Cuando llegué a la universidad era un tío raro y melenudo que se había criado en el barrio del otro lado de la vía. En la primera clase me senté en la última fila y me puse a leer el periódico, sin hacer el menor intento por relacionarme con nadie. Así me recuerdan mis amigos.
Por eso, cuando todos los grupos se iban formando imagino que por algún tipo de afinidad que yo no veía, yo seguía más solo que la una compartiendo viajes en el autobús 450 con otro tío todavía más raro que yo, al que unos años más tarde apodábamos “el digodigo” por su forma de hablar digna del Gallo Claudio. Con el tiempo, y eso significa un largo proceso que más o menos duró un año, comencé a relacionarme con un grupo que, la verdad, de sociable tenía poco. Sería por eso de que Dios los cría y ellos solos se juntan. No éramos muchos, seis fijos y algunos que iban y venían, atraídos o repelidos por nuestra forma de ser, éramos ácidos de cojones, lo seguimos siendo.
¿Chicas? Una o ninguna, tanto era así que los agradecimientos de mi amigo A eran “para mis compañeras que con su indiferencia me han dejado largas horas para el estudio”. Eso no era verdad del todos, porque lo de largas horas para el estudio en nuestro caso era una licencia poética.
Hace trece años que terminamos la universidad, sorprendentemente, porque como he adelantado éramos unos vagos que no daban ni chapa, lo nuestro era irnos a jugar al baloncesto, al ajedrez y al mus. Cuando conseguimos un despacho para la asociación que nos servía de tapadera lúdica, con ordenadores, equipo de música y conexión a Internet, algunos no volvimos a ir a clase más, y en mi caso eso significa que no pisé una clase de la escuela desde mi primer tercero. Es un verdadero milagro que hoy todos tengamos cogiendo polvo un título de ingeniero.
A pesar de lo mucho que ha llovido desde entonces, nos seguimos viendo, no es la misma relación que antes pero es estupendo quedar una vez cada tres o cuatro meses y ver que las cosas siguen funcionando exactamente igual, o mejor, porque vernos es abrir una ventana al pasado libre de problemas y de reproches, lo que nos une ahora son las ganas de vernos y de pasar un buen rato. Dentro de esos ratos es un clásico nuestra cena anual en Casa Hortensia, restaurante asturiano de trato brusco pero de comida abundante, buena y contundente. Nosotros hace tiempo que nos dejamos de inventos que terminaban con el bolsillo y la panza vacíos, desde nuestro último fracaso gastronómico decidimos ir a tiro fijo y cenar invariablemente fabada y chuletón, con un par, llevamos así unos años. Tantos como para darnos cuenta de que ya no somos los mismos, de que nos hacemos mayores y que tanta contundencia a la hora de cenar nos empieza a venir muy grande.
Cuando el viernes entré en el restaurante y vi a mis amigos tomando unos culines de sidra en la barra, fui consciente como nunca del paso del tiempo, sus cabezas pelonas y canosas, más o menos como la mía, dan fe de que ya no somos unos niños, las conversaciones tampoco. Porque antes nuestras conversaciones volvían una y otra vez a aquellos años, que ahora parecen tan felices, de la universidad, nos pasábamos horas riéndonos de las mil anécdotas que tenemos, muchas malvadas, como cuando pegamos una silueta de Batman en uno de los espejos interiores del proyector de transparencias y como no había ni presupuesto para otro ni forma de quitarla, una semana nos pasamos llamando a Bruce Wayne, parece que todavía puedo escuchar nuestras carcajadas y a nuestro profesor de Máquinas eléctricas diciendo la famosa frase de “estos cabrones lo han puesto a conciencia”.
Sin embargo, ahora hablamos de otras cosas, nos contamos nuestros achaques ante un plato de cabrales mientras que llega la fabada, hablamos de que ya no jugamos al baloncesto porque nos duelen las rodillas y recomendamos las mejores medicinas para regenerar los cartílagos, nos lamentamos de que ahora cada dos por tres nos toca ir al dentista, seguimos con el apartado de operaciones varias y rematamos con los resultados de nuestras analíticas mientras que, irónicamente, nos repartimos el lacón y el chorizo. Lo peor viene cuando ya ahítos nos sacan una bandeja con cuatro chuletones perfectamente deshuesados y fileteados. Nos miramos unos a otros con cara de no poder, y no podemos. La foto que acompaña al texto da fe de que nos dejamos más de la mitad y que con vergüenza pedimos una fiambrera para llevárnoslo.
El tiempo pasa, afortunadamente para unas cosas y desafortunadamente para otras. Ya no tenemos que ir a los sitios más cutres de Huertas y Malasaña para tomar algo, ahora nos dejamos sablear con copazos de 14 pavos en sitios en los que sospechosamente somos de los más jóvenes, Gin Tonics, por supuesto, tampoco hacemos de emborracharnos una meta, solo una circunstancia. Comemos chuletón de marca en lugar de bravas y oreja en lugares un tanto siniestros, volvemos a casa en taxi en lugar de ir peregrinando de búho en búho por Cibeles y Príncipe Pío, pero nos falta algo, creo que se llamaba juventud y por algún sitio, sin darnos mucha cuenta, nos la hemos ido dejando.
15 comentarios:
Cómo que nos hemos dejado la juventud?? De eso nada!!
Una cosa es que ya no podamos con lo que podíamos, pero de ahí a perder la juventud...además, que no es nada vergonzoso no poder con fabada y chuletón, que hay que tener moral.
El estómago encoge con los años. Es un hecho y creo que es más traumático en nosotros los hombres que en las mujeres.
Estaba buscando el episodio de los Simpsons en que hace el duelo del chuletón con un camionero, no lo he encontrado, pero he visto este.
A ver cuando quedamos para un chuletón, lo de con fabada... puff no soy tan valiente para cenar fabada...
Una cosa es volvernos viejos, que nos volvemos, y miranos con desidia en el espejo, que tamén...
Pero pedir u tuper para el chuleton eso es delictivo!!!!!!!
Da la impresión de que tienes 75 años por lo menos y no 38...manda eggs!. Cada etapa tiene sus cosas ,tanto buenas como malas, y siempre nos parece que cualquier tiempo pasado fue mejor...pero no, hay que disfrutar del presente y si es comiendo chuletones mucho mejor. ¡Carpe diem!
Eliza
Eyyy Eyyyy Eyyyy vamos a ver...estoy con bichejo, no es nada vergonzoso no poder con fabada y chuletón, sencillamente hay que tener moral y...llevar en ayudas al menos 8 horas antes e lograr no hincar el diente de primeras con ansiedad; porque entonces una engaña al estómago que se cree lleno y no lo está. Lo bueno...hay que comerlo despacio, con ganas, elegancia, y..hambre.
Chico de la Consuelo...yo ya lo pido; evidentemente, en restaurantes de postín no lo he hecho ni lo haré jamás, y te aseguro que no por las ganas...que alguna vez Hermes me ha dado alguna patada debajo de la mesa; pero ahora si me tengo que dejar comida me niego a que acabe en el cubo de la basura, que es donde acaba en menos de un minuto después de que te han quitado el plato de la mesa...lo siento, me lo envuelven y se lo doy al primer mendigo que veo si es en la cena, o me lo llevo a casa si es en la comida, para cenármelo.
Dejémonos de chorradas...hay hambre en el mundo y está todo muy mal repartido.
Juanjo....da la impresión de que te sientes viejo...joooooooerrrr que no llegas ni a los 40!!! que mi pareja es mayor que tu y se siente un chaval!!! stop!!! mal camino.
Cuidarse o tener que cuidarse, no tiene que ser sinónimo de vejez, sino sencillamente...de cambiar un poco el estilo de vida. Nada más ;)
Cambiemos el chip ;)
Lo que más joden de estas ocasiones en las que no puedes ni con una miga de pan y haces una fotografía mental de lo que te dejas en el plato es que....cuando esos días tienes un hambre que te cagas...solo te aparece en el recuerdo y en la mente lo que te dejaste aquel día en el plato...que para mas INRI...estaba que te cagas de bueno!!!!
jejejeje
Besis
Bichejo, yo vivo mi precrisis de los 40, no quiero decir que soy un anciano, pero coño, joven ya no soy, es que me parto de risa cuando leo en las noticias un joven de 38s año muere atragantado por un trozo de chuletón...
ND, sí que encoge, y mucho. La fabada tienes que probarla, así que lo intentamos un sábado o un domingo pero para comer, si te parece bien.
ECDLC, yo no me miro con desidia, ni siquiera pienso que sea el peor momento de mi vida, que los he tenido peores, pero hay lo que hay, mejor irlo asumiendo. A ver, lo del tupper no fui yo, si entro en casa con kilo y medio de chuletón mi mujer me lo tira a la cara, pero siempre quedan esos amigos solterones que ven una oportunidad de ahorrarse un par de días hacer la compra y pensar en la comida. ´Qué santos varones ellos :)
Eliza, que no pienso que soy anciano, pero tampoco un jovenzuelo, en la edad media casi debería estar muerto :) por cierto, fui a verte un par de veces pero no estabas, a ver si un día de estos coincidimos. Besos.
No, en ese sitio hemos llegado a comernos todo esto: Cabrales, chorizo a la sidra, tortilla de la casa, fabada, fabes con almejas (es que uno de mis amigos es musulman y pedimos un puchero de cada cosa), chuletón, merluza y bandeja de postres variados, todo seguido y todo para cenar, eran otros tiempos :) A ver, insisto en que no me siento viejo, pero solo quiero plasmar que sí que se notan los cambios y que el cuerpo ya no es el mismo, pero mentalmente ahora mismo soy un cañón de artillería, con mis comeduras de tarro qu ya sabéis pero tan activo o más que siempre. Así es la vida.
Esteeeeee¿tú no querías perder peso?, es tu oportunidad, ahora ya no te cabe...ni queriendo.
Pero esa carne os la sirvieron así de cruda???? pdecs, creo que tengo el estómago haciendo krumping ;-)
Yo, al revés de toda tu parroquia, te entiendo. Me he visto muy reflejada en tu escrito, desde lo de las conversaciones de colesterol hasta lo de los Gintonics pijos. Otra mención aparte serían las resacas: esas cabronas a los 40 son terroríficas.
Pero es lo que hay. Envejecemos y no hay vuelta atrás. Hay que aceptarlo, los cuerpos cambian, pero las mentes también. Nos serenamos. Y eso también mola.
Y pseudo: una cosa es querer perder peso, y otra morirse en vida. En toda dieta hay que pegarse un capricho de vez en cuando, si no, no hay quien aguante ;-)
Petons!
pseudosocióloga, sí, es una forma de verlo pero yo no funciono así. yo engordo porque cuando tengo ansiedad como compulsivamente, eso significa pasarme un día asaltando cada hora la nevera y haciendo una mezcla atroz de dulce y salado. Comerse un buen chuletón creo que no es pecado y que no engorda :)
salamandra, la carne se sirve así pero la haces en una piedra caliente al gusto del consumidor. Yo debo de tener antepasados lobos o algo así porque me gusta hacerla lo mínimo. Lo de la edad es así sin darle más vuelta a las cosas, pasa y no se puee remediar, que se tiene que aceptar, pues sí, pero tampoco es cuestión de ignorarlo. Ya he dicho que algunas cosas son ahora mucho mejores, otras pues no tanto, c'est la vie :)
Bueno,yo creo que cada etapa tiene su encanto,que quieres que te diga,no echo de menos el salir sin un puñetero duro,pasar frío porque no nos dejaban entrar en este o el otro local, la semana de concentración de exámenes en la facul y otra tanda de cosillas.Yo cumplí 40 este año y me dio un subidón que ni sé.Creo que estoy en la segunda adolescencia( es que la mía fue buena).Que como dicen por ahí,lo importante es el espíritu,y estoy absolutamente de acuerdo.
Cris, por eso he escrito que era una época que ahora parece maravillosa pero que no lo era. Yo tampoco echo eso de menos, bueno algunas cosas sí, las tardes de baloncesto, ser capaz de correr un par de horas por la casa de campo, esas cosas. Pero intelectualmente y sobre todo emocionalmente era un desastre, ahora puedo hacer cosas chulas como decir sin rubor palabras como me importas o te quiero. Cada etapa es verdad que tiene sus costillas :)
A mí se me encogío el estómago cuando acabé la carrera. También apareció ese curioso y cruel fenómeno por el cual cuando me paso comiendo engordo. Antes yo tenía el súper poder de no engordar. Y era tannnn bueno.
¡¡Oye!! ¡Tenemos que ir a tirar unas canastas algún día! no aceptaré un no por respuesta ;P Bueno, el tiempo pasa, pero si miramos atrás y lo vemos lleno, nos parece que no estábamos tan mal, y mejor, ni estamos. Espero que ese sea vuestro caso.
Juer, copas de 14 oiros. Madrí me mata... :o
¡Un abrazo!
Annie, pues te debes alimentar del aire porque estás estupenda :P
Explorador, ni de coña que me fundes, yo era malo al baloncesto, pero mis amigos de la universidad eran unas máquinas de matar, lo mío con el baloncesto fue aquello de si no puedes con ellos únete a ellos y la verdad es que lo pasamos muy bien. Todavía guardo mis dos medallas de campeón de la liga interna de la UC3M, ¡nivelazo! xD Lo de las copas es una indecencia, en Madrid o en la china comunista. Un abrazo :)
Pues yo te entiendo perfectamnte.
Pero no me dejo ni miga de chuleton en el plato....de perdidos al rio...
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