Al fin he encontrado la manera de disfrutar de unas merecidas vacaciones y no he tenido ni que negociarlas ni suplicarlas ni nada de eso, ¡qué va!, todo ha sido mucho más fácil, sólo he tenido que enfermar de gripe. Hoy en día es decir esa palabra y las puertas del cielo se abren de par en par, y no me refiero al sentido literal de la palabra, tocaremos madera, me refiero a que te dan un parte de baja más rápido de lo que tarda ZP en decir una cosa y luego rectificarla.
Aunque parezca increíble yo nunca había estado antes enfermo de gripe, de hecho rara vez he tenido fiebre en mi vida, mi temperatura corporal no suele superar los 36 grados, confirmando que soy un animal de mente calenturienta pero de sangre fría. Por eso cuando me he puesto el termómetro y he visto que casi tenía 39 me he acojonado y me he ido a urgencias.
Ir a urgencias es un poco como irse de misiones, te despides de la familia como si nunca más la fueras a ver, y es que lo que te pueda pasar allí y el tiempo que tardes en salir es impredecible. ¿Habéis pensado en por qué no dejan pasar acompañantes a urgencias? Pues está clarísimo, no es porque se masifiquen ni pamplinas por el estilo, total, ese es su hábitat natural, unas buenas urgencias que se precien deben tener sus pacientes quejándose de que llevan varias horas sin que nadie les atienda y sus filas de camillas en los pasillos, nada decora mejor un interior que una camilla con un anciano que lleva toda su vida cotizando a las SS. La verdad es que simplemente no dejan pasar a nadie porque no quieren testigos adicionales de sus tropelías.
Volviendo al tema en cuestión, me había hablado mi padre de un centro de urgencias cerca de casa en el antiguo ambulatorio del barrio, puestos a arriesgar mejor ir cerca que lejos y como ya contaba con que no me iban a hacer ni puto caso y me mandarían al hospital no tenía mucho que perder. Cuando he entrado estaba absolutamente vacío y he tenido que mirar bien todos los carteles por si me había equivocado de sitio o eran alucinaciones por la fiebre, pero no, lo ponía bien claro, centro de urgencias. ¡Acojonante! Antes hubiera creído ver a un orangután cantar ópera a semejante despilfarro en el servicio madrileño de salud. Está claro que Esperanza no está enterada de tamaña irregularidad en su programa de destrucción de la sanidad pública.
Al acercarme al mostrador una amable recepcionista me ha preguntado los motivos que me han llevado a perturbar su paz de monasterio, “creo que tengo gripe”, ha sido mi respuesta, al preguntarme por los síntomas he estado tentado de decirle que echaba rayos gamma por las orejas y escupía bolas de fuego, pero no, resignadamente se los he explicado. Existe un diálogo de lo absurdo que es parte de un protocolo que no comprendo, la respuesta de la señora seguro que la podéis adivinar todos a poco que os esforcéis, “pues tiene pinta de gripe”, ha dicho mientras me ofrecía una mascarilla, elemental, querido Watson. Ya deberíais saber que yo soy asocial y no tengo necesidad de establecer conversaciones de cortesía con desconocidos.
Más tarde al entrar en la consulta he disfrutado de algo que no sabía ni que existiese, un médico haciendo su trabajo en estado natural, sin prisas por tener que atender un paciente cada dos minutos. El diagnóstico, posible gripe A, no hay forma de saber si lo es o no sin hacer un análisis y con la que está cayendo ya no se hacen. El médico me ha contado también que esto de la gripe A es una milonga, que no deja de ser una gripe más y que no me preocupe, que en una semana estaré como nuevo. Eso espero.
De momento solo puedo decir que no es tan horrible el lobo como lo pintaban, estoy jodido, sí, pero creo que en dos o tres días estaré mejor. Ardo en deseos de ver las caras de pánico de mis compañeros de trabajo cuando me acerque a ellos, si se me ocurre estornudar igual provoco hasta algún ataque al corazón. Es paradójico pensar que no fui a México para no contagiarme de gripe A y al final la gripe ha venido a mí, lo que ha de ser ha de ser y además es inevitable, diría alguien. Lo que no es paradójico es que yo enferme de algo que comenzó llamándose gripe porcina y es que a todo cerdo le llega su San Martín.
Aunque parezca increíble yo nunca había estado antes enfermo de gripe, de hecho rara vez he tenido fiebre en mi vida, mi temperatura corporal no suele superar los 36 grados, confirmando que soy un animal de mente calenturienta pero de sangre fría. Por eso cuando me he puesto el termómetro y he visto que casi tenía 39 me he acojonado y me he ido a urgencias.
Ir a urgencias es un poco como irse de misiones, te despides de la familia como si nunca más la fueras a ver, y es que lo que te pueda pasar allí y el tiempo que tardes en salir es impredecible. ¿Habéis pensado en por qué no dejan pasar acompañantes a urgencias? Pues está clarísimo, no es porque se masifiquen ni pamplinas por el estilo, total, ese es su hábitat natural, unas buenas urgencias que se precien deben tener sus pacientes quejándose de que llevan varias horas sin que nadie les atienda y sus filas de camillas en los pasillos, nada decora mejor un interior que una camilla con un anciano que lleva toda su vida cotizando a las SS. La verdad es que simplemente no dejan pasar a nadie porque no quieren testigos adicionales de sus tropelías.
Volviendo al tema en cuestión, me había hablado mi padre de un centro de urgencias cerca de casa en el antiguo ambulatorio del barrio, puestos a arriesgar mejor ir cerca que lejos y como ya contaba con que no me iban a hacer ni puto caso y me mandarían al hospital no tenía mucho que perder. Cuando he entrado estaba absolutamente vacío y he tenido que mirar bien todos los carteles por si me había equivocado de sitio o eran alucinaciones por la fiebre, pero no, lo ponía bien claro, centro de urgencias. ¡Acojonante! Antes hubiera creído ver a un orangután cantar ópera a semejante despilfarro en el servicio madrileño de salud. Está claro que Esperanza no está enterada de tamaña irregularidad en su programa de destrucción de la sanidad pública.
Al acercarme al mostrador una amable recepcionista me ha preguntado los motivos que me han llevado a perturbar su paz de monasterio, “creo que tengo gripe”, ha sido mi respuesta, al preguntarme por los síntomas he estado tentado de decirle que echaba rayos gamma por las orejas y escupía bolas de fuego, pero no, resignadamente se los he explicado. Existe un diálogo de lo absurdo que es parte de un protocolo que no comprendo, la respuesta de la señora seguro que la podéis adivinar todos a poco que os esforcéis, “pues tiene pinta de gripe”, ha dicho mientras me ofrecía una mascarilla, elemental, querido Watson. Ya deberíais saber que yo soy asocial y no tengo necesidad de establecer conversaciones de cortesía con desconocidos.
Más tarde al entrar en la consulta he disfrutado de algo que no sabía ni que existiese, un médico haciendo su trabajo en estado natural, sin prisas por tener que atender un paciente cada dos minutos. El diagnóstico, posible gripe A, no hay forma de saber si lo es o no sin hacer un análisis y con la que está cayendo ya no se hacen. El médico me ha contado también que esto de la gripe A es una milonga, que no deja de ser una gripe más y que no me preocupe, que en una semana estaré como nuevo. Eso espero.
De momento solo puedo decir que no es tan horrible el lobo como lo pintaban, estoy jodido, sí, pero creo que en dos o tres días estaré mejor. Ardo en deseos de ver las caras de pánico de mis compañeros de trabajo cuando me acerque a ellos, si se me ocurre estornudar igual provoco hasta algún ataque al corazón. Es paradójico pensar que no fui a México para no contagiarme de gripe A y al final la gripe ha venido a mí, lo que ha de ser ha de ser y además es inevitable, diría alguien. Lo que no es paradójico es que yo enferme de algo que comenzó llamándose gripe porcina y es que a todo cerdo le llega su San Martín.
7 comentarios:
hola juanjo! de modo que las sospechas eran ciertas, y yo tratandote como a un humano más, sin tener en cuenta que ahora debe haber una de chuletas Juanjiles de lo más sabrosas, a temperatura ambiente. Ya te ofrecí beber de mi vaso, y cobardemente sólo le hablaste a mi cogote. Ahora tendré que esperar my fate. Y sí, lo que ha de ser ha de ser, en caso contrario tenemos a J.J. Benitez.
gripe A... 39 celsius de fiebre... la misma calidad literaria en tu blog. o bien es gripe cuentitis, o lo más seguro, mentalmente estás siempre igual de enfermo, y unos grados de más no cuecen tu cerebro cual yogurt en las manos sudadas de un seminarista.
Mi cabeza ya está así de mal de fábrica, creo que es indiferente a la temperatura, otra cosa es el cuerpo, pero de eso mejor no hablar. Eso sí despues de esta difamación pública pienso que debí aceptar beber de tu vaso :)
jeje... es una pena que no estes en el curro. aunque así me cicatrizan un poco las marcas de tu látigo. un abrazo y cuidate mucho, espero que tu santa esposa tenga suficiente para aguantar a dos milla at once.
Se están adelantando a tu llegada con mascarillas...vuelve pronto que me quiero reir. ánimo.
Pues terminó la experiencia, ya soy oficialmente un superviviente de la gripe A. En resumen son tres días y medio de fiebre seguidos de una especie de catarro. Nada de lo que a priori preocuparse. Para tranquilidad del persona el médico me ha dicho que a las 24 horas de dejar de tener fiebre ya no se contagia, aunque tampoco es que espere besos y abrazos de alegría por mi recuperación :)
Has vuelto al curro y sin una mísera mascarilla, ¡qué desilusión!....
Bea
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