Cuando empecé en esto de los blogs me tiré al vacío como un paracaidista, no tenía ni idea de en qué me estaba metiendo y francamente no medí bien las consecuencias de mis actos. En ese momento lo único que tenía clarísimo es que era una especie de desahogo y de diversión. Sigue siendo así, pero con matices.
Al principio escribes alegremente en el blog porque te importa un pimiento lo que cuentas, si te leerá alguien, si está bien o mal (que conste que paso calculadamente a escribir en tercera persona). Escribes con toda la frescura del mundo porque el blog refleja un poco tu vida, antes de que el propio blog existiera. Después, y muy poquito a poco, las cosas van cambiando, la razón es evidente, el blog pasa a ser parte de tu día a día, ya no es una vía de escape sino una más de tus preocupaciones cotidianas, sientes la necesidad permanente de alimentarlo, de escribir, sea lo que sea. Es una especie de tamagotchi que se alimenta de letras.
Y te preocupas de su aspecto, le pones un contador de visitas, te alegras cuando tienes un par de seguidores desconocidos y das volteretas de felicidad cuando recibes algún comentario y, ¡oh milagro!, no es de tu prima. Ese momento es entrañable porque te crees con el poder de convocar a las masas y te relames de gusto al pensar en tu nimio pero reconfortante éxito. Es justo el momento, si es que no lo habías ya hecho antes, en el que renuncias a los principios que te pusieron por primera vez delante de un teclado, ya no escribes para ti, creo que ni siquiera escribes para otros, escribes para el blog porque estás enganchado.
Las consecuencias en mi caso han sido terribles, el resumen muy sencillo, he aburrido a las ovejas. Es así y no hay que darle vueltas.
Por eso he llegado a las cien entradas y no me ha hecho ni ilusión, y eso que era una buena cifra para una celebración en toda regla, porque no es fácil ponerte cien veces delante del teclado y parir un post. A mí me parece jodidísimo, es todo un ejercicio heroico de perseverancia y de imaginación, cualidades que el tiempo me está demostrando que no poseo en la cantidad que imaginaba. Por eso no sabéis lo que admiro a toda esa gente que tiene un blog y durante años nos regala su tiempo y su vida, parece fácil pero ni hablar, si no me crees deja de ver los toros desde la barrera y crea tu blog. Verás que cuando te lanzas al ruedo es otra cosa, el toro parece mucho más grande y da más miedo, las inseguridades se multiplican y dejarás enseguida de verte tan guapo y tan listo.
Después de nueve meses (un embarazo completo, tiene guasa) escribiendo regularmente en el blog me apetece una mierda seguir haciéndolo. Escribiendo esta ñoñez no creo que cambie las cosas, pero es lo que me pide ahora el cuerpo, tampoco quiero decir que vaya a echar el cierre porque me prometí que por lo menos aguantaría un año con el chiringuito abierto, solo quiero decir eso, que este blog amenaza ruina y que tiene un futuro incierto. No espero tampoco comentarios de ánimo, ni voy a responderlos, esta es la bazofia más grande que he escrito en el blog, y mira que las hay grandes, por eso se merece quedar virgen y abandonada. De hecho no sé ni por qué voy a publicarla, salvo como escarnio público, si has llegado hasta aquí de verdad que lo siento.
Al principio escribes alegremente en el blog porque te importa un pimiento lo que cuentas, si te leerá alguien, si está bien o mal (que conste que paso calculadamente a escribir en tercera persona). Escribes con toda la frescura del mundo porque el blog refleja un poco tu vida, antes de que el propio blog existiera. Después, y muy poquito a poco, las cosas van cambiando, la razón es evidente, el blog pasa a ser parte de tu día a día, ya no es una vía de escape sino una más de tus preocupaciones cotidianas, sientes la necesidad permanente de alimentarlo, de escribir, sea lo que sea. Es una especie de tamagotchi que se alimenta de letras.
Y te preocupas de su aspecto, le pones un contador de visitas, te alegras cuando tienes un par de seguidores desconocidos y das volteretas de felicidad cuando recibes algún comentario y, ¡oh milagro!, no es de tu prima. Ese momento es entrañable porque te crees con el poder de convocar a las masas y te relames de gusto al pensar en tu nimio pero reconfortante éxito. Es justo el momento, si es que no lo habías ya hecho antes, en el que renuncias a los principios que te pusieron por primera vez delante de un teclado, ya no escribes para ti, creo que ni siquiera escribes para otros, escribes para el blog porque estás enganchado.
Las consecuencias en mi caso han sido terribles, el resumen muy sencillo, he aburrido a las ovejas. Es así y no hay que darle vueltas.
Por eso he llegado a las cien entradas y no me ha hecho ni ilusión, y eso que era una buena cifra para una celebración en toda regla, porque no es fácil ponerte cien veces delante del teclado y parir un post. A mí me parece jodidísimo, es todo un ejercicio heroico de perseverancia y de imaginación, cualidades que el tiempo me está demostrando que no poseo en la cantidad que imaginaba. Por eso no sabéis lo que admiro a toda esa gente que tiene un blog y durante años nos regala su tiempo y su vida, parece fácil pero ni hablar, si no me crees deja de ver los toros desde la barrera y crea tu blog. Verás que cuando te lanzas al ruedo es otra cosa, el toro parece mucho más grande y da más miedo, las inseguridades se multiplican y dejarás enseguida de verte tan guapo y tan listo.
Después de nueve meses (un embarazo completo, tiene guasa) escribiendo regularmente en el blog me apetece una mierda seguir haciéndolo. Escribiendo esta ñoñez no creo que cambie las cosas, pero es lo que me pide ahora el cuerpo, tampoco quiero decir que vaya a echar el cierre porque me prometí que por lo menos aguantaría un año con el chiringuito abierto, solo quiero decir eso, que este blog amenaza ruina y que tiene un futuro incierto. No espero tampoco comentarios de ánimo, ni voy a responderlos, esta es la bazofia más grande que he escrito en el blog, y mira que las hay grandes, por eso se merece quedar virgen y abandonada. De hecho no sé ni por qué voy a publicarla, salvo como escarnio público, si has llegado hasta aquí de verdad que lo siento.
5 comentarios:
Vaya por delante que yo no quiero que lo dejes, a mí me gusta mucho tu blog. Pero tomárselo como una obligación es una putada.
Igual te viene bien responderte a dos preguntas:
- ¿Escribir me satisface A MÍ (a ti, en este caso)?
- ¿Me aburro (que si te aburres tú, claro)?
Si has respondido que sí a la primera hay una esperanza. Si has respondido no... cierto, Cartago está perdida.
Lo del aburrimiento es más un estado temporal, creo. Yo por eso no me preocuparía. Bueno, en realidad si me pasara a mí sí me preocuparía pero como no sé cómo te afecta a ti lo del aburrirte...
En cualquier caso, aunque no vayas a dar volteratas ni nada, a mí me gustaría que te quedaras.
Recuerda ¡Fortuna audaces iuvat!
Ahora que lo veo del tirón... vaya tocho de comentario que he dejado, sorry.
Yo lo sentiré mucho si te vas. Te leo siempre, me he reído con ganas con los ECC y con otras cosas, también, otras veces, me has hecho pensar.
Decidas lo que decidas, muchas gracias Juanjo. El gusto es mío.
Un abrazo.
Pues a mí me resulta muy grato leerte, siempre, y este no es la excepción...pero entiendo tu sensación, y la comparto, llevarlo como una actividad más de tu rutina es añadir una carga. Pero bueno, que sepas que a muchos de tus lectores nos merece la pena :)
Un abrazo.
Juanjo, tal como lo hice la primera vez que te comenté, simplemente quise hacerlo para que sepas que en algún lugar el mundo a una persona le encanto lo que escribiste. Y hoy lo hago para decirte, que desde que te descubrí me gusta mucho leerte aunque no comente frecuentemente. Todos tus comentaristas escriben lindo y yo no tengo ese don, por eso me corto. No pensé encontrar en en el ciberspacio corazones (también leía el blog de Gordi, al cual ya no puedo acceder) con los que te identificas y te hacen reflexionar y reir de buena gana, era (ustedes son mi excepción) escéptica con esto de los blogs, pero que alguien toque un pedacito de ti sin conocerte y sin siquiera proponerselo, simplemente me maravilla.
Un abrazo.
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