¿Nunca has pensado qué tu vida laboral tiene mucho en común El Padrino? Si eres funcionario un día escribiré la versión Amelie de este post pero si no lo eres echa un vistazo a estas frases.
La contratación: “Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar”
.
Al principio todo es felicidad, como en los noviazgos. Llamamos entrada a una calva en la que podría aterrizar un A380 y barriguita a una protuberancia más pronunciada que el golfo de México.
Con los trabajos es lo mismo. Decimos que está un poco retirado cuando la realidad es que la ballena jorobada en su migración hace menos kilómetros que nosotros (pero solo una vez al año y está menos jodida, perdón, jorobada). Decimos que casi no pillamos atasco, sí, levantándonos a las seis de la mañana (para eso mejor sería que nos diesen un tiro y dejar de sufrir) y sobre todo llamamos “sueldo” a la miseria que nos ofrecen, bueno, no es mucho pero por fin vamos a trabajar en lo que nos gusta y con el tiempo… ¡Ay alma de cántaro! Con el tiempo dejará de gustarnos y ganaremos la misma miseria actualizada por el IPC, con suerte.
Los recursos humanos: “- Es un tipo horrible, da miedo. - Su oficio es dar miedo”
Existen dos momentos en la vida en los cuales tu firma parece haber roto un hechizo. El primero es cuando te casas, esa firma convierte a tu hasta entonces novia en la bruja mala del este o a tu hasta entonces novio en Homer Simpson. El segundo es cuando firmas tu contrato laboral, de repente esa persona tan simpática y que tan bien ha sabido venderte la moto muestra su monstruosa cara de medusa, ahora tu cuerpo y tu alma le pertenecen, no vuelvas a mirarla a la cara o te convertirás en estatua de piedra y acabarás en la cola del paro.
El jefe: “No me digas que eres inocente. Es un insulto a mi inteligencia. Y eso no me divierte”.
La vida es como una caja de bombones, no sabes que jefe te va a tocar.
Existen varias clases de jefes, uno de los más habituales es el devorador de personas. El devorador es un cabrón sin escrúpulos al que no le importa machacar a nadie porque sencillamente se cree superior a los demás, en la Alemania de los años 40 hubiera dado su vida por dirigir un campo de concentración. Otro modelo de jefe es el jefe enrollado, éste por lo menos no te putea por el placer de oír tus alaridos, éste te putea sin piedad, sí, pero solo cuando es preciso y es que a fin de cuentas el jefe enrollado trata de que le veas como un compañero y suele votar socialista.
Uno de los jefes más peligrosos que puedes tener es el jefe que lo es porque pasaba por allí, en general no reúne ningún mérito para ser jefe, no tiene ni conocimientos ni carácter para serlo, pero por alguna circunstancia que desconoces llegó al puesto. Su peligro radica en que no tiene los huevos suficientemente cuadrados como para apechugar con lo que han hecho sus subordinados por lo que, ante la menor dificultad, no duda en usarlos como carnaza para la medusa.
Existen más tipos de jefe, pero sea como fuere, el jefe tiene tu vida en sus manos, de él depende tu bienestar, tu sueldo y la relación que tengas con tu familia. Sabes que muchas veces actúa presionado por otro jefe mucho más cabrón que él, pero aún así no puedes soportar su cara de no tengo más remedio porque para ti nunca será inocente del todo, alguien que conduce un Mercedes de gama alta nunca es inocente.
La integración en la empresa: “Intenta pensar como piensan los que te rodean. Con esta base todo es posible.”
Ser el nuevo nunca es fácil. Eres un paracaidista lanzado detrás de las líneas enemigas y tienes la misión de confraternizar con los lugareños. El primer día pueden pasar dos cosas, que alguien se digne a dirigirte la palabra o que no. Lo primero es jodido porque encontrar un baño por si mismo en una oficina no es misión fácil, parece que en lugar de un arquitecto los hubieran emplazado los guionistas de “Dentro del laberinto”. Lo segundo es lo normal, te suelen hablar, pero no siempre está garantizado.
Caer bien a tus nuevos compañeros es fundamental pero sin llegar a ser pelota, ese puesto seguro que ya tiene propietario. Es una misión difícil pero no imposible, la forma de conseguirlo es asimilar cuanto antes sus costumbres y repetirlas. Si tienen una peña de quinielas pues te apuntas, ¿con quién podrías tirar mejor el dinero que con ellos?, que se ponen chuzos todos los días a la salida del curro pues allá vas el primero ¡a rabo!, además seguro que ya eres un especialista… y si hacen yoga pues repite con ellos “Om mani padme hum”
Reunión de lanzamiento: “Nunca digas lo que realmente piensas delante de gente que no conoces.”
Por fin ha llegado el día de presentarte en público, los contratos se han firmado pero por menos dinero del esperado, el primer mensaje que recibes es que hay que comenzar apretándose el cinturón. A continuación recibes un correo convocándote para la KOM. No tienes valor para preguntarle a nadie que es la KOM pero así de primeras da mal rollo. Con el tiempo pasará a ser uno de los cientos de acrónimos que formarán parte de tu vocabulario. ¿Tan difícil es llamar a las cosas por su nombre? Al final, por casualidad, descubres que KOM stands for “Kick off meeting”, lo que en Román Paladino venía a ser reunión de lanzamiento. Vale, permíteme un consejo compañero, eres ingeniero de planificación (sin acritud), ya es triste haber estudiado ecuaciones diferenciales en derivadas parciales para terminar así, tristísimo, pero hablar en inglés y con acrónimos no da un valor añadido a tu trabajo.
Ese día conoces a los que van a ser tus compañeros de fatigas durante los años que dure el proyecto. Los compañeros, los de compras (que ya por si solos se merecen una sección aparte), tus nuevos y adicionales jefes, los clientes… Es como una mala partida de póker en la que cada uno descubre sus cartas. Están: el bocazas que va de farol, el encantado de conocerse, el que estudió inglés en un colegio de pago, el que se toca la oreja cada vez que ve sobrevolar un marrón, el graciosillo, el que se hace el dormido (¿se lo hace?) el que se calla como un muerto y el que se calla como una puta a pesar de ver los cadáveres caer a su alrededor. Esos son los mejores, yo quiero ser como ellos.
¿Para cuándo lo quieres?: “Es difícil, pero no imposible.”
Llevas dos semanas en la empresa y dos meses de retraso en el proyecto. Empiezan a circular rumores sobre ti en los que no sales muy bien parado, parece que no estás cumpliendo con las expectativas que creo la medusa. Tu jefe te insinúa de que debes hacer un sobreesfuerzo, alguna hora más, algún café menos, además te cambia tu PC de sobremesa por uno portátil y con gran alegría te dice que te han aprobado una conexión remota, que por cierto pagas tú. ¡Te ha tocado la lotería!
Te sientes culpable por no poder dar lo mejor de ti desde el minuto uno hasta el seiscientos de esas diez horas diarias que ya hacías, tratas de solucionarlo pasando a trabajar doce y colocando una foto de la familia junto al monitor. Cambias el café por el té, que tomas discretamente en tu sitio y es que la hija de puta de la máquina del café parece tener ojos, da igual que solo sea uno al día y a una hora cualquiera, tu jefe siempre aparece por allí para decirte “¿qué, tomando un café?”. Son días duros, no lo estás pasando bien pero te consuelas, total, ya lo compensaremos con el variable.
La contratación: “Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar”
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Al principio todo es felicidad, como en los noviazgos. Llamamos entrada a una calva en la que podría aterrizar un A380 y barriguita a una protuberancia más pronunciada que el golfo de México.
Con los trabajos es lo mismo. Decimos que está un poco retirado cuando la realidad es que la ballena jorobada en su migración hace menos kilómetros que nosotros (pero solo una vez al año y está menos jodida, perdón, jorobada). Decimos que casi no pillamos atasco, sí, levantándonos a las seis de la mañana (para eso mejor sería que nos diesen un tiro y dejar de sufrir) y sobre todo llamamos “sueldo” a la miseria que nos ofrecen, bueno, no es mucho pero por fin vamos a trabajar en lo que nos gusta y con el tiempo… ¡Ay alma de cántaro! Con el tiempo dejará de gustarnos y ganaremos la misma miseria actualizada por el IPC, con suerte.
Los recursos humanos: “- Es un tipo horrible, da miedo. - Su oficio es dar miedo”
Existen dos momentos en la vida en los cuales tu firma parece haber roto un hechizo. El primero es cuando te casas, esa firma convierte a tu hasta entonces novia en la bruja mala del este o a tu hasta entonces novio en Homer Simpson. El segundo es cuando firmas tu contrato laboral, de repente esa persona tan simpática y que tan bien ha sabido venderte la moto muestra su monstruosa cara de medusa, ahora tu cuerpo y tu alma le pertenecen, no vuelvas a mirarla a la cara o te convertirás en estatua de piedra y acabarás en la cola del paro.
El jefe: “No me digas que eres inocente. Es un insulto a mi inteligencia. Y eso no me divierte”.
La vida es como una caja de bombones, no sabes que jefe te va a tocar.
Existen varias clases de jefes, uno de los más habituales es el devorador de personas. El devorador es un cabrón sin escrúpulos al que no le importa machacar a nadie porque sencillamente se cree superior a los demás, en la Alemania de los años 40 hubiera dado su vida por dirigir un campo de concentración. Otro modelo de jefe es el jefe enrollado, éste por lo menos no te putea por el placer de oír tus alaridos, éste te putea sin piedad, sí, pero solo cuando es preciso y es que a fin de cuentas el jefe enrollado trata de que le veas como un compañero y suele votar socialista.
Uno de los jefes más peligrosos que puedes tener es el jefe que lo es porque pasaba por allí, en general no reúne ningún mérito para ser jefe, no tiene ni conocimientos ni carácter para serlo, pero por alguna circunstancia que desconoces llegó al puesto. Su peligro radica en que no tiene los huevos suficientemente cuadrados como para apechugar con lo que han hecho sus subordinados por lo que, ante la menor dificultad, no duda en usarlos como carnaza para la medusa.
Existen más tipos de jefe, pero sea como fuere, el jefe tiene tu vida en sus manos, de él depende tu bienestar, tu sueldo y la relación que tengas con tu familia. Sabes que muchas veces actúa presionado por otro jefe mucho más cabrón que él, pero aún así no puedes soportar su cara de no tengo más remedio porque para ti nunca será inocente del todo, alguien que conduce un Mercedes de gama alta nunca es inocente.
La integración en la empresa: “Intenta pensar como piensan los que te rodean. Con esta base todo es posible.”
Ser el nuevo nunca es fácil. Eres un paracaidista lanzado detrás de las líneas enemigas y tienes la misión de confraternizar con los lugareños. El primer día pueden pasar dos cosas, que alguien se digne a dirigirte la palabra o que no. Lo primero es jodido porque encontrar un baño por si mismo en una oficina no es misión fácil, parece que en lugar de un arquitecto los hubieran emplazado los guionistas de “Dentro del laberinto”. Lo segundo es lo normal, te suelen hablar, pero no siempre está garantizado.
Caer bien a tus nuevos compañeros es fundamental pero sin llegar a ser pelota, ese puesto seguro que ya tiene propietario. Es una misión difícil pero no imposible, la forma de conseguirlo es asimilar cuanto antes sus costumbres y repetirlas. Si tienen una peña de quinielas pues te apuntas, ¿con quién podrías tirar mejor el dinero que con ellos?, que se ponen chuzos todos los días a la salida del curro pues allá vas el primero ¡a rabo!, además seguro que ya eres un especialista… y si hacen yoga pues repite con ellos “Om mani padme hum”
Reunión de lanzamiento: “Nunca digas lo que realmente piensas delante de gente que no conoces.”
Por fin ha llegado el día de presentarte en público, los contratos se han firmado pero por menos dinero del esperado, el primer mensaje que recibes es que hay que comenzar apretándose el cinturón. A continuación recibes un correo convocándote para la KOM. No tienes valor para preguntarle a nadie que es la KOM pero así de primeras da mal rollo. Con el tiempo pasará a ser uno de los cientos de acrónimos que formarán parte de tu vocabulario. ¿Tan difícil es llamar a las cosas por su nombre? Al final, por casualidad, descubres que KOM stands for “Kick off meeting”, lo que en Román Paladino venía a ser reunión de lanzamiento. Vale, permíteme un consejo compañero, eres ingeniero de planificación (sin acritud), ya es triste haber estudiado ecuaciones diferenciales en derivadas parciales para terminar así, tristísimo, pero hablar en inglés y con acrónimos no da un valor añadido a tu trabajo.
Ese día conoces a los que van a ser tus compañeros de fatigas durante los años que dure el proyecto. Los compañeros, los de compras (que ya por si solos se merecen una sección aparte), tus nuevos y adicionales jefes, los clientes… Es como una mala partida de póker en la que cada uno descubre sus cartas. Están: el bocazas que va de farol, el encantado de conocerse, el que estudió inglés en un colegio de pago, el que se toca la oreja cada vez que ve sobrevolar un marrón, el graciosillo, el que se hace el dormido (¿se lo hace?) el que se calla como un muerto y el que se calla como una puta a pesar de ver los cadáveres caer a su alrededor. Esos son los mejores, yo quiero ser como ellos.
¿Para cuándo lo quieres?: “Es difícil, pero no imposible.”
Llevas dos semanas en la empresa y dos meses de retraso en el proyecto. Empiezan a circular rumores sobre ti en los que no sales muy bien parado, parece que no estás cumpliendo con las expectativas que creo la medusa. Tu jefe te insinúa de que debes hacer un sobreesfuerzo, alguna hora más, algún café menos, además te cambia tu PC de sobremesa por uno portátil y con gran alegría te dice que te han aprobado una conexión remota, que por cierto pagas tú. ¡Te ha tocado la lotería!
Te sientes culpable por no poder dar lo mejor de ti desde el minuto uno hasta el seiscientos de esas diez horas diarias que ya hacías, tratas de solucionarlo pasando a trabajar doce y colocando una foto de la familia junto al monitor. Cambias el café por el té, que tomas discretamente en tu sitio y es que la hija de puta de la máquina del café parece tener ojos, da igual que solo sea uno al día y a una hora cualquiera, tu jefe siempre aparece por allí para decirte “¿qué, tomando un café?”. Son días duros, no lo estás pasando bien pero te consuelas, total, ya lo compensaremos con el variable.
3 comentarios:
Yo creo que los jefes se ven superados por lo que van a ser. Antes de ser jefes no lo eran y leian o comentaban como eran los suyos por lo que se ven presionados a no ser como realmente son...no se me lio un poco.
Espero que Amelie sea tambien para funcionarios privados que todos conocemos
Pues yo no pienso convertirme en ninguna bruja.
El jefe cabrón que describes es igualito a uno que yo me sé (y se peinaba igual que los nazis)...
jajaja... buenisimo... la de Amelie? ya esta hecha? jejeje
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