Este
mes, mis compañeros del Club de lectura 2.0, han tenido a bien
elegir "Cómo hablar de los libros que no se han leído"
escrito por Pierre Bayard. Si tengo que decir la verdad, no me ha
entusiasmado, aunque tampoco me ha dejado indiferente, que ya es
algo. Admito que, en general, no me siento muy atraído por el
ensayo, que lo mío es leer novela, y si a esto se suma que me he
leído el libro en francés la realidad es que a muy duras penas he
sido capaz de leer seguidas más de seis o siete páginas.
El
nombre del libro, "Cómo hablar de los libros que no se han
leído", deja poco a la imaginación del lector en lo referente
al tema que trata. El autor, a través de ciertos libros, que utiliza
como esqueleto sobre el que construir su disertación, usa el tabú
de que no se debe hablar de los libros que no se han leído para
construir un discurso sobre la lectura y sus diferentes
connotaciones.
Si
he de decir la verdad, después de terminar el libro no sé si he
aprendido algo sobre cómo hablar de libros que no he leído, es más,
no sé si he aprendido algo sobre cómo hablar de libros en general,
y si eso me resultaría útil de alguna manera, ya que,
desgraciadamente, vivo en un mundo hostil a la lectura en el que
hablar de libros en las conversaciones cotidianas es algo tan exótico
como hablar de la cría en cautividad del Dragón de Komodo.
No
debe ser el caso del autor que, en mi opinión, utiliza este ensayo
para dos cosas. En primer lugar es un pretexto para hablar de libros,
porque a pesar de las apariencias este libro es una declaración de
amor a la lectura, de cualquier genero y en cualquier circunstancia.
En segundo lugar, y aquí ya tengo mis dudas, sirve para dar un
pequeño palo, cargado de sarcasmo y cierto cinismo, a toda esa gente
remilgada que pretende que la lectura, y su divulgación, sea un
hecho elitista, estirado y presuntuoso.
Quizá
lo que más me ha gustado del libro es en parte eso, el hecho de
quitar importancia a la lectura de un libro en particular, dejando
claro que cada libro es hijo de su autor pero sobre todo de su
tiempo, que todo forma parte de algo más elevado que él denomina
"biblioteca colectiva", que tener cierto dominio sobre ella
es de mayor importancia que haber leído tal o cual vaca sagrada de
la literatura universal. Por ello, el libro puede usarse como
antídoto contra ese pudor, por el que creo que todos hemos pasado,
que supone tener que reconocer en algunos ambientes, más o menos
cultos, la no lectura (término que uso conscientemente en lugar de
no haber leído) de un libro determinando, curiosamente en uno de los
capítulos también nos habla de la existencia de ese pudor cuando
admitimos el gusto por ciertos tipos de lecturas. A fin de cuentas,
cualquier libro, incluso el que pueda ser considerado la obra cumbre
de la literatura, no deja de ser algo insignificante, y espero que se
entienda el concepto porque no es mi opinión, dentro de los miles de
libros que se escriben cada día. Todo teniendo en cuenta que nuestra
existencia es demasiado corta como para llegar a rascar en el
cascarón del conjunto de toda la obra escrita.
Por
ello, también es curioso cómo explica que ese conocimiento puede
llegar incluso desde la no lectura, aunque parezca algo paradójico,
porque puede llegar de otras maneras como, por ejemplo, desde la tan
socorrida lectura en diagonal o también desde el estudio de la
crítica y las opiniones ajenas.
Es
importante sobre todo lo último, la opinión del otro, porque es
capaz de conseguir que un libro que nunca ha estado en nuestras manos
entre de lleno en nuestro ámbito de conocimiento, como miembro
ignorado de esa biblioteca colectiva que antecede a su incorporación
a nuestra biblioteca personal. Sin ir más lejos, esta reseña, y las
de mis compañeros del club de lectura, harán que "Cómo hablar
de los libros que no se han leído" forme parte de la biblioteca
colectiva de nuestros lectores, haciendo que ellos, y no dudo de que
así va a suceder, puedan a su vez hablar del libro con terceros
futuros seguidores de nuestro club de lectura, de manera que, estos
no lectores, adquirirán su propia referencia personal que sólo será
modificada por la verdadera lectura, estando ésta marcada e
influida por nuestra propia experiencia.
También
me parece una reflexión de interés la que explica como, tomando
como punto de partida el hecho de que un lector llegue a hablar con
el autor de un libro (algo que puede llegar a ser difícil sobre todo
si el escritor está muerto), se llegue a reconocer la existencia de
algo que Bayard denomina "el libro interior". Aquí nos
zambullimos de lleno en el fascinante mundo de la compresión
lectora, de las verdaderas intenciones y sentimientos del escritor en
el momento de escribir su texto y aquello que nosotros como lectores,
en un determinado momento, entendemos e interpretamos. En el fondo no
deja de ser otro pariente de la no lectura, y es, además, una manera
de desposeer al autor de su obra, ya que ésta no deja de ser como
una fotografía que es revelada en nuestro interior y que cobra vida
sólo al ser leída, hecho que depende en gran parte de nuestras
circunstancias que a su vez son variables. Por eso, Bayard llega
incluso más lejos, considerando cada texto no como algo inmóvil, si
no más bien como un ente cambiante a lo largo del tiempo. Y es
verdad, todos los que hemos leído un libro en diferentes momentos de
nuestra vida creemos haber leído dos libros diferentes; es fácil
imaginar dicho efecto si lo multiplicamos por millones de personas
cada una víctima de sus propias coyunturas.
Por
último, que ya me está quedando densa la reseña, sólo me queda
hablar de la parte romántica del asunto, del libro olvidado, de cómo
la lectura de un libro supone el primer paso para olvidarlo, de qué
nos queda de ese libro cuando el tiempo pasa. Según Bayard no queda
más que una mera reseña del mismo, vacía de la mayoría de su
contenido y equivalente a la que podríamos tener de cualquier otro
libro del que hayamos oído hablar con cierta profundidad. Todos
sabemos que esto no es verdad, que es bastante absurdo y que Bayard
exagera, siendo él el primero que lo sabe, pero sí que es verdad
que esa pérdida existe y es demoledora.
Hay
que aceptarlo, porque la lectura es como el amor, es mejor amar y
perder que no haber nunca querido. O leído.
3 comentarios:
Respecto a la importancia del lector en el propio libro no hay más que ver que los cinco que hemos leído y reseñado el libro llegamos a conclusiones distintas partiendo del mismo libro.
Eso para mí es fascinante, al igual que el cambio del libro y de su percepción cambiante al leer otros libros, hablar con otras personas e ir olvidando el propio libro.
Un libro sin lector no es absolutamente nada...
Creo que me he tomado este libro muy por lo personal, y por eso conmigo no ha triunfado.
Bienvenido al club, y al grupo de wassap, que sabemos que es lo que más te interesaba.
¿Y qué es el Dragón de Komodo? Tendré que leer "Cómo hablar del dragón de Komodo sin saber qué es"...
Yo no creo que el autor hable del amor a los libros, sino que los toma como una obligación y como un objeto. Sólo de muy pasada habla del placer de leer, de leer sin querer por ello cultivarse, de leer por leer, para distraerse, y no para aprender o para sacarle provecho concreto. Sólo cuando habla de El Tercer hombre y de forma muy tangencial habla de esto.
Bienvenu au club de lecture, mon cher!
Publicar un comentario