Me haces bien porque te siento cerca,
porque me cruzo contigo sin vernos y siempre me robas una sonrisa,
a veces cuando estoy triste a veces quan no tinc el dia.
Me haces bien porque somos diferentes,
porque tus ideas agrandan mi mundo y desde Madrid veo el mar
con los ojos cerrados, el cap ple de pardals.
Me haces bien porque hemos cambiado juntos,
porque hemos llorado por cosas parecidas y ya no queremos llorar
salvo por chistes tontos y cosas bonitas que ens agraden més.
Me haces bien porque no nos necesitamos,
porque hemos elegido ser amigos sin esperar nada a cambio
y sin embargo nos damos tot el que ens podem donar.
Me haces bien porque te quiero,
porque el día que nos conocimos eras de verdad y lo sigues siendo
pese a la distancia, que no es el olvido si no vols oblidar.
Delenda est Carthago
AVISO A NAVEGANTES: Si crees que me conoces no sigas leyendo, seguramente habré logrado engañarte. Si la curiosidad te vence, pues nada, encantado de haberte conocido porque yo soy así. Si no me conoces... ¿seguro que no tienes algo más interesante que hacer?
domingo, 31 de diciembre de 2017
jueves, 1 de octubre de 2015
La noche en que Frankenstein leyó el Quijote
En
la segunda quincena de septiembre, los esforzados miembros del
Club
de Lectura 2.0
hemos leído “La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, un
pequeño libro de título genial, repleto de anécdotas relacionadas
con la literatura y escrito por mi admirado Santiago
Posteguillo. Con esta lectura hemos completado con relativo éxito
nuestro maratón estival, y yo creo que este libro, que yo mismo
propuse, nos ha dejado un buen sabor de boca.
Cuando
a finales del año pasado me tocó pensar en los libros que
propondría al resto del club, me propuse firmemente acertar con las
propuestas, y aunque mis compañeros no estarán muy de acuerdo,
porque los conozco, creo que después de todo lo que hemos compartido no es tan difícil intentarlo, otra cosa es que un libro salga rana
por pura mala suerte, pero aquí hemos venido a jugar, aunque no con
Posteguillo, que me parece un valor seguro, del cual me he leído
casi todos sus libros de romanos, tan bien escritos, tan bien
documentados y tan entretenidos. Juntar esa experiencia con nuestra
curiosidad lectora parecía una buena idea.
La
Editorial Planeta, que publica el libro, nos dice de él lo
siguiente: “¿Quién escribió las obras de Shakespeare? ¿Qué
libro perseguía el KGB? ¿Qué novela ocultó Hitler? ¿Quién pensó
en el orden alfabético para organizar los libros? ¿Qué autor burló
al índice de libros prohibidos de la Inquisición? Estos y otros
enigmas literarios encuentran respuesta en las páginas de La noche
en que Frankenstein leyó el Quijote, un viaje en el tiempo por la
historia de la literatura universal de la mano de Santiago
Posteguillo, uno de los novelistas históricos más reconocidos por
la crítica y el público de los últimos años. Y un profesor de
literatura…poco convencional.”
Como
ya os podéis imaginar poco puedo desvelar del contenido del libro,
porque sería destrozarlo, y os recomiendo con rotundidad su lectura.
Dentro de él nos encontramos casi de todo, a saber, escritores que
escapan a la muerte, tal cual, libros que se libran de ser destruidos
e incluso personajes de ficción que por aclamación popular terminan
siendo resucitados. Entre medias vemos por qué un determinado libro
llamó la atención, o no, de un avispado editor, encontramos
editoriales que se niegan a pagar derechos de autor pasándose de
listas, escritores acusados de tener un negro a sueldo, incluso se
trata, en uno de los capítulos, la historia de cómo Galdós no ganó
el premio Nobel, algo que los lectores habituales de las aventuras y
desventuras de nuestro club saben que nos duele, lo más curioso es
que el motivo que valía hace un siglo hubiera valido hoy, así
somos.
Sólo
hay una cosa que le reprocho a “La
noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, y es su
brevedad. Creo que despacha muchas historias en muy poco espacio, sin
entrar en mucha más profundidad de lo que Posteguillo puede creer
necesaria, pero me temo que no es la misma profundidad que espera un
lector entregado y ávido de más detalles. Que el libro se quede en
una colección de relatos para pasar cinco minutos es una auténtica
pena, y ojo, yo creo que es algo muy calculado por Posteguillo, que
tal vez trata de vender un producto ligero que atrape a cualquier
tipo de público. Estoy seguro de que este libro se debe vender como
churros como regalo socorrido en navidades y demás ocasiones.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo, ¡corred a leerlas!
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miércoles, 16 de septiembre de 2015
El país imaginado
Esta
primera quincena de septiembre, los maratonianos miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “El país imaginado”, una novela
del escritor argentino Eduardo Berti a propuesta de Carmen. Se trata
de una novela corta ganadora del premio Premio Las Américas en la
que el autor, con muchísima valentía, nos sitúa en la China de
comienzos del siglo XX. Es el segundo libro del club, el primero fue
“El imperio del sol”, que nos traslada al lejano oriente,
concretamente a esa China de entreguerras, en su caso con el Japón,
que vive entre el ocaso del imperialismo y la llegada de Mao, y cuya
lectura no solo nos traslada en el espacio, sino que también nos
traslada en el tiempo y, sobre todo, nos lleva a un modo de ver la
vida muy diferente del que nuestros occidentales ojos están
acostumbrados a observar.
La
editorial Impedimenta nos hace esta introducción del libro: “Animada
por el melancólico encanto de la niñez que se escapa, impulsada por
la fina exquisitez de su tono narrativo, El país imaginado traza una
elegante fábula acerca de la memoria y las oportunidades perdidas.
Imbuida de una atmósfera mágica, de delicados elementos que
prefiguran lo que ha de ser el país imaginado, esta bella historia
nos traslada a una China de principios del siglo XX repleta de
fantasmas, de bodas entre vivos y muertos, de supersticiones y ritos
ancestrales. En medio de todo ello se encuentra la protagonista, una
joven que vive atemorizada por el compromiso nupcial que para ella
desean pactar sus padres y que, mientras, solo tiene ojos para la
hija de un vendedor de pájaros ciego, la hermosísima Xiaomei, con
quien inicia una tímida relación de amistad y dependencia. En sus
citas en el parque al que los ancianos van a pasear a sus pájaros,
las dos descubren la importancia de lo que se cuenta y de lo que no,
de la lealtad y de la belleza, con todo su poder para huir de los
abismos abiertos por los demás.”.
Me
parece una descripción tan fantástica que poco más puedo hacer
para mejorarla. Está claro que, cuando nos ponemos delante de esta
historia, uno piensa al momento que el país imaginado es la propia
visión del autor sobre un rincón del mundo tan distante y tan
diferente, y en parte es así, pero cuando uno lee el libro la visión
cambia, pasando a ser ese país imaginario un mundo que vive a
caballo entre la realidad y la fantasía, que va y viene del mundo de
los vivos y del de los muertos, que flota entre cuentos, mitos y
supersticiones y que, al mezclarlo, conforma una realidad frágil y
difusa en la que queda mucho espacio tanto para los sentimientos como
para su silencio.
“El
país imaginado” es una pequeña joya que va atrapando sin
estridencias, de forma progresiva y suave, superando uno tras otro
todos los prejuicios que se pudieran tener antes de comenzar su
lectura. Y lo digo de primera mano, porque nada bueno podía esperar
de un escritor argentino que no sólo nos cuenta una historia de un
mundo que en teoría le debería ser ajeno, es que además tiene el
valor de hacerlo narrando en primera persona con un personaje
adolescente y femenino, dando un triple salto mortal tan arriesgado
como cargado de éxito. Porque es capaz de ponernos en el pellejo de
los personajes, que son a la vez tan creíbles como increíbles,
llenos de sentimientos tan profundos como reprimidos, que es, tal
vez, la peculiaridad de ese mundo oriental del que solemos sentirnos
tan distanciados.
Eduardo
Berti va mucho más allá de todo esto y hace que lleguemos a ver el
alma de unos personajes que a cada página nos parecen más parecidos
a nosotros y mucho más humanos, y todo esto sin salirse nunca del
filo que separa nuestros mundos, sin salirse jamas de un hechizo que
por momentos me ha recordado a otras historias llenas de fantasía de
la literatura iberoamericana, de la que no me cabe duda habrá bebido
el escritor. “El país imaginado” es un libro en el que los
detalles importan, en el que la belleza importa, que deja un regusto
lleno de melancolía pero que al terminarlo sabe a poco porque uno
quisiera prolongar su estancia en ese mundo que tal vez ya no exista,
que tal vez jamás haya existido.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo,
y esta vez no estoy en condiciones de presuponer qué opinión
tendrán del libro, así que haced como yo y corred a leerlas.
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martes, 1 de septiembre de 2015
Vestido de novia
En
la segunda quincena de agosto, los veraneantes miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “Vestido de novia” una novela
negra (que ahora todo el mundo llama thriller) escrita por Pierre
Lemaitre. He sido yo mismo el que la ha propuesto y el motivo es muy
sencillo. El año pasado, en mi afán por ir avanzando un poco en la
literatura francesa actual, me leí “Nos vemos allá arriba”,
ganadora del prestigioso Prix Goncourt en el 2013, que me gustó
mucho. Por eso me pareció buena idea repetir el autor y hacerlo en
el club, porque contaba con alguna buena referencia más de Carmen a
la que había gustado otra de sus novelas llamada Alex, que sin duda
leeré antes de que pase mucho tiempo.
Con
esto de los libros del club uno siempre duda de sí va a acertar o
no, sin ir más lejos el año pasado, en mi periplo francés, elegí
“La posibilidad de una isla” del tan aclamado Houellebecq y todos
sabemos cómo terminó, con deseo de arrancarme los ojos durante su
lectura y con un estupendo premio limón que ensucia mi buen gusto
literario. Pero este año creo que no va a ser así y preveo que
este libro, sin ser posiblemente lo mejor que hemos leído, va a ser
uno de los firmes candidatos al premio naranja de 2015, y si no al
tiempo.
La
Editorial Alfaguara, que publica la novela, hace la siguiente
sinapsis: “Sophie Duguet no entiende qué le sucede: pierde
objetos, olvida situaciones, es detenida en un supermercado por
pequeños robos que no recuerda haber cometido. Y los cadáveres
comienzan a acumularse a su alrededor...
Y
ya no podemos desvelar nada más de este thriller para así mantener
intacto el escalofriante placer de la lectura y la adictiva búsqueda
de la verdad por parte del lector.”
Efectivamente
hacen bien no desvelar nada más de la trama del libro, porque según
el libro avanza se vuelve cada vez más imprevista o sorprendente, al
menos para mí que ni soy tan sagaz como un Arsenio Lupin ni gozo de
las dotes detectivescas de un Sherlock Holmes. La pena es que
sorprendente no sea sinónimo de creíble, porque si lo fuera
estaríamos hablando de una obra maestra y yo creo que “Vestido de
novia”, al contrario de “Nos vemos allá arriba”, no lo es.
Lemaitre divide la novela en tres partes, de las cuales la primera,
que yo creo que es la mejor, tiene un ritmo que te deja sin aliento y
con ganas de leer en todo momento una página más. Pero esa primera
parte se corta bruscamente y es engullida, como si de unas muñecas
rusas se tratara, por una segunda, y ya no es lo mismo.
Porque
una vez recuperados de la sorpresa inicial de esta segunda parte, nos
damos cuenta de que el libro ha descendido un par de peldaños y de
que a la historia se le empiezan a ver las costuras. Eso no impide
que el lector quiera saber cómo va a terminar la misma, pero ya no
se fía porque casi todo suena demasiado forzado y difícil de
encajar, lo cual redunda en un intento de explicar y atar cada cabo
suelto que afecta de forma grave al ritmo de la novela. Más tarde,
en la tercera parte, la trama vuelve a recuperar parte del ritmo que
se había perdido, hasta llegar a un final que resuelve todas las
dudas planteadas y que, a pesar de su sordidez, está mucho más
cerca de un final feliz para Sophie de lo que jamás habríamos
imaginado.
A
pesar de que la reseña pueda indicar otra cosa, creo que “Vestido
de novia” cumple con su cometido de intrigar al lector durante todo
el libro, por lo cual recomiendo su lectura. De hecho, a pesar de que
no hayamos tenido hasta ahora un gran año lector, pienso que es lo
más entretenido de este año, además de ser un libro impecablemente
escrito, algo que aquí nunca damos por hecho jamás.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo,
como siempre ¡corred a leerlas!
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martes, 18 de agosto de 2015
El lugar más feliz del mundo
En
la primera quincena de agosto, los desperdigados miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “El lugar más feliz del mundo”
un libro escrito por el periodista David Jiménez, flamante nuevo
director del diario El Mundo, en el que nos cuenta una serie de
historias que ha presenciado durante los quince años en los que fue
corresponsal de este mismo periódico en Asia. Es un buen libro, lo
digo para que no quede duda tras leer mi reseña o por si algún
incauto se fía de mi palabra pero no quier leer más. De hecho, si
no conociese al escritor y su nuevo cargo, estaría encantado con el
libro y con su autor, que es capaz de bajar a muchos infiernos para
hacernos partícipes de un sufrimiento sin afán de sensacionalismo,
simplemente para hacernos partícipes y conocedores de lo que esos
remotos lugares está pasando, en parte como denuncia, en parte para
honrar a esos personajes anónimos cuyos gestos merecen ser
conocidos, en parte para remover nuestras conciencias occidentales
que son como la copla de María de la O: “desgraciaita teniéndolo
tó”.
La
Editorial Kailas, que publica el libro, nos hace este resumen del
mismo: “David Jiménez vuelve al reporterismo literario que ha
convertido su libro Hijos del monzón en un éxito internacional y
nos traslada con sus crónicas a un mundo de paraísos perdidos,
guerras olvidadas, héroes improbables y lugares marcados por los
extremos de la condición humana, sus luces y sombras. El lugar más
feliz del mundo es como el dictador de Corea del Norte describe la
más brutal y despótica tiranía de nuestro tiempo. También es una
de las paradas del corresponsal de El Mundo en un viaje que le lleva
a adentrarse en la prisión camboyana donde cumplen condena los
pederastas más peligrosos, ser testigo de la llegada de la
televisión al reino de Bután, acompañar a un grupo de mafiosos
yakuza en su intento de abandonar el hampa o permanecer en la
desierta ciudad de Fukushima tras el accidente nuclear que mantuvo al
mundo en vilo. Y es a menudo en mitad de la oscuridad, en lugares
tomados por la desesperanza, donde el autor encuentra a los
personajes más fascinantes, las situaciones más humanas y los actos
de coraje capaces de hacernos creer en un mundo mejor. Ensalzado como
el Kapuscinski español, David Jiménez reúne en este libro el
manual definitivo sobre el periodismo de reportajes, una excepcional
radiografía sobre la condición humana y un recorrido vital de 15
años en busca de un destino que a menudo está más cerca de lo que
pensamos: El lugar más feliz del mundo.”
El
libro es tal y como lo describe la editorial, a lo que yo añadiría
que no está falto de calidad literaria, porque David Jiménez es un
narrador de historias bien escritas, lo cual es muy de agradecer
porque cuando algo está bien escrito hace que el contenido se
realce, de hecho la buena escritura es como los buenos árbitros de
fútbol, que cuanto mejor es más desapercibida pasa. Sin embargo el
contenido del libro no puede pasar desapercibido porque cada historia
te encoge el corazón, y no porque el periodista utilice de forma
tramposa trucos sórdidos, al contrario, las historias son
excepcionales porque en todas y cada una de ellas vemos a los seres
humanos que las protagonizan, sin que el autor nos empuje a tomar
partido por causa alguna que no sea la realidad cruda de los hechos,
porque es tal vez la mayor virtud del libro ese no tomar partido por
nadie de antemano, no contar historias de buenos y malos, quedando
claro que la bondad y la maldad existen, pero casi siempre no como
algo dogmático, sino más bien como algo inevitable y consustancial
al ser humano.
Quien
después de leer esto crea que David Jiménez no se involucra en las
historias que cuenta se equivoca, porque precisamente hay que estar
muy decidido a contar una historia para dar voz a todas las partes de
la misma, porque tal vez sea más fácil caer en la tentación de no
hacerlo, de ir por la vía fácil pero mucho menos honesta, y eso a
mí me parece muy difícil de hacer. Lo mismo que es muy difícil
hacer sentir la desolación del que ha perdido todo, la desesperación
del que lucha con sus propias manos desnuda una guerra que nunca
podrá ganar, la esperanza del que cree que es posible un mundo mejor
sólo con la suma de pequeños o grandes actos. Todo ello pasado por
un prisma oriental que nos hace difícil entenderlo, tan desconocido
que nos sorprendemos a cada página, tan abrumador cuando eres
consciente de que esa gente, que nos parece tan alejada de nuestra
realidad, abarca a dos tercios de la humanidad y de que este
porcentaje año tras año va creciendo.
Sin
embargo, me queda un resquemor que, para ser justos, no tiene que ver
con el libro sino con su autor. David Jiménez siempre llevó a gala
su pasión por el oficio del reportero, con integridad y con
independencia, y es fácil encontrar entrevistas
con motivo de la publicación del libro en las que habla de ello
abiertamente y en las que parece rechazar un futuro inmediato al
abrigo de una redacción, porque no es su sitio, por estar alejado
del poder político y, de repente, director de El Mundo, con una
línea editorial muy clara que no se ha movido ni un milímetro desde
su llegada, que da portadas por filias y fobias y que no rehúsa a
utilizar cuando lo cree necesario un titular tendencioso o
sensacionalista. Y esto me hace dudar de todo lo que escrito en los
primeros párrafos, lo siento.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo,
como siempre ¡corred a leerlas!
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sábado, 1 de agosto de 2015
La fiesta de la insignificancia
En
la segunda quincena de este mes, los acalorados miembros del Club
de Lectura 2.0, hemos leído “La fiesta de la insignificancia”
a propuesta de ND, una novela corta escrita por Milan Kundera, uno de
esos escritores cuya sola mención impone cierto aura de respeto y
una promesa de trascendencia sobre lo vulgar y cotidiano.
Desafortunadamente, esta novela, o lo que sea (porque ND en su lucha
contra la novela nos lleva por un camino de mezcla estrambótica), es
tan insignificante (valga la redundancia) que cuando vas a comenzar a
bostezar ya la has terminado, lo cual es muy de agradecer en un libro
que se tuerce porque, como hemos dicho tantas veces, la vida es
demasiado corta y hay muchos buenos libros esperándonos.
Tusquets
Editores, que publica la novela, nos hace esta sinopsis: “Proyectar
una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una
sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo
contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de
la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera
sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de
incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad,
Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y
se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a
su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías
una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo
advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de
ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su
viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente
resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa
inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su
sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!”
Y
uno va y lee, y piensa que se va a encontrar ante un festival del
humor digno de los dioses y como mucho de unos pocos héroes, y
claro, parece que un servidor, mortal ingeniero, no es lo
suficientemente intelectual y sofisticado como para carcajearse con
la fina ironía del señor Kundera, que la tiene, pero que a mí me
deja tan frío como la esperanza de que algún día llegará el mes
de Febrero. Pero lo peor no es pensar que el escritor ha decidido
gastarnos una pequeña broma a sus 85 años, llevando a término lo
que dice el refranero respecto a nuestros últimos días de nuestra
existencia y un convento, que va, lo peor es que uno se queda con la
duda de si es un zote y no entiende nada. Y esa duda lleva a una
cierta angustia existencial que se ve muy acentuada cuando, buscando
auxilio en otros lectores zozobrados, se leen las crónicas y reseñas
publicadas el año pasado con motivo de la edición en castellano del
libro.
Porque
si nos quedamos con esas opiniones nos encontramos con “un
minúsculo tratado encubierto de ética y descreimiento”, “una
magnífica comedia que nos deslumbra con su exaltación de la vida y
su ironía sobre las diferentes facetas del ser humano, que ama sin
saber por qué, desea sin entender qué le mueve y espera sin
albergar ninguna certeza”, “un
digno entretenimiento vodevilesco-surrealista con algún que otro
disparo con bala a la sociedad moderna”, “una
desenfadada y espléndida composición en forma de fuga que se nutre
de las más sutiles variaciones en torno al tema que da título al
libro”. Y yo todo eso no lo veo, por más que me esfuerzo, por
mucho que cavilo no consigo que ese puñado de páginas, de escritura
tan impecable como intrascendente, puedan ser un tratado de nada, ni
una exaltación de la vida y mucho menos una crítica de la sociedad
moderna, sobre todo porque la sociedad de la que habla Kundera, la
sociedad en la que él ha vivido, lleva bastante tiempo muerta.
Sin
embargo, al margen de la sociedad en la que uno ha tenido la tenido
la fortuna de nacer y vivir que, por cierto, es uno de los hechos
insignificantes de los que nos habla Kundera, el libro sí que nos
pone en frente de ciertos temas que son universales aunque, en mi
opinión, sin entrar a fondo en ellos. Se ironiza sobre la tiranía,
la injusticia, el perdón, la amistad, la existencia, la muerte, la
enfermedad, la sexualidad, las moralidad, con leves pinceladas de
pretendido humor pero dejando la mayor parte de la reflexión en el
lado del lector, por eso digo que nunca podemos estar hablando de un
tratado, más bien hablaríamos de un recuento de poca monta, del
atraco de un editor o de un puedo y no quiero.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo,
y espero que os dejen mejor sabor de boca que la mía, ya sabéis
¡corred a leerlas!
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jueves, 16 de julio de 2015
De brillante porvenir
Este
mes, los descerebrados (esto lo explicaré a continuación) miembros
del Club de
Lectura 2.0, hemos leído, y es un decir, “De brillante
porvenir”, una novela de John Dos Passos. Digo que somos
descerebrados porque, en un momento de exaltación de nuestra
voluntad lectora, decidimos que durante los meses de verano si no
queríamos caldo pues dos tazas, que si somos cinco y propusimos tres
libros cada uno era una pena dejar tres fuera de la programación
tras el tradicional sorteo. Y así nos vemos, no conformes con irnos
arrastrando por el fango lector ahora leyendo a la carrera y
reseñando cada quince días. Vamos de mal en peor.
“De
brillante porvenir” intuyo que es una obra menor de un Dos Passos
que, según dicen los que saben de esto, ya había dado lo mejor de
su obra en Manhattan Transfer y la trilogía U.S.A. En mi juventud
recuerdo haber leído Manhattan Transfer en una edición antiquísima
que rondaba por casa, imagino que esta edición sería prima hermana
que la que me ha prestado Carmen de Alianza Editorial publicada en
1973 y que era de su padre. Hemos tenido que ir recurriendo al
préstamo del libro en papel porque no hemos encontrado una edición
digital del mismo, y es una pena, porque cada día me es más difícil
e incómodo leer en papel, y yo amo a mis libros en papel, pero de
forma platónica y nada más. Queda hacia ellos el mayor de los
cariños pero creo que recurriré al libro electrónico cuando quiera
tener sexo.
Dicha
esta barbaridad, comenzaré a reseñar el libro sin entrar en muchos
detalles de la trama para no destriparlo, aunque total, podría
fotocopiarlo y ponerlo aquí que no creo que nadie tuviera el valor
de leerlo. Y tampoco es para tanto, porque yo creo que “De
brillante porvenir” es un libro que, si tienes la mala suerte de
cruzarte con él, al menos no se puede considerar una total pérdida
de tiempo, a pesar de que en ciertos momentos coquetea peligrosamente
con el aburrimiento. Porque he de admitir que Dos Passos no es la
alegría de la huerta, tiene una prosa poco colorista, sobria, seca
como un verano manchego. Probablemente sea una forma de escribir muy
cuidada para no dar concesión alguna a cualquier detalle que nos
aparte del argumento, para plasmar ese mundo sórdido en el que viven
sus protagonistas de la forma más descarnada posible, para no dar
lugar a dobles interpretaciones, para que no nos dejemos llevar mucho
por los sentimientos.
“De
brillante porvenir” nos cuenta diferentes etapas de la vida de Jed
Morris, el protagonista, un juntaletras ingenioso que, según he
leído, tiene mucho de autobiográfico para Dos Passos. La novela
tiene tres partes bien diferentes, en la primera Morris es periodista
en un Marruecos convulso en el que vive extrañas aventuras, en la
segunda es escritor teatral de poco éxito en Nueva York y en la
tercera cruza todo el país para trabajar como guionista de éxito en
Hollywood. Todo ello transcurre en paralelo a su pertenencia
semiclandestina en un partido comunista que trata, con relativo
éxito, de infiltrarse en el mundo cultural estadounidense. Esto da
mucho juego para dibujar un personaje que comienza siendo pobre e
idealista y termina siendo pudiente y mucho más receloso con un
partido que le tiene atrapado, para el que trabaja filtrando ideas
que promuevan la revolución y del que en cierto momento se plantea
salir, sin mucho éxito.
Dos
Passos, que parece ser que recorrió este camino ideológico,
aprovecha el libro para satirizar a los oscuros personajes que forman
el partido, ajusta cuentas con su doble moral, y los presenta como
pérfidos y decadentes. A mí me interesa porque me vale como una
pieza más del puzzle que trato de ir montando sobre la sociedad
norteamericana del siglo pasado, a la que tanto había dado de lado
en mi vida y que cada día me fascina más, sobre todo por esa mezcla
de poder e ingenuidad propias de un adolescente que comienza a darse
cuenta de que ya no es un niño. “De brillante porvenir” retrata
con frialdad un episodio que fue real y que culminó en la caza de
brujas que fue el Macarthismo, aunque no llega a nombrarlo, pero sí
que nos pone delante de un mundo cruel de gente sin escrúpulos y
agentes dobles para los que el fin justifica los medios. Y si no que
se lo pregunten a Jed Morris.
Como
siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas
(o no reseñas) de Desgraciaíto,
Carmen,
Paula
y Bichejo,
corred a leerlas.
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