domingo, 31 de diciembre de 2017

Me haces bien

Me haces bien porque te siento cerca,
porque me cruzo contigo sin vernos y siempre me robas una sonrisa,
a veces cuando estoy triste a veces quan no tinc el dia.

Me haces bien porque somos diferentes,
porque tus ideas agrandan mi mundo y desde Madrid veo el mar
con los ojos cerrados, el cap ple de pardals.

Me haces bien porque hemos cambiado juntos,
porque hemos llorado por cosas parecidas y ya no queremos llorar
salvo por chistes tontos y cosas bonitas que ens agraden més.

Me haces bien porque no nos necesitamos,
porque hemos elegido ser amigos sin esperar nada a cambio
y sin embargo nos damos tot el que ens podem donar.

Me haces bien porque te quiero,
porque el día que nos conocimos eras de verdad y lo sigues siendo
pese a la distancia, que no es el olvido si no vols oblidar.

jueves, 1 de octubre de 2015

La noche en que Frankenstein leyó el Quijote


En la segunda quincena de septiembre, los esforzados miembros del Club de Lectura 2.0 hemos leído “La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, un pequeño libro de título genial, repleto de anécdotas relacionadas con la literatura y escrito por mi admirado Santiago Posteguillo. Con esta lectura hemos completado con relativo éxito nuestro maratón estival, y yo creo que este libro, que yo mismo propuse, nos ha dejado un buen sabor de boca.

Cuando a finales del año pasado me tocó pensar en los libros que propondría al resto del club, me propuse firmemente acertar con las propuestas, y aunque mis compañeros no estarán muy de acuerdo, porque los conozco, creo que después de todo lo que hemos compartido no es tan difícil intentarlo, otra cosa es que un libro salga rana por pura mala suerte, pero aquí hemos venido a jugar, aunque no con Posteguillo, que me parece un valor seguro, del cual me he leído casi todos sus libros de romanos, tan bien escritos, tan bien documentados y tan entretenidos. Juntar esa experiencia con nuestra curiosidad lectora parecía una buena idea.

La Editorial Planeta, que publica el libro, nos dice de él lo siguiente: “¿Quién escribió las obras de Shakespeare? ¿Qué libro perseguía el KGB? ¿Qué novela ocultó Hitler? ¿Quién pensó en el orden alfabético para organizar los libros? ¿Qué autor burló al índice de libros prohibidos de la Inquisición? Estos y otros enigmas literarios encuentran respuesta en las páginas de La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, un viaje en el tiempo por la historia de la literatura universal de la mano de Santiago Posteguillo, uno de los novelistas históricos más reconocidos por la crítica y el público de los últimos años. Y un profesor de literatura…poco convencional.”

Como ya os podéis imaginar poco puedo desvelar del contenido del libro, porque sería destrozarlo, y os recomiendo con rotundidad su lectura. Dentro de él nos encontramos casi de todo, a saber, escritores que escapan a la muerte, tal cual, libros que se libran de ser destruidos e incluso personajes de ficción que por aclamación popular terminan siendo resucitados. Entre medias vemos por qué un determinado libro llamó la atención, o no, de un avispado editor, encontramos editoriales que se niegan a pagar derechos de autor pasándose de listas, escritores acusados de tener un negro a sueldo, incluso se trata, en uno de los capítulos, la historia de cómo Galdós no ganó el premio Nobel, algo que los lectores habituales de las aventuras y desventuras de nuestro club saben que nos duele, lo más curioso es que el motivo que valía hace un siglo hubiera valido hoy, así somos.

Sólo hay una cosa que le reprocho a “La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, y es su brevedad. Creo que despacha muchas historias en muy poco espacio, sin entrar en mucha más profundidad de lo que Posteguillo puede creer necesaria, pero me temo que no es la misma profundidad que espera un lector entregado y ávido de más detalles. Que el libro se quede en una colección de relatos para pasar cinco minutos es una auténtica pena, y ojo, yo creo que es algo muy calculado por Posteguillo, que tal vez trata de vender un producto ligero que atrape a cualquier tipo de público. Estoy seguro de que este libro se debe vender como churros como regalo socorrido en navidades y demás ocasiones.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, ¡corred a leerlas!

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El país imaginado


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Esta primera quincena de septiembre, los maratonianos miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El país imaginado”, una novela del escritor argentino Eduardo Berti a propuesta de Carmen. Se trata de una novela corta ganadora del premio Premio Las Américas en la que el autor, con muchísima valentía, nos sitúa en la China de comienzos del siglo XX. Es el segundo libro del club, el primero fue “El imperio del sol”, que nos traslada al lejano oriente, concretamente a esa China de entreguerras, en su caso con el Japón, que vive entre el ocaso del imperialismo y la llegada de Mao, y cuya lectura no solo nos traslada en el espacio, sino que también nos traslada en el tiempo y, sobre todo, nos lleva a un modo de ver la vida muy diferente del que nuestros occidentales ojos están acostumbrados a observar.

La editorial Impedimenta nos hace esta introducción del libro: “Animada por el melancólico encanto de la niñez que se escapa, impulsada por la fina exquisitez de su tono narrativo, El país imaginado traza una elegante fábula acerca de la memoria y las oportunidades perdidas. Imbuida de una atmósfera mágica, de delicados elementos que prefiguran lo que ha de ser el país imaginado, esta bella historia nos traslada a una China de principios del siglo XX repleta de fantasmas, de bodas entre vivos y muertos, de supersticiones y ritos ancestrales. En medio de todo ello se encuentra la protagonista, una joven que vive atemorizada por el compromiso nupcial que para ella desean pactar sus padres y que, mientras, solo tiene ojos para la hija de un vendedor de pájaros ciego, la hermosísima Xiaomei, con quien inicia una tímida relación de amistad y dependencia. En sus citas en el parque al que los ancianos van a pasear a sus pájaros, las dos descubren la importancia de lo que se cuenta y de lo que no, de la lealtad y de la belleza, con todo su poder para huir de los abismos abiertos por los demás.”.

Me parece una descripción tan fantástica que poco más puedo hacer para mejorarla. Está claro que, cuando nos ponemos delante de esta historia, uno piensa al momento que el país imaginado es la propia visión del autor sobre un rincón del mundo tan distante y tan diferente, y en parte es así, pero cuando uno lee el libro la visión cambia, pasando a ser ese país imaginario un mundo que vive a caballo entre la realidad y la fantasía, que va y viene del mundo de los vivos y del de los muertos, que flota entre cuentos, mitos y supersticiones y que, al mezclarlo, conforma una realidad frágil y difusa en la que queda mucho espacio tanto para los sentimientos como para su silencio.

El país imaginado” es una pequeña joya que va atrapando sin estridencias, de forma progresiva y suave, superando uno tras otro todos los prejuicios que se pudieran tener antes de comenzar su lectura. Y lo digo de primera mano, porque nada bueno podía esperar de un escritor argentino que no sólo nos cuenta una historia de un mundo que en teoría le debería ser ajeno, es que además tiene el valor de hacerlo narrando en primera persona con un personaje adolescente y femenino, dando un triple salto mortal tan arriesgado como cargado de éxito. Porque es capaz de ponernos en el pellejo de los personajes, que son a la vez tan creíbles como increíbles, llenos de sentimientos tan profundos como reprimidos, que es, tal vez, la peculiaridad de ese mundo oriental del que solemos sentirnos tan distanciados.

Eduardo Berti va mucho más allá de todo esto y hace que lleguemos a ver el alma de unos personajes que a cada página nos parecen más parecidos a nosotros y mucho más humanos, y todo esto sin salirse nunca del filo que separa nuestros mundos, sin salirse jamas de un hechizo que por momentos me ha recordado a otras historias llenas de fantasía de la literatura iberoamericana, de la que no me cabe duda habrá bebido el escritor. “El país imaginado” es un libro en el que los detalles importan, en el que la belleza importa, que deja un regusto lleno de melancolía pero que al terminarlo sabe a poco porque uno quisiera prolongar su estancia en ese mundo que tal vez ya no exista, que tal vez jamás haya existido.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, y esta vez no estoy en condiciones de presuponer qué opinión tendrán del libro, así que haced como yo y corred a leerlas.

martes, 1 de septiembre de 2015

Vestido de novia


En la segunda quincena de agosto, los veraneantes miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “Vestido de novia” una novela negra (que ahora todo el mundo llama thriller) escrita por Pierre Lemaitre. He sido yo mismo el que la ha propuesto y el motivo es muy sencillo. El año pasado, en mi afán por ir avanzando un poco en la literatura francesa actual, me leí “Nos vemos allá arriba”, ganadora del prestigioso Prix Goncourt en el 2013, que me gustó mucho. Por eso me pareció buena idea repetir el autor y hacerlo en el club, porque contaba con alguna buena referencia más de Carmen a la que había gustado otra de sus novelas llamada Alex, que sin duda leeré antes de que pase mucho tiempo.

Con esto de los libros del club uno siempre duda de sí va a acertar o no, sin ir más lejos el año pasado, en mi periplo francés, elegí “La posibilidad de una isla” del tan aclamado Houellebecq y todos sabemos cómo terminó, con deseo de arrancarme los ojos durante su lectura y con un estupendo premio limón que ensucia mi buen gusto literario. Pero este año creo que no va a ser así y preveo que este libro, sin ser posiblemente lo mejor que hemos leído, va a ser uno de los firmes candidatos al premio naranja de 2015, y si no al tiempo.

La Editorial Alfaguara, que publica la novela, hace la siguiente sinapsis: “Sophie Duguet no entiende qué le sucede: pierde objetos, olvida situaciones, es detenida en un supermercado por pequeños robos que no recuerda haber cometido. Y los cadáveres comienzan a acumularse a su alrededor...
Y ya no podemos desvelar nada más de este thriller para así mantener intacto el escalofriante placer de la lectura y la adictiva búsqueda de la verdad por parte del lector.”

Efectivamente hacen bien no desvelar nada más de la trama del libro, porque según el libro avanza se vuelve cada vez más imprevista o sorprendente, al menos para mí que ni soy tan sagaz como un Arsenio Lupin ni gozo de las dotes detectivescas de un Sherlock Holmes. La pena es que sorprendente no sea sinónimo de creíble, porque si lo fuera estaríamos hablando de una obra maestra y yo creo que “Vestido de novia”, al contrario de “Nos vemos allá arriba”, no lo es. Lemaitre divide la novela en tres partes, de las cuales la primera, que yo creo que es la mejor, tiene un ritmo que te deja sin aliento y con ganas de leer en todo momento una página más. Pero esa primera parte se corta bruscamente y es engullida, como si de unas muñecas rusas se tratara, por una segunda, y ya no es lo mismo.

Porque una vez recuperados de la sorpresa inicial de esta segunda parte, nos damos cuenta de que el libro ha descendido un par de peldaños y de que a la historia se le empiezan a ver las costuras. Eso no impide que el lector quiera saber cómo va a terminar la misma, pero ya no se fía porque casi todo suena demasiado forzado y difícil de encajar, lo cual redunda en un intento de explicar y atar cada cabo suelto que afecta de forma grave al ritmo de la novela. Más tarde, en la tercera parte, la trama vuelve a recuperar parte del ritmo que se había perdido, hasta llegar a un final que resuelve todas las dudas planteadas y que, a pesar de su sordidez, está mucho más cerca de un final feliz para Sophie de lo que jamás habríamos imaginado.

A pesar de que la reseña pueda indicar otra cosa, creo que “Vestido de novia” cumple con su cometido de intrigar al lector durante todo el libro, por lo cual recomiendo su lectura. De hecho, a pesar de que no hayamos tenido hasta ahora un gran año lector, pienso que es lo más entretenido de este año, además de ser un libro impecablemente escrito, algo que aquí nunca damos por hecho jamás.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, como siempre ¡corred a leerlas!

martes, 18 de agosto de 2015

El lugar más feliz del mundo

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En la primera quincena de agosto, los desperdigados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “El lugar más feliz del mundo” un libro escrito por el periodista David Jiménez, flamante nuevo director del diario El Mundo, en el que nos cuenta una serie de historias que ha presenciado durante los quince años en los que fue corresponsal de este mismo periódico en Asia. Es un buen libro, lo digo para que no quede duda tras leer mi reseña o por si algún incauto se fía de mi palabra pero no quier leer más. De hecho, si no conociese al escritor y su nuevo cargo, estaría encantado con el libro y con su autor, que es capaz de bajar a muchos infiernos para hacernos partícipes de un sufrimiento sin afán de sensacionalismo, simplemente para hacernos partícipes y conocedores de lo que esos remotos lugares está pasando, en parte como denuncia, en parte para honrar a esos personajes anónimos cuyos gestos merecen ser conocidos, en parte para remover nuestras conciencias occidentales que son como la copla de María de la O: “desgraciaita teniéndolo tó”.

La Editorial Kailas, que publica el libro, nos hace este resumen del mismo: “David Jiménez vuelve al reporterismo literario que ha convertido su libro Hijos del monzón en un éxito internacional y nos traslada con sus crónicas a un mundo de paraísos perdidos, guerras olvidadas, héroes improbables y lugares marcados por los extremos de la condición humana, sus luces y sombras. El lugar más feliz del mundo es como el dictador de Corea del Norte describe la más brutal y despótica tiranía de nuestro tiempo. También es una de las paradas del corresponsal de El Mundo en un viaje que le lleva a adentrarse en la prisión camboyana donde cumplen condena los pederastas más peligrosos, ser testigo de la llegada de la televisión al reino de Bután, acompañar a un grupo de mafiosos yakuza en su intento de abandonar el hampa o permanecer en la desierta ciudad de Fukushima tras el accidente nuclear que mantuvo al mundo en vilo. Y es a menudo en mitad de la oscuridad, en lugares tomados por la desesperanza, donde el autor encuentra a los personajes más fascinantes, las situaciones más humanas y los actos de coraje capaces de hacernos creer en un mundo mejor. Ensalzado como el “Kapuscinski español”, David Jiménez reúne en este libro el manual definitivo sobre el periodismo de reportajes, una excepcional radiografía sobre la condición humana y un recorrido vital de 15 años en busca de un destino que a menudo está más cerca de lo que pensamos: El lugar más feliz del mundo.”

El libro es tal y como lo describe la editorial, a lo que yo añadiría que no está falto de calidad literaria, porque David Jiménez es un narrador de historias bien escritas, lo cual es muy de agradecer porque cuando algo está bien escrito hace que el contenido se realce, de hecho la buena escritura es como los buenos árbitros de fútbol, que cuanto mejor es más desapercibida pasa. Sin embargo el contenido del libro no puede pasar desapercibido porque cada historia te encoge el corazón, y no porque el periodista utilice de forma tramposa trucos sórdidos, al contrario, las historias son excepcionales porque en todas y cada una de ellas vemos a los seres humanos que las protagonizan, sin que el autor nos empuje a tomar partido por causa alguna que no sea la realidad cruda de los hechos, porque es tal vez la mayor virtud del libro ese no tomar partido por nadie de antemano, no contar historias de buenos y malos, quedando claro que la bondad y la maldad existen, pero casi siempre no como algo dogmático, sino más bien como algo inevitable y consustancial al ser humano.

Quien después de leer esto crea que David Jiménez no se involucra en las historias que cuenta se equivoca, porque precisamente hay que estar muy decidido a contar una historia para dar voz a todas las partes de la misma, porque tal vez sea más fácil caer en la tentación de no hacerlo, de ir por la vía fácil pero mucho menos honesta, y eso a mí me parece muy difícil de hacer. Lo mismo que es muy difícil hacer sentir la desolación del que ha perdido todo, la desesperación del que lucha con sus propias manos desnuda una guerra que nunca podrá ganar, la esperanza del que cree que es posible un mundo mejor sólo con la suma de pequeños o grandes actos. Todo ello pasado por un prisma oriental que nos hace difícil entenderlo, tan desconocido que nos sorprendemos a cada página, tan abrumador cuando eres consciente de que esa gente, que nos parece tan alejada de nuestra realidad, abarca a dos tercios de la humanidad y de que este porcentaje año tras año va creciendo.

Sin embargo, me queda un resquemor que, para ser justos, no tiene que ver con el libro sino con su autor. David Jiménez siempre llevó a gala su pasión por el oficio del reportero, con integridad y con independencia, y es fácil encontrar entrevistas con motivo de la publicación del libro en las que habla de ello abiertamente y en las que parece rechazar un futuro inmediato al abrigo de una redacción, porque no es su sitio, por estar alejado del poder político y, de repente, director de El Mundo, con una línea editorial muy clara que no se ha movido ni un milímetro desde su llegada, que da portadas por filias y fobias y que no rehúsa a utilizar cuando lo cree necesario un titular tendencioso o sensacionalista. Y esto me hace dudar de todo lo que escrito en los primeros párrafos, lo siento.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, como siempre ¡corred a leerlas!

sábado, 1 de agosto de 2015

La fiesta de la insignificancia


En la segunda quincena de este mes, los acalorados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído “La fiesta de la insignificancia” a propuesta de ND, una novela corta escrita por Milan Kundera, uno de esos escritores cuya sola mención impone cierto aura de respeto y una promesa de trascendencia sobre lo vulgar y cotidiano. Desafortunadamente, esta novela, o lo que sea (porque ND en su lucha contra la novela nos lleva por un camino de mezcla estrambótica), es tan insignificante (valga la redundancia) que cuando vas a comenzar a bostezar ya la has terminado, lo cual es muy de agradecer en un libro que se tuerce porque, como hemos dicho tantas veces, la vida es demasiado corta y hay muchos buenos libros esperándonos.

Tusquets Editores, que publica la novela, nos hace esta sinopsis: “Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!”

Y uno va y lee, y piensa que se va a encontrar ante un festival del humor digno de los dioses y como mucho de unos pocos héroes, y claro, parece que un servidor, mortal ingeniero, no es lo suficientemente intelectual y sofisticado como para carcajearse con la fina ironía del señor Kundera, que la tiene, pero que a mí me deja tan frío como la esperanza de que algún día llegará el mes de Febrero. Pero lo peor no es pensar que el escritor ha decidido gastarnos una pequeña broma a sus 85 años, llevando a término lo que dice el refranero respecto a nuestros últimos días de nuestra existencia y un convento, que va, lo peor es que uno se queda con la duda de si es un zote y no entiende nada. Y esa duda lleva a una cierta angustia existencial que se ve muy acentuada cuando, buscando auxilio en otros lectores zozobrados, se leen las crónicas y reseñas publicadas el año pasado con motivo de la edición en castellano del libro.

Porque si nos quedamos con esas opiniones nos encontramos con “un minúsculo tratado encubierto de ética y descreimiento”, “una magnífica comedia que nos deslumbra con su exaltación de la vida y su ironía sobre las diferentes facetas del ser humano, que ama sin saber por qué, desea sin entender qué le mueve y espera sin albergar ninguna certeza”, “un digno entretenimiento vodevilesco-surrealista con algún que otro disparo con bala a la sociedad moderna”, “una desenfadada y espléndida composición en forma de fuga que se nutre de las más sutiles variaciones en torno al tema que da título al libro”. Y yo todo eso no lo veo, por más que me esfuerzo, por mucho que cavilo no consigo que ese puñado de páginas, de escritura tan impecable como intrascendente, puedan ser un tratado de nada, ni una exaltación de la vida y mucho menos una crítica de la sociedad moderna, sobre todo porque la sociedad de la que habla Kundera, la sociedad en la que él ha vivido, lleva bastante tiempo muerta.

Sin embargo, al margen de la sociedad en la que uno ha tenido la tenido la fortuna de nacer y vivir que, por cierto, es uno de los hechos insignificantes de los que nos habla Kundera, el libro sí que nos pone en frente de ciertos temas que son universales aunque, en mi opinión, sin entrar a fondo en ellos. Se ironiza sobre la tiranía, la injusticia, el perdón, la amistad, la existencia, la muerte, la enfermedad, la sexualidad, las moralidad, con leves pinceladas de pretendido humor pero dejando la mayor parte de la reflexión en el lado del lector, por eso digo que nunca podemos estar hablando de un tratado, más bien hablaríamos de un recuento de poca monta, del atraco de un editor o de un puedo y no quiero.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, y espero que os dejen mejor sabor de boca que la mía, ya sabéis ¡corred a leerlas!

jueves, 16 de julio de 2015

De brillante porvenir


Este mes, los descerebrados (esto lo explicaré a continuación) miembros del Club de Lectura 2.0, hemos leído, y es un decir, “De brillante porvenir”, una novela de John Dos Passos. Digo que somos descerebrados porque, en un momento de exaltación de nuestra voluntad lectora, decidimos que durante los meses de verano si no queríamos caldo pues dos tazas, que si somos cinco y propusimos tres libros cada uno era una pena dejar tres fuera de la programación tras el tradicional sorteo. Y así nos vemos, no conformes con irnos arrastrando por el fango lector ahora leyendo a la carrera y reseñando cada quince días. Vamos de mal en peor.

De brillante porvenir” intuyo que es una obra menor de un Dos Passos que, según dicen los que saben de esto, ya había dado lo mejor de su obra en Manhattan Transfer y la trilogía U.S.A. En mi juventud recuerdo haber leído Manhattan Transfer en una edición antiquísima que rondaba por casa, imagino que esta edición sería prima hermana que la que me ha prestado Carmen de Alianza Editorial publicada en 1973 y que era de su padre. Hemos tenido que ir recurriendo al préstamo del libro en papel porque no hemos encontrado una edición digital del mismo, y es una pena, porque cada día me es más difícil e incómodo leer en papel, y yo amo a mis libros en papel, pero de forma platónica y nada más. Queda hacia ellos el mayor de los cariños pero creo que recurriré al libro electrónico cuando quiera tener sexo.

Dicha esta barbaridad, comenzaré a reseñar el libro sin entrar en muchos detalles de la trama para no destriparlo, aunque total, podría fotocopiarlo y ponerlo aquí que no creo que nadie tuviera el valor de leerlo. Y tampoco es para tanto, porque yo creo que “De brillante porvenir” es un libro que, si tienes la mala suerte de cruzarte con él, al menos no se puede considerar una total pérdida de tiempo, a pesar de que en ciertos momentos coquetea peligrosamente con el aburrimiento. Porque he de admitir que Dos Passos no es la alegría de la huerta, tiene una prosa poco colorista, sobria, seca como un verano manchego. Probablemente sea una forma de escribir muy cuidada para no dar concesión alguna a cualquier detalle que nos aparte del argumento, para plasmar ese mundo sórdido en el que viven sus protagonistas de la forma más descarnada posible, para no dar lugar a dobles interpretaciones, para que no nos dejemos llevar mucho por los sentimientos.

De brillante porvenir” nos cuenta diferentes etapas de la vida de Jed Morris, el protagonista, un juntaletras ingenioso que, según he leído, tiene mucho de autobiográfico para Dos Passos. La novela tiene tres partes bien diferentes, en la primera Morris es periodista en un Marruecos convulso en el que vive extrañas aventuras, en la segunda es escritor teatral de poco éxito en Nueva York y en la tercera cruza todo el país para trabajar como guionista de éxito en Hollywood. Todo ello transcurre en paralelo a su pertenencia semiclandestina en un partido comunista que trata, con relativo éxito, de infiltrarse en el mundo cultural estadounidense. Esto da mucho juego para dibujar un personaje que comienza siendo pobre e idealista y termina siendo pudiente y mucho más receloso con un partido que le tiene atrapado, para el que trabaja filtrando ideas que promuevan la revolución y del que en cierto momento se plantea salir, sin mucho éxito.

Dos Passos, que parece ser que recorrió este camino ideológico, aprovecha el libro para satirizar a los oscuros personajes que forman el partido, ajusta cuentas con su doble moral, y los presenta como pérfidos y decadentes. A mí me interesa porque me vale como una pieza más del puzzle que trato de ir montando sobre la sociedad norteamericana del siglo pasado, a la que tanto había dado de lado en mi vida y que cada día me fascina más, sobre todo por esa mezcla de poder e ingenuidad propias de un adolescente que comienza a darse cuenta de que ya no es un niño. “De brillante porvenir” retrata con frialdad un episodio que fue real y que culminó en la caza de brujas que fue el Macarthismo, aunque no llega a nombrarlo, pero sí que nos pone delante de un mundo cruel de gente sin escrúpulos y agentes dobles para los que el fin justifica los medios. Y si no que se lo pregunten a Jed Morris.


Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas (o no reseñas) de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, corred a leerlas.