemos su cese,
era un derrochador que iba subiendo las pensiones a los viejos a lo
loco, usando los antiguos métodos que permitían hacer subidas con
parte entera y parte decimal, cuando lo que se lleva ahora son las
nuevas fórmulas de revalorización que garantizarán que nuestros
mayores no vean congeladas sus pensiones aún a riesgo de ver
congeladas sus casas. Pero nosotros no dudamos de que es por su bien,
para que puedan recordar sus tiempos mozos en los que las pasaban
canutas, que las comodidades ablandan el espíritu y que es mejor
para el cerebro echar cuentas de cómo llegar a fin de mes
descontando lo que ahora tienen que pagar además por los
medicamentos.
Veo que Doña Mema (la
Mema en Catalá) era directora de empleo de la comunidad de Madrid,
eso es lo que yo llamo tener unas magníficas referencias para su
nuevo cargo, sin contar que antes había sido senadora y diputada, lo
que se dice una mujer de nuestros días, conocedora sin duda de la
opípara realidad de mi padre y de mi abuela. Se nota al leer su
carta, aunque ha utilizado exactamente las mismas palabras que su
predecesor, algo que un malintencionado se lo afearía con un “eso
se lo dice usted a cualquiera”; pero a ella se le nota que lo hace
en nombre del bien universal. Por eso le complace informar a mis
mayores que les va a subir un cero coma veinticinco por ciento la
pensión, además le es grato comunicarles la nueva cuantía a
percibir y ya puesta aprovecha para ofrecerles los servicios de su
Instituto, el INSS.
Y si os creéis que tan
grata noticia la podía dar cualquiera estáis errando, porque sólo
puede ser Mema la que envíe una carta en esos términos, porque la
cosa no se queda ahí, que va, ella es tan escrupulosa en su tarea
que a mi abuela sólo le va a subir ese potosí en la mitad de su
pensión, porque los otros trescientos eurazos son un complemento a
mínimos. Y hace falta ser Mema para saber que a los mayores hay que
darles lo mínimo, que luego engordan y eso es muy malo. Total, que a
mi abuela es como si le hubiese tocado la lotería a sus 84 años, y
si no me creéis ya veréis lo contentos que se ponen los del banco
donde domicilia la pensión cuando vean que, ahora, disponen de
23.465 millones de euros pagados por todos más ochenta y dos
céntimos que son lo que le sube a mi abuela el gobierno.
Pero Doña Mema no es la
única que nos ha escrito, qué va, este año lo ha hecho además la
Sra. Ministra de Trabajo y jefa suprema de la(s) SS, Fátima Báñez
García (a la que llamaremos Doña Fea con afecto), actuando como
telonera epistolar y compartiendo el mismo sobre que Doña Mema.
Porque son épocas de recortes y podemos permitir que tiren el dinero
tan espléndidamente con nuestros mayores, pero jamás se lo
perdonaríamos a Doña Fea y a Doña Mema si se lo gastan al buen
tuntún en sobres y cartas. Sólo les ha faltado incluir en las
cartas una estampita de la Virgen del Rocío, para que
rezándole lleguen a comprender que la dichosa fórmula de marras es
mano de santo, aunque tal vez no hubiera funcionado porque mi abuela
cree más en la Virgen del Carmen y mi padre nos ha salido un poco
ateo.