Con la que está cayendo: Muletilla utilizada sin pudor para justificar cualquier tipo de tropelía, injusticia o coacción cometida al amparo de la recesión económica.
Hace tiempo, en los tiempos felices en los que ZP nos regalaba nubes de algodón de 400€, si escuchabas a alguien pronunciar esta frase y mirabas al cielo normalmente llovía. Sin embargo, ahora, si escuchas la frasecita de los cojones o estás a punto de que te la metan si no es que ya te la han metido, hasta la bola.
Con la que está cayendo es el bálsamo de Fierabrás del mal gobernante, del político corrupto, del empresario chanchullero, del jeta, del sinvergüenza y, en resumen, de todo aquel aprovechado sin escrúpulos al que no le importa sacar tajada de las penurias de los demás.
Nunca jamás cinco palabras fueron tan poderosas para justificar que alguien mangonee en lo que por derecho es tuyo. Cualquier tipo de queja o reivindicación cae inmediatamente fulminada ante tal expresión fruto del victimismo interesado, y somos tan gilipollas que las hemos asimilado y aceptado como si formaran parte del nuevo catecismo de los que no tienen derecho a tener derechos. Además las hemos aceptado como si lo que es normal ahora fuese excepcional, hasta la culpabilidad, hasta los remordimientos.
En los tiempos que corren, con la que está cayendo, cualquiera se queja de su trabajo, ¿con qué derecho?, si tienes un trabajo, aunque trabajes por un salario de miseria y hagas cada día un par de horas extras no remuneradas. Cualquiera pide un aumento de sueldo, con la que está cayendo, al contrario da gracias de que no seas tú el que tenga que pagar una indemnización a la empresa que con tanto esfuerzo se lucra por tu trabajo. Además, con la que está cayendo, es buen momento para que te manden a trabajar a un lugar exótico, pero sin rechistar, que hay millones envidiando que te pueda asaltar, violar o ametrallar un grupo armado por una dieta diaria de 30 o 40 euros.
Con la que está cayendo nos suben el IRPF y lo llaman “recargo temporal de solidaridad”, de solidaridad con los mangantes, digo yo, porque esto es como el anuncio aquel “del mar a la mesa” pero versión “de tu nomina a mi sobre”. Con la que está cayendo nos suben el IVA que es el impuesto que pagamos por sobrevivir (AKA malvivir), tengamos trabajo o no, nacionalizan el banco malo, nos suben la luz, el agua, el IBI, la gasolina, el transporte público, las matrículas universitarias, nos hacen repagar las medicinas, las muletas, las ambulancias, la quimioterapia y hasta la puta madre que los pario, con la que está cayendo.
Es asombroso el poder de esta frase que nos mantiene a todos sumisos y acojonados mientras que cuatro listos se apropian de nuestra educación, nuestra sanidad y todo aquello que nuestros mayores se ganaron con mucho esfuerzo. Ante el menor símbolo de rebelión o disconformidad, sólo hay que pronunciarla para que caiga todo su poder sobre nosotros, como una fina lluvia de pesimismo que nos diluye el ánimo y nos pellizca en el estómago hasta hacernos temblar de miedo. La puta frase de marras es la madre de la desesperanza y del inmovilismo, es lo que nos hace mirar hacia otro lado cuando la cosa no parece ir con nosotros mientras rezamos aquello de virgencita que me quede como estoy, que en el fondo no estoy tan mal, que todavía me llega para comer sin acercarme al banco de alimentos.
Porque parece que todo lo que nos sucede, todo lo que nos cae, es fruto de una maldición bíblica en la que no hay responsables pero de la que todos somos culpables, aunque no tengamos ni puñetera idea de lo que hemos hecho. Son malos tiempos, sobre todo si eres de los que simplemente aspiran a vivir con un mínimo de dignidad, pero no te atrevas a decirlo en voz alta porque te arriesgas a que el viento de responda: ¿Vivir? Optimista. Con la que está cayendo.
5 comentarios:
Cuando todo se pone tan jodido, los árboles hacen que nos olvidemos del bosque. El ensayista John Ralston Saul, que pronosticó la debacle de 2008, por lo que la revista Time lo calificó de profeta, da una respuesta en una entrevista que nos hace entender que no “llueve porque sí”, sino que “llueve porque se ha fabricado la lluvia”. Advierto que no es un anticapitalista, sino un opositor al invento neoliberal y su globalización:
“La ironía es que la globalización ha conducido a lo opuesto de lo que prometía. Prometió competencia, y ha causado el regreso a los oligopolios; prometió renovación del capitalismo, y ha supuesto la vuelta al mercantilismo; prometió el final del nacionalismo feo [sostiene que también hay un nacionalismo positivo], y ha traído la era más nacionalista desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Prometió crecimiento, no tenemos crecimiento; prometió empleo, no tenemos empleo… y así se puede seguir con la lista. Nada de lo prometido ha ocurrido. Dijeron que con el keynesianismo se imprimía mucho dinero; que había que controlar el dinero en circulación y que eso haría funcionar la economía. El hecho es que todo este periodo ha llevado a la mayor expansión en la cantidad de dinero en la historia del mundo, hemos visto cientos de ejemplos de nuevos tipos de dinero: las tarjetas de crédito, los bonos basura, los derivados… Todo eso es imprimir dinero, pura inflación de la cantidad de dinero. El argumento capitalista era que el dinero era lo que engrasaba la maquinaria. Pero llegado un momento dijeron: el dinero es real, por eso es bueno tener a gente trabajando en el sector financiero. ¿Las fusiones y grandes adquisiciones de empresas?: eso es imprimir dinero. Cada vez que una compañía compra otra y se endeuda en, digamos, 700.000 dólares, eso quiere decir que se acaban de imprimir 700.000 dólares, acaban de crear 700.000 dólares que antes no existían. Nunca tuvimos tanto dinero circulando en el mundo y tan mal repartido. Y por eso cuando ocurre la crisis, la gente que es parte de esa lunática inflación dice: hay que salvar a los bancos.”
Si a todo.
Así nos castran.
Es que no llueve, nos mean...
NáN es estupendo lo que has copiado aunque me duela leerlo. Mi padre, un comunista con rabo y cuernos, se preocupó mucho en que supieramos siempre lo que realmente valían las cosas, le recuerdo sacando su monedero de cuero usado del bolsillo y diciendonos que él podría decir que ese monedero valía cinco mil pesetas, que incluso alguien se las podría pagar pero que a pesar de todo ese monederó nunca valdría más de veinte duros.
Para el resto, pues eso, que sí, que nos mean, nos castran y se ríen de nosotros. Qué mierda.
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