domingo, 7 de julio de 2013

Cleopatra


La antigüedad era una cosa muy chunga, pero chunga de narices, tan chunga debía ser que están todos muertos. No, en serio, en la antigüedad lo de envejecer estaba muy sobrevalorado, y si no que se lo pregunten a Cleopatra VII, Cleopatra para los amigos y la historia, última reina del Egipto Ptolemaico, una satrapía macedónica con capital en Alejandría, cuyo primer rey fue uno de los diádocos de Alejandro Magno, Ptolomeo I Sóter (el salvador). Cleopatra era hija de Ptolomeo XII Auletes (el que toca la flauta), una mierda de sobrenombre, porque ya es triste que tu dinastía comience por el salvador y tú seas como Bartolo y acabes tocando la flauta de un agujero sólo.

Auletes, además de tocar la flauta, se dedicó a tocar las narices a su pueblo. Por lo visto era un pájaro que, mientras que la gente las pasaba moradas, se dedicaba a ir de fiesta, emborracharse y matar elefantes, perdón, a matar elefantes no, que me lío. Tan mal lo debió ver que pensó que era buena idea pedir a los romanos que le ayudasen a no perder el empleo, y los romanos encantados porque eran fáciles de sobornar para después, si hacía falta, decir si me has sobornado no me acuerdo. Por eso, untó de lo lindo a un tal Pompeyo y a un tal César, ¿os suenan?, el primero era rico y codicioso, el segundo listo pero más tieso que la mojama. Auletes se dejó así un ojo de la cara y la isla de Chipre, que ocuparon los romanos, para disgusto de los egipcios que no pensaron aquello de más se perdió en Cuba y se sublevaron. Son un pueblo de tradiciones estos egipcios.

Auletes se fue a Roma y esta vez ya tuvo que empeñar hasta los dientes de oro para que los romanos le reconociesen su derecho al trono... y nada más, porque no le prestaron ni un miserable soldado. Mientras, en Egipto, reinaba su hija mayor Berenice, nombre molón donde los haya, y mala hija si nos atenemos a las circunstancias. Auletes, como vio que en Roma no se comía un colín, se fue a Éfeso para sobornar al procónsul de Siria, que sí que le prestó un ejército con el que volvió a Egipto y le rebano el pescuezo a su díscola hija, nombrando poco tiempo antes de morir a Cleopatra corregente del Reino. Y se murió, y Cleopatra reinó a los 17 años, por la obra y gracia de Serapis, dios híbrido venerado por egipcios y macedonios junto, con su hermano y marido Ptolomeo XIII Filópator I (el que ama a su padre), nombre muy piadoso vistos los antecedentes familiares de los Ptolomeos.

En aquella época, ser rey de Egipto no equivalía a ser faraón, hasta que llegó Cleopatra, que era más lista que el hambre, con cierto don de gentes y que hablaba varios idiomas, entre ellos el egipcio antiguo. Eso le abrió el corazón de los sacerdotes, que la nombraron reina y faraona, y de paso le dieron su influencia y su dinero, pero las cosas no iban bien. Los hermanos se llevaban como el perro y el gato, el Nilo no se desbordaba como debía por lo que la gente de Alejandría pasaba hambre y los romanos les sacaban hasta los higadillos. Tan mal iba todo que los consejeros del rey el eunuco Potino y el general Aquilas hacen que Cleopatra tenga que exiliarse en Siria, donde busca la protección de los romanos.

Los romanos tampoco pasaban por su mejor momento. César había derrotado a Pompeyo en Farsalia y éste corrió a buscar refugio a Egipto donde el Filópator I le cortó la cabeza para mandársela a César. Un error enorme del chaval, porque los romanos se podían cortar la cabeza entre ellos pero no iban a consentir que un extranjero se tomase la justicia por su mano por muy fugitivo que fuera Pompeyo. Así que César se presentó con un pequeño ejército en Alejandría a ver qué pasaba, de momento no iba a cargarse al chaval pero le tomó la matrícula. Además de general victorioso, César era el testamentario de Auletes, que había encargado a Roma velar por el cumplimiento de su testamento y por el bien de Egipto, sabiendo todos que eso suponía que el gobierno de facto en Egipto era de los romanos, y los romanos de donde entraban ya no se iban jamás.

César consiguió forzar un acuerdo entre los cuatro hermanos que quedaban, Ptolomeo XIII y Cleopatra gobernarían en Egipto, mientras que los hermanos menores Ptolomeo XIV Filópator II y Arsinoe IV gobernarían en Chipre. Dicen las malas lenguas que por entonces César y Cleopatra eran algo más que amigos y residentes en Alejandría, por lo que Filópator el mayor se sublevó junto con Arsinoe, que no se quedaba atrás de ninguno de sus hermanos si lo que estaba en juego era un cetro real. Reunieron un ejército que por poco no derrota a los acorralados amantes, pero al final César consigue algunos refuerzos y se lleva la victoria. En la huida la barcaza de Filópator encalla y éste muere ahogado, y voy yo y me lo creo, mientras que Arsinoe es mandada a Roma como prisionera de César. De esa manera Cleopatra, con la protección de César queda como reina indiscutible de Egipto y se casa con su segundo hermano, un niño de 10 años.

Cleopatra está plenamente enamorada del aura de César, al que considera casi como un Dios, tanto es así que tiene un hijo con él, Ptolomeo XV Cesarión. César también está encantado de la vida en Alejandría, pero ser el primer hombre de Roma es algo complicado y pronto debe partir a combatir y derrotar a Farnaces rey del Ponto. Tras ello, vuelve a Roma a donde le sigue Cleopatra que vive allí como concubina suya, para escándalo de los romanos que nunca la aceptan y ningunean cuanto pueden. Eso incluye a Calpurnia, la mujer de César, y a su amante, Servilia (madre de Bruto y hermana de Catón el joven), porque según la mentalidad romana cuernos extranjeros eran menos cuernos, y, además, hasta una reina egipcia era inferior a la última de las romanas. Eran orgullosos estos romanos.

Para colmo, ningún rey podía entrar en Roma, aunque fuese un rey de importación, por lo que la pobre Cleopatra vivía en las afueras de Roma más aburrida que una ostra sin poder ir a los espectáculos y teniéndose que conformar con las escasas visitas que César podía hacerle, porque las cosas no le iban muy bien a él tampoco. Sus enemigos políticos le hacían la vida imposible, tanto que un día con un poco de mala uva le asestan 23 puñaladas contra las que no puede hacer otra cosa que morirse y convertirse en dios  Si ya os advertí que la antigüedad era algo muy chungo. Cleopatra, con el corazón partío y muerta de miedo, se vuelve a Egipto con Cesarión, aunque todavía no había dicho su última palabra.

4 comentarios:

Carmen J. dijo...

Yo creo que quieres decir que los cuernos con extranjeros eran más cuernos?

Newland23 dijo...

No, los cuernos con extranjeros eran mucho menos cuernos. Por dos motivos, el primero porque las reglas morales y sexuales eran distintas, estamos hablando de una época anterior al cristianismo y para nada influenciada por el judaísmo, que era lo más parecido que podría haber entonces. El matrimonio era simplemente una moneda de cambio política y yo creo que no se lo tomaban a pecho, era mayor el daño político que te podían hacer unos cuernos que el personal, hablar de divorcio era algo común. Por otro lado, cuando esta gente se iba de campaña militar podía ser durante años, lo normal era que nadie fuese célibe durante ese tiempo, se aceptaba como parte de una necesidad física, que César o cualquier otro se buscase la vida durante este tiempo no era nada personal.

Miss Hurry dijo...

Después de haber leído el destino de sus hijos en la Wikipedia (:S) pongo a bajar la peli que, aunque sé que la he visto, por aquel entonces no le puse mucha atención. ¡Muy entretenida entrada!

Totoro dijo...

Ainsss... como un niño con zapatos nuevos... Es que Cleo es mucha Cleo... y además mujer que se supo llevar las riendas lo mejor que pudo, dadas las circunstancias..."que gran mujer"...
Esperando la segunda parte!!!
(tarde pero lo he leído...yipiii.. sigues siendo un crack!!!)